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Señor del Cielo


El Pilar Celeste era un misterio. Mirara por donde lo mirara, Ruby no lograba comprender para qué había sido construido: Tenía varios murales, enormes, que describían antiguas batallas y dioses furiosos. No había pisos como los conocía, sino que varias plataformas de piedra unidas por escaleras de caracol, excavadas en las paredes de la torre. Había muchos pilares caídos y destrozados, escombros y polvo por donde su mirada alcanzara.

Birdy, Aria y Jaws intentaron volar apenas entraron a la torre, pero vientos huracanados y chirridos insoportables les impidieron avanzar más de un par de metros. Tuvieron que subir a pie, junto con los demás.

La torre era un laberinto, y subirla un enorme acertijo. Sin embargo, a pesar de las prisas

que llevaban al entrar, a pesar de tener la presión de cumplir con su objetivo antes que la tormenta de mar y tierra eliminara a la humanidad del planeta, el silencio del Pilar Celeste los relajaba y los intimidaba al mismo tiempo. Era como un profesor que los guiaba con inmensa astucia por los complejos caminos del aprendizaje, pero que los castigaría severamente si le faltaban al respeto por un momento.

El tiempo transcurrió de forma extraña, o quizás no transcurrió del todo. En verdad no tenían forma de saber, pues no había ventanas. Había luz, pero no parecía filtrarse de ningún lugar en específico, un efecto semejante al que ocurre en días nublados. Cuánto tiempo pasaron dentro de la torre, ninguno podría haberlo dicho, simplemente subieron y subieron, hasta que de pronto, una de las plataformas de piedra los condujo hacia afuera.

Ruby y sus amigos se detuvieron al cruzar el umbral de la puerta, anonadados por la brisa, el sol y el silbido del aire. No lograban ver el mar, ni la tormenta, ni la lucha, pues todo lo que había debajo de ellos eran nubes, y todo lo que se encontraba arriba eran el cielo y el sol.

Les tomó varios segundos recordar que eran personas, que su vida tomaba giros inesperados y que podían pensar, y les tomó un poco más de tiempo recordar en dónde estaban y qué habían ido a hacer allí.

Ruby miró hacia un lado, por donde seguía el pasillo, y se dio cuenta que este rodeaba a la torre por fuera. Les indicó a sus pokemon con un gesto de cabeza que lo siguieran, y el grupo siguió hacia el pie de las últimas escaleras de la torre. Eran anchas escaleras de piedra, que conducían hacia el techo. No se veía nada más arriba.

El muchacho miró a sus amigos una vez más, como un niño contento. Emocionado, corrió los últimos escalones, mas al subir se detuvo, y su emoción se transformó fácilmente en sospecha.

El techo de la torre era casi enteramente plano, con tres plataformas altas que sobresalían de la enorme superficie plana. En la superficie había unas cuantas rocas, grandes rocas del tamaño de una persona, y uno que otro hoyo. Sin embargo, lo que más llamaba la atención era el pokemon que se encontraba en medio de todo. Era extremadamente largo y delgado, de piel verde y líneas negras y doradas marcando su cuerpo. Cuatro cuernos adornaban su cabeza, mientras que una enorme cola se mecía a su alrededor.

Ruby pensó seriamente en salir arrancando y tirar el plan por la borda, pero combatió el miedo que aquella criatura le inspiraba, y avanzó. Sus pokemon detrás de él, sigilosos.

Se acercaron hasta los cincuenta metros, y sintieron miedo. Se acercaron a los cuarenta, y el miedo se transformó en sudor y respiraciones agitadas. Se acercaron a los treinta metros, y tuvieron que apretar sus estómagos y sus labios para darse valor.

Y de pronto, el pokemon abrió sus ojos, unos ojos negros como la muerte, con irises amarillos como el oro reflejado en el sol. Estos ojos entonces los miraron, y con eso Ruby conoció el miedo más primitivo: el miedo a morir.

Sin embargo, a pesar de lo amenazante que aquel sujeto se veía, no se movió de su lugar. Cambió a una posición menos amenazante, más relajada, pero solo eso.

El muchacho descifró los gestos del pokemon como una invitación, por lo que continuó acercándose hasta una distancia en que pudieron hablar, pero aun prudente. Desde esa distancia pudo ver cuán grande era el pokemon: debía de medir al menos cinco metros, era un gigante.

El gigante lo miró, sin curiosidad ni ira, sino como alguien que hubiera estado esperándolo, y después de un largo rato mirándolo, abrió su boca sin dientes para hablar.

Su voz potente se oyó baja, más baja de lo que Ruby había oído a nadie hablar, pero más se sorprendió por cómo el sonido grave hacía estremecer su cuerpo, no por miedo ni nervios, sino por la gran potencia de los sonidos más bajos que emitía.

—Eres muy valiente para venir y plantarte frente a mí sin ninguna reverencia, mortal— le espetó el gran pokemon.

Ruby sintió ganas de obedecerle y agachar el torso entero, pero se mantuvo firme.

—No tengo razón para saludarte así— contestó él— Creo en la igualdad entre humanos y poke...

—No me interesa tu opinión— lo cortó— Parece que ni siquiera sabes quién soy. No, por supuesto que no. No traes ningún sacrificio, ni te diriges a mí con respeto, y además me miras directo a los ojos.

Ruby se sorprendió de la actitud del pokemon alargado, pero no dejó de mirarlo a los ojos por esto.

—La palabra con que los humanos me invocaban era "Rayquaza"— continuó el pokemon, al confirmar que, de verdad, Ruby no sabía quién era— y pronto la adoptaron como mi designación. La última vez que vi a un humano, hace cinco mil años, aún la usaban para llamarme. En ese entonces, mirarme directamente a los ojos era castigado con la pena de muerte ¿Sabías?

—¿Cinco mil?— se extrañó Ruby— ¿Qué tan viejo eres?

Rayquaza entrecerró los ojos, irritado.

—¿Qué forma de dirigirse a mí es esa? ¡Si no controlas tus palabras, te voy a...

—¡No me importa!— exclamó Ruby, interrumpiéndolo.

Los demás pokemon se los quedaron mirando a los dos, nerviosos. Algunos de ellos no estaban tan seguros de querer molestar a Rayquaza.

—Mira, viejo— le indicó Ruby— Groudon y Kyogre están provocando un caos total ahí abajo, y me dijeron que si escalaba esta torre encontraría una solución, pero lo único que encuentro es un pokemon que se cree el rey del mundo. No tengo tiempo para jugar, así que dime cómo detenerlos, y rápido.

Con esto, Rayquaza explotó.

—¡Estúpido mortal!— vociferó.

Inmediatamente una fuerte corriente de aire golpeó a Ruby. Ya no había vuelta atrás.

—¡Soy un dios!— bramó el dragón— ¡Soy el señor del cielo! ¡Soy Rayquza, y no toleraré más a un chiquillo insolente como tú en mi presencia! ¡Despídete de mañana, mortal!

El furioso dragón serpenteante se lanzó contra Ruby para partirlo en dos con sus poderosas mandíbulas, pero este se tiró hacia un lado para eludirlo, mientras que el resto de Pokemon Gijinka se lanzaron de cabeza al ataque. Sin embargo, antes de poder hacer nada, el cuerpo de Rayquaza se envolvió en llamas azules y embistió contra todos con un frenesí barbárico, con tanta fuerza que los mandó a volar en distintas direcciones.

Ruby, botado en el piso, posó sus manos en el suelo para levantarse y dirigió la mirada hacia su enemigo. Rayquaza parecía haberse vuelto loco, y su poder era devastador. Con un solo golpe ya le dolía todo el cuerpo.

Entonces oyó la voz de Birdy.

—¡ARIA!— gritó.

Cuando todos se giraron hacia él, Birdy saltó desde el borde de la torre y se lanzó en picada hacia abajo. Ruby miró en todas direcciones, pero no encontraba a Aria.

—No me digan que cayó por el borde— pensó— No, Birdy la atajará. Tengo que concentrarme en Rayquaza.

Precisamente este se dirigía hacia él, aún envuelto en llamas azules. Ruby se puso de pie, más o menos al mismo tiempo que el resto de sus pokemon, y se preparó para recibir a Rayquaza.

—¡Pokemon Gijinka!— exclamó, para que sus amigos oyeran— Yo lo retendré por un momento ¡Ustedes deben atacarlo con todo lo que tengan!

Sus pokemon quisieron replicar, pero no hubo tiempo. Rayquaza se estrelló contra Ruby cual tren bala. El muchacho intentó resistir su fuerza, pero fue demasiado para él, y lo mandó a volar.

Salió disparado hacia afuera de la torre, hacia el ingente precipicio. Por un momento se vio suspendido ante un abismo azul sin aparente fin, pero antes que pudiera caer, Beauty lo agarró con su cola para arrojarlo al otro lado. Sin embargo, el muchacho iba con tanta fuerza que ella comenzó a ser arrastrada hacia afuera. Entonces apareció Smoky, la tomó de las manos y la lanzó con todo y Ruby hacia adentro.

Mientras tanto, los otros pokemon se fijaron en Rayquaza, y advirtieron que este comenzaba a perder el control de su cuerpo, ya sin llamas, y a chocar contra el suelo y murallas de la torre.

—¡Está confundido!— exclamó Brainy— ¡Todos, al ataque!

Sin necesitar que les dijeran más, los pokemon arrojaron a Rayquaza todo lo que tenían. Fiercy saltó para subirse a él y mordisquearle la nuca. Brainy estrujó su mente repetidamente con una lluvia de Psíquicos. Kitten, desde la distancia, lo debilitó enormemente con Rayos de hielo. Por último Jaws, de pie a duras penas, se le acercó para atacarlo con Dragoaliento.

Smoky no tardó en aparecer, y se acercó a Rayquaza mientras este volaba bajo para darle una Patada Ígnea en la mandíbula. Beauty usó Surf, y Ruby se acercó a Jaws para curar sus heridas.

En eso apareció Birdy, cargando con Aria en sus garras. Con cuidado la depositó en el suelo, ella muy débil para participar del combate.

—¡SUFICIENTE!— rugió el señor del cielo, y su voz resonó a cientos de metros a la redonda como un trueno.

—¡Va a atacar de nuevo!— los alertó Brainy.

Pero esta vez Rayquaza no se cubrió en llamas, sino que se sacudió a Fiercy de encima y desapareció en el aire. Por un momento todos miraron a los lados, nerviosos, hasta que, de la nada, Rayquaza apareció detrás de Kitten. Los demás se giraron, pero ninguno logró reaccionar a tiempo; Rayquaza la golpeó con fuerza por la espalda.

—¡Kitten!— gritó Ruby.

Pero entonces Smoky impactó a Rayquaza con una Patada Ígnea, con tanta potencia que lo derribó por completo. Sin embargo, al caer, Rayquaza desapareció nuevamente.

—¡No otra vez!— exclamó Brainy. Intentaba leer la mente del enorme pokemon, pero apenas lograba detectarla, descifrar para dónde iba se le hacía imposible.

Rayquaza reapareció detrás de Fiercy para golpearla de la misma forma que a Kitten, con lo cual Birdy y Beauty lo arremetieron en la cabeza y el torso respectivamente, haciéndolo girar en el aire.

La pelea siguió por varios minutos, con Rayquaza usando su increíble velocidad para deslizarse entre los pokemon, y estos reaccionando a sus golpes devastadores con más golpes.

Ruby dejó de atacar en un punto para concentrarse en recuperar la salud de sus amigos, sin embargo Rayquaza vio esto, por lo que ascendió en el aire para cubrir su cuerpo de llamas azules nuevamente y arrojarse en picada hacia el chiquillo.

—¡Ruby!— exclamaron sus pokemon, al mismo tiempo.

El aludido vio venir al enorme dragón por él, pero en vez de eludirlo, se detuvo donde estaba para realizar una serie de extraños movimientos.

No fue por mucho tiempo, pero les pareció a los pokemon que realizaba una danza. Usaba movimientos cortos y pausados, se movía con fuerza, con su cuerpo muy tenso, con lo que sus músculos se realzaban y apretaban. De todos los presentes, solo Rayquaza y Aria supieron qué hacía.

Cuando finalmente el señor del cielo arremetió contra el muchacho, este separó los pies y lo agarró de la mandíbula con sus manos desnudas.

—¡RUBYYYYYYY!— gritó Brainy, desesperada.

Sin embargo, Rayquaza no se detuvo ahí. Gracias al impulso que llevaba y a su inmensa fuerza, empujó a Ruby como si nada junto con él. El muchacho fue arrastrado a grandes velocidades a través del techo de la torre, sus pies levantando nubes de polvo y sus brazos temblando por la presión ejercida, pero no cambió de posición ni flaqueó, se mantuvo firme con las fauces del enorme dragón en sus manos.

Los demás pokemon echaron a correr tras ellos, a toda prisa. Pronto el piso sobre el que se paraban se terminó, y Ruby y Rayquaza cayeron por el borde del Pilar Celeste hacia el abismo, pero ni aun así el muchacho soltó a su enemigo en llamas.

El resto de Pokemon Gijinka no dudó; todos corrieron hacia el lugar por donde su entrenador y su enemigo habían caído, y saltaron.

Mientras descendían por el aire, Smoky cerró sus brazos y piernas, con lo que comenzó a caer más rápido. Los demás lo imitaron, y todos se acercaron poco a poco hacia Rayquaza. El aire les golpeaba en la cara con fuerza, la aceleración estrujaba sus estómagos, pero de nada les servía preocuparse de lo que les esperaba más abajo. Tenían que alcanzar a Ruby cuanto antes.

De esa forma, los pokemon llegaron hasta Rayquaza, y de uno a uno, se le fueron encaramando y sujetando distintas partes de su enorme cuerpo para inmovilizarlo, a pesar de las llamas, a pesar de la caída.

Entonces Rayquaza se dio cuenta de lo que hacían, contrariado.

—¿Qué hacen ustedes aquí?— se extrañó— ¡No me digan que piensan... oh...

Las llamas azules del cuerpo del gran dragón se extinguieron de un momento a otro, y este se dejó caer con sus contrincantes. Tenían mucho tiempo, ni siquiera habían llegado al nivel de las nubes.

—Ya veo— comentó.

De repente el viento comenzó a golpear con menos fuerza, hasta que se detuvieron casi por completo. Cuando se dieron cuenta, los miembros de Pokemon Gijinka ya no caían, Rayquaza flotaba, y los mantenía a flote junto con él. Todos se lo quedaron mirando con cara de confundidos, en silencio.

Rayquaza comenzó a ascender lentamente, hacia la cima del Pilar Celeste. Ahí los depositó a todos, y se sentó frente a ellos, ya sin ánimos de luchar. Se mostraba ensimismado, tan concentrado en sus pensamientos que produjo una pausa de varios segundos, sin darse cuenta.

Luego de esperar lo que le pareció una eternidad, Ruby se atrevió a preguntar.

—¿Qué pasó? ¿Por qué nos trajiste acá?

Entonces Rayquaza levantó la mirada.

—Me di cuenta que no hay forma en que pueda vencerlos— admitió— Puedo ser un dios, y quizás sea más fuerte que todos ustedes juntos, pero no hay forma en que logre superar su espíritu. Nunca me imaginé que los humanos que vinieran a pedirme ayuda tuvieran tal fuerza de voluntad.

—¿Y qué significa eso?— inquirió Jaws.

—Que no tengo de otra que ayudarlos, me parece— Rayquaza se encogió de hombros, no tan frustrado por su derrota como se esperaría— Quieren que los ayude a salvar al mundo de la catástrofe que se avecina ¿No es así?

Ruby y sus pokemon asintieron, emocionados.

—¿Puedes hacer algo para calmar a Groudon y a Kyogre?— inquirió Ruby.

—Claro. Esos dos siempre se andan peleando, ya estoy acostumbrado a detener sus berrinches. Vengan, súbanse a mi espalda.

Y sin perder más tiempo, Rayquaza se agachó para facilitarles el trabajo. Pokemon Gijinka montó sobre su lomo, y con eso el señor del cielo se elevó y abandonó el Pilar Celeste a toda velocidad.

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¿Qué movimientos (que no nombré explícitamente) creen ustedes que usaron Ruby y Rayquaza?

Les daré una pista: Ruby usó un movimiento que no se había visto, y Rayquaza dos.

...

Rayquaza, el pokemon cielo:

—Peso: 206,5 kg

—Altura: 7 m

—Observaciones:

· Podría estar basado en Quetzalcoatl

· Ha vivido cientos de millones de años

· Creó los cielos

· Su hábitat es la capa de ozono

· Se alimenta de partículas de agua y partículas suspendidas

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