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Aniquilados por el silencio


Observé fijamente a Miriam, de ninguna forma en especial, pero aun cuando ella río y se marchó dejándome allí, me quedé estático pensando, ¿Qué habría sido eso?, y ¿Por qué no lo evité?

Me asusta haber sentido los labios de Miriam en mi cuello después de haberla visto crecer junto conmigo, nos llevamos casi cinco años, y hoy pareció ella me lleva un siglo por delante, jamás lo habría imaginado. Tantas veces me vio vestirme, otras tantas aparecía durmiendo conmigo porqué según ella le daba miedo el sonido del árbol en la ventana. Era mi hermana, ¿Cómo iba a imaginarme otra cosa?

Me quité la sotana y la doblé para guardarla e ir con la mujer el autobús, no es ninguna sorpresa que si Roma está aquí es porque es ella la hija, y que tendremos que lidiar el uno con el otro.

Mientras me acercó a la dirección que me dejó aquella mujer sigo inmerso en aquella confesión, y el temor vuelve a inundarme, si no cumplía con los designios de mi hermana de corazón mi historia con Roma estaría más expuesta a ser juzgada por quien se le dé la gana.

Mi historia con Roma... sigo pensando que hay una pequeña esperanza de que esto continué y podamos estar juntos, ¿Cómo puedo seguir así?, imposible que esté tan clavado y tan atado a la vez.

Al llegar frente a la puerta de aquel apartamento miré mis manos, y suspire. Esto se veía más negro que ayer.

Toqué...

— ¡Padre Aguas! —Gritó enseguida el niño que abrió con un casco puesto.

Sorprendido pasé con una sonrisa un poco atontada, soy consciente de que este niño es como mi Lili, un prototipo imposible de no querer.

Alcé la mirada tras sonreírle al niño y me encontré de lleno con el mismo extranjero rubio sentado en el sofá a un lado de Roma, que le sostenía las manos y se recostaba casi sobre él. Más cómodo me habría sentido en una cama de clavos.

—Padre, que bueno que pudo venir, mi hija accedió a venir junto a su novio. —La mujer alzó ambas cejas y alzó sus hombros, sé lo que ha deseado decir realmente.

Con la mirada clavada en Roma me acerco y sonriendo me siento frente a ellos.

—Descarada... —Murmuro antes de toser.

— ¿Qué dijo Padre? —Dijo Roma extrañada enderezándose.

—Escarlata, que hoy tengo que comprar una lata de pintura escarlata para pintar el confesionario por fuera, está un poco gastado porque muchas veces vienen personas ajenas y se toman fotos dentro.

Roma sonrió pero sé que se ha sentido aludida, no hay un lenguaje más sincero que el del silencio, y el de ella otorga más que una simple afirmación.

Su madre ha aparecido con una charola en la que trae papitas y unos vasitos con jugo.

—Muchas gracias. —Digo tomando mi vaso.

—Bueno, como ya ve, Padre, Kaleb le está esperando para cobrarle la palabra del rafting. —Comenta la mujer viendo a su nieto que me sonríe con evidente felicidad.

—Claro que iré, pero antes tengo que hablar algo con tu abuelita, enseguida nos vamos si así lo permiten. —Digo viendo a la mujer mayor.

—Sí Padre, llévelo, le hace falta distraerse.

Asiento y veo como la mujer manda al niño a su habitación, al encontrarnos solos los cuatro, toma su vaso y mira a Roma.

—Esta es mi hija Roma, ya le había comentado que tiene un nuevo novio.

—Sí. —Digo seco.

—Bueno, sucede que mi hijita aún está en su trámite de divorcio con Luis pero se esfuerza en sacarme canas blancas. Creo que ni un santo pueda arreglarle el cerebro a Roma

—Me llamo Artemis —Dice el extranjero que tan rápido toma la palabra dice— Roma ya conoce al Padre. ¿No es cierto?

—En efecto —Dice ella con calma, ¿Qué mierda estaba diciendo?— Lo conocí cuando llegué a Chile, pero no hemos tranzado mucha palabra.

Artemis asiente, tal parece que están confabulando entre los dos. O Roma le metió una excusa muy buena. Dejo mi vaso en la mesa y observo a la mujer mayor que le mira cansada y decepcionada.

—A Roma se le zafó el último tornillo que le queda Padre, y necesito que usted me ayude. Esta chica se irá a vivir con su novio.

—Artemis. —Corrige el extranjero nuevamente alzando una ceja a la mayor.

—Como sea, con su novio se irán a vivir juntos en la capital, y lo malo de todo esto es que aún no se divorcia y ya está pensando en casarse.

Abrí los ojos un poco más de lo normal y observé de lleno a Roma que ni se inmutó. ¿¡Qué mierda le pasaba!?

—Pero me quiero casar por la iglesia, nunca lo he hecho. Antes sólo me case por papeles, ahora quiero hacerlo de la otra forma. —Comenta antes de beber de su jugo.

— ¿Qué? —Repito dirigiendo mi mirada al extranjero que me provocaba histeria. Es un milagro que no me haya lanzado a su cuello tras la atrevida confesión de la que me practicó aquello hace un rato atrás.

—Quiero quedarme con Roma, es todo lo que buscaba, y pienso detenerme en este lugar para hacer una vida con ella.

—Sí, eso, pero, ¿Desde hace cuánto se conocen? —Pregunto cómo restándole importancia a su petición de mano.

—Llevamos casi un mes y algunas semanas más. Pero ¡Oh vamos!, nadie que entienda el amor esperaría estar nueve años aburridos para tomar una buena decisión con una excelente mujer.

—No sé qué es lo que le hayas de buena mujer, si apenas sabe hacer fideos pegados. —Comenta la mayor con una sonrisa de oreja a oreja.

—Bueno, yo estoy dispuesto a casarlos si es lo que quieren. —Dije con la usual calma de Roma, ¿Sólo a ella le gustaba jugar? Perfecto, jugaríamos los dos.

Roma que se ha quedado estática siente el abrazo de Artemis y seguido de aquello atrapa sus labios y se besan delante de mis ojos que no se limitan mucho al momento de enojarse. Me levanto y sacudo mi Ropa.

—Bien señora, no puedo hacer mucho más si es ella quién decide casarse, le recomiendo una terapia si lo que quiere es que su hija tome buenas decisiones, porque la religión no va a gustarle. —Esto último lo dije mirándola directamente, sabe lo que le he querido decir.

—Lo siento mucho padre si le hice perder el tiempo, pero me alegra que usted pueda llevar a Kaleb al menos.

Casi había olvidado la promesa que le hice a este niño, pero por ahora no iba a decirle que no, a Roma parece molestarle ver al niño llegar y acercarse a mí con tanta familiaridad, pero una mierda para ella si le molesta. Ella se casa ¿Y por eso todos tenemos que mirarla? Que se pegue con una piedra en el pecho si quiere volver a humillarme así, que no volverá a conseguirlo.

Junto con el niño nos vamos a vista y paciencia de Roma que sigue viéndonos con odio desde el sofá. Y cuando ya estamos fuera le comento que iremos quizá a otra región pero que será un viaje con más niños, por lo tanto no vamos ni va a aburrirse.

En el viaje nos íbamos a demorar un fin de semana completo, y esperaba en su bolso trajera lo necesario, pero para ser sinceros, no nos importaba al final del día, cuando ya habíamos hablado de música y series de Netflix.

—No puedo creer que Berlín se haya sacrificado por la chica esa, es decir, eran puros besos y todo eso que ya sabes, repugnante pero... ¡No lo sé!, me hubiese gustado que viviera, era el personaje que más me gustaba. —Comenta Kaleb sentado de copiloto en el furgón en el que vamos con varios de los niños del orfanato que le bordean la edad.

— ¡A mí me gusta Tokio! —Comenta en voz alta Martín, otro de los niños que va en el final junto a Alicia.

—Estamos claros que La casa de papel Es una de las mejores series filmadas en años, por que aparece la inteligente detective. —Digo antes de ver la expresión de los niños que me miran extrañados. Me río.

—No, de hecho el mejor personaje es El profesor Porque él se enamoró de alguien que no debía y aun así mantuvo su careta por mucho tiempo. —Comento Miriam desde el asiento que iba detrás del mío.

Miriam se ha empeñado en subir con nosotros y dos hermanas más en este viaje, tengo demasiada alerta con cada cosa que comenta, no quiero que la dejen sin su forma de vida, al final de todo es cierto que mi Miriam no tiene nada más en la vida que ser Monja.

—Pero el profesor se enamoró de su inteligencia, y está bien, él era un hombre libre de amar y ser amado. —Comento salvaguardando su comentario anterior de las hermanas que le han mirado raro.

Cuando al fin llegamos al campamento entre monjas y niños fui a pagar la estadía al encargado, eran seis cabañas dentro de las cuales dos son exclusivamente, para mí, y la otra para las hermanas. En las cinco restantes los niños van acomodarse, porque la verdadera aventura recién comienza mañana.

Cuando la noche ha caído cenamos todos juntos bajo las estrellas un guisado que prepararon las hermanas, y después cantamos algunas cosas con la guitarra, es difícil imaginar que un tipo como yo haga tan buena sintonía con tantos niños, pero sinceramente, me quedé con toda la atención puesta sobre Kaleb, que cantaba muy bien, y muy animado. Finalmente fue él quien me ayudó a mantenerlos a todos felices en esta primera noche.

Hemos ido a dejar a los niños a sus respectivas cabañas y cuando ya solo estábamos las hermanas, Miriam y yo, nos hemos despedido como se debe. Ellas se han marchado a su cabaña y yo a la mía.

Para ser una cabaña estaba muy bella, era bastante rústica pero acogedora.

Cerré las persianas y he comenzado a desabotonar mi camisa pensando en el día en que deba casar a Roma. Ojalá y se le olviden las argollas y tengan que posponerlo...

Con hastío tomé mi teléfono y ya sin camisa comencé a hacerle una video llamada estirado sobre la cama.

Enseguida ella contesto le dije:

—No te vas a casar con nadie Roma. ¿Estás divirtiéndote con todo esto? ¿Qué pasó con la Roma que conocí?

—Oseías, me voy a casar y se acabó, yo elegí a Artemis.

— ¿Lo elegiste o te conformaste? Porque según veo estás acostada al lado de él, pero él ni te toca, está durmiendo cuando apenas son las once de la noche. ¡Qué hombre tan divertido!

—Seguro tú serías más divertido... ¡Já!

—Claro que lo soy, yo puedo calentarte aun estando lejos. —Aseguro con una sonrisa socarrona.

—No lo creo, ¿Por qué no me lo demuestras? —Veo como Roma se esconde bajo las sábanas y sonrío divertido dejando el teléfono sobre la mesa de noche, apoyado de la lámpara.

Roma alza una ceja, pero está sonriendo. Y yo le pido:

—Tócate los senos para mí. —Exijo.

Ella sin pensarlo lo hace con una mano.

—Masajéalos y tira de tu pezón con tu dedo índice y medio, piensa que soy yo quien lo está haciendo.

Roma lo hace y lentamente voy bajando de mi cremallera en el pantalón.

—Quiero que te desnudes. —Exige Roma en un murmuro.

Chasqueo la lengua, siento un poco de calor al ver cómo es que se toca para mí. Lentamente me deshago de mi pantalón.

—Baja tus manos lentamente por tu abdomen, quiero que toques tus muslos internos, e imagines que estoy entre tus piernas.

Roma se recorre con una mano el abdomen, su pecho sube y baja frente a la cámara.

— ¿Sabes?, Muero por morderlos. —Comento mirando su pecho inflado.

—Entonces, róbame, no me cases. —Aquello me hace sentir extasiado y exijo.

—Avanza hasta tu monte de venus, quiero que hundas tus dedos lentamente sobre tu hendidura.

—Y tú, quiero que termines de desnudarte y juegues con tus bolas.

—Wow, esa boca me la comería completa —Digo divertido al tiempo que hago lo que ella me pide, jugueteo con ellas entre mis manos, y la temperatura sube mientras ella me enseña como es que sus dedos juegan en su hendidura.

—Roma... —Mi mano va directo a mi erección y comienzo a moverla allí, de arriba abajo— Hunde tus dedos en ti, piensa que soy yo dentro de ti.

Roma lo hace y suspira con placer. Acelera su ritmo arqueando levemente su cadera y yo le pido:

—Roma, apoya el teléfono, quiero que tires de tu clítoris y lo muevas con rapidez, ¡Ahora!

Roma lo hace y cierra los ojos mientras mueve con rapidez sus dedos, los abre y ve cómo es que he acelerado el ritmo en mi erección que la pide con ansías.

—Oseías...

Levanto la mirada y veo a Miriam a través de la ventana que no he cerrado, tan solo había cerrado las persianas...

Desencajado por aquello corte la llamada de golpe y me puse el pantalón sin nada, con prisa.

—Vete Miriam, vete. ¡Vete!

—No... ¿Era ella? ¿Te calentabas con ella?

El teléfono vuelve a sonar y Miriam lo sigue con la mirada. La tensión se corta con un simple grito. 

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