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Las verdades están bajo las piedras


— ¿¡Qué hacías espiándome!? —Siseo enfadado sin moverme de mi lugar.

— ¡Yo no te he espiado! Venía porque quería entregarte las llaves del furgón, y mira con lo que me encuentro, ¿Ahora me vas a negar que no lo has hecho con ella? Entonces de disfraz te pones la sotana cada día.

Sus palabras me calaron hasta la última célula, claro que ahora se ha convertido en eso y me hacía sentir fatal. Me acerqué a Miriam y tomé las llaves que me entregaba.

—Dios no ha creado al hombre y a la mujer para crecer separados como vegetales, sí, estoy consciente de mis errores, pero tú Miriam, deja de pensar en mí como algo más, eres mi hermana aun cuando no lleves mi sangre.

— ¡Claro que sí la llevo! ¿Acaso lo olvidas? —Miriam me rodeó y se sentó sobre la cama— Papá me comentó que de hecho, eres hijo de la sobrina de mamá, en teoría, somos primos en segundo grado, y eso lo hace más interesante...

Miriam ha levantado su falda hasta sus muslos y he volteado la mirada hacia la pared.

—No puedo creer que seas tan sinvergüenza niña. Te vi crecer, olvídate de que tendrás una oportunidad conmigo —Murmuré y la miré— Quizá debas comenzar por irte a tu habitación y ponerte de rodillas a pedir perdón por tu descaro.

—Sí, eso quiero, estar de rodillas.

Miriam se ha levantado con una sonrisa peligrosa y estando cerca de mí, se pone de rodillas frente a mi cadera. Sin moverme la miro hacia abajo y tomo aire, resoplo.

—Ok, estás enferma niña. No puedo con esto, no puedo contigo.

Levanté a Miriam desde el brazo y la saqué de mi cabaña a la fuerza. Al estar solo me deslice por la puerta ya cerrada y atrapé mi rostro entre mis manos. ¿Por qué no me es indiferente la forma en que Miriam actúa? ¿Por qué siento que me debilitó este momento? ¿Por qué no deje de sentir excitación al verla de rodillas?

No puedo estar tan enfermo. Necesitaré atención psicológica, y también necesitaré alejarme de ella lo antes posible o un día ya no podré poner barreras y olvidaré que es mi prima, y encima de todo, la cagaré con Roma.

Artemis

Roma está bajo las sábanas, ha estado suspirando durante un rato y me ha extrañado. Me voltee y la hallé desnuda frente al teléfono.

— ¿Roma?

— ¡Artemis! —Ella se sentó rápidamente y dejó el teléfono a un lado.

— ¿Con quién hablabas mi Amore? —Pregunté ahora desencajado al ver sus mejillas rojas.

—No, no hablaba con nadie, estaba viendo un video. —Comentó con una sonrisa.

— ¿De qué era? ¿Por qué estás desnuda? —Alcé una ceja tomando su mentón.

—Porque... bueno —Ella ha observado sus pies que levantaban la sábana al final de la cama— me da pena admitirlo.

— ¿Qué es? —Intrigado me acerqué a su cuello y comencé a oler su aroma.

—Mmm... ¿Seguro no te enojarás?

Divertido dejé besos sonoros en su cuello.

—Asumo que... mi bella estaba deseando algo más...

—Sí, me has pillado, estaba viendo un video prohibido.

Ambos hemos reído por el evidente cambio de humor que tomó la conversación, y rápidamente me encimé sobre ella.

— ¿Qué has aprendido en esos videos?

—La posición de la flor de loto. —Aquello me tomó por sorpresa, hacía mucho tiempo que una mujer no me proponía algo diferente— Estoy dispuesto a doblarme como taco si tengo que hacerle el amor a mi bella venus, ¿No me dejas morderte la jalea?

— ¡Chistoso! —Roma me ha dado un beso que nos dejó avanzar a la próxima fase.

A la mañana siguiente, juntos hemos ido directo a su trabajo. Como cada día la dejo allí con la seguridad de que nadie la ha hecho sentir menos, pero para ser sincero, Roma no necesita guardaespaldas, es una mujer de un genio que asustaría al mismo Belcebú.

Ahora mismo me dirijo a las joyerías en que pienso comprar las argollas de boda, será una sorpresa para ella esta tarde.

He paseado por varias de las joyerías del centro, pero nada me ha convencido del todo, es algo extraño que me ponga tan blandengue y detallista, pero es que por primera vez sé que está mujer agradará a mi familia, y sobre todo me agrada a mí.

—Joven Artemis.

Me voltee al escuchar mi nombre y mi sonrisa desapareció para intercambiarse por un horrible disgusto.

— ¿Qué hacen aquí?

—Su Padre nos han mandado a buscarlo.

— ¿Por qué me quiere ahora? ¿Ya se murió su vástago?

—Si se refiere a Rafael, no. —Respondió uno de los hombres de mi padre.

Rafael, es el segundo hijo de mi padre, aquel que adoptó cuando yo tenía ya cuatro años. El niño creció con nosotros, pero para ser sincero, jamás logré tragármelo. No me parecía justo que mi padre lo adoptase cuando ya estaba yo, y encima cuando ya mi madre tenía un embarazo cursándose. Es una maldita maldición en mi vida, aquel niño sí hizo todo lo que él quiso, estudió y quedó a cargo de los negocios de papá, y cuando digo todos, me refiero también a la droga.

Lamentablemente, mi padre no se fía de mí, y aun cuando parece que me alejo lo suficiente de él me sigue los pasos porque piensa lo delataré en cualquier país que piso.

—Díganle a mi padre que no necesita seguir pisándome los talones, que de hecho pienso ir a trabajar en una de sus empresas para que así no tenga que tenerme vigilado por ustedes. Y también infórmenle que pronto tendrá una nuera, una mujer que estará conmigo y que no transaré me aleje por sus ideas raras sobre los extranjeros, que si tanto le importo yo, tendrá que aceptarla.

—Le informaremos, pero ahora debe acompañarnos, su Padre lo espera.

— ¿¡Qué!? —Ofuscado me acerqué a ellos y los miré a cada uno con más repudio— ¿A qué ha venido?

—Eso debe aclarárselo él —Dice uno de los hombres trajeados.

—No me jodan... ¡Ahora no!

—Si no quiere ir por las buenas joven Artemis, vendrá por las malas.

Justo cuando iba a partirles la cara me rosearon un asqueroso spray en la cara.

Miriam

A la mañana siguiente me dirigí al río en que estaba ya mi manzana prohibida junto a los niños. Lo escaneo con la mirada y siento como mi corazón se acelera. Es un hombre que siempre he deseado, no solo sus besos y cuerpo, también sus sentimientos. Lo he visto derretirse por esa mujer tantos años que la envidio, y así mismo siento pena por él, que se ha esforzado en cumplir con sus principios que lentamente están siendo corrompidos.

—Buenos días hermanas —Dice él saludando a cada una con una sonrisa hasta llegar a mí, aquí se le ha caído la sonrisa y simplemente ha hecho un movimiento de cabeza.

—Buenos días —Digo apenada mirándolo.

—Bien, como ya estamos todos aquí, haremos grupos de diez para ir subiendo uno a uno a las balsas.

— ¡Padre Aguas yo quiero ir con usted! —Gritó el invitado de Oseías, el niño Kaleb.

—Claro, pero sí ya lo habíamos hablado compa. —Oseías se comporta extraño con este niño, y por una parte me hace sentir extraña, pues el niño tiene los ojos realmente iguales a los de mi hermano, primo, lo que sea. ¿Será que podría ser algo de la loca esa con él?

Debo de admitir que, aun cuando esta tarde ha sido realmente divertida, pienso en Oseías como un imposible, sé que me la juego con todo lo que he hecho, sé que será un fracaso, pero no sé cómo alejarlo de mi mente, no quiero ser una mujer que saque un clavo con otro, no podría.

Con temor me acerco a la cabaña de Oseías, él no está en ella, está terminando de ayudar a los niños a salir de las balsas, necesito el número de Roma, necesito hablar con ella y decirle unas cuántas verdades, y aclarar otras cuántas, tomo el teléfono de Oseías para hallar rápidamente el número de Roma. Es ella quien debe dejar a Oseías tranquilo, porque le hace daño... y a mí también.

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