Roma

— ¿Dónde andabas?

—Con una compañera... me invitó a un café. —Respondo a mi esposo que de hecho no trae buen carácter.

— ¿Segura? ¿No habrás ido a la burda marcha feminista? Porque te pasarías de ridícula.

Suelto las llaves en la mesa donde está leyendo y termina por cerrar su libro.

— ¿Y qué si fui? ¿Vas a golpearme otra vez?

— ¿Qué comes que adivinas?

Retrocedo un paso al ver que él se levanta y acorta la distancia entre nosotros. Nos observamos sin sentir nada más que desafío, odio, que sé yo.

Para Luis las cosas jamás fueron fáciles, sé que le ha costado un mundo entender que mi amor se acabó hace mucho tiempo, pero cierto es que seguimos juntos porque compartimos muchas cosas, muchos bienes que por sí solos pierden valor. Él pone una mano sobre la pared que está detrás de mí con fuerza y vuelve a repasarme con la mirada.

—Se supone que debo amar, a una mujer que sólo me trae malos ratos, ¿Cómo se le llama a eso? ¿Locura u Obsesión? Encima de todo, tengo que soportar la idea de tener a tu mamá constantemente hablándonos para decirnos lo de siempre. Se supone que tú y ella tienen un trato y hasta el momento no lo está cumpliendo, ¿Para qué me casé entonces contigo? Roma, ¡Dime!, ¿¡Para qué me casé contigo!?

— ¡No es culpa de mamá nada de esto! ¡El trato no es algo que la condene a hacer algo para lo que ya no está capacitada!

— ¡La vieja está capacitada para cubrirle la nariz a su hijita predilecta! ¿Entonces por qué aceptaría esconderlo? ¿Por qué hemos venido a Chile? No me vengas con el cuento de que es por trabajo, porque hasta este momento estás de telefonista y eso es algo que pudiste hacer muy bien allá. ¿Me quieren ver la cara de idiota? ¡Por que no la tengo, Roma!

Luis me toma del antebrazo y me mueve como a su muñeca de trapo, mis emociones están desbordadas y sin entenderlo comienzo a reír y a llorar. Las cosas se han bifurcado una y otra vez, pero no puedo permitir que ahora mi madre viaje, ya no es correcto seguir con lo que tenía planeado.

— ¡Roma ya detén este juego que no sabes jugarlo! ¡Te lo exijo mujer! ¡Te casaste conmigo no con el niñato ese que viste una sola vez!

Ofuscada por su trato me acerco a sus labios y le grito.

— ¡Da la casualidad de que ese niño me hizo sentir muchas cosas más en una noche que tú en siete años!

— ¡Basta ya Roma!

Siento el ardor de su palma en mi mejilla y ahora sé cuánto lo detesto.

— ¡Nunca más me vuelvas a poner una mano encima! ¡Haré lo que sea para que esta historia acabe de una vez por todas!

— ¿Ah sí? ¿Cómo? ¿Ya lo encontraste? ¿Y qué le dirás? —Luis río de lado y me imitó de mala forma— "¡Ay! ¡Hola tantos años! ¿No te acuerdas de mí?, bueno, aquí te traigo tu hijo para que lo conozcas" ¡Por favor Roma! ¡Esto no es el mundo de los Teletubies!

— ¡No intentes callarme más!

Grito cubriéndome los oídos. Las verdades duelen, y más cuando ya han pasado siete años, comen, caminan y hablan. No era verdad que no tenía hijos, pero también es verdad que puedo llegar donde Oseías y decirle que tiene uno si ahora le pertenece a alguien mucho más poderoso que yo, que cualquiera, definitivamente le arruinaría su trayectoria, y a mi hijo le arruinaría su vida al saber que es hijo de un sacerdote que por encima de todo jamás ha visto. Sería por poco descabellado...

—Mira Roma, si tú sigues con esa idea, yo mismo buscaré al tipo ese, y aclararé las cosas, porque para mí que me vas a sacar canas si sigues con tu estupidez. ¡Ahora sale de mi vista que no quiero verte!

Caminé abrazándome hasta la habitación. Tiemblo al pensar en la posibilidad de que mamá viaje, ella ya no puede cuidar más a Kaleb, está envejeciendo más cada día, tiene una infinidad de diagnósticos, pero el que más me preocupa es aquel en que le descubren descalcificación progresiva, pronto estará tan frágil que no podrá seguir cuidándolo, pero ese no es el gran problema.

El gran problema es que mi hijo no sabe que yo soy su mamá, él piensa que su madre murió cuando él nació junto a su padre en un accidente de avión y que jamás fueron hallados sus cuerpos. Es absurdo... Pero así lo elegí yo al saberme embarazada con diecisiete y verme enfrentada a un mundo al que le temía, era un joven que no veía más allá y que tampoco media las consecuencias.

Mi madre y yo hicimos el trato de jamás revelarle la verdad para que así el niño no sufriera al saber que yo era un tiro al aire y que de hecho, su padre vivía en otro país con una familia algo extraña, o esa fue la impresión después de haberles visto en el ascensor. ¡Pero ahora ya no lo puede cuidar y estoy atada de manos porque encima de todo Oseías es cura!

Frustrada llevo mis manos hasta mi rostro y lloro desconsoladamente por haber tomado decisiones tan inmaduras en ese entonces, no puedo ser mamá si no lo siento, no puedo enamorarme de un cura y no puedo seguir insistiendo.

Un mensaje ha llegado a mi bandeja de entrada y secando mis lágrimas veo que es de Oseías.

— ¿Quién te envía mensajes tan tarde?

Luis aparece en frente de mí sin haberlo sentido y me arrebata el teléfono desde las manos.

— ¡Dámelo Luis! ¡No es tuyo!

—Con que el Padresito Aguas... ¿Qué pudiste estar haciendo para hacerte amiga de un sacerdote? ¿Quieres que lo averigüe? Perfecto. —Él se guarda mi teléfono en su bolsillo— Investigaré por mi propia cuenta mujer y si descubro algo que me convenga, que pena por ti, pero lo usaré para proteger mis bienes.

Aterrada observo a Luis que se aleja con mi teléfono. Las cosas se irán a la mierda si lo descubre...