Pongo al cielo de testigo
Oseías
En la oscuridad he despertado, el aire se siente pesado... no hay nada, excepto el ruido de los neumáticos avanzando por caminos rocosos...
Oriana
— ¡Ya voy!
— ¡Rápido Oriana! ¡El cliente de la mesa 35 ha esperado ya demasiado! ¡Mamma mía! —Se queja el jefe desde la escalera que da a su despacho.
Corro con la bandeja de canelones a la albahaca y le anoto el bebestible aparte. Hoy ha sido un día demasiado movido para el restaurante pero no exento de comentarios, he escuchado como las personas hablan en sus mesas a cerca de la destitución de los dos obispos, y cuan "Infelices eran" por intentar entrar en un lugar santo sin ser descubiertos. Aquello me hace sentir un poco incómoda, no siento que Oseías sea un Santo, ni un traidor, simplemente es una persona que se equivocó demasiado, quizá, porque nunca pudo ver más allá de su primer amor. Aun después del adiós que tuvimos ayer, siento que debería haberle propuesto algo en vez de enrostrarle lo que ya sabía... mmm... pero también es cierto que mi vida no es ningún cuento de hadas y no puedo abrirle la puerta a la inestabilidad, no mientras mis hermanos estén pequeños.
El jefe baja y enciende la gran televisión que cuelga de una de las paredes y la atención de todos los comensales y los meseros como yo va hasta la noticia de último minuto que sale en vivo.
"Estamos en las afueras de la avenida más concurrida de nuestra amada Roma para contarles lo que acá ha sucedido hace tan solo unos minutos. Como ven hay presencia policial pero ¡ya no hay personas aquí! ¡El grupo de guerrilla sin nombre ha vuelto a tomar rehenes! Me infiltré entre estas bandas policiales para averiguar que un han atacado en medio del velatorio del conocido magnate Eduardo Murch, heredero de la fortuna Murch quien ha dejado sola a una viuda, dos hijos Artemis Murch y Francesca y una amante ¡Sí señores!, una amante identificada como Roma Gonzáles, una mujer que por este último año se había hecho pasar por su prima. Lamentablemente informamos que en estas circunstancias han sido raptadas las siguientes personas: Roma Gonzáles, Francesca Murch, Kaleb Gonzáles, María Elena Fernández, y el tan enigmático Obispo, Oseías Lagos. Estaremos informando a cerca de esta noticia en desarrollo"
Quedo como un hielo que se sostuvo de la escalera para no caer.
— ¿¡Qué te pasa Ori!? —Grita uno de mis compañeros tomándome desde los hombros— ¡Rápido! ¡Un vaso con agua y azúcar, le bajó la presión!
— ¿Qué tienes? —Mi jefe se acerca y comprueba si tengo temperatura.
— ¡Joder! —Grito enfadada— Esa mujer lo llevará a la perdición... ahora qué... ¡Dios mío! —Pienso muchas cosas a la vez, estoy fuera de mí.
—Lo mejor es que por hoy te vayas a casa Oriana, estás muy blanca. ¿Has podido dormir bien? —Pregunta mi jefe a lo que yo niego. ¿Quién demonios duerme con un Padre alcohólico que llega a cualquier hora de la noche?
Cuando cuelgo mi delantal en la escalera, salgo del restaurante con una evidente histeria en mis manos que juegan sin cesar con mi goma de cabello. Ese tonto de Oseías no puede haber ido a ver a esa mujer, ¿A quién engaño?, claro que fue a verla.
—Maldición... —Murmuro sentada en un parque.
Todo el mundo sabe a cerca de aquel grupo de guerrilla, todos sabemos que nadie sale de allí a no ser que sea muerto, y para mí aquello es inconcebible, ninguna vida merece ser apagada así. Mucho menos la de Oseías... aún le queda mucho que descubrir... aún tenemos mucho que descubrir...
Me sorprendo con mis propios pensamientos, no puedo creer que yo esté diciendo esto, no puedo sentir algo así ahora...
Llevo mis manos hasta mi frente y la cubro pensando que quizá ahora lo mejor sería comenzar a investigar en la internet, ¿Dónde es que se posicionan este tipo de personas?, ¿Qué tipo de rutina tienen? No lo sé... algo de lo que colgarme para ir a la policía.
Me encaminé hasta el lugar de los hechos con gran temor y me encontré con Artemis que está hablando con la policía mientras unos hombres sacan el ataúd de su padre de casa.
— ¡Artemis! —grito saludando y acercándome.
Él pide un momento al oficial y se voltea para apartarme de la escena en la que varios forenses trabajan.
Mi mirada no quiere despegarse de aquello, pero Artemis me obliga a verlo.
—Oriana, no deberías estar aquí. Es peligroso.
—No, yo quiero estar aquí. —Digo con temor a que me pisotee, pero al contrario me abraza.
—No sé qué pasó... estábamos aquí velando a papá, y Oseías llegó, subió a hablar con el niño y de pronto peleó con Roma, todo se salió de control cuando esos hombres llegaron... Oriana, temo por mi vida, y por la de cualquiera en este momento...
—Quiero ir por él... —Murmuro aterrada, pero con convicción abrazándolo también— Oseías debe volver...
— ¡Claro que no! ¿Piensas que te dejaré arrojarte a la muerte? ¡Ya no podremos salvar a ninguno por mucho que nos duela! —Artemis está enfadado pero sus palabras son ciertas.
— ¿Dónde estarán ahora? ¿Sentirán frío? ¿Tendrán hambre?
—No lo sé Ori... pero aquel hombre que vino, confesó que ha matado a mi padre...
Oseías
Siento como es que alguien toma agua desde un río, sé que es un río por el torrente que se escucha...
— ¡Bebe agua santísimo! —Grita un hombre lanzándome agua con un balde que deja caer, los sonidos son todo lo que tengo para averiguar qué sucede.
— ¿¡Dónde estamos!? —Grito desesperado al oír la voz de otra mujer sollozar tras de mí.
— ¿Un rehén pidiendo explicaciones? Bastante osado...
Escucho risas acto seguido me golpean con el balde haciéndome caer en una superficie rocosa. Dios... necesito vivir, hay alguien a quien quiero... y pongo al cielo de testigo...
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