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Italia y Roma


Artemis

Hoy he amanecido en una posada que está situada en este país Chile. La mujer que nos ofreció el sofá de su posada fue muy considerada, hace bastante frío en esta localidad llamada "Cajón del maipo" ella nos comentó, que ha de ser porque está muy cerca de un embalse de agua, a la cual cae la nieve que se derrite y se transforma en un río que llega muy lejos.

Soy italiano, pero cuando me percaté que lo mío no era estudiar en la universidad sino recorrer el mundo lo hice, tomé algunas cosas que me serían útiles, y dándoles más dolores de cabeza que de costumbre a mis padres que viven en su burbuja de dinero, me marché para encontrarme conmigo mismo, no creo en que todos debamos encerrarnos detrás de un título universitario, tampoco creo que tengamos que tener dinero para viajar. Yo de hecho, lo hice tocando mi guitarra en Génova y desde allí que no me he dormido en el mismo lugar más de una vez, logré viajar con un pequeño monto y de ahí me alimenté con lo que hacía cantando, arreglando objetos, y trabajando de mesero a donde sea que llegaba.

Cuando crucé la cordillera desde Argentina, un sabor amargo me hizo tragar con pesar, el país Chile es ciertamente muy diverso, pero aquí siento que todos van juntos, es como si nadie pudiese ir sólo sin que te observen. En fin, llegar a Chile es una parada provisoria, me marcharé a Perú en unas semanas en lo que reúno el capital necesario para ir a las ruinas de Machu picchu.

—Mi Amore' Bionda. —Digo apareciendo el desayuno, donde todos los huéspedes ya están sirviéndose de las empanadas que hace la señora Rita, la dueña de la posada. Me acerco a ella y le dejo un beso en la frente— ¿No me despertó?

— ¡Ay mi niño! Es que ayer estuvo hasta tan tarde trabajando que me dio mucha pena... se veía tan cómodo en el sofá.

—No, no. Usted me despierta si quiere que le de otro beso mi Amore.

La mujer de edad se ruboriza, le gusta que la traten bien, y a mí me gusta que se sienta bien. Es decir, me gusta la idea de ser una buena persona con el mundo, después de todo una alegría podría evitar un suicidio al día. Además, le debo tanto a las personas con las que me he encontrado en mi viaje que no puedo ni quiero ser de otra forma.

Me siento a su lado y me platica a cerca de sus padres, de cómo preparaban la mezcla de estas empanadas. Yo no las conocía tanto, pero aquí me sorprendí cuando las probé, saben a carne y algún condimento especial que le da un toque final, una nota que baila en tu boca.

—Mi Rita, mujer bella —Digo tomando su mano— Hoy me voy a la capital, y quiero agradecer toda su hospitalidad, seguro es la estrella que más brilla mi hermosa Rita.

—¡No se va sin unas empanadas mi niño! —Dice ella levantándose— Fue muy poco lo que estuvo aquí, pero me doy cuenta de que no come por no molestar, y aquí usted no molesta. Déjeme que le preparo una merienda.

Así lo ha hecho, con un gran abrazo me despido de esta mujer, me dirijo por la carretera con mis empanadas envueltas en unas servilletas de flores, levanto el dedo pulgar en busca de alguien que pueda llevarme, el calor asaría a cualquiera.

Una camioneta se detiene y subo a la parte de atrás, me voy sentado entre Sandías y Melones.

Me estiro y quedo frente a frente con el sol. No hablo con mi familia hace un año, mi cabello no está largo como debería, me lo he recortado en Brasil, y me he perfilado la barba en Paraguay, sí, ha sido de locos esta travesía, pero al igual que Magallanes pienso en descubrir y ser.

— ¡Muchacho ya llegamos!

Escucho la voz del hombre cuando ya estamos en la capital, el sol se está escondiendo.

Me bajo con mi mochila al hombro y observo todos los edificios a mi alrededor, muy parecido a un barrio de Madrid. Me gusta.

— ¡Grazie! —Digo viendo cómo se alejan.

He recorrido a pié durante mucho tiempo, y cuando llego a un paradero de micro buses me detengo sin entender los recorridos.

— ¿Parli italiano o inglese? —Pregunto a una joven que está sentada esperando, lo hago, solo por molestarle, el español lo aprendí en Madrid.

Tal como lo han hecho varias mujeres antes, se ha ruborizado y me ha negado sin decir una palabra, entonces sonrío y me siento a su lado.

—Entonces, ¿Me puedes ayudar? Quiero saber, que recorrido me lleva al centro de esta capital. Me han dicho que allí hay varios hoteles para quedarme.

— ¿¡Habla español!? —Dice anonadada.

—Espero que sí. Porque si no, me han engañado en Madrid. Aunque soy muy bueno enseñando Inglés.

—Ay, es que... lo siento, me da mucha vergüenza, perdóneme usted.

La joven se levanta asustada o por alguna razón avergonzada, no sabía que tanto les incomodaba el contacto aquí a estas personas, no es como en Brasil, que tan rápido le tomaba la mano a alguien ya estábamos automáticamente saliendo o algo así.

Tomo mi teléfono celular y entro a Instagram Para hacer un "En vivo" y ver si alguien podía ayudarme, alguno de mis alumnos que aprenden inglés o algún Chileno buena persona como Rita.

—Amigos, estoy perdido en Chile —me volteo un poco para leer el paradero— Aquí dice que estoy en la comuna de... La florida, y quiero llegar al centro, ¡Help Me!

No tarde en obtener respuestas, tomé entonces el recorrido que me han dicho me llevaba al centro de la capital.

— ¿Puedo cantarles a los pasajeros? La verdad es que apenas estoy llegando aquí, no tengo la tarjeta para pagar —Le digo al chofer que finalmente dice "Sí" en un murmuro.

Rasgo las cuerdas divertido cantando algo de Maroon 5 La mayoría me mira como si fuese un bicho raro al cual hay que bajar, pero mi suerte un grupo de niños me dan unas monedas que usaré para esta noche, está claro.

Cuando llegué a la capital, me embauqué rápidamente en un local de comida rápida en el cual pedí trabajo por unos días, tan solo quería las propinas como paga. Al dueño del local le pareció conveniente por todos lados, y creo que a cualquiera.

Dejé mi mochila de viaje en un rincón del lugar y me puse un delantal que me pasaron para comenzar a tomar pedidos. Ciertamente aquí se corre y no hay tiempo ni de tomar agua.

En una de las mesas, una mujer de cabello rizado está sentada bebiendo de una botella de Vodka y me llama la atención, ¿Querrá emborracharse?

Sin ofrecerle nada tomo un jugo de la máquina y le cambio la botella.

— ¡Hey! ¿¡Qué haces!? —Sisea enfadada.

—No me des las gracias, pero creo que esto está más sabroso y sano. —Le guiño divertido y termino obviando sus palabrotas.

Más tarde cuando pide la cuenta de lo que ha bebido me acerco con la boleta y la máquina para tarjetas de crédito.

—Aquí tiene la boleta ¿Pagará con tarjeta o efectivo?

— ¿Cómo? ¿Y aun crees que te voy a pagar el jugo que no pedí? —Ella se pone de pié y rodea la mesa— Me lo pagas tú mejor. —Repite mi acción y me guiña.

La veo alejarse, y para cuando veo, ya tengo una cuenta en mis manos, un jugo y vodka que pagar.

Me he disculpado con el dueño hasta el cansancio y a cambio tuve que quedarme al cierre para limpiar todas las mesas. ¡A tomar por el culo a la loca esa!

Enfadado salí ya muy tarde del local a ver si podía quedarme en algún hostal por la hora, iban a ser casi las una de la madrugada.

— ¡Hola guapo! —Escucho decir a mis espaldas, es la misma mujer recargada en la pared del local.

— ¿¡Por qué hizo algo como eso!? ¡Me generaste un problema! ¿Quién te crees? —Le digo totalmente enfadado.

—Vamos... que no fue tan terrible. —Comenta la mujer acercándose. Cuando está frente a mí, pasea una de sus manos por mi hombro derecho y hasta mi mano en la que sostengo otro bolso.

Alzo una ceja a su acción y sonrío.

— ¿Quién eres tú? ¿No deberías haberte marchado ya a casa? Te debe estar esperando tu pareja. —Digo con cierta coquetería, es obvio lo que la chica busca y lo que le ha gustado, pero para hacerlo más complejo, doy un paso atrás— No me toques, no te conozco.

— ¿No quieres conocerme? —Pregunta ella mirándome como una gata. Divertido dejo el bolso en el suelo.

— ¿Y no te da miedo lo que puedas hallar? —Pregunto con la misma coquetería que ella me acepta.

—No le temo a nadie. —Sisea ahora acortando la distancia nuevamente.

Enseguida está tan cerca de mí le cojo desde el rostro y la beso, es obvio que no estamos para esperar una invitación, a mí me gustan mucho las mujeres en todas sus formas y si ella me buscó, pues nada, me halló.

Terminamos viéndonos con mayor intensidad que antes y sugiere:

—Vámonos a mi hotel.

— ¿Así, sin más? —Digo cruzándome de brazos— Yo cobro mucho, no me creas tan fácil —Bromeo.

—No querrás cobrarme. —Comenta ella divertida.

—Me llamo Artemis. Vengo desde Italia.

—Mira que coincidencias... Yo soy tu capital —Comenta dejándome un beso en la comisura de los labios y volteándose— ¿No vienes?

Extasiado por la intensidad de la chica la he seguido. No perdemos nada con ir detrás del otro, aunque ciertamente tengo muchas ganas de saber que hay debajo de su ropa y más allá. 

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