Capítulo 24 (Regresando)
Miraba su celular una y otra vez, desde la noche anterior Degel no le había enviado algún mensaje y eso le preocupaba.
Sin muchos ánimos se levantó de la cama para poder ir a la escuela.
Desde aquel día que le llegó aquel collar decidió no quitárselo, incluso le había dicho a sus padres que esa pieza de joyería se la había comprado él.
No podía ir gritándole al mundo entero que había sido un detalle de su amado profesor.
Tomó su abrigo, su mochila y sus llaves. Cerró la puerta de su casa y comenzó a caminar rumbo a la universidad.
Este par de semanas se le habían hecho eternas, ahora comenzaba a darse cuenta que Degel ahora formaba parte de su vida, entrando poco a poco hasta el grado de ser su prioridad en su mente.
Mientras caminaba por aquellas solitarias calles, sentía su cuerpo muy cansado, se recargó en el poste que tenía en frente y se llevó una de sus manos a la cabeza.
— ¿Qué me está pasando?
Estaba por perder el conocimiento, para su fortuna Saga y Kanon lo habían logrado ver desde lejos. De manera repentina el gemelo menor frenó el auto de golpe.
— ¡Kanon ayúdalo! — Gritó Saga preocupado sin soltar el volante.
En ese momento el gemelo menor salió del auto de manera repentina, justamente llegó a tiempo antes de que cayera al suelo.
— ¡Camus despierta! — Kanon intentaba reanimarlo, mientras lo tenía en sus brazos procuraba moverlo para que despertara.
Ligeramente abría los párpados poco a poco, los gritos fueron de ayuda para no terminar inconsciente.
— De... — Estaba por llamar a esa persona de la cual ya no puede dejar de pensar, se quedó callado por unos segundos para ver mejor a quien lo sostenía en sus brazos, logró ver una cabellera azul muy borrosa, definitivamente se equivocaría llamando a su profesor cuando el que lo sostenía era... — ¿Kanon? — Cuestionó confundido.
— Por todos los dioses Camus ¿Estás bien? — Preguntó el gemelo menor bajando poco a poco de sus brazos mientras lo ayudaba a ponerse de pie.
— Si... Estoy bien, no he descansado como debe ser. Anoche me quedé leyendo ya que el concurso está a una semana.
— Será mejor que lleguemos a la escuela... Sube Camus te llevaremos también, no te vayas a desmayar a medio camino.
Kanon lo tomó del brazo y lo fue guiando hasta los asientos traseros para ayudarle a subirse al auto...
Como si su vida dependiera de ello, Degel manejaba a toda prisa para llegar a su casa. Maldecía el momento que había perdido su cargador del celular.
Pero odiaba más el hecho que no pudo avisarle a Camus que hoy, justamente hoy regresaría.
Necesitaba llegar para cargar su celular un rato, este día no tendría el tiempo de impartir sus clases, si se apresuraba por fortuna llegaría antes del medio día, tiempo vital para poder buscar a Camus.
Sus planes se fueron por la borda cuando en el preciso momento que pasaba por la carretera, en el cofre de su auto comenzaba a salir humo.
— ¡No! — Gritó Degel desesperado buscando un espacio para poder estacionarse — ¡No ahorita! — Gritó molesto golpeando el volante con enojo.
Se quitó el cinturón de seguridad y salió de su auto a toda prisa. Abrió el cofre y encontró más humo saliendo de ahí.
— Esto no me puede estar pasando — Se llevó una mano a la cabeza preocupado, ahora tenía que esperar a que el motor se enfríe un poco para revisar aquello que esté fallando. Para su fortuna tenía su herramienta en la cajuela, sin embargo lo que más le importaba era poder llegar a tiempo y poder cargar su celular para hablar con Camus pero sus planes parecían no estar de su lado.
Una dama de cabello plateado muy largo, sedoso y lacio, se encontraba leyendo en su habitación.
La joven junto con su hermano menor se habían quedado huérfanos después de que el señor Garcia y su esposa murieran en un accidente.
Sin embargo ellos habían heredado una cuantiosa suma de dinero por parte de sus padres.
Pero aquella fortuna comenzó a ser el objetivo principal de la señora Fraille.
Es por ello que desde que Degel era tan solo un niño de escasos nueve años, logró que aquella niña huérfana aceptara la amistad de su hijo.
Conforme pasaban los años Degel ansiaba una vida lejos de todo eso donde su madre siempre intentaba poner en su camino a la señorita Seraphina, pero él no la veía más que como a una amiga.
Sumida en su lectura, la voz de la dama que por años había cuidado a Seraphina y a su hermano Unity interrumpió su momento, entrando con un pequeño presente en sus manos.
— Seraphina, siento llegar así pero... Llegó este nuevo obsequio de tu pretendiente, el joven Degel Faure.
La joven cerró su libro y levantó la mirada para mirar aquel obsequio — Muchas gracias Garnet... Aunque, este mes llevo diez detalles de él.
— Sin duda ese joven apuesto busca llamar tu atención — Contestó Garnet entregándole el obsequio a Seraphina — En unos momentos vuelvo pequeña, dejé las galletas en el horno.
Garnet salió de aquella habitación dejando a Seraphina sola con el regalo, sin muchas ganas comenzó abrirlo, era otro collar más, uno más para su colección, lo sacó y lo miró detenidamente.
— Aprecio tus detalles Degel pero... Para mi solo eres un amigo, además yo soy mayor que tu y eso no está bien. Aunque me siento en deuda con Fraille... No sé que hacer — Susurró con un tono melancólico mientras guardaba ese collar en la caja nuevamente.
Toda la mañana fue una tortura para Camus, por más que intentaba prestar atención a las clases le era imposible.
Nuevamente sacó su celular para ver si Degel le había mandado por simple casualidad un mensaje pero no fue así.
Su bandeja de entrada estaba vacía, la aplicación de mensajes instantáneos por consiguiente.
El hecho de que su amado profesor no se haya comunicado con él lo tenía al borde de la duda.
No sabía si realmente le había pasado algo malo, incluso por su mente pasaba lo que menos quería... Que Degel se estuviera viendo con alguien más.
Las dudas comenzaban a crecer, rápidamente sacudió su cabeza para borrar esos pensamientos.
— Camus...
La voz de su amigo interrumpió sus pensamientos, se sentía muy inseguro.
— Dime Shaka — Respondió intentando disimular su nerviosismo.
— Toda la mañana has estado muy distraído ¿De verdad te encuentras bien? — Cuestionó su amigo colocando su mano sobre la frente de Camus para tomar su temperatura.
— Si, sólo necesito descansar un poco, eso es todo.
Shaka comenzaba a notar otro semblante en su amigo, quería seguir preguntando pero en ese momento llegó Aioria y Milo para poder regresar a sus casas con sus respectivas parejas.
— Mi flor de loto te extrañé toda la mañana — Aioria se acercó tomando de la cintura a su pareja y depositar un dulce beso en la comisura de sus labios.
Milo también se acercó a Camus para saludarlo, sin embargo solo aceptó un ligero roce entre los labios del contrario.
— Es hora de regresar a casa... ¿Y Mu? — Preguntó el castaño buscando al joven de cabellos lilas pero no lo veía por alguna parte cerca de ahí.
— Debe de estar huyendo de Saga, toda la mañana se la ha pasado insistiendo en querer salir con él pero Mu no quiere — Respondió Camus tomando su mochila pero Milo la tomó para llevársela.
Los cuatro caminaban rumbo a la salida, Aioria y Shaka se despidieron de ellos ya que tomarían otro rumbo diferente.
Mientras que Milo se llevaba a Camus a su casa.
— ¿Puedo saber porqué a últimas no quieres que me acerque a ti? — Cuestionó Milo tomando de la mano a su pareja.
— Porqué... Estoy muy cansado, me siento débil y sólo me queda una semana para ir al concurso — Respondió tratando de mirar para otra dirección mientras los dos caminaban tomados de la mano.
— De acuerdo... Pero, después de que pase tu concurso quiero que vuelvas a ser el mismo de antes.
— Milo...
De manera repentina el heleno lo tomó de los brazos y lo acorraló en la pared más cercana, valiéndole que estuvieran en la calle, de manera repentina comenzó a besarlo sin dejarle escapatoria.
Degel había logrado encender su auto después del incidente que le hizo pasar en medio de la carretera.
Perdió toda la mañana tratando de arreglarlo hasta que quedara.
Mientras regresaba a su casa, iba manejando por aquella misma calle donde estaba Milo, a lo lejos pudo reconocer esa cabellera alborotada.
Pero cuando se fuer acercando, lo que miró solo logró hacer que se molestara aún más.
Estaba besando a Camus, de manera repentina sintió su sangre arder, mientras observaba aquel espectáculo no pudo evitar enterrar sus uñas en el volante.
Molesto, si estaba muy molesto...
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