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Tortura


Oseías

Hace una hora atrás.

Roma tiene que comenzar a temerme o no reaccionará jamás. A mí no me interesa si está con "Cosme fulanito" o si quiere meterse una raya de droga por la nariz. Lo único que tengo en mente es mi hijo, confirmado, porque no pudo mentirme más.

—No puedo creer que desperdicie tanto tiempo contigo. —Suelto viéndola con desprecio— porque tantas veces juré que eras la mujer de mi vida me arrepiento.

—Escucha, Oseías, no puedes decírmelo así. Tú sabes que todo fue real, todo es real. —Me toma del hombro y yo me volteo.

Decepcionado pongo distancia entre los dos y miro por el ojo de la puerta, su ahora pareja está lejos, sentado fuera de la estancia a la que la he llevado.

—Ese niño que está allí afuera no tiene idea de que tiene quien lo proteja y lo ame, y tú te has pasado la vida huyendo de él, ¿Por qué? ¿Qué culpa tiene el niño? ¿Por qué no me buscaste antes? ¿Qué más quieres que te diga? ¿Felicitaciones? Bien, te aplaudo entonces Roma. —Digo aplaudiendo— Lo has hecho fenomenal, pero te ha olvidado que aun cuando yo lleve esto puesto sigo siendo un hombre y como hombre te lo advierto —Me acerco de un paso hasta ella y la miro con odio— No me toques más los huevos porque me los reventaste mucho antes, no me vuelvas a alejar del niño, porque ahora sí que pienso demandarte, y así te escondas en la Atlántida yo llegaré, te seguiré cada paso que des, y estoy dispuesto a arruinarte delante de quién sea de ser necesario. Mala madre, mala mujer y sobre todo mala pareja.

— ¡Cállate joder! ¿¡Por qué no te haces aun lado!? ¿¡De qué te sirve tener un hijo ahora!? ¡Eres un maldito Santo de la corte! ¡Quédate con eso! Maldita la hora en la que baile contigo... —Murmuró haciéndome tragar con fuerza. Jamás creí escucharlo de ella— ¿Quieres a tu hijo? Pues bien, vas a tener que arrebatármelo, no te lo daré, no volverás a verlo si no es conmigo al lado, vas a tener que soportarme quieras o no. ¿Escuchaste o te lo pongo con la misma demanda? En cualquier lugar los derechos los tengo yo, no tú, así que no me vengas a amenazar Oseías, tú no eres más hombre que un sapo.

Alzo ambas cejas y sonrío divertido por su afirmación. De un impulso a otro la empujo a la pared y la encierro entre mis brazos.

—No voy a estar contigo ni una sola vez más —Murmuro sobre sus labios— No eres rival para mí, y sobre todo ya no eres la chica de la que me enamoré.

Roma me mira desafiante y yo a ella. No la necesito pero la estática entre los dos es demasiado fuerte. Ella me toma desde la sotana y me tira hacia ella uniendo nuestros labios con efusidad. Que locura es Roma, que delirio es Roma.

—Quédate conmigo, escógeme a mí —Repite mientras yo beso su cuello y levanto su vestido.

—Mujer del demonio... te voy a desterrar de mi vida, para siempre. —Siseo con una sonrisa que me da la victoria al oír sus bajos gemidos al sentir una de mis manos hurgar debajo de su ropa interior.

— ¿Sí? —Repite ella entre gemidos.

—Sí. —Sentencio yo alzando sus muslos hasta mi cadera.

Un juego peligroso de rose sobre su caliente entrepierna y un par de besos nos llevaron a sentir algo que alguna vez sentimos y que hoy se aviva. Ella es exigente, exige más siempre más, y mi jodida cabeza está confundida con su voz en mi oído una vez más.

Es ella la que lo aprueba, es ella la que maneja la forma de moverse. Me destierra del maldito castigo y me trae consigo a una locura que sabe a cielo debajo de su cadera que mueve sobre mí ahora que estamos en el suelo. La aprisiono con mis manos y ella salta con fuerza sobre mí, sus pechos bambolean y los atrapo con una de mis manos.

Roma me mira hacia abajo y sonríe como el diablo, es el diablo. No tengo dudas de que ahora mismo estoy cometiendo un nuevo error, pero es que tanto tiempo no me hizo olvidar nada, el tiempo no cura nada. Sus movimientos son fuertes, asoladores, no me dejan espacio ni para respirar. Cuando ya no puedo más me dejo ir y ella también en un beso apasionado que nos consume.

Como el mismo demonio se levanta y se acomoda el vestido dejándome en el bolsillo su ropa interior.

—Me vas a escoger a mí... —Susurra en mi oído antes de ponerse sus tacones.

Me levanto y la cojo por la cintura con fuerza.

—No te hagas la loca Roma, que esto no se trató jamás de un polvo de ocasión —Le digo viendo sus ojos con cierto recelo— Un clavo no va a sacarme de tu vida, mucho menos lo hará el viejo. Dejaré esto, dejaré este mundo y me iré por ti. Le diré a aquel que solo te he prestado y ya basta, que vine a buscar lo que es mío.

— ¿Tú crees? —Dice ella torciendo su boca con complicidad, peligrosa se acerca y me deja un beso en el pecho— No te tardes entonces...

Roma, la peligrosa y ardiente Roma me deja estupefacto al levantar un poco su vestido antes de salir. Me quedo sin fuerzas viéndola partir una vez más, siendo Madre, siendo "prima", siendo todo en una sola persona.

Ahora entiendo a qué se refería Artemis cuando decía que podría llevarme una decepción y le echaría la culpa. La Roma que conocí ahora se ha vuelto una peligrosa mujer con más técnica que ninguna, el deseo nos une y el amor nos deja a pasos de un odio monumental. No es sano, pero sí que la necesito...

Cuando llega la noche y todos terminamos los quehaceres me voy a la pensión en la que vivo. Piso el tapete en la entrada y me encuentro con una nota que lleva mi nombre, extrañado la cojo y leo con diversión lo que pone.

"¿No te acuerdas que me debes una fiesta en la playa? Bueno, no creo que la hallemos por aquí cerca, pero te estaré esperando en el coliseo para que me cantes al oído una vez más"

Roma. Roma... roma... ¡Roma joder! Que me quiere volver loco. No logré sacármela en todo el jodido día de la cabeza y viene a meterse ahora en mis noches.

No voy a prohibirme nada, quiero a Roma devuelta aun cuando la maldiga unas mil veces más. No me toma mucho tiempo arreglarme y correr bajo unas gafas oscuras al coliseo, de noche es todo un espectáculo.

Ella de hecho no ha dicho en qué lugar del coliseo me espera, pero aquí estoy paseándome por las diferentes entradas que tiene con pasos firmes pero deseosos, una maldición debe estarnos cayendo a los dos ahora mismo, cuando nuestras miradas se encuentran de frente en una de las antiguas graderías. Roma corre y yo lo hago tras de ella hasta atraparla.

Me sonríe con ese veneno que tiene ella para hacerme hacerlo también.

— ¡Hola! —Dice con diversión— Ya veo que te sientan bien las gafas pero no las quiero hoy.

Me las quita y las guarda en su sus sostenedor.

—Sigues siendo una demente. —Comento sobre su boca abrazando su cintura— ¿Quieres que peleemos justo aquí? —Pregunto mirando hacia abajo en el coliseo.

Roma arquea una ceja y niega.

—Te desafío a dejarme ir si tanto me odias. —Sugiere, sabiendo que aquello me clava el orgullo.

—Vas a perder si te desafío a permanecer sentada esta noche. —Le sigo el juego.

— ¿Qué planeas? —Indaga.

—Que me veas bailar con alguien más...

— ¿Ah sí? ¿Te atreves a bailar con alguien más en mi presencia? —Pregunta Roma con aires de posesión y grandeza.

Asiento.

—Bien... pero si yo gano, te quedas conmigo toda esta noche y olvidas la idea de estar juntos otra vez después de esta noche.

—Y si yo gano, te separarás de ese viejo y te vienes conmigo a Chile.

—Es un trato Padre aguas. —Dice riendo.

Pensando en aquello me dirijo al lugar en que sé de antemano ganaré mi apuesta. Al llegar de la mano con Roma al karaoke bailable de la otra noche me encuentro de lleno con la mesa de los amigos de Oriana que comparten una jarra de cerveza y una tabla llena de ñoquis.

— ¡Hala! ¡Que volvió el santísimo! —Dice el hombre de camisa a cuadros que se levanta en cuanto me ve.

—Hola a todos —Digo con una reverencia leve de cabeza— les presento a Roma, una buena amiga.

—Qué bueno, más papel para la hoguera —comenta una de las chicas que la devora con la mirada, es Angelina, la mejor amiga de Oriana.

—Me alegra ver a tanta mujer delante de mis ojos en una noche tan sugerente —Comenta Martin, otro de los amigos.

Roma suelta una risotada y se sienta junto conmigo. Enseguida bebemos un poco de lo que nos ofrecen, Oriana llega cinco minutos después y tal parece se lleva una sorpresa cuando Roma le saluda. Me mira y me arquea una ceja, y yo le contesto con mi dedo índice sobre mi nariz, pronto le contaría de que iba todo esto. Cuando pasa una hora, Oriana sigue sin decir ni una palabra, Roma por otro lado habla y ríe hasta que comienza a ver como las parejas pasan a la pista de baile y yo que sé lo que está pensando me pongo de pié.

—Oriana, ¿Bailamos?

Oriana mira a Roma una sola vez y me tiende la mano.

—Pero pídemelo como si en verdad lo desearas —Dice con una sonrisa pecaminosa.

Yo, divertido y obviando a Roma un poco tomo la mano de Oriana y le dejo un beso en ella mientras la veo.

— ¿No me acompaña Bellíssima Oriana, a bailar todo lo que resta de noche?

—Felicissimo amore mio

Aquello me hace sentir cierto recelo por parte de Roma que no deja de mirar la boca de Oriana.

Nos acercamos a la pista y Oriana no pierde el ritmo en ningún sentido, no se esfuerza en alejarse y aquello me hace sentir tranquilo. Mi querida amiga tal parece sabe de que va esto, o eso espero. Se acerca a mí rodeando mi cuello y yo su cadera a la mía, bailamos pegados "La tortura de Alejandro Sanz y Shakira" Un extraño movimiento nos hace vernos diferente, sé que puedo estar loco pero juraría que especialmente hoy Oriana se ha maquillado. ¿Por qué?

Ella y susmovimientos suaves podrían volver loco a Freud,se voltea abrazada a mí para seguir con aquello. Veo de reojo a Roma que mira atenta, sus manos están tensas sobre la silla en la que está sentada. Divertido por ir ganándole sujeto a Oriana desde la cadera nuevamente y la volteo rápidamente para pegar mi frente a la suya.

Sus mejillas se colorean y mi corazón late a mil. Sus labios comienzan a acercarse y no lo comprendo.

—Oriana. —La corto— ¿Qué haces?

Roma se levanta entonces y se acerca a nosotros.

—Oriana, ¿Puedo bailar yo con él ahora?

Oriana me miró extraña, no la siento poderosa como siempre. Asiente sin decir ni una palabra y se aleja hasta el baño de mujeres, ¿Qué fue todo eso?, ¿Habrá comprendido que es solo un juego?

Con Roma bailamos todo lo que resto de canción y cuando terminó Oriana aún no sale del baño, es claro que algo debió pasarle, pero tirado por Roma hacia la salida tuve que despedirme y marcharme hasta un hotel con mi pecado de dos piernas. Sé que debo de comenzar a pensar en Roma, pero aquello fue extraño, no se me aleja ni por un segundo.

—Oseías. —Me corta Roma que está desnuda sobre mí en el hotel.

Sacudo la cabeza y la veo.

— ¿Dime?

— ¿Qué pasa? No estás prestando atención... ¿Cierto?

—Sí, sí estoy. —La tomo por la cintura y me siento— Pero me quedé pensando, creo que algo le pasó a Oriana, mi amiga. No salió en todo el rato que estuvimos antes de irnos. ¿Se habrá sentido mal del estómago? Fue muy rápido al baño.

— ¿Y a ti que más te da? Después le preguntas papi. —Me dice con una sonrisa acariciando mi cabello— disfruta nuestra noche, que me has ganado y tendrán que venir muchas más.

El teléfono celular de Roma suena, en él se lee claramente el nombre de "Eduardo amor mío"

— ¿No vas a contestar?

—No, la ha liado feo esta tarde este vejete. Ahora no tengo tiempo para contestarle. Solo somos tú y yo. —Dice al poner su dedo índice sobre mi pecho inclinándose sobre mí otra vez.

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