Capítulo 36 (Tan solo con un beso)
Infinidad de dudas y pensamientos lo tenían al borde de la desesperación.
Notó que su profesor lo había tomado con la mayor alegría del mundo, sin embargo... No sabía como reaccionarían los demás.
Después de que le comprara todas las vitaminas que le recomendaron en la consulta, los dos partieron al sitio donde los esperaban, estaban solamente a unos treinta minutos antes de que comenzara la ceremonia de inauguración para ese certamen donde participarían varias escuelas.
Al llegar a un gran edificio, Degel se estacionó y le entregó las llaves al servicio del valet parking, después le ayudó a bajar su alumno mientras que el personal de ese lugar les ayudaban a bajar sus maletas.
— Es un gran edificio — Susurró Camus observando su alrededor.
— Es un hotel de cinco estrellas por lo que veo — Respondió Degel acomodándose sus lentes.
A escasos segundos estuvo por tomar la mano de su adoración escarlata pero la llegada repentina de la persona anfitriona de ese concurso se fue acercando hasta ellos para darles una cálida bienvenida.
— Bienvenido profesor Degel — Saludó una joven de cabellos rubios estrechando la mano con él para darle la bienvenida.
— Muchas gracias señorita — Respondió Degel sin darle mucho interés a ese saludo, aunque aquella mujer le regalara alguna que otra mirada azucarada.
En ese momento aquella dama le entregó unos papeles al joven de cabellos rojizos.
— Tu debes ser Camus Leroux, su habitación es la cuatrocientos once — Respondió la joven revisando la lista de alumnos que tenía en sus manos.
— ¿La habitación es compartida? — Cuestionó Camus nervioso, aún más de lo que ya se sentía.
— Así es... A cada alumno les tocó con sus respectivos profesores ó en su caso con su acompañante. Nos avisaron que tus padres no vendrían Leroux, te deseo mucha suerte eres uno de los mejores de la universidad.
— Muchas gra... — Camus ni siquiera tuvo tiempo de hablar, de manera repentina sintió náuseas y corrió hasta la entrada del hotel para poder buscar un baño.
— ¡Camus! — Gritó Degel corriendo detrás de él para poder alcanzarlo.
Mientras tomaba un poco de agua, Kardia seguía mirando por la ventana de su cocina. Desde el día de ayer ha estado intentando localizar a Degel pero este no le respondía las llamadas.
Dejó su vaso de cristal vacío sobre la mesa y cruzó los brazos tratando de pensar que pudo haber ocurrido.
La llegada repentina de su padre interrumpió sus pensamientos.
— ¡Vaya, pensé que siempre estarías huyendo de la justicia padre! — Kardia lo saludó con un tono altivo y mirándolo con desdén.
— Sabes que no puedo estar mucho tiempo aquí Kardia... Por cierto ¿Donde está Milo? — Cuestionó Zaphiri colocando una maleta negra sobre la mesa.
— Debe de estar en la escuela.
— Bien, así no se dará cuenta.
Kardia se acercó a su padre para ver que tramaba esta vez.
— ¿Ahora que hiciste?
Zaphiri levantó su mirada para ver de frente a su hijo y sonrió ladino.
— Nada malo, esta ocasión una señora extranjera me pagó muy bien para poder hacerle unos pequeños ajustes a un auto para hacer de cuenta que el usuario tenga un accidente.
Kardia alzó una ceja, pensaba que su padre haría un trabajo mucho mayor y no una simpleza como manipular un auto para que la persona que lo use tenga un accidente.
— ¿Y cuando vas hacer eso?
— Tengo que estar al tanto de ese auto, aquella señora fue muy especifica me dio el número de placas, modelo y color del auto. Se notaba que le interesaba mucho ese gran favor.
Después de decirle esta información a Kardia, Zaphiri sacó parte de ese dinero y se lo entregó a su hijo.
— Ya sabes como dividirlo para Milo y para ti, el resto se lo llevas a tu amigo Manigoldo.
Kardia tomó aquellos fajos de billetes que su padre le entregó. En realidad ya estaba muy acostumbrado a esa vida, su padre defrauda a muchas personas, entre ellas al padre de Camus.
Pero años atrás la policía había comenzado su búsqueda por todos los delitos que tenía y ahora su vida se basaba en hacer pequeños trabajos sucios para poder subsistir.
Como ese trabajo que tenía que realizar.
Después de encontrar los baños y calmar un poco sus náuseas, ambos caminaban por los largos pasillos del hotel tratando de encontrar la habitación que les asignaron.
No se podían dirigir ni una sola palabra, simplemente caminaban como dos extraños que no se conocían porqué en aquel hotel eran varios los participantes y sin duda ellos dos serían vistos por los demás.
Quizá no faltaría las acusaciones de los demás por ver a un alumno con su maestro involucrados en una situación sentimental que juzgarán mal.
Al llegar a la habitación correspondiente, Degel sacó las llaves que les dieron y abrió la puerta, dejó pasar a su adoración escarlata primero, tomó las maletas y con ayuda de su pie cerró.
Al menos estar detrás de la puerta los dos podían hablar sin problemas.
— Camus... ¿Te sientes mejor? — Cuestionó Degel dejando las maletas en el suelo. Poco a poco se fue acercando con cautela al darse cuenta que seguía callado.
— Degel yo...
El joven maestro dejó escapar un suspiro y se sentó a lado de su alumno, con un toque único de ternura lo envolvió en un cálido abrazo para poder transmitirle confianza, sabía que esa noticia era muy fuerte para él.
— Camus... Aunque no lo creas, esto es difícil para los dos y no sabes como me has hecho feliz esta noticia. Jamás en mi vida tuve una razón para sonreír, crecí en una familia donde jamás tuve un abrazo por parte de mi madre. No sabes como me has cambiado la vida, incluso en solo algunos instantes me alegras tan solo con un beso.
Al escuchar aquella pequeña confesión de Degel y sobre todo un poco de su vida se asombró porqué jamás se hubiera imaginado que su vida fuera triste y gris.
Él solo buscaba aquello que le faltó en su vínculo familiar.
— Degel... Sé que al principio nos dejamos llevar, ambos teníamos una vida con nuestras parejas. Yo... me siento bien contigo y me tratas con una dulzura única...
En ese momento Camus se quedó callado, porqué no sabía que decir, como terminar con su pareja y también Degel tenía que hacer lo mismo. A la mente se le vino también sus padres, sus compañeros, todos...
— Camus... Esta decisión es más compleja, ellos se van a derrumbar cuando se los platiquemos pero tenemos que hablar de esto. Soy capaz de dar todo por ti y no pienso dejar que alguien te haga algo malo.
— Mis padres se van a molestar mucho cuando se los diga... Este problema es de los dos... No sé que pensar — Después de decir esto recargó su rostro en el pecho de su profesor.
— Hagamos algo Camus... Viniste a este concurso para dar todo de ti, disfrutemos estos días y cuando regresemos ya pensaremos en algo para afrontar nuestras consecuencias... Solo te pido que no desconfíes de mi que yo estaré a tu lado para protegerte.
Después de decirle esto tomó su rostro con suavidad y depositó un beso en la comisura de sus labios.
Amaba esos bellos tratos de Degel pero también le hacían pasar una mala jugada porqué también recordaba a su pareja cuando lo trataba de la misma manera.
Quizá sea hora de olvidar todo aquello que jamás volverá a ser igual...
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