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¿Por qué?


Miriam retomó su caminata a la mesa y dejando la bandeja me hizo una señal hacia el pasillo que da al patio trasero.

—¿Cómo que comprometida? ¿¡Me quieres joder ahora!? —Murmuro entre dientes al filo del patio.

— ¡Sshh! Nada de eso. —Intenta calmarme pero mi histeria parece tomar forma al ver a don manos perfectas acercarse— No es lo que crees.

— ¿Cómo que no? ¿Y tú que haces con mi hermana? ¿Quién te dio el permiso de cortejarla? ¿Qué no sabes quién soy yo? —Alardeo a mil por hora pero Miriam me detiene otra vez.

— ¿No recuerdas a David? Es mi compañero de la escuela de San Antonio. ¿No recuerdas?

El joven ríe contrariado y niega.

—Veo que no me recuerda Miriam —Comenta enseñándome su anillo en la mano— Estoy re casado, y no precisamente con Miriam.

Intenté buscar entre todos mis recuerdos aquella estúpida risa sin gracia, y cuando al fin lo recordé mi cara debió rodar por el suelo. David es un joven bastante varonil a simple vista, pero que ciertamente es más gay que cualquiera en este mundo. Pero ahora mis dudas se acrecentaban al ver que Miriam la había líado con una mentira de este tamaño. ¿Para qué?

—David está casado con Adrián hace ya casi dos años. ¿También recuerdas a Adrián cierto?

—Mira —La detengo con una mano en frente— Tú no me estás explicando que narices haces prometida con David, y encima de todo no me adviertes de esto antes de venir aquí.

—Es que si te lo decía la mentira se caería para nuestros padres —Murmura Miriam apenada— Cuando te fuiste de la iglesia mi vida se volvió un auténtico castigo, merendar, rezar, cocer, crear velas y hacer ojales... No pude con aquello, no pude soportar la presión, y tuve que pedir ayuda, no estabas tú y tuve que hacerlo. ¿Qué querías Oseías? —Pregunta algo molesta— ¿Qué esperara a tu incierta imagen llegar de pronto para salvarme? David solo me hizo el favor, y ahora que estás aquí necesitabas saberlo... porque pronto, él y yo vamos a tener que fingir que las cosas van mal...

— ¿Y yo que tengo que ver en todo eso? Miriam, yo no puedo ser el cubre bocas de nadie, yo no voy a detener a papá si quiere reprocharte todo en la cara, has hecho mal, utilizar algo tan hermoso como lo es un compromiso para huir de algo que no te gusta es también un pecado, y aun cuando ya no soy Sacerdote, me gustaría que fueras honesta, no quiero que tengamos que

—Nada. —Corta David— Yo no oí nada, por lo pronto, tendré que fingir con tu hermana allí dentro, pero te pido que pronto la salves porque no me quedaré mucho más, mi esposo está sospechando y no quiero perderlo.

— ¿Qué me ven cara de superhéroe? —Alzo una ceja disgustado— Miriam, tendrás que decir la verdad, y si te echan, bueno, ya sabrás dónde llegar, pero yo no abogaré por ti esta vez.

Miriam tuerce el gesto disgustada, sé que le ha molestado mi forma de actuar, pero ciertamente yo ya no puedo darme el lujo de equivocarme, si ella me quiere tiene que decir la verdad y entonces yo no pondré límites a nada con respecto a nosotros.

—Entonces tú también tendrás que decir la verdad Oseías.

— ¿Qué verdad? —indago nervioso mirando de reojo a David que forma una fina línea con sus labios.

—Ya sabes de lo que hablo. No es necesario que lo diga.

El timbre de la puerta ha sonado y mis padres han abierto a una voz que reconozco a lo lejos, el maldito acento italiano... No podía ser otro que.

—Artemis. —Digo con Miriam tras de mí después de la maratónica que corrí por el pasillo hasta la puerta de entrada.

— ¡Pero que tipaso! —Suelta entonces David, llamando en ese mismo instante la atención de mis padres que se quedan blancos.

Observo de reojo a Miriam, que está tan roja como un tomate.

— ¡Oseías! —Menciona en el silencio la voz de Oriana, quien sonríe ampliamente al verme.

El agarre de Miriam en mi antebrazo, y el comentario de aquel David, eran solo un presagio de todo lo que se venía encima, pero esta visita no es menos importante, y temo que sea para mal.

— ¿Quieren quedarse a cenar? —pregunto observándoles con detención. Oriana, va de la mano de Artemis.

¿Por qué? 

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