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Capítulo 49 🚘

Narra Mikhail.

—¿Sabes qué deberíamos hacer ahora? —le pregunto a Megan cuando el avión donde va su familia a Malibú despega. Me mira.

—¿Follar en el auto? —replica. Río con ganas, alzándola por la cintura. Enseguida me rodea con sus piernas.

—Viajar a Rusia —confieso, sabiendo que no hay forma de que culmine mi plan sin cumplirle mi promesa a mi padre. Megan saborea sus labios, viéndome a los ojos mientras comienzo a caminar al auto.

—¿Hablas en serio? —pregunta en un susurro. Sonrío.

—¿No quieres conocer Rusia de mi mano, americana? —cuestiono. Abre sus ojos y luego parpadea con desenfreno.

—No creí que tú quisieras que yo quisiera eso —confiesa. Río con ganas y la bajo para que pueda entrar al auto primero.

—Por supuesto que quiero. Amo Rusia, americana. Pero creo que la amaré más cuando tú estés ahí conmigo —reconozco. Sonríe de oreja a oreja.

—¿Cuándo salimos? —pregunta con notable emoción. Río.

—Esta misma noche —declaro. Sus cejas se alzan, pero su sonrisa no mengua, por lo que supongo que le gusta mi respuesta.

[***]

Cuando el piloto informa sobre el descenso, ya yo estoy queriendo pedirle regresar a Estados Unidos. Megan a mi lado presiona mi mano con emoción, esta misma se nota en sus mejillas rojas por la excitación, sus ojos brillantes y su sonrisa radiante.

Por mi parte, yo no luzco igual que ella.

No sé en qué demonios estaba pensando al invitarla. Sé que es lo mejor, sé que si quiero restregarle a mi padre mi promesa, ella tiene que estar a mi lado cuando lo vea, pero en ese momento no recordé lo que cambia mi vida cuando estoy aquí.

Aquí ya no soy el mismo hombre común que soy en Estados Unidos. Allá no tengo un apellido que pese e imponga. Allá no tengo a la prensa queriendo saber hasta de qué color son mis calzoncillos. Allá no soy nadie.

Aquí soy mucho.

Y mucho de eso no es nada bueno, hay que resaltar.

Cojo aire cuando la puerta del avión se abre y veo a Megan antes de salir.

—Tengo que decirte algo —confieso. Parpadea y luego asiente lentamente. Saboreo mis labios, viendo de una vez las dos camionetas que nos esperan. Una con escoltas y la otra para transportarnos—. Aquí no soy el mismo —musito bajito, muy bajito.

No entiendo por qué cada vez que quiero contarle algo de mi vida pasada, me cuesta tanto.

Creo que sí lo entiendo. Su pasado es tranquilo. Un par de polvos por aquí, un tanto de libros por allá, unos cuantos corazones rotos al no corresponderlos. Lo normal.

Pero ¿qué de normal puede tener mi vida si crecí aprendiendo dónde y cómo esconder cocaína, antes de saber conducir, incluso?

Nada.

Mi pasado está lleno de drogas, licor, mujeres, muchas mujeres y peleas, hasta que Emma llegó a nuestras vidas. Creo que ella llegó para cambiarnos la vida a Oleg y a mí, porque, aunque quien la metió en su cama fue Alek, él nunca cambió por ella, pero nosotros sí.

Su inocencia era algo que nos impactó. La forma en la que mi padre la usaba y desechaba nos hizo vernos reflejados en él y cambiar el hacer lo mismo con las otras mujeres que follábamos y abandonamos.

Sin embargo, los mellizos fueron quienes le dieron sentido a mi vida. Dejé de vivir para servir a mi padre, para convertirme en el padre para ellos que yo hubiese deseado tener para mí.

—Mikhail —musita Megan, devolviéndome al presente. Parpadeo, dejando de ver la puerta de la camioneta abierta para nosotros y cojo aire.

—Vamos —pido y tiro de su mano para bajar—. Alexei —saludo al escolta principal de mi padre.

—Bienvenido de nuevo, señor —dice en mi dirección con un asentimiento de cabeza—. Señorita —saluda ahora en dirección a Megan, quien le sonríe.

Por más que sé que mi padre es sádico y debe tener micrófonos en el auto, necesito advertirle a Megan, así que cuando subimos y Alexei sube de una vez la separación entre ambas partes, tomo su cintura y la hago subir sobre mí.

—¡Mikhail! —chilla, pero no le doy tiempo de decir más nada porque tomo su boca en un beso desesperado, hambriento. Uno que quise darle en el avión para follarla ahí, pero mis nervios no me dejaron. Gime al separarnos un poco.

—Van a seguirnos a todas partes —advierto y ella arruga el rostro.

—¿Quienes?

—Los fotógrafos. Nos van a seguir. Mañana mi nombre estará en todas las revistas y periódicos de la ciudad —prosigo. Megan arruga más su rostro y yo cojo aire—. Los primeros días serán difíciles, americana. Van a ponerte muchos nombres, créeme, necesito que resistas eso y los ignores. No eres la de turno, no eres mi nuevo juguete o entretenimiento. No eres nada de lo que ellos dirán, ¿de acuerdo? —pregunto, porque sé cómo se puso con aquella noticia que leyó cuando vine la semana pasada por Oleg.

—¿Por qué les importa tanto tu vida? —replica. Cojo aire.

—Porque las de ellos son demasiado aburridas —confieso y ella sonríe.

—Está bien, Mikhail. Sé que no es cierto. Rara vez la farándula dice la verdad, así que estaré bien —promete. Alzo ambas cejas, pensando en si sería prudente contarle lo que haré en un rato.

—Algo más —musito y ella asiente, acariciando mi cabello. Le devuelvo la caricia en su cintura, metiendo mis manos por dentro de la blusa corta que lleva—. Habrá mucho movimiento en la mansión. Habrá muchas armas, personas malas, mujeres desnudas, se drogarán delante de ti y muchos otros follarán de igual manera —advierto, sabiendo cómo son los entierros de la organización. Megan parpadea sin control. Sonrío.

—¿Y tenemos que quedarnos ahí? —musita. Saboreo mis labios.

—Yo debo hacerlo —confieso—. Y me gustaría tenerte ahí conmigo.

Asiente con lentitud, pero no dice nada. Cojo aire.

—Es otro mundo, americana. Conocerás otro mundo muy distinto al que has visto hasta ahora, pero si quieres permanecer en mi vida tanto como yo quiero que lo estés, debes conocerlo, porque este es mi mundo. Este es el mundo en el que crecí y en el que, todos esperan que muera —admito.

—De acuerdo, puedo hacerlo. Te amo, y si amo al hombre que eres en Estados Unidos, amaré también al hombre que eres aquí, Mikhail. Siempre y cuando seas el mismo hombre conmigo —advierte. Sonrío, acercándome un poco a sus labios hasta tomarlo con los míos en un nuevo beso.

—Siempre seré el mismo contigo, americana —confieso sobre sus labios. Sonríe.

—Eso es suficiente para mí —acepta. Río, pero dejo de hacerlo cuando veo por la ventana y noto que ya estamos frente a la entrada de la mansión, también noto la cantidad de reporteros que están detrás de las verjas. Paso saliva.

—Vamos —digo, intentando ignorarlos. Megan asiente y baja de mis piernas. Alexei abre la puerta y ofrece la mano, pero la baja al ver que primero salgo yo y soy quien le ofrece la mano a Megan que acepta de inmediato.

La pego a mi costado, rodeando su cintura con mi brazo derecho y así comenzamos a caminar hasta el interior de la casa donde otro hombre que no recuerdo su nombre, abre las enormes puertas para cedernos el paso.

—Bienvenido, señor, señorita —saluda con una reverencia—. Su padre los espera en su estudio, señor —informa. Asiento, agradeciendo notar la casa en absoluta paz.

Pero sé que eso no durará mucho.

—Mikhail, Megan, qué sorpresa tenerlos aquí —dice Oleg, mintiendo de forma descarada porque él fue el primero en saber que vendríamos hoy.

Mejor dicho, él ha sido el encargado de que lo haga hoy sea posible.

—Qué bueno verte, Oleg. Espero me disculpes por lo.

—Ya pasó, tranquila. Eres parte de la familia, así que no hay nada que disculpar —asegura, cortando las palabras de Megan y sonriendo forzadamente.

—Gracias —musita Megan.

—¿Vienen a ver a tío? —pregunta ahora en mi dirección. El cabrón es buen actor, lo reconozco.

—Es hora de que la conozca —comento, pegando más a Megan a mi costado. Oleg sonríe cínico.

—Por supuesto. Ya llegó la hora —acepta. Evito reír, solo sonrío, correspondiendo su cinismo y asiento.

—¿Todo bien? —pregunto solo para confirmar y él asiente.

—Todo bien, primo —admite. Asiento y veo a Megan.

—¿Lista?

—Lista —acepta y sonríe de oreja a oreja. Nos despedimos de Oleg, prometiendo alcanzarlo en un rato y comenzamos a caminar por el pasillo.

Con cada nuevo paso voy sintiendo la sangre acumularse en mis pies, instalando un peso insoportable, pero no me detengo. No puedo retractarme.

Entrar en ese estudio con Megan es firmar su sentencia de muerte.

Es ella o él, no tengo más opciones.

Solo así Emma podrá volver y yo podré volver a tener a los mellizos. Todavía no sé cómo manejaremos eso, porque si ella quiere volver a Rusia, todos dirán que esos niños son míos. Siempre han creído que me la llevé por amor, así que es lógico que crean que son míos. El problema no es que lo crean así, el problema es que no los quiero aquí.

No quiero a los mellizos en Rusia.

No quiero a los mellizos cerca de toda esta mierda.

—Adelante.

Su voz me hace reaccionar y coger aire, obligándome a no pensar más en sí es lo correcto. Hago lo correcto.

Abro la puerta, entrando junto con Megan.

Mi padre sonríe al vernos, acomodándose mejor en su trono y jugando con el vaso de whisky que tiene en su mano derecha.

—Me sorprendes, hijo —confiesa, detallando a Megan de cabeza a pies. Gruño, queriendo presionarla más, aunque ya esté pegada por completo a mi costado—. Sí, tiene el cuerpo de una americana por la que yo también habría caído —reconoce, mirándola lascivo.

Maldigo sonoramente y él ríe.

—Entonces, ¿viniste para presentármela y ofrecerme follarla a cambio de Emma, o ya vas a decirme dónde está Emma para tú quedarte con esta? —cuestiona, nublándose todo en mi mente.

No reacciono hasta que Megan grita a mi lado y mi padre lleva su mano a su cuello donde la sangre sale sin control mientras que la mirada que me dedica es la única que siempre deseé ver de él hacia mí: una de miedo.

—Te dije, padre, que cuando te destronara, ella estaría a mi lado —le recuerdo, sonriendo cuando cae hacia adelante, golpeando el escritorio con su cabeza. Bajo la mano para atajar a Megan cuando se desmaya—. ¿En serio, americana?

Fin.

Este... ¿Todo bien?

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