Ni una flor
Oriana
Oseías se fue y Artemis despertó como por arte de magia. Lentamente se incorporó dejando dormir a mi amiga la Rusia.
— ¿Buena siesta? —Comento sonriéndole.
Él arquea una ceja y me mira con la misma sonrisa antes de estirarse.
—Me parece que alguien se levantó con el pié derecho y algo más.
— ¿Por qué lo dices? —Pregunto acercándome para dejarle su camisa en sus manos.
Artemis me mira de reojo y sigue sonriéndome como con complicidad.
—No, no te comprendo —Digo ahora volteándole la cara para que me vea— ¿Por qué no dejas de jugar al detective y me dices que quisiste decir?
— ¡Ah! —Me sacude el cabello y se pone la camisa— Aprovecho que están todos durmiendo para tomar el corazón de Oriana y mecerlo en mis manos, como si fue un recién nacido, te has clavado en sus ojos.
— ¿Qué? ¿¡Qué dices!?
—Que te gusta Oseías y no pudiste disimularlo ni borracha. ¿¡A qué sí!?
— ¡No! —Río— te pego mucho el alcohol. ¿Acaso viste algo extraño realmente? Disfrutamos una noche de amigos como siempre.
—Como siempre no estuviste con Oseías, es la primera vez que hizo esto y no te lanzaste a sus brazos, y tú precisamente eres una mujer desinhibida que no tiene tabúes y no lo hiciste, no preferiste jugar con él ayer por la noche, sino que te limitaste a ver su sexo con tus amigas.
Me volteo y camino hacia la ventana para abrirla.
—No quise nada más. ¿Qué tiene de malo no querer?
Artemis se acerca por mi espalda y me rodea la cintura para posar su mentón en mi hombro y hablar:
—No hay problemas en no querer, sino en "no poder" Porque quisiste pero no pudiste, porque te conozco hace años, y sé que a ningún hombre en ese restaurante le sirves tus pastas ofreciéndole además hasta el postre, eres arisca con todos, a penas te esfuerzas por tirar el plato a la mesa, y no creas que no me he fijado que ahora hasta le pones la flor en el florero antes que llegue.
Sus palabras me hicieron sentir extrañada, un dolor de estómago se me atravesó.
—Deberías agradecerme porque te di un empujoncito.
— ¿Cómo? —Me giro a verle y él retrocede un paso.
—Que yo sabía todo lo que tú sentías por él, y cuando me lo "topé" —Hizo comillas con sus dedos— no fue precisamente para fastidiarlo, sino más bien para coincidir en un lugar los tres.
Empujo enfadada a Artemis.
—No vuelvas a hacer algo que no te pido Artemis.
—No te enfades con la verdad Oriana, si te gusta no hay ningún pecado en eso. —Sentencia con seriedad.
— ¡Es que no me gusta! ¡Ya deja de derramar pestes! —Siseo enfadada colocándome el sujetador— Pobre de ti que vuelvas a jugármela así, porque dejaremos de ser amigos.
Artemis alza los hombros.
—Que así sea. Porque yo no quiero que mi amiga sea una infeliz toda la vida. Yo disfruto contigo del sexo pero no estás enamorada de mí y yo tampoco de ti. ¿Quieres hacerte vieja en esta rutina? Tus hermanos van a crecer y se irán, y tú vida ¿Dónde queda?, Oriana...
—Ya dije.
—Eres una cabezota pero del porte de un buque Oriana.
—Ok, entonces tú eres un bocota, que no puedes ver a alguien tranquilo y feliz y ya estás haciendo suposiciones. —Me quejo, pero finalmente me río. Con Artemis es imposible enojarse.
Nos abrazamos una vez más.
—Cuando estén todos despiertos avísales que he dejado mi parte del dinero por la reservación de anoche en la mesita. Yo me debo ir, mis hermanos están solos, seguro.
—Imagino que sí. Ve tranquila.
Él me guiña y finalmente me marcho.
Cuando llego a las afueras del edificio me planteo lo que Artemis ha dicho, es cierto que la vida se me está pasando, y que ya con mis treinta y cinco es difícil no pensar en que me quedaré sin hijos, sin familia propia. También pienso en Oseías, es cierto, me gusta mucho, pero que hay de él ahora... ¿Un Obispo?, ¿Un hombre enganchado de su pasado? No puedo meterme en ese problema, ya tengo cinco más...
Vivo en el barrio que nadie quiere pisar, la delincuencia se lo ha tomado y la droga también. Lamentablemente no se puede aspirar a más con el sueldo de una camarera. Mientras termino mis estudios superiores los fines de semana, tengo que seguir laburando por mis hermanos.
Al abrir la puerta de madera me encuentro con Fred, el primer hermano después de mí, él tiene diecisiete y cuando yo no estoy es mi mayor apoyo.
— ¡Mira que bueno verte! —Dice alzando las cejas— No fue una buena noche.
—Imagino que no... ¿Nuevamente borracho? —Pregunto por papá.
—Está tirado en la mesa de la cocina durmiendo. Mande a los niños al colegio, yo me perdí el primer bloque pero ya me voy. —Pasa a un lado de mí dejándome un beso en la mejilla— Solo estaba esperando que llegaras, nos vemos más tarde Ori.
—Nos vemos, bestia.
Todos mis hermanos han aprendido el español gracias a mí. Y por supuesto gracias a nuestras raíces españolas por parte de mamá. Ofuscada me preparo para tomar mi papel, en un rato ya tengo que volver a marcharme a trabajar.
Paso a la cocina y efectivamente aún está borracho sobre la mesa y una botella de un dudoso alcohol en la mesa, derramada. Me acerco a él y le rodeo el cuello con uno de mis brazos y con el otro levanto su cuerpo como puedo.
—Aggg.... —Balbucea dormido— Deja
—Vamos... levántate, necesito hacer almuerzo aquí. Los niños llegarán en un rato papá.
—Deja... —Gruñe apartándome.
—Por Dios papá... no puede ser así siempre —Murmuro con dolor. Su estado es realmente deplorable— mira, tienes sangre en tu frente... —Digo queriendo acercarme, pero me empuja.
—Deja. Peste...
Papá se levanta de la mesa y cae de lleno al piso y me horrorizo al verlo inconsciente, no es un cuento nuevo pero me duele demasiado mi vida y no poder simplemente huir.
Me arrodillo para levantarlo pero me vuelve a apartar. Cierro los ojos y pienso en el ayer, en Oseías... en sus palabras y su forma tan suave de acariciar a mis amigas... Joder... que no quiero sentir nada más.
Papá vomita en el piso y asqueada lo termino de levantar y tirar en el sofá, donde se queda durmiendo como si no sintiese nada de su cuerpo. Por la sala hay regados juguetes y basura, y mucho vidrio... podrían haberse cortado y vuelvo a sentir culpa por mi irresponsabilidad de haberme mandado a cambiar ayer por la noche. Miro la foto de mamá sobre la televisión y le pregunto:
— ¿Por qué me has dejado sola todo este tormento, mamá? ¿Por qué no me mandaste nunca un mano?
Mi vida no tiene un salvavidas, no tiene ni una flor...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro