Capítulo 43 🚘
Narra Mikhail.
No viajé. Le conté a Oleg lo que pasó y le dije que no podía hacerlo, al menos el bastardo entendió eso y envié la mercancía con solo los hombres custodiando. Igual, no son idiotas, saben que de faltar una sola cosa, son hombres muertos, así que todo salió bien.
Ayer tuve que arriesgarme y bajar con Megan de la camioneta, por más que le dije que no lo hiciera. Es obvio que mi padre ya tiene toda la calle vigilada, pero ella se negó, claro que se negó.
De todas formas, no teníamos más opciones, los sacamos de ahí y los llevamos a un hotel, pero no pasaron ahí la noche, solo lo usé de fachada para poder perderlos.
Y funcionó.
Puse varios hombres de Oleg a seguirnos de cerca para poder dar con quien nos seguía, este nos perdió cuando dejamos la camioneta en el estacionamiento del hotel y salimos en un nuevo auto de Oleg.
Ahora, estoy viendo a la americana dormir en la cama con Emma y los niños, porque no me quedó de otra que traerlos a la mansión.
Usamos al hacker de la organización de Oleg para jugar con las cámaras y poner una imagen fija mientras ellos entraban. Cojo aire con fuerza. No he pegado un ojo en toda la noche y sé que lo que me dijo Oleg es cierto, debo sacarlos de Estados Unidos.
Pero ¿a dónde voy a enviarlos si yo no puedo ir con ellos?
Si fuesen otros tiempos, no me importaría. Cogería el primer avión con identificaciones falsas y me iría con ellos para poder seguir protegiéndolos, pero ahora no estoy solo y no pienso poner a Megan a huir por algo que ella no ha hecho. Ya lo tienen que hacer los mellizos como para sumarla a ella.
Me levanto del sofá cuando Miguel, el mejor con las identificaciones falsas, me escribe que está listo.
Me acerco a la cama, solo a donde Megan duerme y me inclino sobre su oído.
—Americana —susurro para despertarla solo a ella. Coge aire, moviéndose despacio y abriendo sus preciosos ojos. Sonríe al verme, pero luego arruga el rostro.
—No has dormido nada —acusa como si lo supiera solo con verme. Sonrío.
—Debo irme. Volveré en una hora. No los dejes salir de aquí, ¿sí? Y tú tampoco salgas. No confío en ninguno —confieso. Suspira y mira a los demás a su lado, después se levanta, enrollando sus manos en mi cuello. Tomo su cintura.
—Solo ten cuidado, ¿sí? Apenas ahora te estoy teniendo como para perderte tan rápido —se queja. Río bajito, besando sus labios.
—La mala hierba nunca muere, americana.
—Solo, dilo de nuevo, por favor —súplica y sé a lo que se refiere. Veo por encima de su cabeza, siguen dormidos.
—¿Qué en específico, americana? —pregunto, jugando con ella. Bufa, viéndome mal.
—Lo que sientes por mí —sentencia. Río de nuevo.
—¿Deseo? ¿Locura? ¿Amor? —pregunto, rozando nuestros labios. La siento contener el aliento.
—Todo, Mikhail, lo quiero todo de ti —confiesa. Sonrío.
—Lo tienes. Te amo, americana —prometo, viéndola a los ojos. Brillan, resplandeciendo igual que su sonrisa.
—Lo sé, ahora ve rápido y vuelve el doble de rápido —ordena. Alzo una ceja porque me ha hecho decirlo y no ha respondido igual, pero entiendo que ella lo dijo mucho antes de yo hacerlo, así que solo rio bajito y la beso suave para coger mi saco y salir de la habitación sin hacer mucho ruido.
Una vez afuera, veo al imbécil de Alonso en la puerta de la entrada de la mansión, pero paso de él y sigo derecho a la cocina.
—Hola, Lo, necesito un favor —digo. Se gira y me mira, secando sus manos en el delantal—. ¿Puedes llevar desayuno para cuatro personas a mi habitación? —pregunto—. solo tú. No le pidas ayuda a ninguno y avisa que eres tú al tocar la puerta —aviso. Arruga el rostro y me mira mal.
—¿Metiste a zorras en tu habitación? ¿La señorita Megan sabe? —replica. Río y me da con el trapo en el brazo.
—No preguntes más, mujer, y solo hazme ese favor. Megan será quien te abra —aviso. Suspira, pero asiente.
—De acuerdo —acepta. Le agradezco y salgo para subir al auto e ir por las identificaciones. Aún sigo pensando cómo haré para llegar al aeropuerto con ellos sin que mi padre se entere, pero ya se me ocurrirá algo.
En el camino recibo un mensaje de Oleg que me hace coger aire con fuerza.
Oleg.
06:14 horas: El viejo quiere viajar para allá.
Eso jamás permitiré que suceda, y si llegase a suceder, solo demostraría lo desesperado que está mi padre, porque hace mucho prometió no volver a pisar Estados Unidos, supongo que por eso los traje aquí, estaba seguro de que él jamás vendría por ellos, pero ahora quiere hacerlo.
No respondo y solo acelero, planeando cómo sacarlos sin que lo note.
Apenas llego a donde vive Miguel, las verjas se abren, dejándome entrar. Sigo de largo hasta detenerme en la entrada, donde ya me espera con pantalón, camisa y sombrero al estilo mexicano.
—Hey, Miguel, ¿todo bien? —pregunto, estrechando su mano cuando bajo.
—Todo bien, mi compa. Ahí tienes lo que me pediste. Identificaciones, pasaportes, vacunas y hasta el carnet de conducir para la mujer —me cuenta, entregándome la bolsa con todo dentro. Me giro para sacar las cosas sobre el techo del auto y revisar una por una que todo esté correcto.
No desconfío de Miguel, pero hasta no ver no creer.
—Perfecto. Toma —digo, entregándole el dinero en efectivo.
—Listo, mi compa, para las que necesites aquí estamos —promete, estrechando de nuevo mi mano. Asiento.
—Sé que sí. Nos vemos luego, Miguel —digo y subo de nuevo al auto, lanzando las identificaciones dentro del cajón en el medio.
[***]
Por fin pude resolver todo para la salida de Emma y los niños, les compré boletos para Canadá, donde los recibirá un amigo de Oleg y mío, en el que podemos confiar con los ojos cerrados porque odia a mi padre desde que asesinó al de Oleg, con quien su padre tenía negocios, así que está encantado de poder chingarlo, ayudándonos con Emma. Palabras suyas, no mías.
Así que ahora nos estamos despidiendo de ellos, en un helipuerto porque los enviaré primero a Las Vegas, para que de ahí cojan el vuelo a Canadá. Lo cierto es que no los quiero en el aeropuerto de aquí, de seguro mi padre debe tenerlo repleto de sus hombres, seguro de que yo los sacaré de Estados Unidos.
—Estaremos bien, Mikhail —asegura Emma cuando el hombre avisa que ya está todo listo para volar. cojo aire, viendo a los mellizos.
Los he visto desde que nacieron, me tocó complacer cada antojo de Emma, estuve a su lado, dándole la mano en ese quirófano cuando nacieron. Cargué de primero a Ella mientras le pusieron a ella a Mael en sus brazos.
No son mis hijos, pero son míos.
—Vengan aquí y denle un abrazo a tío —pido, arrodillándome para que ambos me abracen. Cierro los ojos cuando lo hacen—. Ahora eres el hombre encargado de cuidarlas hasta que yo pueda ir a verlos, ¿de acuerdo? Tienes que hacerlo, Mael. ¿Vas a hacerlo por mí? —le pregunto al separarnos. Su labio tiembla mientras asiente sin parar, llorando igual que Ella a su lado. Cojo aire para no ponerme a llorar con ellos—. Confío en ti —musito con la voz quebrada y vuelvo a abrazarlo fuertemente.
Bajo la cabeza, cubriendo mis ojos con mis dedos cuando escucho los gritos de ambos al subir al helicóptero con su madre, suplicando que no los deje. Siento a Megan frotar mi espalda cuando me estremezco, siéndome imposible contener el llanto. No alzo la cabeza de nuevo, sino hasta que ya no escucho más que las hélices en el cielo. Saboreo mis labios, sorbiendo por mi nariz y prometiendo en mi interior, asesinar a mi padre.
—¿Qué? ¿Hablas de matarlo de verdad? —pregunta Megan de pronto. Parpadeo y la veo—. Lo dijiste. Acabas de decirlo —explica. Cojo aire y seco las lágrimas que derramé para tomar su mano y caminar al auto, tira de mi mano, impidiendo que lo haga. La veo.
—¿Qué otra opción crees que tenemos, americana? Esta vez fue Emma, pero ¿quién dice que luego no serás tú? ¿No entiendes que él no va a permitir nunca que esté con una americana? —cuestiono. Suspira y se acerca más a mí, sonriendo. Arrugo el rostro.
—No tienes que asesinarlo para estar conmigo, Mikhail, te he dicho que no voy a irme. Nunca lo haré —promete. Niego con la cabeza.
—No lo entiendes, americana. Esto es como jugar a la ruleta rusa, solo uno puede quedar en pie, pero no dejaré mi destino en manos de otro. Acabaré con él, pero primero me verá tomar todo lo que más le importa —aseguro. Megan arruga su rostro, viéndome confundida.
—¿A qué te refieres con eso? —susurra como si no estuviera segura de hacer la pregunta. Sonrío.
—Lo haré pagar el apartarme de mi familia. Deseará nunca haber aparecido en esa casa. Lo prometo —zanjo, sabiendo que la única forma de lastimarlo es quitarle su poder.
Y ya es hora de que yo tome lo que por derecho me corresponde.
Tu reinado se acabó, padre. Es hora de que otro tome el trono.
Y ese otro seré yo.
Este... ¿Teorías?
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