Presión en las venas
Oseías
Hace una hora atrás.
— ¿¡Qué mierda!? ¡Oriana! ¡Vístete mujer! —Siseo lanzándole una camiseta de cualquiera a la cara— Ahora sí que no me perdono, me debo unos veinte latigazos, no sé, un año sin hablar, lo que sea, pero lo que sea que haya pasado ya regó todas las posibilidades para mí ¡Dios! —Miro al techo— ¿¡Por qué sigo haciendo estás cosas!?
— ¡Alto ahí!
Miro a Oriana que forma un arma con sus manos y me apunta. ¿Qué hace?
— ¡Usted! El de la verga perfecta.
Sus palabras me hacen inevitablemente reír, y cuando me dispara finjo caer desangrado. Ella ríe bajito y gatea hasta el final de la cama para verme estirado en el suelo.
—La verdad es que yo tampoco lo recuerdo mucho, pero la grabación seguro nos dice que pasó.
— ¿¡Qué grabación!? —Pregunto colérico.
—Pues, esa. —Oriana apunta a la cámara que estaba sobre un trípode— Cuando salgo con mis amigos siempre me grabo, pero debo admitir que Artemis fue el que nos animó a hacerlo desde hace mucho tiempo.
— ¿Qué cosa?
—Eso, las orgias entre amigos y una que otra grabación para el recuerdo.
Mi rostro se deforma ante la osadía que tiene para hablar, y como nada puedo hacerle me siento al filo de la cama tomando mi camisa.
—Tengo que ver esa grabación, y borrarla. —Sentencio.
—Lo que tu quieras, pero ya está, no es un pecado.
—Sí lo es, para mí sí.
Oriana alza una ceja y me toma el rostro entre las manos clavándome un beso violento y mojado que respondí con detención, ¿Por qué no?, si una cosa es lo que ya se hizo, y la siguiente es que Oriana es una buena amiga que no querrá más. ¿Cierto?
Ella se levanta contoneando su cadera y moviendo juguetonamente su trasero frente a mi mirada, sonrío divertido y me levanto para tomar la cámara antes que ella.
Cuando la grabación comienza a correr veo como es que llegamos todos hasta aquí, y realmente es que estaba muy encima de la pelota (Ebrio) porque hablaba cosas en italiano y eso sobrio es imposible. Después veo atento como es que me desvisten dos de las amigas de Oriana mientras los otros dos las desvisten a ellas.
—Oh no... —Digo evitando ver, pero la curiosidad me gana.
Me besan entre dos y yo respondo a cada una masajeando sus senos.
— ¡Sí! —Dice divertida Oriana— ¡Mira! Allí estoy yo con Artemis.
Mi mirada va directo a la esquina de la habitación en la grabación donde Artemis la tiene de revés lamiéndole el culo. ¡Qué bordes son! Pero mi rostro sigue cambiando conforme la grabación sigue adelante. Y es que no puedo creer que yo esté lamiendo el cuerpo de aquella mujer en la cama mientras otra me besa los hombros.
—Mira esto, te sorprenderás. —Dice Oriana con una sonrisa lasciva en el rostro.
Veo como me amarro a una de las mujeres a la pata de la cama y le abro el culo para que uno de los otros la penetre.
— ¡NO!
—Sí, mira, si hasta ahora no has hecho nada tú. Aparte, ¿De qué te sirve renegar? Ya está, mejor ve pensando que haces contigo, porque en el lugar en el que estás bien poco encajas.
Las palabras de Oriana son ciertas, y por un segundo las repaso antes de parar la grabación y verla fijamente.
— ¿Lo hicimos?
Ella niega.
—Pude estar ebria, pero no perdí la conciencia como tú, y no quise hacerlo contigo. Mi pareja en el sexo es Artemis, pero solo en eso, el imbécil se casó con una modelo hija de una empresaria, no la quiere nada, si vieras como la trata te sorprenderías —Murmura.
—Oriana... ¿Y tú? ¿En verdad disfrutas de esto? —Pregunto serio.
Ella mira apenada hacia la ventana y termina tomando las sábanas para cubrirse.
—Para cuando vives una vida de mierda es como un escape. No es perfecto, pero descanso cuando pierdo la conciencia a través de las orgías.
— ¿No te da miedo un día contraer una enfermedad? —Indago acostándome un poco.
—Todos los días pienso en eso... y todos los días le pido a Dios que me mande un salvavidas antes de que me consuman mis acciones, Oseías.
Ella no me ve pero sé que está hablando enserio.
—Voy a pensar en lo que me dijiste.
Se voltea y se deja caer a un lado de mí.
— ¿Por qué?
—Porque hace tiempo vengo cayendo en lo mundano sin pedir perdón... hace tiempo que me excuso detrás de mí sotana para no sentirme mal, pero ciertamente tampoco soy feliz.
— ¿Se trata de ella? —Pregunta Oriana quien sabe de mi historia. Yo asiento— Muchas veces dejé de lado mis votos por ella. Pero lo que pasó aquí anoche es lo último que hice mal, necesito dejar atrás todo esto...
— ¿Seguirás apareciendo por el restaurante si dejas de serlo?
Su pregunta me toma por sorpresa, me giro a verla y sonriéndole le paso un brazo por debajo de su cuello y la abrazo a mí.
—No dudes Oriana, seguirás siendo "Mi bellíssima" la refunfuñona.
— ¡Cretinno!
Nos besamos una vez más, lo necesitamos y lo hacemos sin pensar. Cuando me separo y termino de vestirme le dejo un recado a Artemis con Oriana, espero que me busque o de igual forma lo hoyaré a través de Oriana.
Ella me lanza un beso desde la cama y termino por irme con una sonrisa.
Llegar tarde es como mínimo un "limpia todas las copas tú sólo" pero vamos... que todo valió la pena. Mi corazón se siente aliviado, liviano y libre. Como si no necesitase a nada ni a nadie para ser feliz. Pero la careta se me cae cuando vengo abrochando mi cinturón en la entrada del monasterio y veo de espaldas a Roma. Pueden pasar mil años y Roma siempre seguirá siendo la misma, debajo de un vestido caro o en un saco de patatas, Roma es la misma para mí.
A su lado va aquel idiota mayor que le comenta cosas en voz baja mientras ven a los obispos que están prendiendo velas. Ofuscado me acerco y no mido la distancia, debió ser la rabia, o quizá quise hacerlo, la he chocado para que pudiera ver cuán feliz y armado estoy ahora, que su figura no me minimiza y mucho menos lo hará la bebé en sus brazos, que es el acto más real para decirme "Ok, pase página"
No lo niego, y es que lo liviano del corazón se perdió mientras me acercaba a los obispos. Si en verdad era su hija es porque en verdad ya le valgo, le valí... y le sigo valiendo. Me trago aquel nudo y me enfrento a las miradas en reprimenda de los Obispos que me regañan como ya tenía presupuestado.
—Realizaré un bautizo. —Afirmo— Este y todos los que vengan en la semana, pero necesito convocar a una junta del Clero mayor y el papa cuanto antes.
— ¿Qué sucedió? —Indaga el Obispo Mariano. Uno con los que me logré entender y que por supuesto hablaba español, él era de Colombia.
—Han pasado muchas cosas... necesito retirarme.
— ¿Estás seguro? No hay ninguna razón tan grande como para abandonar el camino de Dios.
—Sí, eso lo sé... pero tampoco puedo seguir burlándome de él. Soy un mentiroso llevando esto conmigo —Me referí a la sotana— Por favor, hablaremos después, ahora necesito atender a esa pareja.
—El señor Murch, es un tipo muy conocido en toda Italia, un millonario y muy caritativo hombre...
— ¿Ah sí? —Alzó una ceja con una sonrisa restándole importancia— Ya veré yo que tan caritativo es, necesitamos más personas así.
Mariano me mira extrañado pero intenta obviar aquello y se voltea para arrodillarse. Yo en cambio me acerco a la pareja que ha llegado con el ímpetu que alguna vez Oriana me dijo que tuviera. "Sé el maldito Iceberg que no te dejó ser y no olvides todas las que te hizo, cretinno"
Bajo esa premisa pregunté si querían que yo bautizara a la bebé. Y la cara de Roma no deja de parecerme un anti poema, está descolocada, sus fosas nasales están llevando más aire del que pueden.
—Sí, por favor, necesitamos bautizar a Francesca, mi pequeña sobrinita. Saluda al obispo prima. —Dice el mayor con una evidente sonrisa que desvía toda atención. Pero tanto él como yo sabe que de aquí no se irá fácil.
—Síganme.
— ¡Padre Aguas!
Tras de mí oigo la voz de aquel niño que tanto busqué y me detengo en frío.
Me volteo lentamente y veo como su pecho agitado por la felicidad se infla, mis ojos se vuelven un auténtico aguacero y paso de los otro dos sólo para arrodillarme y abrazar al niño. Una descarga eléctrica tan fuerte ha sentido mi corazón en contacto con él que no dude y le sujete el rostro para verlo mejor, era una copia exacta de mí y no lo podía negar.
— ¡Dios! Te busqué por mucho tiempo Kaleb, imagina que cuántas veces pasé por el Rafting pensando que podíamos ser los dos los que nos lanzábamos, o cuando vi la tercera temporada de La casa de papel, todas esas veces desee tener a mi compañero para divertirme.
El niño llora desconsolado escuchándome en mi hombro, me levanto junto con él en mis brazos y miro a Roma quien titubea algo que no entiendo. Frunzo el entrecejo, lo que sea que le haya hecho a este niño no fue nada bueno, no lloraría así solo por hallarme.
—Roma, hablarás conmigo después de bautizar a esta criatura —Sentencio— Ya basta de estupideces, que somos adultos. —Miro entonces al mayor— Tú eres Padre. Tú ya tienes a tu hija contigo, ahora me toca a mí recuperar al mío.
—No hablarás con Roma aquí. —Comenta mirándome inamovible el imbécil— Roma ahora es mi mujer, y te exijo que lo que sea que tengas que decirle sea en mi presencia.
—No me desafíes. —Murmuro— No van a lograr alejarme de nuevo.
—No, Oseías, yo no te desafío, yo simplemente te advierto... que si Roma llora, las cosas no irán por buen camino.
—Que no vayan por el camino entonces. —Sentencio rivalizando con su mirada.
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