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Capítulo 33 🚘

Narra Megan.

Cuando despierto estoy completamente sola en la habitación, sin rastro alguno de Mikhail o de hace cuánto tiempo se fue. Suspiro, sentándose en la cama y recordando mis últimas palabras.

¿Cómo pude caer tan bajo?

Es cierto, joder, lo que dije es cierto.

Estoy terriblemente enamorada de él, pero me da tanto miedo el dejárselo tan claro porque ahora que Oleg no está, ¿qué lo ata a seguir aquí en Estados Unidos?

¿Emma y los niños?

¿Por qué me cuesta tanto incluirme en esa corta lista?

Dijo que no me había enamorado sola, ¿tomo eso como que también está enamorado de mí, pero no sabe definir sus sentimientos?

Dios, es tan difícil.

En los libros es más fácil, enamorarse es fácil porque cuando tengo dudas del final de la historia, siempre puedo saltarme todo e ir al final y, en dependencia de lo que lea, seguir con la lectura o pararla.

Pero no, en la vida real no está esa opción.

En la vida real toca seguir viviendo porque no puedes saber tu final.

Bueno, hablo en el sentido amoroso.

No me vengan ahora con que todos sabemos que la vida acaba cuando la muerte llega, eso es basura.

Hablo de lo amoroso.

¿Cómo puedo saber el final de Mikhail y yo, si en nuestra historia, ruego porque nunca tengamos un final?

Cojo aire y decido regresar a mi habitación porque es mejor sentirte miserable en tu espacio que en uno ajeno. Mucho más este siendo su espacio.

Sin embargo, por mero masoquismo, cojo una camisa suya que encuentro sobre el sofá individual y la pego contra mi pecho.

Lo sé, lo sé, puedo actuar como una tonta enamorada porque eso es lo que soy.

Paso de la mirada de todos en mi camino a mi habitación y encuentro a Steffan fuera de ella.

—Hola, Steffan —saludo con la voz apagada, pero devuelvo su sonrisa cuando me regresa el saludo. No consigo llegar a mi cama antes de que unos toques en la puerta me hagan detenerme y girarme. Camino de regreso y abro, encontrándome a K con los ojos rojos.

—Necesito un favor —suelta apenas abro la puerta. Miro primero detrás de su hombro donde, en vez de estar Steffan, Mikhail me mira. Suspiro y me hago a un lado, dejándola entrar.

—Lamento esto, K, yo no quería, no creí que. —Me hace callar alzando la mano.

—No tienes que disculparte, Megan. ¿Tienes un conjunto interior que no hayas usado antes? —pregunta, sorprendiéndome por completo. Mis mejillas se calientan tanto que ella lo nota y comienza a reír bajito.

—Por supuesto —respondo porque no sé qué más decir y sonrío.

Camino directo a mi vestidor, donde guardo la camisa de Mikhail entre las mías y cojo la gaveta de ropa interior para caminar a la cama.

K está mordiendo su uña. Río.

—¿Irás a verlo? —pregunto porque soy muy curiosa y sigo rogando en mi interior que todo le salga bien a ella, al menos.

Siendo honesta, lo merece más que yo.

Yo he sido feliz durante toda mi vida, en cambio, ella merece ser feliz el doble por no haberlo sido nunca.

—¿Crees que no debería? —pregunta, sonando asustada de pronto. Río, negando con la cabeza, mientras busco lo que me pidió.

—Todo lo contrario, K. Tú y yo sabemos que es lo más justo. Se aman, merecen estar juntos —recalco.

—Pero él sigue casado con tu hermana. Me estaría metiendo con un hombre casado, Megan —musita, con sus ojitos tristes.

—De verdad tienes una muy mala manía de arruinar el momento, K —la acuso, logrando que ría—. Va a divorciarse. Es lo que quiere hacer desde que se casó, por favor. Tú sabes bien eso, así que, dale tiempo. De seguro ese divorcio estará listo para mañana mismo. El dinero lo mueve todo —aseguro y saco dos conjuntos que no he estrenado.

—Tengo miedo —confiesa, acariciando las prendas sobre el colchón.

—¿Qué te atormenta, cariño? —pregunto en un susurro y ella suspira.

—Solo estuvimos juntos dos días. ¿Qué pasa si descubre que, estando conmigo más tiempo que ese, ya dejo de ser interesante? —musita. Sonrío, moviéndome para alzar su cabeza por la barbilla con mi mano.

—Estarán juntos cada día que te reste por vivir, K. Y pasarán ese tiempo descubriendo que no desean estar con más nadie que no sean ustedes y no les interesa conocer a otros, porque todo lo tendrán juntos —prometo. Sonríe y toma mi mano, presionando con las suyas.

—Muchas gracias por todo, Megan. Muchas gracias por ser mi amiga, por apoyarme. Por quedarte conmigo por más que sé que no era lo que querías. Gracias por no abandonarme y tener más esperanzas en este amor de nosotros, que nosotros mismos —dice. Sonrío.

—Ah, no es nada, Connor es muy intenso, prefiero vivir contigo que con él —prometo para que ría y funciona—. Ahora debemos escoger el mejor para celebrar la primera noche de las que restan junto a él —digo ahora.

Sonrío genuina porque ya no hay más miradas tristes, ahora su mirada está brillante y llena de ilusión. Deseo que conserve ambas cosas o yo misma pondré a Connor a cavar su propia tumba.

—Me gusta más este. Creo que es..., pues, más decente, ¿no? —pregunta después de quedarse callada unos segundos. Río y cojo el otro.

—Oye, está muy sensual y decente, eh. Pero vale, no importa, este me lo estreno yo —propongo y ella ríe.

—¿Mikhail? —susurra, acercándose a mi rostro. Río con ganas, no porque me dé risa, sino para no con mi risa callar los murmullos de mi mente de que eso no sucederá más.

K estará con Connor hoy, por lo que, ¿por qué yo tendría que seguir aquí?

Exacto, no debo hacerlo.

—No creo que tenga tanta suerte —confieso y ella alza ambas cejas.

—¿Él te dijo eso? —musita sorprendida. Río de nuevo.

—Hablo de su suerte, K, no de la mía —aclaro y le guiño un ojo, haciendo que se destornille de la risa.

—Vale, vale. Te contaré todo mañana, ¿sí? ¿Estarás aquí? —pregunta, levantándose. Suspiro.

—¿Debería? Yo creo que no. Es decir, ya estarás con Connor —explico.

—Oleg dijo que la casa era mía. Solo, quédate hasta que pueda entender lo que Connor quiere hacer, ¿sí? No quiero que te vayas, por favor —suplica, viéndome desde arriba, porque sigo sentada en la cama. Sonrío.

—Hablamos mañana de eso, ¿sí? Ahora ve a empezar una nueva vida con tu hombre ideal —la aliento y palmeo su nalga. Chilla y ríe. Me levanto para acompañarla a la puerta.

—Acompaña a la señora, Steffan —ordena Mikhail, erizándome la piel por la mirada tan intensa que me dedica.

No sé lo que dice K, porque escucho su voz, pero mi cerebro no procesa sus palabras cuando Mikhail sin importarle nada me empuja dentro de la habitación, tomando mi cintura apenas entramos y cerrando la puerta con su pie para estrellar mi espalda contra la misma y enterrar su rostro en mi cuello.

Jadeo, aferrando mis manos en sus hombros cuando muerde mi cuello al mismo tiempo que pega su cuerpo contra el mío, permitiendo que sienta a la perfección lo duro que se encuentra su polla.

—Cena conmigo —pide de pronto. Parpadeo aturdida.

—¿Qué? —musito como idiota, girando un poco la cabeza para darle mejor acceso a mi cuello cuando comienza a chupar con suavidad diferentes zonas.

—Hace tiempo me pediste romperte el corazón luego de hacerte el amor —dice. Mi cuerpo comienza a temblar porque está temiendo de sus siguientes palabras—. Y yo te propuse una cena para hablarlo —prosigue.

—¿A dónde quieres llegar con eso, Mikhail? —lo corto, porque no soporto hacerme más teorías en mi cabeza.

—No cenamos nunca —explica y saca su cabeza para verme de frente.

Cojo aire porque todo de él me gusta, desde sus ojos azules, su nariz perfilada, sus labios perfectos y rosados, el inferior un poco más grande que el superior, esas cejas oscuras y pobladas, siempre peinadas, y su tez blanca acentuando más sus rasgos.

Joder, lo amo.

—¿Y quieres cenar para hacerme el amor y luego romperme el corazón? —pregunto con el corazón encogido. Sonríe, acariciando mis labios con sus dedos. Su otra mano sigue firme en mi cintura.

—Quiero hacerte el amor mientras la cena llega y luego, ver si al romper tu corazón, tú rompes el mío y en vez de dos, juntamos los pedazos para crear uno solo, americana —musita, aniquilando por completo los latidos de mi corazón.

Bendita sea la labia de mis personajes. Amén. Jajajajajaja

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