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Capítulo 14 🚘

Narra Mikhail.

Supe desde que admitió que estaba intentando hacer ver a los demás a quien pertenecía ella, que ese polvo sería diferente.

Y claro que tenía que ser diferente, estuve a nada en la mañana de hacerle el amor... Yo, Mikhail Tretyakov, aceptando hacerle el amor a una mujer.

De paso, a una americana.

Maldita sea, ¿en qué demonios estaba pensando?

Es claro que no lo hacía. No estaba pensando.

Pero es que, en mi defensa, la americana destruye todas mis defensas... Sin embargo, lo que pasó hace un rato... Eso no puede repetirse.

Odio que las mujeres se denigren, pero más he odiado verla a ella resquebrajarse delante de mí, prácticamente suplicándome que la haga mi mujer.

¿Por qué mierda le importa tanto un título?

¿Qué puede tener de importante ser la mujer de un hombre?

Así como a los hombres no nos da ni nos quita nada el ser el hombre de una mujer, así deberían ser las mujeres.

¿Por qué querer ser la mujer de un hombre cuando pueden ser más siendo suyas propias?

No entiendo cómo pueden querer definir su valor en base al hombre al que le pertenecen...

Y luego dicen que los machistas somos nosotros, cuando son ellas las que se ponen etiquetas de propiedad para ser de otros.

Sin embargo, sigo pensando qué diablos voy a decirle en esa cena.

¿Cómo le explico que, así quiera hacer lo que pide, no puedo hacerlo?

Es que, de solo pensar en Emma, es claro que no puedo hacer lo mismo con Megan.

No es que no pueda, es que no quiero hacerlo.

Dejo de ver un punto fijo en mi habitación para comenzar a arreglarme porque ya van a ser las siete de la noche, pero debo ir primero a uno de los puntos claves para ver si lo que hice en la mañana sigue funcionando.

Ignoro el hecho de que es la primera vez que voy a cenar con una mujer que no es Emma. Además, en esta cena, tampoco habrá niños ocupando toda nuestra atención.

Esta cena no será fácil porque Emma conoce la situación, con ella no hay nada que hablar porque ya tuvo que entenderlo a las malas, cosa que no quiero que Megan tenga que pasar...

¿Qué le diré?

Maldigo y lanzo la corbata a la cama, no pudiendo lograr que quede decente porque, aunque mi cabeza sigue pegada a mi cuello, mi mente se ha ido de vacaciones. Suspiro, viendo los paquetes de preservativo sobre la mesa de noche.

Otra cosa ganada, americana.

Si no te sintieras tan de puta madre sin nada de por medio, me habría arrepentido de dejarte eliminar otro de mis límites.

Paso de ellos porque, realmente, dudo que esta noche termine en sexo cuando lo que le diga no sea lo que ella quiere escuchar. Aún sin saber lo que diré, sé que será basura, porque no puedo decirle la verdad, pero tampoco sé con qué mentirle.

Salgo de la habitación, lanzando la puerta y camino directamente al auto, ignorando todas las miradas que se van posando sobre mí en el recorrido. Subo al auto al mismo tiempo que una llamada llega.

—Señor, voy saliendo al punto para verificar lo que me pidió —le informo, encendiendo la camioneta.

—Olvida eso, iremos juntos. Ven por mí al aeropuerto —ordena. Parpadeo, viendo la hora en mi reloj de muñeca: 18:43 hrs.

—Sí, señor —respondo y cuelgo para poder maldecir en voz alta—. Bien, quizás sea una señal, Mikhail —me digo a mí mismo y arranco, viendo directo al balcón de su habitación.

Veo la hora en mi reloj, descubriendo que un camino de casi cuarenta y cinco minutos, lo he realizado en solo veintiséis minutos. El señor, como siempre, no espera que baje y abra su puerta, sube de una vez.

—Mikhail, ¿hay algo que quieras decirme? —pregunta apenas sube, por lo que, enseguida a mi mente viene el recuerdo de lo de esta tarde.

—¿Sobre qué en particular, señor? —reviro.

—Megan —dicta. Paso saliva y lo veo por el espejo retrovisor, poniendo el auto en movimiento.

—No somos nuevos en esto, Oleg. Ya sabes lo que pasa si es que me lo has preguntado, así que, ¿por qué no me dices lo que esperas que haga? Porque si quieres que niegue algo que ya sabes que es cierto, no sucederá. Sabes que no te he mentido nunca —declaro.

—¿Olvidas quién es y lo que es? —cuestiona, alzando un poco la voz, pero no llegando a gritarme. Muerdo el interior de mi mejilla—. Mikhail, ¡es la mejor amiga de mi mujer, joder! —grita ahora sí, alzando los brazos al aire.

—Sé quién es, Oleg, pero n...

—No, ni se te ocurra decirlo, joder. No puedo escucharte admitir que estás enamorado de ella porque no puedo ver a tu padre cuando regrese y tener que mentirle, maldición —espeta, echándose hacia atrás en el asiento. Luce agotado.

—Dime, por favor, que no viajaste hasta aquí hoy, solo para prohibirme seguir con ella —suplico, viéndolo un momento para luego cruzar.

—Viajaría mañana, pero después de lo que Alonso me dijo, tenía que volar hoy mismo —confiesa. Maldigo.

—El maldito de Alonso quiere meterse en su cama —siseo, presionando el volante.

—Y preferiría mil veces que fuese él quien estuviera en la cama de ella que tú, Mikhail. ¿Olvidas quién eres, joder? —cuestiona. No respondo, por lo que bufa, frotándose la frente—. Llévame a casa, mejor. Mañana hablaremos con claridad, cuando este maldito dolor de cabeza no me esté matando. Necesito ver a mi mujer —zanja.

Claro, él sí puede tener mujer, pero yo no puedo seguir viendo a la americana.

¿Qué diablos pasaría si se entera que cenaré hoy con ella?

Sabiendo muy bien que no existe oportunidad alguna para que eso ocurra sin que él lo sepa, decido conducir a la casa con rapidez y al llegar, antes de que baje, hablo:

—Oleg —digo, haciendo que cierre de nuevo la puerta. Me quito el cinturón de seguridad para verlo de frente por el medio de los asientos, desde la ventana—. La invité a cenar hoy. ¿Qué se supone que debo hacer ahora? —pregunto.

Veo cómo suspira y mira a la ventana de su lado, sigo su vista con la mía y la encuentro de pie junto a la puerta, con un vestido largo verde azulado, que realza aún más su figura.

—Mírala, Mikhail, ¿crees que ella merece sufrir como Emma lo hace? ¿Qué crees que diría tu padre si se entera que su hijo se enamoró de una americana? ¿Qué crees que le haría a ella? No es rusa, Mikhail. Si no es rusa, no es para ti. Así de simple —zanja.

—¿Qué pasa si es la que yo quiero para mí? ¿Qué pasa si no me importa lo que mi padre quiera porque es la que quiero? —insisto. Oleg niega con la cabeza.

—Dejemos a tu padre a un lado, entonces. Te hablo ahora como tu jefe y no como tu primo, haces que Megan se vaya, dejando sola a K, y te haré pagarlo caro —advierte—. Aléjate de ella. Es una orden —zanja y sale.

Me quedo viendo cuando se acerca a ella y le dice algo. No sé lo que sea, pero veo cuándo se suelta de su agarre y comienza a caminar hacia el auto, levantando la falda de su vestido con una mano para caminar más deprisa.

Y es así cómo termina algo que jamás empezó...

Si Mikhail pudiera, quien trabajaría para él sería Oleg y no al contrario, pero el amor hacia Emma y los mellizos no le permite imponerse... Triste todo lo que él ha sacrificado por ellos.

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