Bella ciao
—No puedes ser tú... —Murmuro aterrado.
Artemis, el joven que conocí del brazo de Roma, aquel rival que sentí me la arrebataría me está observando de pié, trajeado y con unos impolutos zapatos que van tan limpios que brillan.
—Tú estás muerto, te mataron. —Digo sonriendo extrañado.
— ¿Qué es lo que haces tú aquí? —Pregunta viendo mi nueva sotana en la cual llevo un cinturón burdeo.
— ¿Cómo? —Pregunto sin creerlo aun— Es que no me puedo explicar que estés aquí, que estés vivo, ¡Vivo!
—Dime ¿Qué haces aquí? —Exige bajo un semblante serio alzando una ceja.
— ¿No ves? Claro que no ves, si estás muerto —Insisto— Me hice Obispo y me quedaré aquí, ahora vivo aquí.
—Non può essere... —Sé lo que ha dicho, porque en bastantes ocasiones lo he escuchado.
— ¿Por qué te molesta? ¿No te va bien? Porque nadie que vaya trajeado así la pasa mal. Además veo que estás casado. —Articulo viendo el anillo en su dedo— Imagino que es con Roma, porque si todo lo que pasó allí fue un circo... eso quiere decir que es aún más aterrador todo lo que ocurrió aquella última noche.
—Così cretino... —Niega— No. No me casé con Roma y tampoco me interesa lo que sea de ella. Y si me disculpas ya me voy, no pienso perder el tiempo con un santo.
Lo detengo de un brazo y lo hago voltearse pero este me empuja.
— ¡No me toques!
—Mira... aquí se teje algo muy extraño, y exijo que me enseñes qué es. Porque de lo contrario abriré mi bocota y diré todo lo que sé, diré que no estás muerto y que estás aquí bajo un atuendo que no te pertenece. Porque hasta donde yo llegué tu andabas de trota mundos con ropita hippie de mal olor.
—Bastardo... —El de ojos azules gruñe y se arregla la corbata para ignorar las miradas ajenas a nosotros— Pero si te digo, espero que no me culpes.
— ¿Culparte? ¿Por qué debería culparte? —Alzo una ceja sin comprender.
—Porque Roma no querrá volver a verte y menos saber que estás aquí.
— ¿A mí que me importa lo que piense Roma? —Murmuro enfadado.
¿Qué, qué me importa lo que piense Roma? Pues sí me importa, pero no como antes, no me importa si quiere mearme encima porque ya me mojó mucho antes. Ahora simplemente quiero la verdad, y si esta verdad vino a presentarse así tan abruptamente iría a buscarla, porque en nuestras vidas no pasa dos veces el velero de oro.
—Bueno, yo ya te lo advertí. Pero no será ahora, será por la noche.
—Hora y lugar. —Dije serio.
El imbécil me dio una dirección a la que debía de llegar cerca del atardecer. Estoy caminando de un lado a otro en el monasterio bajo la cúpula en la que están pintados los Arcángeles. Estoy nervioso, no sé a qué tipo de Roma me voy a enfrentar, y sobre todo me pregunto, ¿Qué pudo cambiar tanto en un año?
¿Por qué no se alegraría de verme? Necesitaría sin duda la paz de la oración, refugiarme en mis votos, en mis promesas, o acabaría volviéndome loco.
Cuando llegó la hora me encontré con el imbécil de Artemis que extrañamente sigue sin sonreír. Me es extraño porque Roma habló de él conmigo alguna vez, alguna vez me dijo que era un tipo muy alegre y tal parece le arrancaron el corazón, porque incluso en el camino no se detuvo cuando un niño cayó a su lado. Por largas calles llenas de bohemia me ha llevado caminando, calles que no debía de presenciar en mi posición, pero hasta este punto era mucho más importante la incertidumbre.
En uno de los tantos bares y karaokes me tropieso con una joven que se levantó se su silla. Mis ojos se encuentran de lleno con los verdes de Oriana que me empuja.
—¡Accidenti!
—La bellíssima Oriana —Me mofo de la única cosa que sé decir bien y ella se molesta algo sonrojada— ¿Qué haces aquí?
Olvido por un segundo que no sabe español y me cubro el rostro como estúpido.
—Joder... la cago monumental contigo —Comento en español. Artemis que presencia la escena suelta una risilla.
— ¿No conoces a Oriana, cierto? —Dice Artemis tras de mí.
— ¿Qué? ¡Claro que la conozco! —Respondo con altanería.
—Tal parece que no. —Responde ahora Oriana en español dejándome como un estúpido— Hola Artemis. ¿Qué haces con mi amigo el imbécil?
— ¿¡Qué demonios pasa aquí!? —Digo extrañado.
—La bocota del Obispo... —Comenta uno de los jóvenes que está sentado en la mesa— Brindemos por el santísimo amigo de Oriana, ¡Brindemos!
Estupefacto veo como todos los jóvenes, hombres y mujeres vestidos de invierno me invitan a beber cerveza con ellos. Oriana aplaude junto con las mujeres y Artemis que se anima se sienta a beber sin importarle nuestro acuerdo.
— ¡Oh ya siéntese señor! —Grita Oriana de forma relajada sentándome y sentándose sobre uno de mis muslos.
— ¿Pero de dónde se conocen? —Pregunto aun sin caer.
— ¡Bebe y te digo! —Grita.
Enseguida una mesera trae consigo un jarrón lleno de cerveza de la cuál la espuma se cae. En un principio dudo de sí hacerlo o no, pero finalmente digo.
—Solo un poco.
Bebo solo un poco...
Dos horas después...
— ¡O partigiano, portami via, O bella ciao, bella ciao, bella ciao, bella ciao! ¡O partigiano, porta mi via, Ché mi sento di morir!
Bailamos como si se tratase de un corrido mexicano Bella ciao de Manu pilas. Cachete con cachete, mano con mano, ¡Y bella ciao!
— ¡EEEHHH PÁ! —Grito animado viendo bailar ahora por sí sola a Oriana en la pista mientras yo aplaudo con frenesí.
Las luces son cegantes, somos felices ¡Por Dios que felicidad siento!
— ¡Mueveló Santísimo! —Grita Artemis levantándome.
Animados bailamos sin mirar con quién y cuando abro los ojos tengo frente a mí a Oriana que divertida sigue los pasos y el ritmo de este rápido himno. Me desabotona el hábito y animado me lo quito dejando mi camisa a la vista.
Todos los amigos de Oriana incluidas las chicas me alaban animadas.
Todos estamos felices y como siempre alguien propone:
— ¡Griten algo de lo que quieran despedirse y alcemos las copas para que se vaya a la mierda!
Artemis alza la copa y grita algo como:
— ¡Adiós a mi matrimonio de mierda!
Todos toman un trago por ello, le sigue Oriana:
— ¡Adiós al infeliz de mi Padre y su estúpida adicción!
Todos volvemos a tomar por eso y río divertido cuando me toca a mí:
— ¡Adiós a toda la puta de Roma!
Todos ríen y beben sin medir, felicidad, Artemis ríe, Oriana Ríe, damos vueltas... vueltas...vueltas...
A la mañana siguiente:
Despierto con un jodido dolor de cabeza que se esfuerza en mantenerme con los ojos cerrados. Como puedo me voy sentando en la cama y me tallo los ojos con ambas manos.
—Joder... —Digo bostezando.
—Buongiorno partigiano...
La voz femenina a mi lado me alerta y cuando veo a Oriana bajo las sábanas, desnuda y mirándome abrazada a una almohada me trago lo que queda de alcohol en el vaso que está en la mesa aun lado de mí.
Por todo el cuarto están regados sus amigos durmiendo medios desnudos, incluso Artemis que está abrazado a una chica rubia en el sofá me sorprende. ¿¡Qué mierda hicimos!?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro