Narra Megan.
—¿Qué fue todo eso? —pregunta K cuando sale y me encuentra en una esquina alejada de Mikhail y la zorra esa. Cojo aire.
—¿Podrías venir con Steffan y conmigo? —musito. Coge aire y asiente, sobando mis hombros mientras mira a Oleg.
¿Qué voy a decirle?
Sigo pensando en eso.
—Dame un momento, por favor —pide y se acerca a Oleg cuando yo asiento. Regresan ambos cuando estoy masacrando mi uña con mis dientes. A este paso, me quedaré sin uñas.
—Yo iré con Steffan —dice Oleg. Abro la boca para replicar, pero se adelanta—. Confío más en Mikhail —resuelve. Cojo aire con fuerza y veo al maldito de Mikhail de reojo.
—Bien —digo y me giro, saliendo de la tienda. Paso del auto donde Steffan está afuera, apoyado en la puerta y sigo derecho hasta la camioneta, donde espero a que Mikhail se acerque para abrir la puerta.
—¿Qué sucede? —pregunta en un susurro mientras sostiene la puerta abierta para que entre. Lo hago y lo miro.
—En tu lista de zorras, ¿qué número soy yo, Mikhail? —cuestiono furiosa, viendo a la maldita esa fuera de la tienda, hablando con K y Oleg.
—¿Qué? —pregunta haciéndose el idiota. Cojo aire y tomo la puerta, cerrándola en su cara.
Veo cuando sube en la parte del piloto y me mira por el retrovisor.
—No quiero hablar contigo ahora, Mikhail —digo, adelantando cuando abre la boca. Para enfatizar más mi punto, presiono el botón, subiendo así el vidrio que separa ambas partes. Lo último que veo son sus ojos furiosos.
K sube pasado unos minutos.
—Lo siento. ¿Estás mejor? —pregunta apenas sube. Cojo aire.
—Yo soy la que lo siente, K. No debí haber llegado así, perdóname —pido. K sonríe, negando con la cabeza.
—Tranquila, no ha pasado nada. ¿Qué fue lo que te pasó a ti? —pregunta ahora.
Créanme, mi cerebro nunca ha trabajado más rápido que ahora para inventar algo.
—Me he acostado con Mikhail —confieso. Sus ojos se abren de par en par.
—¡¿Qué?! —chilla. Me remuevo cuando la camioneta se coloca en marcha y veo el vidrio como si pudiese verme u oírme.
—Varias veces —prosigo y la veo. Ajeno a lo que creí, está sonriendo—. Estoy enamorada de él, K —confieso y su sonrisa se borra. Mis ojos se llenan de lágrimas porque, por este motivo estaba evitando hablar de él, de lo que siento y lo que tenemos.
Sea lo que sea lo que tenemos, claro.
—¿Desde hace mucho? ¿Qué tiene que ver eso con llegar así? —insiste. Suspiro.
—No venía a interrumpirte, K, venía a compartir contigo, creyendo que podíamos divertirnos mientras comprábamos algo lindo para ambas —miento y ella asiente—. El maldito estaba coqueteando con la estúpida dependienta esa —digo y eso sí es cierto.
—Ay, Megan —dice y se quita el cinturón para acercarse más a mí para rodearme con sus brazos en un abrazo—. Te dije que no le gustaban las americanas —me recuerda, susurrando en mi oído.
Miro a la ventana a su espalda porque no es posible que esté pasando por todo esto por culpa de Connor.
No quería sentir nunca está inseguridad tan fea que me está embargando ahora mismo por la posibilidad de que, realmente él nunca le dé un título a esto porque, simplemente, yo no soy rusa.
Quizás todo lo bien que me ha tratado cuando estamos solos sea porque sabe que no duraremos mucho.
En los libros, siempre pasa. ¿Por qué no pasarme a mí?
—Ha dicho quererme —susurro más para mí que para ella, para convencerme a mí que es cierto.
K me separa de nuevo, sujetándome por los hombros.
—¿Y le crees? —pregunta. Evito su mirada para no sentirme estúpida al responder que sí—. ¿Y entonces, por qué crees que en vez de hablar estaba coqueteando con ella? —insiste. Suspiro.
—Pues, no me ha dicho estar enamorado de mí. Tampoco ha querido, no lo sé, darle un título, K. Ay, Dios, sueno como una estúpida enamorada que nunca se enamoró —admito. K ríe bajito.
—¿Y lo has hecho? —pregunta. La miro mal.
—Tienes que dejar de hacer preguntas iniciando con la y —ordeno y ríe más. Sonrío—. Pues, no, es decir, tengo suficientes amores literarios perfectos como para fijarme en los reales. Solía tener sexo casual con algunos amigos. Nada serio, por supuesto. Era, algo así como para reforzar amistades —explico, pero me sonrojo porque sus mejillas se tiñen de rojo.
—Entonces, es normal. ¿Recuerdas que yo lloré en tu cama cuando Connor se casó con tu hermana? Y yo solo tenía tres días conociéndolo —acota. Río bajito, acariciando sus manos.
—¿Qué harás esta noche? —pregunto, aprovechando para saber si debo seguir haciendo el ridículo. Suspira.
—Oleg quiere que vayamos a cenar.
—¿Me incluye? —cuestiono. Saborea sus labios y eso ya me da una respuesta—. K, hay algo que debo contarte —confieso, pensando en que, lo mejor será decirle la verdad sobre Connor y Mariah para que entienda que no puede aceptar casarse con Oleg.
Sin embargo, la puerta de su lado se abre. Mikhail no me mira, solo a K. Y solo a ella le ofrece la mano para que salga, la suelta al salir, pero no me la ofrece a mí.
Paso de él y me uno de nuevo con K en la entrada.
—Salgamos hoy, por favor —suplico, tomando su mano. Coge aire.
—¿Y Oleg?
—Te necesito, por favor —insisto, no sabiendo qué usar ahora. Saborea sus labios y después de unos segundos, asiente.
—Está bien, hablaré con él —promete. Sonrío y beso su mejilla.
—Gracias, gracias, gracias —musito, soltándola para dejarla caminar cuando Oleg llega a nosotras.
—Nos vemos al rato —dice y yo asiento.
Veo a Mikhail de pie fuera de la camioneta. Muerdo mi labio inferior y me acerco a él, pero apenas me ve, niega con la cabeza, levantando sus manos:
—No ahora, americana. No quiero verte ahora —sentencia.
Asiento lentamente.
—Ojalá lo entiendas cuando pueda explicártelo —musito—. Ojalá y ese cariño que dices sentir por mí, te permita entenderme —susurro, logrando que sus ojos por fin conecten con los míos—. Y ojalá no exista esa lista que creo que tienes —zanjo y me giro.
—¿Qué maldita lista se supone que es esa, joder? —cuestiona, sujetando mi brazo. Me giro y lo veo.
—Solo quiero entender, Mikhail —musito.
—Entender, ¿qué? —replica. Cojo aire y veo a los lados.
—¿Por qué te gusto? —pregunto. Parpadea a lo loco, pero no responde. Saboreo mis labios cuando no responde y niego con la cabeza, volviendo a girarme para irme de aquí.
Pobrecitos mis bebés... Sorry por la demora, no me acordaba que tocaba ayer, jajajaja
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro