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Es otro hombre el invasor

Eduardo

Mientras Roma termina la maleta veo el reloj, el tiempo nos apremia, tenemos que marcharnos.

—Rápido, ya lo han encontrado.

Digo aquello y me alejo hasta la sala de estar del apartamento donde está su Madre, una mujer mayor que llora desconsolada al enterarse de la decisión de Roma. Abraza a su nieto, y mío también.

Sí, mío también. El problema es que tarde vine a percatarme de que amé demasiado a la María Elena Fernández, mi ama de llaves en ese entonces, cuando vivía en Chile junto a mis Padres.

Como el error de no haber amado a mi primer hijo biológico no me lo perdoné jamás, comenzaría por reparar el presente, y quizá así, conocer a mi hijo a través de este niño. Varios años lo busqué, lo encontré, y me dolió un maldito buque y más haberle sometido la noche anterior, pero no puedo presentarme así sin más delante de un hombre que no me conoce, y decirle "Hola, mira, me alegro de que seas Sacerdote, pero yo soy tu Padre y ahora quiero conocerte" ¡Já! El chiste se cuenta sólo.

La siguiente arista es, jamás permitiré que ninguno de mis hijos se enrolle con la barriobajera de Roma. Sí, también sé perfectamente quién es Roma y que quería con Artemis. Por supuesto, ahora ella debe estarse tragando todo el circo que le monté, lo cierto es que no me importa asesinar a otro en lugar de a Artemis, ¿Quién mataría a su hijo así? Claro, un loco. Pero para locos tengo a Rafael que se acuesta con la madre de Artemis.

Por ahora no iba a dejar que se apareciera en la escena Artemis, no necesito a esta mujer del brazo de ninguno de los dos.

Para comprenderlo todo... habría que retroceder veintiocho años atrás. Cuando el choque de todos nosotros se hizo y creó esta extraña realidad.

Veintisiete años atrás.

Viña del mar año 1992

Casona de la familia Murch

Eduardo

Escucho la conversación entre mis padres mientras llevo a mi boca una cucharada de lasaña a mi boca. Miro de reojo a María Elena que está sosteniendo una charola a un lado de la puerta del comedor, ella me ve y sonríe solo un poco.

—Tienes que comenzar a prepararlo todo Eduardo. —Indica mi madre sacándome de mi trance.

— ¿Qué debo tener todo listo?

—Tus pertenencias, irás a estudiar la maestría a Italia, te hospedarás con tus abuelos.

María Elena dejó caer la charola y rápidamente la recogió disculpándose. Sé lo que debe haber pensado, y cuando la veo salir, afirmo:

—No iré, no quiero estudiar. No allá.

—Debes de ir, allí está la Universidad de nuestra familia, todos los Murch hemos estudiado allí y tú no serás la excepción Eduardo —Sentencia papá.

— ¿De qué me hablan? ¡Fa Schifo! —Alcé la voz con la mierda hasta el cuello. No me vendrán a truncar mis planes.

Mi padre se levanta entonces y me da un golpe con la paleta de madera que tiene la ensalada. Sostengo mi nariz con una mano y compruebo que estoy sangrando.

— ¡Malducato silenzio! —Grita— ¡Dimentica l'impiegato!

—Nunca van a alejarme de María Elena ¡Me casé con ella papá! Y no porque halla sido una obligación... No... Su embarazo no me obligó a nada... ¿entienden? —Siseo con una sonrisa desquiciada— ¡Mai!

— ¡Irás! ¡Mañana mismo te vas y no quiero saber de nada maleducado! ¿¡En que estabas pensando!?, es sólo una niña, hija del que cuida vacas... ¡Dios santo!—Grita mi Padre delante de mi sonrisa.

Mi madre nos observa con bastante pena, sé que quiere decir algo pero no es capaz de decirlo, papá se lo prohíbe cuando se trata de María Elena. Nadie acepta el secreto a voces, nadie acepta que quiero a la empleada y que me enamoré y que podría mover las piezas de mi ajedrez para quedarme aquí sí quiero.

—Perderás tu herencia... —Murmura papá— questo è quello cheu vuoi.

—No pueden arrebatarme la herencia, es mi patrimonio. ¿Todo esto porque no les cae bien María Elena? ¿Es enserio? —Contesto llevando una servilleta a mi nariz que sangra aun.

—No es María Elena, es su posición, nos embarra la fachada. Y ahora... un bastardo per nipote...

Papá resopla cansado y veo como sus lágrimas caen.

—Un hijo no es ningún bastardo. Yo me quedo con él, no tengo porqué llorar si yo lo quise así. —Recalco.

— ¡Pero aun eres un crío! —Grita mamá contra todo pronóstico— domani mattina vai.

— ¡No! ¡No me iré! ¡No la dejaré sola con un hijo!

Salí cañon del maldito comedor decidido a buscar a Maria Elena, pero enseguida llegue al jardín delantero me detuvieron los guardias de la casona y me encerraron por órdenes de mi padre en la habitación.

Golpee y patee la puerta quizá dos horas y nadie vino a mí, nadie vino en todo lo que restó de día. Maldigo pensando que mi hijo no me conocerá y que encima de todo perderé mi herencia. Sé que no debo perderla porque entonces no podría hacer nada de lo que tengo planeado pero...

La puerta se abre y papá entra con la llave en sus manos, y una maleta en la otra.

—Sé que estuvo mal lo que pasó en la comida. Pero vengo dispuesto a repararlo. —Dice entregándome las llaves.

— ¿Qué? ¿Qué quieres decir con esto? —Pregunto levantándome de la cama en la que estaba sentado.

—Que si tú te vas, yo dejaré que el bastardo crezca en esta casa con la empleada, bajo nuestro alero tendrá comida, salud, y vestirá. Pero a cambio tú te vas y olvidas que alguna vez tuviste algo que ver con esa mujer. De lo contrario, va a perderlo, te lo aseguro.

—No... no se atreverían —Murmuro viéndolo fijamente.

—No estoy negociando contigo, lo tomas o lo dejas. ¿Capito?

Papá es un hombre de pocas, pero muy firmes palabras. Sé que no me está mintiendo cuando me comenta que lo cuidará bajo nuestro alero, pero también sé que jamás le llamará nieto, y que probablemente lo trate como un empleado más.

—Solo aceptaré si me aseguras que el niño no será tratado como un cualquiera. Quiero que sea atendido como yo lo fui.

Papá asiente lentamente y me entrega la maleta.

—Buon viaggio...

Tras desearme un feliz viaje se ha marchado, y yo con él, no esperó a que despidiera, simplemente me subió a uno de los automóviles de la familia, y ante la atenta mirada de María Elena que me está viendo dentro del automóvil, giro la cabeza. No la veré o me volveré frágil y moriré aquí y ahora. Adiós María Elena, perdóname por todo lo que te hice... jamás me perdonaré nada de esto.

Sus ojos llenos de humedad se despiden en silencio, y yo me alejo por la carretera a mi nuevo destino.

El día de hoy

Debería de haber colgado a mis padres por lo que hicieron, tiempo después, cuando quise volver, no pude hacerlo. Mi abuelo fallecía y no podría dejar sola a mi abuela o a los negocios del abuelo.

Mis padres viajaron a Italia, nos encontramos todos en el entierro de mi abuelo Ennio. Pero para mí jodida sorpresa mis padres llegaron sin Maria Elena, sin mi hijo. no esperé más tiempo para percatarme de la ausencia de ambos, atrapé a papá en uno de los pasillos, solo para enterarme de que el niño había sido adoptado por otra familia y Maria elena se habría ido a otra casa a trabajar, así sin más, ya que ellos se marcharon de chile dejándola a su suerte. Mi rostro se fue a pique, mis emociones también, y por supuesto a María Elena no podría ni mirarla, la cobardía que le hice es monumental, todo lo que le hizo mi familia es monumental.

Aquella vez fue la última vez que nos vimos, pero no fue la última vez para mí y nuestro hijo... A quién hallé en Punta Cana.

En busca de mi otro hijo, de Artemis, el hijo que tuve con la modelo Fabrizzia, encontré sin proponérmelo a mi hijo a quien reconocí enseguida gracias a los datos que me aportó la investigación que organicé con mis hombres, con los cuáles hoy por hoy truqueo dinero, subo cifras inexistentes, en fin... todo un lío que se cruzó delante de mis ojos y que desde aquel punto no pude dejar ir, porque si no pude darle una vida feliz a mi primer hijo, al menos le daré la oportunidad de serlo, pero no al lado de una mala mujer que se mueve por bajos mundos.

Muy bajos mundos...

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