Capítulo 48 (Odio y rencor)
"No apareció"
Fue el mensaje que Deuteros le envió a Camus aquél día después de una exhaustiva búsqueda por gran parte de la ciudad con tal de dar con el paradero de Degel.
Setenta y dos horas ya transcurrieron de la desaparición repentina de su amado profesor; inclusive ya habían activado la alerta como persona desaparecida y nadie, ni un solo testigo había para dar detalles de lo sucedido.
No tenía ganas de salir con alguien, ni atendía las llamadas constantes de Mu y de Shaka.
Tan solo quería una cosa y era ver a Degel sano y salvo.
Estaba acostado en su cama con la mirada perdida en el techo de su habitación; no podía creer aún lo que sucedía, sabe que Degel no es el tipo de personas que busca meterse en problemas para que alguien quiera hacerle daño.
Sus padres habían llegado de su viaje la noche anterior y justamente en estos momentos habían salido de casa para comprar parte de su despensa en la tienda comercial.
Se encontraba solo en su casa, Deuteros le había mencionado que cualquier cosa que sucediera estaría dispuesto avisarle.
El sonido del timbre interrumpió sus pensamientos y sus preocupaciones, no esperaba que sus padres llegaran tan pronto de las comprar si tenía como escasos quince minutos que salieron de compras.
Sin muchos ánimos decidió bajar para ver quien llamaba a su puerta, esperaba que no fuera algún vendedor molesto de esos que van de casa en casa para tratar de venderte sus productos.
Esa manía que solía tener de no preguntar antes de abrir, giró la chapa de la puerta y se encontró con quien menos esperaba verse, no en estos malos momentos que no sabe nada de su amado profesor.
- Pensé que jamás abrirías la puerta.
- Milo - Susurró Camus asustado al verlo recargado en el marco de la puerta cruzado de brazos y esbozando una sonrisa maliciosa en su rostro.
- ¿Qué? ¿Ahora me vas a decir que no tienes ganas de verme? - Después de decir estas palabras entró a la casa.
Tomó las manos de Camus y de manera repentina lo acorraló en la pared más cercana del pasillo valiéndole que la puerta estuviera abierta.
- Yo...
No tenía ganas de discutir con Milo, suficiente tenía con la desaparición de Degel como para que sus problemas se sumaran al hecho de tener que afrontar al griego.
- ¡Llegaste hace tres días y no eres capaz de avisarme! - Espetó molesto.
Sentía un profundo enojo, ya no sabía si era por la situación de las cartas de Camus, quizá su engaño pero en su interior su alma se contaminaba del odio resentido por Degel.
En primera fue el causante de que Camus se alejara, en segunda algo en el fondo sentía que el maestro tenía algo que ver con el accidente de su hermano.
Kardia permanecía sedado a todas horas, atacaba a los enfermeros y médicos sin razón.
Logró decirle a Milo que el dolor que sentía en su cuerpo era indescriptible. Justamente antes de que fuera sedado logró decirle a manera de susurro...
Maldito Degel.
Este fue el motivo para que aquel odio creciera aún más en su corazón.
Y Camus sería quien le de las respuestas a sus dudas y si eso lo conducía a donde Degel estuviera, tendría una buena charla con aquel maestro que ahora solo le causaba molestias en su vida.
— No lo creí necesario... Además no estoy de humor para soportarte.
Contestó Camus desviando la mirada, aunque era difícil quitarse a Milo de encima, si tenía que terminar con esto, lo haría de una buena vez.
— Claro — Lo soltó lentamente y después le dio la espalda — Cómo yo no me llamo Degel ¿No importa verdad?
Lo observó de reojo al ver el rostro de asombro que Camus hizo en ese momento. Sus sospechas eran ciertas, se estremeció al escuchar ese nombre.
— No sé de que hables — Susurró nervioso.
— Lo niegas Camus, lo niegas — Movía su cabeza con una sonrisa tratando de hacer perder la cordura al contrario.
— Si me sabes algo ¡Dilo de una buena vez!
Exclamó Camus tomando a Milo de la camisa, era la primera vez que se atrevía a encararlo, no estaba de humor como para soportar ese juego del griego.
Aunque ligeramente se abrió el botón de la camisa del contrario, Camus se dio cuenta que en el pecho de Milo tenía varios hematomas a causa de encuentros sexuales.
— Sé que Degel y tú tienen algo que ver ¡Dime en donde está! — Gritó aventando aquella nota que sacó de su habitación aquel día que entró sin permiso.
— ¿Tuviste el cinismo de entrar a mi casa?
Cuestionó Camus mirando la nota que había caído al suelo. En un arranque de molestia no se contuvo y le dio una bofetada.
— Así es... — Milo se llevó una mano a su mejilla tratando de calmar un poco ese malestar — Si no lo hacía de esa manera no me hubiera dado cuenta de la verdad ¡Hasta cuando tenías pensando decirme que eres el amante de Degel! — Gritó molesto tomándolo de los hombros con la mirada enfurecida.
— ¡Cuando tu te dignes en decirme porqué también lo hiciste conmigo! — Respondió Camus señalando las marcas de su cuerpo.
— Fui a buscar la atención que tú no me das Camus ¡Eres mi pareja, siempre me evadías!
Milo soltó nuevamente al pelirrojo.
Camus sentía muy en el fondo una terrible decepción por parte de quien antes era su pareja. ¿Qué le había pasado? Era muy diferente tiempo atrás.
— Lo mismo puedo decir de ti Milo... — Contestó Camus intentando controlar sus emociones, sentía unas ganas inmensas de querer llorar por la impotencia de no saber del paradero de Degel, así mismo como toda esa situación con Milo — Yo también busqué lo que me hacía falta.
— ¿Y puedo saber que te hizo falta? ¡Siempre te di todo! —Exclamó golpeando la pared con furia.
— Tu eras diferente Milo, eras amable... — Se fue acercando a él de manera intimidante — Detallista, siempre te preocupabas por mí. Después no sé que te pasó, fuiste cambiando y si cedí ante Degel es porqué encontré lo que alguna vez tu fuiste.
— Ja, ese Milo que conociste quedó atrás desde hace tiempo porqué preferías encerrarte en la biblioteca leyendo y estudiando ¡Jamás me diste el tiempo como pareja!
— De verdad te desconozco Milo — Susurró con melancolía, una lágrima se asomaba en sus orbes ante las respuestas que le daba — Tu no eras así.
En ese momento el griego tomó la mano del pelirrojo con rudeza y lo acercó a su cuerpo.
— Si quieres que todo salga bien, más te vale que me digas donde está tu querido maestro... Tengo algunas cuentas pendientes que arreglar con él.
— No lo sé — Desvió la mirada para la derecha evitando a Milo.
— Más te vale que le hables, mi hermano tuvo un accidente en el auto de tu amado francés.
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