Capítulo 12 🚘
Narra Mikhail.
Apenas llego de resolver el maldito problema que me pidió el jefe, me siento cómo la mierda y muero de hambre, pero lo primero que veo es el culo de Megan con un pedazo diminuto de hilo que se pierde entre sus nalgas, riendo con ganas, con sus pies dentro de la piscina y su cuerpo inclinado hacia atrás por la risa.
A esa risa escandalosa me refería.
Alonso tiene su mirada fija en mi persona. Le sonrío con prepotencia porque, si le quedada alguna duda de a quién pertenece esa mujer, espero se haya eliminado al escucharla admitir no irse sin mí.
Sin embargo, la duda mía de tener que marcarla, desapareció antes cuando reconoció querer ser mi mujer.
¿Cómo es que, cada vez que abre la boca, lo que dice me noquea?
¿Cómo le explico que para hacerla mi mujer, tendría que haber nacido en Rusia, portar un apellido ruso y lucir como una rusa?
¿Cómo me explico a mí mismo, que lo que quiero, no puedo tenerlo?
Aprovecho cuando la señora se levanta de su lado y corre hasta la silla plegable, donde coge su celular, haciéndole señas a Megan y alejándose. Saboreo mis labios, sabiendo que estoy siendo más que poco profesional al ignorar que me encuentro delante de demasiada gente, trabajadores, para ser más específico, y me acerco a ella.
—Mikhail —musita, viéndome desde abajo.
—Hermosa vista, americana. Creí haberte dicho algo —digo. Ríe bajito y se levanta, sacando sus piernas de la piscina. El tenerla casi desnuda frente a mí, termina de nublarme por completo.
—Más hermosa es cuando me tienes en cuatro, sin nada encima, ¿no? —replica. Maldigo, viéndola mal y ella ríe—. ¿Hora de dejarlas rojas? —musita como niña pequeña. Niego con la cabeza, pero sonrío.
—¿Qué esperas para llevar tu culo al baño de invitados? —cuestiono, señalando con mi cabeza el cubículo a unos metros de la piscina. Gime bajito, mordiendo sus labios y endureciéndome la polla.
—¿Y si me llevas hasta él tú? —propone. Gruño, viendo a los lados.
—¿No ves dónde estamos? —cuestiono.
—¿No ves que intento dejarles claro a quién pertenezco? —contraataca, mandando todo al diablo, de nuevo.
Maldigo y me agacho para cogerla por sus piernas, haciendo que chille al dejarla sobre uno de mis hombros.
—Quieta, americana —ordeno, palmeando con fuerza su nalga cuando se remueve inquieta.
—¡Oh, maldición, otra! —pide como toda una descarada. Río con ganas, negando con la cabeza mientras camino al baño que dije que usaría. En el camino, se me atraviesa Steffan.
—Mikhail, ¿qué haces? —pregunta, claramente confundido.
—Ya escucharás qué tanto le gusta lo que le hago —prometo y paso de él, hasta encerrarnos en el baño—. Bien, ¿eso querías? ¿Dejar claro frente a todos que me tienes como un demente, yendo en contra de lo que se supone que debo hacer? —cuestiono, molestándome de pronto conmigo mismo por lo que he hecho.
Les he dado el poder a todos para joderme luego con esto.
Sé que puedo encargarme de Oleg solo, pero confiar en lo desconocido es imprudente.
—Sí, joder, sí, eso quería. Quiero que estés tan loco por follarme que no te importe actuar como tal —confiesa, llevando sus manos a mi pantalón de una vez—. Quiero que anheles esto tanto como yo —añade, viéndome a los ojos al tomar mi polla con su mano. Cojo aire.
—Solo tú me has chupado la polla —suelto cuando veo que tiene intención de hacerlo de nuevo. Comienza a parpadear como loca.
—¿Por qué? No me mal entiendas, es divina, créeme. Y sabes delicioso, también. Pero me sorprende y encanta por partes iguales, el ser la única que lo ha comprobado —admite. Río, viendo hacia otro lado cuando da una lamida completa en toda la punta.
—No me gusta pensar en que la boca que beso ha tenido la polla de otros dentro de ella, así que evito que la mía también esté en ese conducto —explico, pero ahora que lo he dicho en voz alta, suena realmente estúpido.
—Pues, si sirve de algo, la única polla que ha estado en mi boca y en mi coño ha sido la tuya —dice. La veo.
Eso es imposible porque sé que no era virgen al tomarla, así que es imposible.
—Mientes —digo, pero hago puños mis manos cuando se introduce toda mi polla en su boca y luego la saca.
—No lo hago. Solo tú has estado en mi boca, Mikhail —dice—. Solo contigo he traído a la realidad lo que he leído en libros —explica. Muerdo mi labio inferior con fuerza.
Estoy por decir que ha tenido otras pollas en su coño, pero prefiero no cagarla ahora porque se siente demasiado bien estar dentro de algún orificio de su cuerpo. No importa cuál sea, se siente de puta madre.
Gruño cuando comienza a aumentar sus movimientos, manteniendo mis manos a los lados hechas puños, para dejar que lo haga a su ritmo y no imponer uno mío, pero es la americana, joder, con ella nada es seguro o predecible, así que toma una de mis manos, sacando momentáneamente mi polla de su boca y la coloca en su cabeza.
—Fóllame la boca y luego el coño —ordena.
Miro al techo, pensando dónde diablos quedó mi cordura. Al no encontrar la respuesta, hago lo que pide y tomo un puño de su cabello entre mi mano para comenzar a mover mis caderas, follando su boca a mi ritmo y llenando el baño con mis maldiciones en ruso por lo rico que se siente.
Descubro que más que mi orgasmo, ella quiere mi alma al correrme en su boca y esperar paciente por toda mi leche para succionar con fuerza mi longitud hasta sacarla, dejándome como indigente en invierno: temblando.
—Rico, ¿no? Ahora fóllame el coño y hazme gritar igual a mí —ordena, sentándose en la pequeña encimera de lavado que hay. Sonrío.
—Y más te vale tener un nuevo apodo mejor que imbécil, americana, porque este imbécil va a follarte como te gusta que lo haga —zanjo, haciendo a un lado el pedazo de bikini que tiene cubriendo su coño para clavarme en ella con fuerza y comenzar a follarla como quiero.
Yo quiero toda su imbecilidad rusa comiendome duramente, jajajajaja.
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