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Dominados por la atracción

Oseías

Estamos todos reunidos en la mesa, y antes de que cualquiera lo pregunte, Artemis aclara:

—Sé que debe parecer extraño para ustedes como familia que alguien como yo esté aquí, junto con Oriana, mi buena amiga. —Toma un poco de agua y prosigue— Pero deja de parecer extraño cuando se trata de cosas reales que necesitan ser tratadas. Yo no sé si Oseías les contó quién soy...

—Lo sabemos. —Aclara Mamá— Eres el segundo hijo de Eduardo Murch, y supongo él debe de haberte dicho dónde vivimos.

—No. Pero me sorprende que sepa quién soy, tal parece que Oseías y yo somos los únicos que no nos enterábamos de nuestro parentesco.

—Eres igual a Eduardo. —Comenta mamá con nostalgia, está revolviendo su té, pero justo ahora las cosas toman otros colores, cuando mi mirada se encuentra con la de Oriana y Miriam nos ve.

—Vine con Oriana a Chile en busca de tranquilidad, pero ella necesitaba aclarar unas cosas con Oseías y así lo haría. Es por eso que buscamos la dirección a través del registro de identificación, fue un lío que nos tomó toda una noche, pero lo logramos, lamentablemente las noticias han cambiado y debemos de informarle a Oseías que

— ¿¡Qué cosa Joder!? —Golpeo la mesa enfadado— ¿¡Por qué siempre que apareces tú en mi vida traes malas noticias!? ¿No fue suficiente ya? ¡No conviví con el tal Eduardo! ¡Él no es mi padre!

— ¡Oseías! —Grita escandalizado Papá— Deja que tenga que decir lo que tenga que decir el señor Murch.

— ¿Qué? —Alzo una ceja desentendido— No me interesa lo que Artemis tenga que decirme, además ¿Por qué le pones alfombra roja? ¡Este es un cualquiera!

— ¡No hables así de la familia Murch! —Grita mamá— Ellos fueron los que levantaron todo este lugar, son emisores de la alfabetización de muchos aldeanos y sobre todo tuviste la suerte de que Eduardo no te haya abandonado jamás.

— ¿De qué estás hablando mamá?

El silencio toma la estancia y Miriam desencajada totalmente suelta:

—Todo es una mentira.

Las miradas de todos se dirigen a ella y yo ruego que no lo suelte.

—Con David no somos más que amigos, papá, mamá, quise dejar de ser monja porque me aburrí, porque simplemente desee hacer cambios en mi vida, ¡No quiero mentir más!

—Miriam... —Murmuro con nerviosismo.

En ese segundo, papá se levanta y en frente de todos nosotros le suelta una bofetada que resuena tan fuerte que duele. Y tan rápido ella va a replicar, se la lleva del brazo escaleras arriba.

Mamá se queda perpleja, pero no intercede, no los persigue y frente a eso David se despide y se disculpa. Mamá asiente y lo deja ir, su mirada está perdida en la mesa, no habla ni hace preguntas, pero todos escuchamos los gritos desesperados de Miriam en la habitación de arriba siendo golpeada. Mis manos arden, y mi corazón se está destruyendo, mamá no hace nada...

— ¡Basta ya! ¿¡Cómo vamos a dejar que le pegue a Miriam por algo como eso!? No, yo no lo aguanto.

Me levanto para ir, pero mamá suelta una que me destruye.

—Eres hijo de una unión que nadie aprobó, ni la familia Murch, ni el pueblo. La familia Murch tuvo que entregarte a nosotros en vez de entregarte en adopción al orfanato... Miriam, es más que tu hermana, es también una Murch.

— ¿¡De qué habla señora!? —Intercede Artemis enfadado, pero Oriana lo calma— ¡No ensucie el nombre de mi padre!

—Yo... me casé con Rodrigo a quien conociste como padre dos años antes de que todo ocurriese... Primero viniste tú, y no hubo opción, Rodrigo te aceptó aunque no con mucho ánimo, los Murch son la causa de muerte de todos sus hermanos... Luego... —Mamá observa con notable nerviosismo y pena en su mirada, pero no quiero consolarla, ahora mismo siento que el cuerpo me pesa por haber hecho lo que hice— Luego vino Miriam, yo... engañé a Rodrigo con el padre de Eduardo, es decir, el abuelo de ustedes dos, y de Miriam...Rodrigo se enteró, y desde entonces me obligó a callarme, a aceptar sus decisiones, Oseías no me odies... fue él quien me obligó a aceptar que ustedes debían entrar a la iglesia, él dijo que no quería nunca más un nuevo Murch en esta casa y... cuando supo que Miriam tenía un novio ¡Que maldita sea resultó ser mentira! Tomó la botella y ahora no ha dejado de beber y nos golpea, nos hace callarnos, pero ya no más... ¡no más! —Mamá está llorando desconsoladamente— No puedo no querer a mi hija, ni dejar de quererte a ti que eres como un hijo mío, no puedo no amar a Kaleb, si aun cuando no fue tu mejor jugada en la vida, es el niño que te hace feliz, ¿O no?

Trague con pesar al armar el puzle en mi cabeza, hay una serie de cosas que siento aun no me encajan pero que no quiero encajar. Si Miriam es mi hermana siento temor de todo lo que me provocó, es... es inconcebible...

— No, yo no permitiré que esto siga así. Lo siento mucho mamá, pero yo me llevo a Miriam conmigo, y si tú quieres venir, vente. Pero nosotros no nos quedamos un segundo más en esta casa llena de secretos y maldiciones. ¡No más!

Artemis me mira y asiente, va conmigo escaleras arriba mientras Oriana se queda con mamá, tratando de calmar su llanto que parece no tener fin.

Encabronado subo las escaleras como nunca antes. Ni por Roma sentí tanta rabia junta, ni por nadie en realidad. Toda la paciencia que he mantenido todo este tiempo se ha ido al traste cuando supe que toda mi vida está basada en mentiras familiares, que este es hijo de este otro, que aquello es porque un maldito de afuera dice que así tiene que ser... ¡No más! ¡Mi vida no es el juego de nadie y la de Miriam tampoco!

Al comprobar que la puerta está cerrada y bajo los gritos de Miriam, la patee junto con Artemis, logrando en la tercera abrir de golpe y tirar desde la espalda al maldito que nos orilló a vivir infelices, a creer que esta era la mejor decisión, y que no amarnos sea un error... el error es que nadie nos enseñó a ver más allá, y hoy nos estamos queriendo irremediablemente.

Artemis sujeta a Miriam para hacerla retroceder, aun cuando ella se resiste y no quiere desaparecer de la habitación la obliga y lo agradezco, lo que sea que venga ahora me compete a mí y a este hombre que se hizo llamar mi padre.

Un golpe devuelta no me hace más daño, nos golpeamos pared a pared, ninguno tiene la intención de liberar al otro. Y es que ningún golpe vale más.

— ¡Estoy harto y cansado! ¿¡Cómo pudiste cagarnos la vida!? ¡Viejo de mierda egoísta! ¡Pudimos ser felices con alguien más! —Grito desenfocado dándole golpes contra la pared.

Me empuja y termino en el suelo siendo pateado por la misma eminencia que tuve por padre.

— ¡Maldito bastardo! ¡Desde que apareciste en nuestras vidas no hiciste nada más que darnos problemas con tu jodida cara Murch! ¿¡Por qué no te dimos en adopción!? ¿¡Por qué no te desaparecí cuando pude!?

Él toma uno de los bates de beísbol que están al costado de la cama de Miriam y cuando me va a dar giro en el suelo y me levanto como puedo.

— ¿¡Por qué no fuiste más hombre antes!? ¡Mátame ahora para liberarme de toda esta mierda y deja a Miriam en paz! ¡Deja a mamá y a Miriam en paz!

— ¿¡Por qué!? ¿¡Acaso te acostaste ya con tu hermanita!? ¡Já! ¡No me extrañaría de los Murch! ¡Son unos degenerados de mierda!

— ¿¡Qué, Porqué!? ¿¡Porqué!? —Grito desesperado.

— ¿No te lo dijeron? —Se ríe y me suelta un golpe en la cara que me hace retroceder— ¡Tu mamita la empleada se acostaba con el maldito de tu tío! ¿¡De quién demonios eres hijo tú bastardo!? —Su risa me asusta por un segundo, me confunde, me hundo y no comprendo...

Me suelta una nueva patada en el estómago que me deja sin aire, y desde el suelo veo cómo es que Artemis viene y lo retiene por la espalda, lo golpea de revés a la pared y lo hace caer.

¿Mi madre habría hecho algo como eso? ¿Aquella mujer del confesionario? No... ella no pudo buscar un hijo que no fuera la razón de su gran amor, ¿No es cierto?

— ¡Muérete de una vez peste!

Escucho su grito y veo en lo alto un cuchillo que baja con su mano a toda prisa, estoy aquí y no huiré de mi destino.

— ¡Detente!

La voz de Oriana y su salto sobre la espalda de aquel demonio en casa fue la acción más temeraria que presencié jamás. Miriam intenta ayudarle pero está tan lastimada que pronto cae al suelo con dolor.

— ¡Oriana, no!

Artemis intenta adelantarse, pero ante nuestras miradas, vemos como Oriana es aventada desde el segundo piso por la ventana que maldita sea... estaba abierta.

El hombre asustado nos observa dejando caer el cuchillo y huye dejándonos a todos nosotros en el escenario que jamás pensamos.

La policía no tardó en llegar, Artemis llamó al comprobar que el pulso inexistente en Oriana era claro. Mi boca estaba seca y mi cuerpo lleno de heridas que no sanarían más rápido que mi cabeza. El cuerpo de Oriana siendo cubierto, y sus últimos segundos de vida se repiten una y otra vez como una mala pesadilla en mi cabeza.

Artemis llora abrazado a mí, y yo intento darle consuelo pero no soy más yo. Algo cambió rotundamente en mí al momento de saber tanta verdad junta, y en Miriam también, no concibo que me haya ocultado tantos golpes, ¿Por qué jamás habló?

Nos han tomado declaraciones a cada uno por separado, y han coincidido, por lo que deducen que nosotros no tuvimos que ver en el asesinato de "la extranjera" como le llaman entre ellos.

Al pensar en Oriana lo único que se me viene a la cabeza son esos cinco niños que quedan a la deriva y a quienes no dudo en dejar solos si era por mí. No podré con esto, ni con su partida jamás. Pagó alguien que no debería haber pagado mi destino, intercambió su vida por la mía y no tuvo el valor de decirme ni un porqué de todo... si una vez le gusté, quiero saber, ¿Me amó?, ¿Sintió aquello para resolver su muerte así? ¿O jamás pensó que moriría?

Miriam está devastada tomando su cabello en el sofá. Mamá no da un segundo más sin poder llorar y suelta una risotada enérgica de puro nerviosismo.

—Artemis... esos niños ¿han venido contigo? Porque tengo que cuidarlos, no pueden quedarse solos... todo esto es mi culpa...

Artemis asiente y me dice algo que no olvidaré jamás.

—No permitas que un padre falte en aquella casona... No repitas la historia, imbécil...

Su mano entra en el bolsillo interno de su abrigo y saca unas llaves que me entrega.

—Es toda tuya ahora... yo no quiero nada, jamás quise nada y ahora tengo alguien por quien vivir...

— ¿Quién? —Murmuro viendo el suelo, perdido.

—Francesca, nuestra pequeña hermana... ¡Y ahora tú también tienes por quién vivir! Agradezco que tu niño estaba en las habitaciones de abajo cuando ocurrió todo esto... agradezco que no haya visto, pero ahora deben marcharse, esta casa solo estará llena de malos recuerdos, y no vamos a desperdiciar el sacrificio de Oriana en esta mierda... mira... —Artemis saca desde el bolsillo externo ahora una cadena de oro que me entrega— Oriana te la regalaría en cuanto hablaras con ella, quería que supieras que te quería, y que vendría por una oportunidad con el niño que le robó las flores de cada florero en el restaurante... —Artemis sonríe levemente apenado— No entiendo qué les haces, pero Oriana jamás se enamoró hasta este punto de viajar... ahora, yo no quiero pensar que todo esto ocurrió para alejarnos, no quiero que me veas como a un enemigo, me he equivocado, tuvimos la mala suerte de conocer a la misma mujer y de enamorarnos como imbéciles... pero —Artemis solloza y se limpia los ojos con la manga de su abrigo, apenado le miro— Eres mi hermano, no te conozco... pero quiero conocerte, nos unen muchas más cosas que los hermanos de Oriana, y quiero estar presente en todo esto, hay un millón de negocios de papá que no podré llevar sólo, negocios que son reales, que no son estafas, yo no quiero ser un Murch perdido que muera joven, quiero ser ese Murch del que todos estarían orgullosos si tú me acompañas en todo esto, porque sólo... jamás podré.

—Y Miriam... es nuestra hermana también... —Digo con nerviosismo jugando con la cadena entre mis manos— Oriana... Dios... —Cubro mis ojos ahora que no puedo evitar las lágrimas, estoy completamente apenado.

Artemis pasa una de sus manos por mi espalda y me abraza.

—No importa si Miriam es nuestra hermana... yo no pienso estar sólo nunca más, no quiero viajar otra vez sin tener a donde llegar... ¿Qué es lo que sucede entre tú y Miriam? —Suelta sorprendiéndome.

—Nada...

—Nada —Artemis mira al techo— Nada es una palabra muy grande que demuestra más que nada. ¿Sabías? Esas miradas que te lanza a veces, no son para nada discretas, ¿Y qué hay con eso? Si se quieren... ¿Qué hay?

— ¿Tú crees? —Pregunto observando a Miriam que está del otro lado del ventanal sentada en el columpio, ella también está totalmente ida.

—Yo creo que es momento de ser honestos con los demás, y enseñarles que no todo es perfecto pero nada, están siendo felices, y la felicidad es imperfecta. Oriana te querría ver feliz, y no siendo un desentendido del amor. Eres el más cursi entre tú y yo, no hay que ser algo que no somos.

Observo a Miriam un momento más y luego a Artemis.

— ¿Qué se supone que tenías que decirme?

—Ya no importa hermano... tan solo sé feliz. —Artemis mira su reloj y se levanta— Tengo que alcanzar a la policía para repatriar el cuerpo de Ori... y llevármelo a Italia...

—Quiero estar allí, en el momento en que Oriana se aleje en el avión...

—Por ahora, necesito de ti, quiero que vayas con los hermanos de Oriana y les apoyes... todo esto será muy duro para todos ellos...

Un nuevo abrazo, se sintió como un "hasta pronto" y una nueva mirada de Miriam con la mía, se ha convertido en la paz... ¿Sería esta la forma que tiene la vida para decirnos que la felicidad comienza?

¿Sería ahora el momento de avanzar?

Días después

Estamos reunidos en la casona Murch, despidiendo el cuerpo de Oriana que está representado por una fotografía que adornamos con hermosas rosas blancas y rojas. No hay precio que no pagaría por haberle dado un abrazo al final.

Dejo un beso en la fotografía, y vuelvo al lado de Miriam y mamá que está del otro lado. Mamá aún no se entera de nuestros sentimientos, pero ahora no es el momento de decirlo.

Artemis lee unas palabras que nos llegan al corazón, sus hermanos que ya saben lo que ha ocurrido lloran, pero han estado asimilando más que todos nosotros juntos. Ellos no volarán a Italia, estamos peleando su custodia a través de una demanda interna de Murch contra aquel hombre alcohólico que tienen por padre, es claro que lo conseguiremos, no vamos a abandonarlos.

Abandonamos la casona Murch y como quien dice por ahí, nos alejamos kilómetros de Oriana al ver como el avión se lleva su cuerpo, y a Artemis, que debió ir en representación de nuestra familia.

Días después, decidí salir de mi encierro cuando Miriam me animó a ir a un karaoke, algo suave que no debería parecer nada mal ante los ojos de nadie. Los hermanos de Oriana se han quedado encantados con mamá que se comienza a encariñar con ellos y por todas sus travesuras. Ha pasado casi un mes desde que Miriam y yo iniciamos una relación en secreto y realmente es que una parte de mi es feliz por aquello.

Miriam me ha llevado por la ciudad de viña hasta aquel bohemio lugar en que alguna vez estuve, pero en Italia.

— ¡Ven! ¡Mira! ¡Shan, Shan, Shan! ¡nananana! —Dice divertida descubriéndome los ojos, después de haber caminado así varias cuadras.

—Miriam... —Murmuro divertido— ¡Pero esto es una salsoteca no un karaoke!

—Las monjas jamás vendrán a una salsoteca. —Se excusa— Además siento que estás muy oxidado, te falta movimiento.

— ¿Qué me quieres decir con eso? —Alzo una ceja un tanto ofendido, pero termino siendo arrastrado dentro de un lugar en el que todos bailan animados salsa.

—Ni siquiera sé bailar la bamba y voy a bailar esta cosa Miriam.

—Pero aquí se aprende. —Se queja llevándome a la pista casi a rastras.

—Podrías haberme avisado para venir sin traje. —Comento avergonzado, aquí todos visten livianos y libres de cualquier tipo de corbata. Un aire del pasado, es justo lo que pasa por mis recuerdos ahora, aquella vez que bailé con Roma la primera vez...

— ¡Pero si es genial que vistas así! Te ves más guapo. ¿Y sabes que es mejor? Es que eres sólo mío. ¡Mío! —Dice pasando sus manos por mi cuello.

Justo en ese instante la música se detiene y yo me río.

—Parece que tu plan se ha frustrado Miriam, volvamos a casa.

— ¡No!

—Vamos.

— ¡NO!

El presentador anuncia entonces que la música se detuvo porque comenzarán con el concurso para la mejor pareja. Aquel que se atreva a cantar con el grupo musical en vivo para su pareja ganaría una estadía en el hotel vista perfecta, solo una noche, pero vamos... ¿Qué me dicen a mí de cantar? Jamás he cantado salsa pero me apunto divertido y con convicción.

—Ya verás en que te metiste peque. —Le anuncio antes de besarle el dorso de la mano y subir al escenario con otros cuatro hombres.

Miriam está completamente ruborizada y se queda estática en la pista viendo como primero cantan los otros cuatro, pero cuando me toca a mí, comienza a beber con frenesí de su vaso que lleva en la mano.

— ¿Qué nos va a cantar el caballero de traje? —Bromea el presentador.

Yo arqueo una ceja y le quito el micrófono.

—Procura coquetearme más —Respondo guiñándole a Miriam que no sabe dónde meterse.

Divertido sigo los acordes del comienzo de la salsa intentando formular un buen ritmo que pronto se hace de mí y de todos en el alrededor.

—"Procura coquetearme más

Y no reparo de lo que te haré

Procura ser parte de mí

Y te aseguro que me hundo en ti

Procura no mirarme más

Y no sabrás de que te perderás

Es un dilema del que tú ni yo podemos escapar"

Miriam bailotea sola entre todas las parejas y yo salto desde el escenario para acercarme cantando hasta ella. No voy a alejarme jamás de este sentimiento que me sana día a día.

Dejo el micrófono al terminar en las manos de una de las parejas y escapamos antes de los resultados, a mí no me importa obtener un premio por cantarle a Miriam, tampoco quiero pasar una noche en un hotel con ella, quiero tenerla conmigo sin escondernos otra vez.

Divertidos y algo embriagados tomamos devuelta un taxi a la casona y entre risas subimos las escaleras, pero al termino callando con beso que nadie ve, pues todos ya están durmiendo.

—Shhh... Shhh, ya cállate peque. —Le ruego cerrando la puerta de mi habitación.

Ella sin pudor alguno me coquetea con la mirada y se atreve a desnudarse frente de mí y a posicionarse de revés.

—Anda, házmelo ahora —Me desafía con una sonrisa que me enciende.

Me acerco sin demoras y deslizo mi pantalón con mi ropa interior para empalarme de una en su ardiente sexo que me provoca mil cosas a la vez. Sin descanso bombeo dentro y fuera haciéndola jadear con fuerza. Con una de mis manos la silencio y beso su espalda descubierta.

— ¡Joder, que te amo Miriam! —Le suelto en sus oídos algo agitado.

—Yo... yo más. —Murmura entre mis dedos que está lamiendo mientras la hago mía.

—Dame más —Le pido con descaro.

Ella sabe a qué me refiero, y sin pensárselo se aleja un poco y me empuja en la cama. Encimándose sobre mí se auto penetra y comienza a moverse desenfrenadamente sobre mí. Mi corazón está desbocado y suelto un jadeo que me hace tomar su cadera y bajarla con fuerza de una sola estocada en la cual me vine de lleno por enésima vez.

—Definitivamente me vuelves loco. —Le suelto con una risa baja.

La acomodo sobre mí y aun sin salir del interior de ella le beso los labios con devoción.

— ¿Qué es lo que me tenías que decir esta tarde?

Esta tarde estuve sólo bajo la viña de la parcela de la casona alineando algunas cosas que Artemis me informó, por lo que no tuve tiempo de ir con ella.

—Nada, no importa —Murmura agitada.

—Dímelo, traviesa.

—Hemos hecho una travesura —Suelta divertida— Porque estoy embarazada Oseías.

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