Terminemos la Misión
De pronto despertó. El ruido de la alarma inundaba su pieza, molestando. Rubí se levantó de a poco, sorprendido. Luego miró su reloj, su habitación, su cama, su cuerpo, y todo volvió de golpe. Él no era Ruby, el pirómano, el líder de Pokemon Gijinka y héroe de los pokemon; era Rubí, un niño normal... uno que tenía que levantarse para ir al colegio.
El muchacho se puso de pie, se duchó, se vistió y bajó a tomar desayuno. Ahí se encontró con su mamá y su padrastro, y como todos los días, se sirvió algo de té con leche y miró en el refrigerador qué había para echarle al pan. Sus dos ojos se posaron en el jamón.
—Claro, ayer compramos jamón— se dijo, y procedió a tomar una lámina para echarla sobre su tostada y masticarla a grandes mordiscos.
Luego intercambió un par de palabras con ambos adultos, se fue a lavar los dientes y más tarde partió hacia el colegio. Cuando salió de su casa estaba amaneciendo.
Rubí se tomó un momento para mirar el cielo multicolor ---junto a ellos---, pero al hacerlo no sintió nada especial. Un tanto desilusionado, siguió su camino.
El viaje hasta el colegio fue largo y cansador, como siempre. Gente viniendo, gente saliendo, caminar para acá, cuidado de no chocar con la vieja en medio del camino.
En su colegio el día transcurrió como cualquier otro. Rubí se saludó con sus amigos, aquellos amigos con los que no se sentía particularmente feliz, pero que necesitaba para refugiarse de las miradas de los demás, de estar solo, de sí mismo.
En el receso sacó su Game Boy Advance de la mochila y comenzó a jugar en su puesto de la sala. Un cartucho de pokemon estaba incrustado.
—¿Yo puse eso ahí?— se preguntó.
No había traído otros juegos, y tenía bastante tiempo libre, por lo que se encogió de hombros y comenzó una nueva partida.
—¿Eres chico o chica?— preguntó el profesor Birch.
Rubí no pudo evitar sonreír, se preguntaba cómo sería en el mundo de pokemon, qué tenían en la cabeza los profesores, que siempre le preguntaban eso al jugador ---o morían---.
—Chico, creo— bromeó para sí, y luego de un rato de apretar el botón "A" como loco, hizo su segunda elección— Me llamo R U B Y, "Ruby".
Y luego de apretar más veces el botón "A", eligió a su primer compañero: Torchic, a quien llamó "Mr. Smoky"
Inmediatamente entabló su primera batalla pokemon, o al menos la primera de aquella partida. Ganó, el profesor Birch le agradeció, y después de otras formalidades, su rival apareció en la ruta 103, lista para pelear con el pokemon que tenía ventaja sobre su Torchic. Se llamaba Aura y decía cosas bonitas como "tú y tus pokemon serán los mejores amigos", pero en el fondo Rubí sabía que ella lo odiaba en secreto, y él la odiaba, y le gustaba odiarla, porque eso era lo que los rivales hacían.
El receso se acabó más pronto de lo que habría querido, pero eso no lo detuvo por mucho. Rubí no tenía amigos, así que le dedicaba todo su tiempo a los videojuegos. En su casa continuó jugando, y pronto capturó a una linda Poochyena y luego a una adorable Ralts. Así su aventura partió como un cohete; venció líderes de gimnasio, capturó a sus pokemon favoritos y derrotó a cada uno de los entrenadores que se le cruzaron por el camino, y luego de veintitantas horas de juego, aplastó al Alto Mando y a Máximo Peñas con sus poderosos amigos.
—Toma eso, pedazo de calculadora hiperdesarrollada— le dijo al Metagross, cuando su Blaziken lo debilitó con una Patada Ígnea.
Después de eso se convirtió en el campeón, y se dedicó a seguir combatiendo y explorando las distintas rutas de Hoenn, en busca de nuevos pokemon para capturar. Nunca había completado la pokedex nacional, pero quería intentarlo al menos una vez.
Pasó días y noches capturando pokemon, incluso enfrentó a algunos que nunca pensó que encontraría.
Cierta tarde, después de hacer sus tareas, Rubí se encontraba jugando Pokemon, o mejor dicho se encontraba en una de las rutas marítimas, cuando encontró una isla pequeña que nunca había visto antes. Extrañado, se acercó a la isla: no era más que un terreno de nueve cuadros, con la entrada a una cueva en el centro.
Se dirigió a la cueva, en donde encontró pokemon salvajes de niveles altos, pero nada que su equipo no pudiera manejar. Corrió a través de la cueva, sin dejar de apretar el botón "B". Era larga y tenía puzles complicados, pero eso solo lo ponía más curioso ¿Qué se encontraba en esa cueva? ¿Por qué no se había enterado de su existencia hasta ese momento?
Y de pronto, después de horas de correr y luchar, se encontró con el final. Rubí apareció en un templo de forma circular, con gradas en los bordes y un círculo a modo de altar en el centro. Sobre el círculo, iluminado con la única luz, se encontraba un pequeño pokemon que pocas veces había visto.
—¿Jirachi?— se extrañó— ¿Puedo capturarlo? ¡Pero creí que solo se podía transfiriéndolo de otros juegos!
Sin embargo ahí estaba él, esperándolo. Rubí examinó su equipo, los curó a todos y confirmó que tenía suficientes pokebolas. Nunca se había propuesto capturar a Jirachi, pero no iba a dejar pasar esa oportunidad. Si ese era el premio tras pasar por aquella extenuante cueva, pues le parecía un excelente premio.
Su personaje avanzó a través de la habitación hasta plantarse frente al pokemon. Entonces apretó "A", y tras un grito del pokemon legendario, la pantalla fue devorada por una espiral negra: La batalla comenzaba.
Como ya había visto muchas veces, su personaje apareció en la mitad izquierda y el pokemon objetivo en la derecha, luego Ruby envió una pokebola y desapareció de la vista. Con eso, Smoky emergió de la cápsula, soberbio y majestuoso, y se meneó al mismo tiempo que su sprite se ponía de color rojo. Rubí había leído que los pokemon hacían eso cuando tenían un grado de amistad muy alto.
Ambos adversarios se quedaron parados, esperando a que Rubí tomara una decisión. El chiquillo buscó en el menú de batalla: "Lucha", y luego buscó entre los movimientos de su pokemon, sin embargo algo extraño ocurrió. Al apretar un ataque, su Blaziken se sacudió de nuevo y no hizo nada.
—¿Qué?— se extrañó Rubí.
Apretó de nuevo el ataque, pero Smoky continuó negándose. El chiquillo temió por un momento que su juego se hubiera roto, pero luego advirtió que un texto aparecía cada vez que él apretaba el botón de atacar.
—"Tu Blaziken no quiere atacarme"— decía el juego.
Rubí permaneció un rato ahí, con el juego en sus manos, sin poder moverse de la impresión. Pensó que había un glitch en la pelea con Jirachi ¿O acaso sería una broma de los programadores? ¿Acaso no pensaron que nadie descubriría esa cueva?
Rubí se dirigió a su mochila y seleccionó una pokebola. La arrojó hacia el Jirachi, pero esta ni siquiera llegó hasta su objetivo, pues Smoky usó Lanzallamas en medio del vuelo e incineró la pokebola.
—¡Smoky! ¡¿Qué rayos te pasa?!— exclamó Rubí, solo para darse cuenta que le estaba gritando a un sprite.
Pero había algo muy raro con eso, más aun, parecía como si su juego estuviera embrujado. Algo andaba mal, y tenía que averiguar qué. No era posible que un pokemon atacara a una pokebola; ni siquiera estaba programada la imagen de una pokebola quemándose ¿Entonces por qué el juego lo mostraba?
—"Fui yo quien te trajo aquí, Ruby"— le reveló el juego.
—¿Quién eres tú?— inquirió el chiquillo, curioso— ¿A dónde me trajiste? ¿Desde dónde?
—"Te traje desde el juego"— contestaron las letras misteriosas— "Soy Jirachi, el pokemon Deseo"
Y entonces, ante la sorpresa de Rubí, el sprite de Jirachi giró su cabeza hacia él, directamente hacia él.
—"Tus amigos te necesitan"— continuó este— "Pero solo tú puedes desear regresar a ayudarlos. Es tu decisión, Ruby"
—¿Mi decisión? ¿Mis amigos? ¡¿A qué te refieres?! ¡No entiendo nada! ¡¿Quiénes son mis...
Pero en ese momento Smoky se dio vuelta y lo miró sobre el hombro. No dijo nada, solo lo miró, pero eso bastó para detonar un nervio en el muchacho. De pronto comenzó a llorar a cántaros, sin saber muy bien por qué.
—Solo es un juego...— se dijo— ¿Por qué estoy llorando por un juego?
—"Ruby"— continuó Jirachi— "Debes tomar una decisión: Permanecer en tu mundo o regresar con nosotros"
Rubí se secó las lágrimas, intentando mantener la compostura. Estuvo a punto de decir que obviamente quería ir al mundo del juego, pero se dio cuenta que no era tan fácil. Jirachi asintió, como si le leyera la mente.
Rubí comprendió a qué se refería Jirachi; el mundo de Pokemon era maravilloso, pero era un mundo limitado por los códigos. La idea de convertirse en un montón de datos que la gente pudiera usar como le diera la gana le aterraba, sin embargo...
Smoky seguía mirándolo, esperando sus palabras... ¿O no?
No. Smoky sonreía, seguro. Sabía la respuesta de Ruby, de su mejor amigo, de su querido entrenador.
—Smoky...— musitó Rubí.
Guardó un momento de silencio, preparándose mentalmente para lo que estaba a punto de hacer. Sí, quizás se convertiría en un montón de datos y su destino sería determinado por alguien fuera de su realidad, pero alguien ahí lo necesitaba, lo llamaba.
—¡Jirachi!— exclamó Ruby— ¡Deseo ir con ustedes! ¡Deseo entrar en el mundo Pokemon!
Y tan pronto como lo dijo, su Game Boy comenzó a levitar. Ascendió hasta llegar a la altura de su cara, y al hacerlo, se le arrojó encima con una pantalla negra que lo devoró en un parpadeo.
—Gracias, Ruby
—/—/—/—/—/—
Se oían ruidos por todos lados, explosiones y gritos por doquier. Sus párpados pesaban, su cuello le dolía mucho y tragar era un infierno, pero luego fue recobrando la conciencia.
Cuando abrió su único ojo, varias personas comenzaron a gritar encima de él. Por un momento se asustó, hasta que reconoció las voces: Brainy, Robin y Kitten se encontraban a su lado. Quiso decir algo, pero en ese momento su cabeza fue envuelta por los brazos de Brainy.
—¡Pensé que te habíamos perdidoooooooooooooo!— chilló mientras lloraba a cataratas— ¡Rubyyyyyyyyyyyyyyyyy!
El muchacho recobró la visión. Consternado, les miró las caras a las tres, y luego se sentó para mirar al resto. Todos seguían peleando contra Steven, Mega Steven. Entonces Ruby recordó todo, se llevó una mano al cuello y comprobó, aliviado, que ya no había nada ahí.
—¡¿Qué pasó?!— les preguntó.
—Steven casi te mató— le explicó Kitten— Pero lo hicimos a un lado y Brainy comenzó a curarte con sus poderes.
Entonces Ruby miró a Brainy, la cual no parecía tener intenciones de soltarlo.
—¿Tienes poderes curativos?— se extrañó el muchacho.
La Gardevoir necesitó un momento para contener su llanto y contestar.
—No sé, parece que sí. Solo te abracé y comenzaste a respirar.
A Ruby le habría encantado resolver aquel misterio, pero Steven era demasiado fuerte y sus amigos necesitaban ayuda. Sin quitarse a Brainy de encima, Ruby se puso de pie de un salto y buscó con la mirada por toda la habitación.
—¡¿Qué haces?!— le reclamó la Gardevoir— ¡No puedes ir a enfrentarlo de nuevo!
—Si no hacemos nada, terminará matándonos a todos de cualquier forma— le hizo ver Ruby— Tengo un plan ¿Dónde está Jirachi?
Brainy se bajó de su cabeza y se miró con Kitten.
—¿Te refieres a ese niño que Steven tenía encerrado?— supuso Brainy.
—Sí, ese mismo.
—Creo que cayó con nosotros— indicó Kitten— Debe estar sepultado bajo los escombros, si no murió aplastado.
—¡Kitten!— exclamó Brainy.
—Es lo más probable ¿No?
Ruby tomó a Brainy de la mano.
—Ayúdame, lo necesitamos.
La Gardevoir asintió, sonriente. Podían estar enfrentando al enemigo más difícil de sus vidas, pero Ruby estaba vivo, y eso era todo lo que le importaba. Ambos echaron a correr por las gradas, guiándose de la telepatía de Brainy, mientras Kitten y Robin fueron a ayudar a los demás a ganar tiempo.
Ruby y Brainy no recorrieron mucho cuando esta apuntó hacia un grupo de escombros. Entre ambos quitaron las rocas, para descubrir a un débil Jirachi debajo de la máquina que lo había encerrado, entre vidrios rotos y trozos de baldosas. Inmediatamente Ruby le echó un par de pociones y lo levantó en sus manos. Aún se veía bastante débil, pero al menos no moribundo. Si no fuera un pokemon legendario, el joven habría jurado que se trataba de un niño de cinco años.
—¿Cómo te sientes?— le preguntó.
Jirachi abrió sus ojos e inhaló una gran bocanada de aire. Luego se fijó en Ruby, y le sonrió.
—Sabía que regresarías— aseguró con la voz de un niño.
—¿Qué?— se extrañó Brainy, pero le restaron importancia.
—¿No puedes hacer que Steven desaparezca?— le preguntó Ruby.
Mas Jirachi negó con la cabeza.
—Solo puedo conceder deseos de otras personas, ni los puedo dañar de ninguna manera.
—¿Y si lo enviamos lejos?— inquirió Brainy.
—Entonces regresará más fuerte— le hizo ver Jirachi— Tampoco servirá enviarlo por un cable Link, porque podría hacerle daño a las personas de esa realidad. Lo siento, pero no veo cómo puedo ser de ayuda. Por eso te traje aquí.
—Maldición— gruñó Brainy.
Ella se puso de pie para regresar con sus compañeros y ayudarlos a pelear, pero Ruby se quedó agachado, pensando. Brainy leyó su mente, solo para advertir que comenzaba a cranear un plan bastante sólido.
—Tengo una idea— dijo al fin— ¿Cuántos cables Link puedes abrir a la vez?
Jirachi se extrañó de la pregunta.
—Varios, pero no por mucho tiempo. Además...— Jirachi apretó los dientes y cerró los ojos, como si soportara mucho dolor— No aguantaré mucho tiempo más. Mi cuota de deseos se ha excedido por mucho.
Ruby se sorprendió de esto.
—¿Cuota de deseos? ¿Entonces vas a...
—No te preocupes por eso ahora. Concéntrate en Steven. No iba a aguantar mucho más bajo su mando, de todas formas.
Ruby asintió. Brainy suspiró, a su lado. Lo que estaban a punto de hacer parecía bastante difícil. Los tres se giraron hacia la batalla, donde Steven golpeaba y azotaba a sus amigos como si fueran juguetes de malvavisco. Ni siquiera los poderosos Sunny y Smoky podían igualar su fuerza, ni el veloz Birdy su velocidad. Si esto no funcionaba, nada lo haría.
—Deseo que abras ventanas a otras realidades— le indicó Ruby— Deseo que mis otras versiones vean lo que está pasando en este mundo, y que les expliques que necesito su ayuda.
Ruby alzó a Jirachi sobre su cabeza, justo en el momento en que este comenzó a brillar con intensa luz. De pronto varias ventanas redondas aparecieron por todos lados de las paredes de la cámara, ocupando casi todo el espacio de la muralla circular. Los combatientes se detuvieron un momento para mirar, contrariados, los círculos de luz a su alrededor.
Y luego, dentro de las ventanas aparecieron personas; jóvenes con sombreros y pokemon, todos consternados por la escena ante sí.
—¡Tienes que pedírselos tú, Ruby!— le indicó Jirachi— ¡No puedo soportar tantos enlaces al mismo tiempo!
El muchacho se tomó un segundo para ver las miles de ventanas abiertas, a las miles de personas mirándolo y preguntándose qué estaba pasando.
—¡Entrenadores!— gritó, haciendo oír su poderosa voz en todo el campo de batalla— ¡Chicos y chicas de todos los distintos mundos, por favor óiganme esta vez!— se golpeó el pecho con fuerza— Soy Ruby, de Hoenn, al menos una versión de los tantos que hay, y me encuentro en un problema grave: Mi enemigo, aquí, ha mantenido a los pokemon de esta región esclavizados por siglos, y ahora ha usado un poder que no se encuentra en este mundo; el poder de las mega piedras. Necesito que ustedes me presten ese poder, o mis amigos y yo moriremos en este lugar— suspiró, desesperanzado— No creo poder aguantar más pérdidas... por favor.
Entonces se dio vuelta, solo para encontrarse a sí mismo y a una joven Zafiro en la ventana más cercana. Ambos lo miraban con sorpresa, a él y a todo el resto. No parecían entender cómo podía existir un mundo tan distinto y tan similar.
Ruby miró al resto de las ventanas. Algunos entrenadores parecían discutirlo entre sí, otros simplemente miraban. Algunos pokemon intentaron traspasar las ventanas e ir a luchar, conmovidos, pero sus entrenadores no les dejaban.
—Ruby...— lo llamó una voz a su espalda.
El aludido se giró, solo para encontrar de nuevo a esas extrañas y cabezonas versiones de sí mismo y Zafiro. Ambos entrenadores se miraron, serios, y asintieron. Inmediatamente se quitaron sus mega aros y recogieron las mega piedras que andaban trayendo, y estiraron sus brazos hacia el líder de Pokemon Gijinka para ofrecérselas.
Ruby sonrió, aliviado, y metió sus manos a la ventana del cable Link para recibir los regalos. Luego de eso, una lluvia de mega pulseras y mega piedras comenzó a caer sobre los luchadores. Entrenadores de todas las regiones del mundo, y de mundos que no conocía, cedieron sin pensarlo dos veces sus más poderosas armas para ayudar a aquel desconocido que nunca volverían a ver.
Ruby se puso el mega aro que recibió de su otra versión en la muñeca. Zafiro, Flannery, Cops, Aquiles y Magno hicieron lo mismo, y entonces las ventanas se cerraron.
—Gardevoir— la llamó Jirachi, más débil que nunca.
—¡Sí!
—Debes conducir las mega piedras a tus compañeros— le indicó en un susurro— Cada una a su respectiva especie.
—¡¿Y cómo lo hago?!— alegó ella.
—Cada piedra tiene la esencia de su pokemon correspondiente. Tú puedes hacerlo...
Brainy no supo si podría conseguirlo, pero no le quedaba de otra. Era la única que quedaba.
—¡Muy bien!— sin perder tiempo en alegatos, se giró para encarar la zona de batalla, alzó sus manos hacia el frente y cerró los ojos para concentrarse mejor.
Sin embargo Steven notó qué estaba pasando, y furioso, echó a correr hacia Brainy y Jirachi.
—¡Deténganlo!— vociferó Ruby.
Varias piedras comenzaron a levantarse del suelo, a medida que el campeón avanzaba como un camión hacia la Gardevoir. Entonces los tres regis se le plantaron enfrente y bloquearon su paso, pero Steven los ignoró, y a pesar de la fuerza de los pokemon, continuó a paso desacelerado. Luego Latias y Latios comenzaron a revolotearle encima para atacarlo y distraerlo, pero Steven no les prestó atención. Sabía que si las piedras llegaban a sus destinos, sería su fin.
Sceptile se apresuró a usar Hoja Afilada una y otra vez sobre sus piernas, Azumarill le disparó un chorro de agua concentrado a la cara, Cops se colgó de uno de sus brazos para intentar frenarlo, los Mightyenas de Aquiles y Magno se arrojaron sobre su pecho para intentar derribarlo, mientras que los Crobats le arrojaron ráfagas de aire afilado; el Sharpedo lo golpeó con Cuchilladas, los Camerupt se plantaron detrás de los regis para ayudarlos a frenar al monstruo; Aquiles y Magno le arrojaron trozos de escombros a la cara, pero ni con todo esto parecía que fuera a detenerse.
Los otros dos pokemon de Flannery y esta misma se unieron al bloqueo y escupieron fuego hacia su cara, al parecer sin mucho resultado.
Pero en eso aparecieron los Swablukids. Flunki se encaramó al otro brazo de Steven para atacarlo con Demolición, Eris la siguió de cerca para usar Cuchillada, Vitis intentó inmovilizarle una pierna, Mangriff lo atacó con Garras Brutales, Stollos probó azotándolo con Cola Férrea, Sumpex se unió a Azumarill y le lanzó un chorro concentrado de Agua lodosa, mientras que Zafiro intentó romper sus tímpanos con Vozarrón. Pero Steven era demasiado fuerte. Apenas quedaban unos cuantos metros para que llegara con Brainy, y las piedras continuaban volando por todos lados.
Y de pronto Brainy identificó la piedra de Smoky. Sin perder tiempo, la disparó hacia el pecho del Blaziken, el cual por poco perdió el aliento, pero se recompuso y se preparó para comenzar a pelear de verdad. Poco a poco Brainy comenzó a identificar las piedras de los demás y a dispararlas hacia quienes correspondían, cada vez más rápido y a más pokemon, hasta que terminó con la suya propia.
—¡Ruby!— lo llamó.
—¡Muy bien!— gritó el muchacho, alzando su mega aro— ¡POKEMON GIJINKA!
Una intensa luz rosa comenzó a emanar de su mega aro, seguida de las pulseras de los demás. Al mismo tiempo los pechos de los pokemon brillaron y los envolvieron en burbujas rosas mientras pasaban por la última evolución.
—¡Nooooooooo!— gritó Steven, muy tarde.
Finalmente logró agarrar a Brainy, pero al hacerlo esta lo atacó con un potente Psíquico, tan fuerte que penetró su dura cabeza de acero reforzado y le mandó una descarga nerviosa por todo su encéfalo.
Steven la soltó por el dolor, cuando Smoky saltó desde atrás de Brainy para conectar una Patada Ígnea explosiva en su cara. Luego Aria y Flygon aparecieron desde los lados y lo atacaron con una doble Garra dragón. Seguidamente Beauty pasó por debajo de sus compañeros para lanzarle una Hidrobomba tan potente que lo levantó del suelo. Kitten no perdió tiempo y le saltó encima para patearlo con tanta fuerza que lo mandó al suelo de nuevo.
Desde ahí Steven intentó ponerse de pie para atacarla, pero Fiercy lo previó y le mandó un combo en su abdomen de acero. Steven se inclinó por el dolor que le causó, solo para recibir un Golpe aéreo de las endurecidas alas de Birdy en la espalda; y cuando creyó que se estrellaría contra el suelo de nuevo, Sunny se le acercó y le mandó un combo explosivo en la oreja, tan potente que lo mandó contra la muralla.
El campeón trató de levantarse nuevamente, magullado y adolorido, pero entonces todo el resto de los pokemon se le acercó para darle su merecido. Los Ubers lo aplastaron, los Swablukids lo arremetieron con sus zendos ataques, y los demás lo patearon y golpearon, mordieron y machucaron hasta que Steven no dio más.
Entonces, cuando se encontró sin energías ni para hablar, botado en el suelo como un trapo sucio, Ruby se le acercó y tomó su broche.
—Ya no necesitarás esto— dijo, mientras Steven volvía a su forma original. Los pokemon hicieron lo mismo, luego de que la energía de la mega evolución se agotara.
—¡Lo hicimos!— exclamó Fiercy, agotada.
Inmediatamente Cops lo tomó de los brazos para inmovilizarlo, mientras Robin y Magno se aseguraban que todas sus pokebolas tuvieran el seguro puesto.
—Vaya, de verdad vencimos al campeón— se dijo el agente de policía, sorprendido— ¿Qué piensan hacer con él?
Ruby lo miró, luego a Robin, y después a Flannery, Magno y Aquiles. Todos estaban de acuerdo.
—Steven es demasiado inteligente para permanecer encerrado en una celda y demasiado fuerte permitirnos dejarlo libre. Necesitamos ejecutarlo.
Los demás asintieron. Steven no protestó.
—Yo lo mataré— se ofreció Sunny.
—No— lo cortó Eris, el Absol de los Swablukids— Una ejecución es una ceremonia delicada, debe llevarse a cabo con el mayor respeto para el condenado.
Sunny arqueó una ceja en señal de no entender nada de lo que decía. Abrió la boca para preguntar quién era ese que le daba órdenes, pero Eris continuó.
—Puedo cortar una cabeza humana sin problemas, con un tajo limpio y sin mucha sangre.
Ruby asintió, y con un gesto le indicó que se acercara. Eris procedió a plantarse junto a Steven, con las manos detrás de la espalda y los ojos puestos en Ruby. Este miró una última vez al campeón. Para su sorpresa, Steven se veía bastante calmado, incluso sonreía.
—¿Tienes unas últimas palabras?— le preguntó el líder de Pokemon Gijinka.
Steven ensanchó su sonrisa.
—Nunca creí que me harían esa pregunta— admitió— Pues... supongo que... que ha sido divertido ¿No?
Al verlo con su sonrisa magullada, con sus mejillas hinchadas, su cara lastimada y aquella expresión chistosa, Ruby no pudo hacer más que echarse a reír. Esto sorprendió un poco a todos, excepto al mismísimo Steven, quien comenzó a reír junto a él. Ambos rieron a carcajadas, y sus risas fueron tan sinceras y enérgicas que pronto contagiaron a Robin, luego a Zafiro y sus Swablukids, a Aquiles y Magno, a Flannery y a Cops, y al resto de los pokemon. Por un momento todos rieron con alegría, por lo que habían ganado y lo que habían conseguido, por el futuro, el pasado y simplemente porque sí. La sala se llenó de risas que duraron varios minutos, hasta que Ruby, con sus abdominales pidiéndole un descanso y sus mejillas agonizando del dolor, le dio la señal a Eris.
El tajo fue limpio, como si atravesara aire. El Absol cortó, recobró su postura, y solo entonces la cabeza de Steven se separó de su cuerpo.
Todos dejaron de reír, no de sorpresa, sino porque no podían más. Luego Sunny cauterizó las zonas del cuello de Steven que se habían separado, para evitarles un baño de sangre y vísceras, y un poco también por respeto al antiguo campeón.
Inmediatamente Robin tomó la cabeza de su hermano y fue a cubrirla con su vestido, dado que ella llevaba puesto el traje de Jirachiman. No se la quería quedar, pero tampoco quería que se perdiera por ahí.
Guardaron un momento de silencio, hasta que Ruby se giró hacia Brainy, la cual tenía a Jirachi en brazos. Este parecía agotado, en sus últimos momentos.
—¿Estás bien?— le preguntó el chiquillo
—Se supone que solo me mantengo despierto una semana cada mil años— explicó el pokemon legendario— Steven lleva meses torturándome, y ciertamente no puedo más. No sé cuándo despertaré, pero no será pronto. Dudo que nos volvamos a ver.
Ruby le tomó una mano y la apretó.
—Has sido de mucha ayuda. Te buscaré un lugar donde puedas dormir tranquilo.
Jirachi sonrió.
—Sabía que eras un buen chico. Gracias por... regresar...
Y con esas últimas palabras, Jirachi se durmió. Seguidamente Ruby lo metió en una pokebola y se lo echó en la mochila.
Los demás se lo quedaron mirando con cara de pocos amigos.
—¿Qué?— alegó el chiquillo— ¿Quieren que lo lleve en brazos todo el camino? ¡Denme un respiro, lo liberaré cuando le encuentre un lugar para dormir!
—¡Oh, solo era broma, Ruby!— se apresuró a contestar Zafiro, golpeándolo en el brazo.
—Ah, siempre tan violenta— alegó el muchacho, sobándose el hombro.
Entones se volteó hacia sus pokemon
—¿Están listos?
Estos asintieron.
—¿Para qué?— inquirió Zafiro.
Ruby la miró y sonrió.
—Vamos a terminar nuestra misión
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Jirachi, el pokemon Deseo:
—Peso: 1,1 kg
—Altura: 0,3 m
Observaciones:
—La gente puede escribirle sus deseos en los papeles que tiene en la cabeza, para que los lea cuando despierte.
—Puede despertar si se le canta con una voz pura.
—El muy maldito no aparece como pokemon capturable por métodos normales, necesitas transferirlo de otro juego. Al menos no en Rubí, Zafiro o Esmeralda.
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