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Capítulo 1 🚘

Narra Megan

Cuando despierto noto que estoy sola en la habitación, pero desnuda. Me siento en la cama, viendo a los lados para saber si lo que recuerdo de la noche anterior sí fue real o lo soñé. Veo mi vestido en el suelo junto a la cama, con mi ropa interior. Arrugo el rostro.

Es imposible que lo haya soñado, ¿cierto?

Es decir, sí me gusta mucho Mikhail, sí he querido desde que lo conocí que me hable cómo lo hizo anoche. Sí he soñado antes con tenerlo entre mis piernas mientras me ordena abrirme más para él o que le presione la polla con mi coño más duro.

Pero anoche, anoche no dijo esas cosas, dijo otras más sexuales.

Como palabras en ruso que no sé lo que significan, pero que a mi oído se escucharon muy sexuales. Capaz y me estaba llamando insípida y yo creyendo que me llamaba diosa del sexo, algo así.

Suspiro y decido levantarme de la cama porque creo que ya me enloquecí y estoy pasando de soñarlo a creer que es verdad. Cuando me coloco de pie que intento caminar, una sonrisa del tamaño del planeta tierra se expande por mi rostro.

—¡Sí me folló! —grito como poseída, dando brincos que me hacen doler mi feminidad, pero que amo sentir porque que me duela el coño quiere decir que sí pasó...

Y que sí pasó así de rico como lo recuerdo en mi mente.

Muerdo mi labio inferior y camino hasta el baño, sintiendo cada nuevo paso como un puyazo en mi coño.

Amo ese tipo de dolores.

Paso de la ducha porque después de la noche de anoche, necesito mimar mi cuerpo, así que pongo a llenar la tina mientras lavo mis dientes. Al estar lista, me sumerjo, suspirando de alivio al sentir el calor calmar mis dolencias vaginales.

Cierro los ojos, acariciando mi pecho con mis manos mientras apoyo mi cabeza de la superficie de la tina para recordar momentáneamente lo que hicimos.

Sus besos, joder, juro ser adicta a sus besos.

La forma en la que, mientras me besaba, mantenía mi cabeza bien sujeta con su mano y la otra se aferraba a mi cintura, así como sus dientes masacraban mis labios y su lengua encontraba el ritmo perfecto para hacerme jadear contra sus los suyos.

Joder, recuerdo sentir la incesante necesidad de correrme solo con ese primer beso, pero valió la pena aguantarme, porque cuando me lanzó a la cama, respirando de la misma forma que yo lo hacía, el mejor espectáculo nunca visto, se me otorgó a mí, y me dedicó los mejores minutos para desvestirse.

Lo último que se quitó fue la corbata, aunque con lo penúltimo a mí ya me tenía a su merced, su polla, esa polla apuntaba firmemente en mi dirección y de su punta brillosa brotaba un manjar de los dioses que morí por probar, pero que no me dejó, porque cuando se quitó la corbata, la usó para amarrar mis manos al respaldo de la cama.

Le pregunté como estúpida qué hacía... Su respuesta, su respuesta me volvió un puto lago: Me preparo para follarte.

Él se preparaba y yo que ya lo estaba.

Sin embargo, ¿qué podía decir? Mi cerebro se desconectó al levantar mis piernas para rasgar mi tanga y clavar, sin piedad alguna, su lengua en mi coño.

Fue tan vergonzoso correrme con solo el primer contacto, pero no le importó, porque limpió mi orgasmo con su lengua mientras otro se formó por sus propios movimientos.

Me comió el coño como me había comido la boca segundos antes. Y yo me corrí, no una o dos, sino tres veces en menos de diez minutos, solo con su lengua.

Cuando se levantó, me miró con la mirada cargada de suficiencia por la forma tan abrupta en la que mi cuerpo se sacudía. Ya ahí no tenía fuerzas, lo juro, pero sus siguientes palabras me pusieron tan molesta como cachonda por partes iguales: ¿Segura que quieres mi polla o sigo con mi lengua?

Eso me molestó y avergonzó, pero qué más daba, yo estaba cumpliendo mis fantasías con él, así que dejé el orgullo a un lado y supliqué que me follara.

Sí, le supliqué, de verdad lo hice.

Le rogué follarme.

Le imploré clavarse en mi interior, girando por completo mi cuerpo, acomodando mis manos en el barandal para ofrecerle cogerme en cuatro.

Y claro que lo hizo.

Por eso me duele tanto el coño, sus manos bien firmes en mis caderas y sus pelotas golpeando mi clítoris cada que chocaba fuertemente contra mí, llegando a lugares que juro que nadie, ni siquiera yo con algún que otro juguete, había llegado.

Él llegó.

Me volvió mierda por dentro y por fuera.

Me cogió duro el coño, me tiró duro del cabello, me partió toda.

Y estoy anhelando una repetición, por supuesto.

Y lo quiero hoy.

Abro la boca, gimiendo alto y calmando los movimientos de mis dedos sobre mi clítoris al correrme con el recuerdo en mi mente de Mikhail lanzando un condón al suelo al mismo tiempo que se corría sobre mi espalda.

Me estremezco suavemente y abro los ojos de nuevo. Alejo la mano de mi coño después de lavarme bien y salgo de la tina porque el agua ya se enfrió, incluso.

Con una nueva meta clara, esa es, repetir, por supuesto, elijo bien mi atuendo para provocarlo. Me coloco una falda corta, sin bragas porque realmente me duele, pero no lo suficiente como para que no quiera que sea usada de nuevo por él. Arriba me coloco un buzo que cubre mis brazos por completo y llega justo hasta el inicio de la pretina de la falda, ya saben, para no ir tan mostrona...

Unas sandalias bajas y listo. Dejo mi cabello caer suelto por la espalda y salgo sin aplicarme algo de maquillaje, más que un brillo de labios para hidratar mis labios.

Nah, mentira, es para que los sienta húmedos al besarme.

Salgo de mi habitación sin encontrar a alguien cuidando mi puerta como siempre, lo que me sorprende, pero no me quejo, obvio. Al llegar a la cocina, me detengo por lo que escucho que Mikhail le dice a la cocinera:

—No fue la mejor noche. Le debo horas de sueño a mi sist...

—¿Otra vez te fuiste con Emma? —pregunta la mujer, cortando lo que Mikhail decía. Paso saliva, sintiendo una pequeña opresión en el pecho desde ya.

—Eso hubiera sido mejor, pero no —contesta.

—Buenos días —digo, entrando por completo a la cocina cuando la cocinera me mira y sonríe—. Ay, Mikhail, no deberías ser tan llorón, no has sido el único que hubiese preferido pasar una noche diferente a la que pasó, y yo no me estoy quejando —zanjo, viéndolo fijamente, luchando con las ganas que tengo de golpear su estúpido rostro perfecto y luego largarme a llorar por ilusa.

¿Repetir? Ja, a él ni la primera probada le gustó.

—Dudo que su noche haya sido mala, señora —responde, levantándose de la silla y mirándome firme. Le sonrío a Lorena, la cocinera.

—Hombres, creen que por dar orgasmos de vez en cuando, saben hacerlo —comento, viendo de nuevo a Mikhail. Alza una ceja.

—Cuando damos más de cinco en una noche, pues, sí, eso creo que nos hace bueno dándolos, ¿no? ¿Usted cuántos ha dado anoche, señora? —revira. Hago puños mis manos porque ha dado justo en el clavo.

Mientras que yo obtuve cinco, solo le di uno...

Estoy por soltar cualquieridiotez, pero K aparece, impidiendo que meta la pata de esa forma. Sin embargo,el dolor que se instaló en mi interior no se quita.

Pues, eso dolió, lo reconozco, jajajajaja. Pero ya aprenderán con el tiempo que a Megan le duele muchas cosas que vienen de Mikhail...

En fin, ¿opiniones?

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