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Disparo a la convicción


A la mañana siguiente despierto con Papá al filo de mi cama viéndome acusadoramente. Rápidamente me incorporo sentándome.

— ¿Sabes por qué Miriam insiste en que nos vamos?

Rápidamente junte piezas de algo que no recuerdo del todo, mi cabeza duele demasiado y mi ropa está colgada en una silla acusadora que está a un lado de la ventana abierta. ¿Por qué la habría dejado allí?

—No lo sé, puede que extrañe a sus amigas.

—Cierto, no lo pensé antes... ¿Cómo les fue con el tenis?

— ¿Con el tenis? —Pregunté extrañado.

—Fueron a jugar Tenis ayer, ella llegó muy cansada y nos avisó que tú ya estabas durmiendo.

Asentí a eso, no iba a darle un altar a mi hermana, porque lo habíamos hecho mal. Pero ya estaba hecho. Recordar la noche anterior es un espiral gradual que fue pasando lento por mis recuerdos y que se detuvo en los ojos cafés de Roma. Cerré los ojos con fuerza y negué.

—Volvamos entonces, de todos modos debo asistir a la ceremonia de toma de la sotana. Preferiría hacerlo bien y estar preparado.

Papá asiente y se levanta.

—Prepara tus cosas, pediré que nos levanten la reserva que teníamos.

Asiento. Cuando papá se va me dejo caer en la cama y me cubro por completo. No sé por qué hice algo como eso, fue realmente estúpido, mi año de retiro espiritual no sirvió ni un segundo en esa situación. No puedo permitirme entrar en este mundo si mis muros no están consolidados, este error no lo puedo cometer con sotana, y sobre todo tengo que olvidarlo si no quiero martirizarme eternamente.

Me levanté con un dolor generalizado y acercándome a mi ropa tendida en la silla la tomo para olfatearla, efectivamente estaba entre el humo de los cigarrillos y el sudor del baile, son pruebas que tengo que guardar si no quiero problemas. Cuando estaba a punto de envolverla en una sábana un papelillo cae desde un bolsillo del pantalón.

Alcé la mirada al techo esperando no fuera nada extraño, sería mucho que me haya drogado. Al tomarlo y abrirlo descubro una nota de Roma que rápidamente cierro. ¿Cómo llegó la nota allí? No puede ser que esa chica haya estado aquí y nadie la notó.

En la nota ponía: "Fiesta en la playa, ¿Vienes? Nos ha faltado bailar y hacer otras cosas, ¿No crees?"

Es para estar todo un año de rodillas arrastrándome, no siento nada excepto temor de esta situación. Asomándome por la ventana tomo aire y exhalo fuerte.

— ¡Buen día guapito!

La voz de Roma apareció desde el balcón de abajo, la chica estaba allí saludando con su sonrisa asfixiante. Como pude levanté la mano y le saludé sin decir nada, es como mucho descabellado pensar que haya subido desde su balcón al mío.

— ¿Te llegó mi mensaje? —Bromea— Si me caía y me moría era tu culpa. ¿Cómo estás? Anoche te fuiste bastante mareado, pero que bien lo pasamos...

— ¡Shhh! —Nervioso miro hacia atrás, mi puerta sigue cerrada, y bajando la voz le contesto— Escucha Roma, me gustaría decirte más cosas, pero hoy me voy y solo te pido que guardes el secreto o mi familia se escandalizará.

— ¿Porqué? ¡Ah! —Dice ella mirando al frente— Debe ser que ya tienes novia en tu país y viniste aquí y nada, fue un polvo al aire.

— ¿Cómo? No, no, no. —Repito no sé por qué— No puedo decírtelo, pero juro que no tengo novia y no la tendré.

Ella alza la mirada hacia arriba extrañada y sonríe lentamente, como si por arte de magia me hubiese descubierto, esperaba se alinearan los ángeles y de hecho obviara que llevaba colgando el collar de mi retiro espiritual.

— ¡Ya veo! ¡Eres un monje budista! De esos que hacen retiros espirituales y hacen esos movimientos místicos y todo eso.

Resople ante su idea, pero era mucho mejor de lo que esperaba.

—Solo dejemos allí lo de anoche, ya pasó, fue y estuvo bueno pero

— ¿Estuvo bueno entonces? Me alegra saberlo, jamás había estado con un hombre tan guapo, es decir, ¡mírate!, estás en tu balcón tomando aire en ropa interior y no te importa mostrar tu cuerpo definido.

Avergonzado al notarlo termino cubriéndome detrás de la maceta de palma.

Ella se ríe y termina sentándose en su balcón, inclinándose para poder verme.

—Ya no te preocupes, no hay nada que no haya visto antes en tu cuerpo, excepto esos cuadros en tu abdomen y esos muslos duros que ufff... ¡En fin! Si te decides te deje mi número en el reverso de la nota.

—Sí, sí, sí Adiós.

Rápidamente me meto con histeria a la habitación, estaba en dos, yo no puedo pero sí que quería ir. Comienzo a vestirme con un chándal y unas zapatillas deportivas, por ahora simplemente terminaría mis maletas y olvidaría el hecho de que Roma existe o ya todo se irá a la antártica.

Cuando llegó la noche, mi familia y yo ya estábamos dentro del ascensor con el hombre que nos lleva las maletas en su carrito a las afueras del hotel, nuestro vuelo sale en una hora.

Miro los número en el ascensor y cuando estamos pasando por el catorce me tenso, pienso en todo lo ocurrido y miro a los espejos del ascensor.

—Buenas noches —La voz de Roma entra en el ascensor e intento no despegar la mirada del muro con espejos, pero ella ya me está viendo.

—Deberíamos pasar por una almohadilla más cómoda Patricio, la última que traía el avión me dejó muy mal el cuello —Comenta mamá.

—Sí, ahora vamos, en el aeropuerto seguro hay tiendas.

Roma arquea una ceja, la veo desde el muro con espejos. Sé que debe estar pensando de todo y aun cuando quiero decirle muchas cosas me muerdo la lengua.

Hemos llegado al piso en que todos descendemos y Roma desvía la mirada a un hombre que la llama. Yo, termino saliendo con las manos en los bolsillos... ¿Quién sería ese hombre? ¿Por qué no me vio salir? No importa, esas cosas no deben de importarme.

Cuando ya estamos esperando taxi, me volteo levemente, es imposible no querer saber que pasaba allí atrás, y efectivamente, descubro que Roma tenía novio, el chico la está besando y ella lo abraza por el cuello. Ahora mi problema es a un mayor, sobre todo porque no sé qué me dio verla así, tal parece que el mundo estaba acabándose, y yo por unos segundos me uní a eso.

Mosqueado por lo que acababa de ver retiré la idea de mi cabeza, a la basura.

Ya en el avión me recosté en el asiento y tomando los auriculares puse algunas de las enseñanzas que debía de saber para mi gran día, este soy yo, y no cambiaré, menos ahora que descubrí con mi propio cuerpo y mente que en verdad las cosas van de mal en peor en el mundo.

Dos semanas después

Ceremonia de la sotana

El sacerdote Macedonio está caminando lentamente, enciende una a una las velas delante de nosotros. Hay un silencio que pasa por encima de los pensamientos que te hace sentir cuán importante es lo que está por ocurrir.

Mis padres están en primera fila, mi madre sostiene un pañuelo en sus manos, está emocionada, y por otro lado está Miriam, que también ha sido preparada para esto, ella sería lo que llama "Una monja carismática como la de la película Cambio de hábito" ante aquello yo siempre me río, me hace gracia pensar que mi hermanita use una falda tan larga.

Tan larga como la de Roma.

Mi semblante se tensa y vuelvo a ver al frente, a mi costado hay varias otras personas que han venido a ver este momento, que si bien no es el definitivo, forma parte de un paso importante.

—Oseías, ¿Alguno sabe lo que significa este nombre?

Todos los presentes están murmurando pero nadie responde al Sacerdote Macedonio que sonríe.

— "Salvación"

Yo tampoco lo sabía y me sorprende demasiado.

—Todo indica que mi buen alumno Oseías vendría aquí, aunque siempre debemos de recordar que toda gloria le pertenece al único Dios, Oseías estará a su lado, acepta sus enseñanzas y su forma de vida desde ahora.

Asiento.

—Es este un momento realmente importante y a mi gran alumno quiero decirle este es un camino difícil de tomar a tan temprana edad, pero que te dará la paz que todos necesitamos.

Asiento y miro al suelo al momento en que el sacerdote Macedonio me ayuda a ponerme la sotana. Al estar completamente vestido el comenta:

—Desde hoy dejas tu hábito secular y tomas el hábito eclesiástico.

—Sí... —Respondo bajo con una sonrisa tensa.

—Ojalá y un día llegues a Roma hijo. —Comenta Macedonio palmeándome la espalda con complicidad.

Yo digo "SÍ", pero que difícil es escuchar Roma de nuevo cuando ya no debo escucharlo. Suspiro y abrazo a mi madre que me hace sentir extraño al momento que besa mi mano.

—Bien hecho hijo —Me felicita papá dándome una mano que estrecho.

A un quedan más pasos y quiero que el tiempo se detenga. ¿Algún día volvería a cruzar la mirada con Roma? Esperaba que no, porque entonces todo volvería a estar en duda y tendría rabia de su evidente mentira, aquello no me lo permitiré.

Todos aplauden en la iglesia y les saludo con una mano alzada.

Siete años después...

—Hoy es un día realmente especial para estos jóvenes que deciden tomar un camino diferente que les entregará respuestas a las aflicciones de otros, y a las propias, pero no por aquello dejarán de ser personas, pueden reír, bromear y hablar con ustedes como un amigo más, la sotana no les impedirá ser personas, pero sí que caminaran por la senda del bien. Los felicito

El Sacerdote lagos, ese soy yo el día de hoy. Un amado del pueblo y un cercano de los que necesitan más ayuda, mis metas se han extendido en esta mi senda que caminé con temor por varios años, pero que hoy desempeño con astucia. No me limito a leer párrafos en la biblia, sino también a hacerlo entender, llevarlos a la vida cotidiana y hacerlos sentir más familiares para las personas. Algunos también me llaman el "Padresito Aguas" Por la forma en que hablo, dicen que relato rápido todo, y es que mi ansiedad crece cuando tengo que correr de una misa al orfanato, donde están los niños que me han robado el corazón, los cuido tal como si hubiesen sido míos o de cualquiera, son niños, y los adoro por eso.

Hoy estoy entregando sotánas a nuevos aspirantes que deberán tomar todos los pasos que yo tomé, y la iglesia está repleta, hay muchas familias y fieles.

Si, también hay algo que tengo que obviar es la atenta mirada de algunas jovencitas queriendo tomar mi atención con su ropa corta y rasgada, ciertamente yo no las puedo discriminar, pero eso no amerita que cuando se acercan con cualquier excusa las aconseje para que nadie las mire de otra forma, y es que ser sacerdote no me hace exento a saber que allí fuera, hay muchos hombres y mujeres que han sido arrastrados con los demonios y la perdición.

Me río, cuando las niñas vienen a mí queriendo averiguar sobre mí persona, tan solo les bromeo y les hago saber que no necesitan saberlo.

—Pueden acercarse los padres de familia a felicitar a sus hijos, y por supuesto podemos tomarnos fotos, no me molesta —bromeo y todos ríen en la iglesia.

Me quito el hábito y lo doblo. Me inclino en el altar y rodeo este mismo para tomarme fotos con los nuevos aspirantes.

Voy vestido de negro, pantalón y camisa, en la cual llevó aquello que todos llaman "la cosita blanca del cuello de los sacerdotes" yo le llamo de una forma divertida, "La servilleta dura"

En mi cuello un rosario y vamos tomándonos fotos. Todos mis alumnos me quieren y yo a ellos.

—Oseías...

Me volteo al oír mi nombre tras de mí y me paralizo al ver a aquella mujer.

—Roma...

Ella me escanea, sé que debe estar pensando ahora mismo.

—Eres... Sacerdote...

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