Hermanos de Piedra
—Winona...— le susurró una voz— Winona...
Ella, abrió los ojos y se incorporó de un salto, alerta. Se encontraba en su habitación, acostada en su cama. No estaba acostumbrada a que alguien se atreviera a acercársele tanto por las noches, por lo que su cuerpo reaccionó de forma brusca.
Reconoció una silueta sentada en el marco de la ventana, parcialmente cubierta por las inmóviles cortinas. De inmediato se puso de pie y se arrojó hacia el intruso para atacarlo, pero en medio de su carrera la reconoció; su cara angelical, su cabello gris, sus ojos grandes y su sonrisa de oreja a oreja. Winona se quedó paralizada a dos pasos de Robin.
—Tiempo sin vernos, Winona.
La líder de gimnasio necesitó de varios segundos para volver en sí. Temblorosa, se aproximó lentamente hacia la muchacha que había irrumpido en sus aposentos. Con unas nerviosas manos palpó sus hombros y acarició su cara, sin poder creer lo que presenciaba.
—Eres tú...— dijo al fin, con una voz quebrada— Oh, Robin. Eres tú.
Winona atrapó a Robin en un apretado abrazo, muda por el llanto que se asomaba por su garganta. La muchacha ya se había esperado esa reacción, por lo que no le importó quedarse ahí por un buen rato.
Cuando Winona se calmó y la liberó, la tomó de la mano para conducirla a su cama. Luego encendió la luz para volver a sentarse frente a ella y mirar su cara.
—No has cambiado nada— advirtió Winona
—Tú sí has cambiado algo— contestó Robin— Ahora te vez como una adulta...— y luego miró hacia abajo, con cierto resentimiento— y tus tetas crecieron.
Winona se sonrojó, y se cubrió el pecho con sus brazos.
—Eh... en fin, debes estar cansada ¿No quieres dormir?
—Pues...
Robin lo pensó un momento. Luego bostezó.
—La verdad es que sí. Quizás sea mejor dormir por ahora.
—Por supuesto— Winona se levantó— Déjame ir a prepararte una habitación...
Mas en ese momento Robin se desplomó sobre su cama. Para cuando Winona se volteó, ya estaba completamente dormida.
—Vaya— musitó Winona, sonriendo— de veras que no has cambiado nada.
Se dirigió hacia la puerta para buscarse otra habitación, pero antes de agarrar la perilla con su mano tuvo una idea. Regresó sobre sus pasos, le quitó los zapatos a la recién llegada, la arropó y se acostó junto a ella. La súbita presencia de Robin se sentía como una ambrosía que recorría todo su cuerpo. Winona no cabía en su felicidad.
[...]
Robin despertó lentamente. Cuando por fin se incorporó, se dio cuenta que ya era de mañana, y que Winona no se encontraba a su lado.
Dos días antes había conocido al famoso terrorista del que todo el mundo hablaba. Se sintió un poco mal por usar la Altaria de Winona para ayudar a su enemigo, pero en el momento simplemente no había otra posibilidad.
Se puso de pie, salió de la habitación y recorrió la casa vacía. No le tomó mucho tiempo oír un extraño siseo, y curiosa, siguió el sonido hasta que pilló a Winona en la cocina preparando el desayuno.
La líder de gimnasio se dio vuelta, sin dejarse sorprender ante la presencia de Robin.
—¡Buenos días, Robin! ¿Ya despertaste?
La muchacha, un tanto consternada, se quedó mirando a su amiga por un largo rato antes de atreverse a hablar.
—No planeaba quedarme dormida— admitió.
—Pues me alegra que lo hicieras.
—Tengo que irme.
—Te puedes quedar
—Mi hermano me encontrará. Aún necesito...
Pero entonces Winona dejó lo que estaba haciendo, se dio la vuelta y la afirmó por los hombros.
—Robin, necesitas comer. No lograrás hacer nada si no tienes fuerzas suficientes.
Con una mano apuntó hacia la mesita de la cocina, en donde tenía todo listo para que ambas tomaran un generoso desayuno. Obligó a Robin a sentarse, terminó de cocinar los huevos y los depositó en un cuenco sobre la mesa. Finalmente se quitó el delantal que había estado usando y se sentó frente a su amiga, en pijamas.
Ambas comieron hasta sentirse satisfechas, y solo entonces comenzaron a hablar. Winona apoyó sus codos en la mesa para reposar su mentón, y se la quedó mirando de forma inquisitiva.
—¿Y bien?
Robin la miró con duda.
—¿Qué?
—¿Me vas a explicar por qué viniste?
—¿Ya me quieres echar?— bromeó Robin.
—¡No! Pero no entiendo por qué regresaste. Creí que te habías cansado de Hoenn, que te habías escapado con un extranjero.
Robin se la quedó mirando por largo rato con duda, en silencio.
—¿Quién te dijo eso?— le preguntó al fin.
—Tu hermano— contestó Winona— ¿Por qué?
—No pensé que Steven contara tamaña mentira sobre mí.
—¿Qué? ¿Y entonces por qué huiste?
—Nunca huí de Hoenn. Yo fui expulsada por mi padre— contestó con irritación marcada en su voz.
—¡¿Qué?!— Winona abrió los ojos como platos, consternada.
—Desterrada, más bien dicho. Me contaron que fue el mismo Steven quien firmó el decreto que dice que no puedo poner un solo pie sobre Hoenn.
—¡¿Desterrada?!— Winona saltó de su asiento— Nunca había escuchado eso ¿Por qué Steven no me lo dijo?
—¿Por qué crees?— Robin se reclinó en su silla, molesta— Steven seguramente quería que permanecieras a su lado para gobernar Hoenn. No me extraña. Él te conoce bien y sabe de lo que eres capaz.
Winona apoyó su cabeza entre sus manos, consternada.
—No puedo creer que me haya mentido todo este tiempo.
—Supongo que era de esperarse de él— comentó Robin.
—¿Pero entonces qué te hizo volver?— inquirió Winona— Si estás desterrada, eres prácticamente una criminal por el hecho de estar aquí. Te buscarán, te atraparán, te...
—No lo harán— contestó una calmada Robin.
—Pero...— Winona comenzó a hiperventilarse de los nervios.
—No lo harán— repitió Robin, su mirada tan calma e intensa a la vez que a Winona no le quedó más que aceptarla.
Robin se bebió lo que le quedaba de su té. Luego se paró de un salto y se encaminó hacia el marco de la puerta.
—Ya es hora de irme— aseguró— Gracias por prestarme a tu Altaria. Ahora mismo debe estar durmiendo en su habitación.
—Espera, quédate— le rogó Winona, parándose detrás de ella.
—No puedo quedarme en un sitio por mucho tiempo— argumentó Robin, sin detenerse en su camino a la salida. Winona la siguió apresuradamente— y si me descubren aquí, tú tendrías muchos problemas.
—Mi casa es muy grande y mis pokemon saben guardar secretos. Aunque la gente te viera, nadie sabría que no puedes estar aquí— alegó Winona.
En ese momento, justo frente a la puerta principal de la mansión de la líder de gimnasio, Robin empujó el cuerpo de Winona contra una pared. Antes de dejarla reaccionar, se apoyó alrededor de ella para impedirle la salida. Sus ojos se cruzaron mudos por un momento que duró varias respiraciones. Winona temblaba y apenas lograba mantener la mirada de Robin por más de un segundo a la vez.
—Estaré bien— aseguró Robin.
Winona quiso contestar, pero Robin acercó una mano a su cara para acariciarle el cuello, el mentón y la boca con movimientos sensuales, lo cual enrojeció su cara y la hizo cerrar sus ojos con lujuriosas esperanzas.
Pero de pronto Robin se separó de ella y salió por la puerta rápida como el viento. Cuando Winona se dio cuenta de lo que había hecho, sintió ganas de explotar de la rabia y la vergüenza. Asomó su cabeza por el marco de la puerta para gritarle un par de improperios a Robin, mas no logró encontrarla por ningún lado.
—/—/—/—/—/—
Robin caminaba por el borde superior de una ladera. Más abajo se encontraba el pasto verde, más allá una pequeña playa, y más allá un calmo mar. Al otro lado, más allá del suelo verde, una gran montaña se alzaba tan empinada que resultaba imposible de escalar sin el equipo adecuado.
Llevaba un tiempo sin ver a Ruby. Había oído que él incendió el gimnasio de pueblo Azuliza, pero desde entonces los medios habían comenzado a enfocarse en otros criminales, como el temido equipo Uber o la nueva Swablugirl. Esperaba que Pokemon Gijinka se encontrara bien.
De pronto cierto pokemon pasó volando cerca de ella, sus alas aleteando tan fuerte que la tomaron por sorpresa.
—¡Hey, Jaws!— lo llamó.
El pokemon describió una especie de parábola para regresar y aterrizar frente a ella.
—¿Sí?— le preguntó, alegre.
—Parece que volar no se te hace tan difícil. De todas formas ten cuidado, intenta no subir mucho hasta que lo domines por completo.
—¡Oki!— contestó un sonriente Jaws.
Había evolucionado el día anterior, luego de un largo día corriendo de los policías, y ciertamente había cambiado mucho. Su piel se había vuelto verde pálido, su mandíbula se achicó hasta adquirir el tamaño de una boca normal y sus dientes se volvieron menos intimidantes, le crecieron antenas chiquititas en la cabeza, una cola, cuatro alas sin plumas y sus ojos se volvieron color esmeralda.
—¿Qué pokemon habías dicho que soy ahora?— le preguntó Jaws, uniéndosele en la caminata.
—Eres un Vibrava, y ahora eres tipo Tierra y Dragón.
—¡Yay!— exclamó Jaws.
—Lo que significa que tienes que cuidarte especialmente de ataques de tipo Hielo
—Ouh
—No me gusta que hayas evolucionado conmigo. Dicen que una de las mayores alegrías para un entrenador es ver a su pokemon evolucionar. Debo dejarte con Ruby cuanto antes, pero tampoco me puedo desviar de mi camino.
—¿Es por eso que vamos por esta ruta?
—Es el único camino hacia ciudad Arborada. Estoy segura de que Ruby pasará por ahí, y yo también tengo que atravesarla para llegar al Alto Mando. Te quedarás ahí con una amiga, y...
De pronto Robin se paró en seco, alerta. Jaws tardó uno segundos en darse cuenta, y cuando lo hizo, miró hacia atrás con curiosidad.
—¿Qué sucede, Robin?
Pero ella no contestó. Se dedicó a mirar detenidamente a un árbol grande, a varios metros de ellos. Jaws miró al árbol, atento, y presintió que había algo raro.
De súbito, como un rayo, desde la copa del frondoso árbol apareció un hombre con un largo abrigo. El hombre corrió hacia Robin como una bala, y cuando se encontró a una distancia suficiente, arrojó una pokebola con todas sus fuerzas. La cápsula giró repetidamente a través del aire, y cuando se encontró suficientemente cerca, se abrió para dejar escapar a un pokemon reptil de piel verde.
—¡Grovyle: Hoja Aguda!— rugió Cops.
Su pokemon, aprovechando el impulso que llevaba, preparó las hojas en su antebrazo y atacó a Robin, sin embargo antes de poder tocarla, Jaws se arrojó contra el Grovyle desde un costado, derribándolo por completo. Ambos pokemon rodaron por el piso, hasta que el Grovyle se separó de un salto y asumió una posición defensiva. Jaws, por su parte, lo imitó para esperar órdenes de Robin. Cops se acercó caminando, confiado en que Robin supiera que no podría escapar fácilmente.
—¿Tú otra vez?— exclamó Robin, mas su voz no denotaba mucha sorpresa— ¿No tienes algo mejor qué hacer que acosar a niñas pequeñas?
—Si te entregaras fácilmente, no tendría que desperdiciar mi tiempo persiguiéndote por todo Hoenn— alegó Cops, asumiendo una pose defensiva.
Robin apretó los dientes, irritada. Ese agente de policía la había estado molestando mucho más tiempo que cualquier extraño la había molestado antes. Miró de reojo a Jaws, y luego al Grovyle de Cops. Ningún pokemon tenía ventaja de tipo sobre otro, pero cualquier entrenador competente se daría cuenta que un simple Grovyle no tenía oportunidad contra un Vibrava
—¡Jaws, usa Dragoaliento si intenta alejarse de ti y Triturar si se te acerca!— ordenó ella rápidamente
—De acuerdo— asintió el aludido.
—¿Qué?— Cops se giró hacia los pokemon, a los cuales había dejado de prestarles atención— ¡Grovyle, usa...
Pero en ese momento Robin se le lanzó con una patada voladora, lo cual él tuvo que bloquear con sus antebrazos.
—¡Maldición!— bramó el policía.
Intentó contraatacar a la muchacha con una llave, pero ella esquivó sus fuertes manos, lo sujetó de un brazo, le pateó un pie y al mismo tiempo lo arrojó sobre el suelo. Cops se arrojó voluntariamente para no ser inmovilizado, y luego giró su cabeza hacia los pokemon para darle una orden a Grovyle.
Este intentaba liberar su brazo de las fauces de Jaws. Parecía estar soportando bastante dolor, pero no gritó en ningún momento. Finalmente usó Hoja Afilada con su otro brazo y atacó al Vibrava en la cara para zafarse, pero entonces Jaws lo terminó con un Dragoaliento.
Por su parte, Cops lanzaba y recibía golpes directos de Robin, imposibilitado de mirar a su pokemon o darle órdenes. De pronto se agachó para lanzar una patada giratoria a las piernas de la chiquilla, pero ella saltó justo a tiempo, pasó por sobre su cabeza y le mandó una patada a la nuca.
El agente de policía se recobró rápidamente, giró en el piso para hacer distancia y en un instante se incorporó con una pose de combate, respirando agitadamente.
Hicieron una pausa para mirarse el uno al otro y recobrar el aliento. Él con su seño fruncido, serio como siempre, mientras que ella le mostró una cara neutral, hasta que de pronto sonrió con victoria. Cops se mostró perplejo por un momento, hasta que un zumbido casi imperceptible le llamó la atención desde su izquierda. Sin embargo, al darse la vuelta notó muy tarde la presencia del Vibrava detrás de él. Justo en ese momento Jaws exhaló un poderoso flujo de plasma azul, que paralizó al agente.
Robin, sin perder tiempo, corrió hacia él y le dio de lleno con una patada doble. Cops cayó al suelo, derrotado. El fuego se apagó casi tan rápido como vino, pero el agente se encontraba muy débil para continuar.
Tembloroso por el esfuerzo, intentó levantar la cabeza para mirar a su Grovyle. Nunca había simpatizado mucho con algún pokemon, pero en ese momento no podía negar cierta pena por aquel Grovyle que había luchado junto a él hasta caer agotado.
Robin apoyó sus manos en sus caderas, y abrió los brazos para indicarle a Jaws que podía bajar a darle un abrazo, pero en ese momento sintió que sus muñecas y tobillos eran apretados por cuatro gruesas correas. Inmediatamente reaccionó e intentó alejarse, pero las correas sujetaron sus extremidades con fuerza, tanto así que de pronto comenzó a elevarse en el aire.
—¡¿Qué es esto?!— exclamó, atónita.
Miró las correas que la sujetaban, pero entonces advirtió su diámetro más largo que la palma de su mano, su color anaranjado y su textura áspera y viscosa a la vez. Esas no eran correas, eran tentáculos. Robin gritó del susto. Luego otros dos tentáculos aparecieron para envolver su cuello y su torso. No tenía cómo escapar.
Jaws se arrojó como una bala contra quien fuera que se encontraba detrás de ella, pero en un parpadeo fue rechazado con un golpe tan fuerte que lo mandó junto a Cops.
—¿Quién...— musitó Robin, pero luego alzó su voz para hacerse oír— ¡¿Quién está ahí?! ¡Muéstrate!
Pero en vez de hacerle caso, los tentáculos la atrajeron hacia atrás. La bajaron casi hasta nivel del suelo, en donde una persona alta la sujetó entre sus brazos antes de que los tentáculos se retiraran con cuidado. Desde donde Robin se encontraba, no podía mirar a la persona que la sujetaba, sin embargo adivinó que era un hombre por su constitución física.
—Qué violador más extraño— pensó— Pero si es solo un hombre, puedo salir de aquí. Solo tengo que sorprenderlo con un golpe y escapar.
Seguidamente inclinó la cabeza hacia adelante para darle de lleno en el mentón con su nuca, mas no se esperó que el hombre reaccionara sin problemas y sujetara su cabeza con una mano antes de que pudiera hacer daño. Robin, desesperada, prosiguió a intentar pisarle el pie con todas sus fuerzas, mas el hombre retiró su pie justo antes de que ella pudiera lastimarlo.
—Sigues tan enérgica como siempre— comentó el sujeto, paralizando a la muchacha con el sonido de su voz.
Robin necesitó de un segundo para confirmar que aquella persona era quien creía que era, sin embargo en ese segundo el hombre aprovechó para arrojarla al piso con un simple movimiento y luego apresarla con sus brazos contra el pasto.
Él le sonrió con ternura, mientras que ella lo miró con terror.
—Tiempo sin vernos, Robin— le comentó él.
La chica tragó saliva. No podía escapar de él, no por la fuerza. Lo único que podía hacer era seguirle el juego. Ambos lo sabían bien.
—Hola, hermano— gruñó ella.
Steven sonrió. Le agradó oír su nombre de los labios de su preciosa hermana.
Seguidamente la soltó para recostarse a su lado y contemplar el cielo juntos, como dos buenos hermanos.
—¿Cómo me encontraste?— inquirió ella.
—¿Eso importa?— contestó él.
Robin ignoró su respuesta.
—¿Qué quieres?
Steven pensó un poco, hasta que dio con una respuesta.
—¿Qué tal hablar un poco? Después de tanto tiempo afuera, debes tener muchas preguntas
—No.
Steven dejó escapar una ligera risa.
—Tan directa como siempre. Extrañaba tu sinceridad— entonces se puso de pie y comenzó a caminar sobre la misma ladera por la que había estado caminando ella un rato antes— Ven, hablemos
Robin vio que su hermano le daba la espalda. Esperanzada, se puso de pie e intentó echar a correr, pero en ese momento chocó contra una muralla azulada, tan dura como el acero. Mientras se sobaba el chichón en la frente, dos grandes pokemon la tomaron de los brazos, la levantaron y la obligaron a caminar. Robin advirtió que eran un Aggron y un Metagross, y que este último llevaba un pokemon más pequeño y verde sobre su hombro.
—¡Jaws!— lo reconoció Robin.
Sin embargo se veía muy debilitado siquiera para intentar zafarse de la garra del Metagross que lo sujetaba. La muchacha comprendió que cualquier idea de escape sería inútil.
El Aggron la empujó hasta que alcanzaron a Steven, el cual le ofreció su brazo para que ella lo afirmara, como una linda pareja. Ese era más que una simple invitación, y ella lo comprendió apenas afirmar los músculos de su hermano; Steven se estaba burlando de ella y del camino que había elegido. A Robin le chirriaban los dientes, no podía soportar a su hermano mayor.
De pronto el campeón miró hacia un lado, por sobre la cabeza de Robin, y asintió en esa dirección. La muchacha miró al mismo punto, curiosa, y se encontró con el agente de policía, Stefan Cops, con su inconsciente Grovyle en brazos. Cops asintió de vuelta a Steven, y sin decir más, metió a su pokemon dentro de su pokebola y se marchó por el camino del norte.
—¿Él estaba trabajando para ti?— inquirió Robin.
—Sí. Es un buen investigador privado.
—No puedo creer que cayera en tu trampa— Robin pateó el pasto bajo ella, irritada.
—No te martirices— le pidió él en un tono amable— No tenías forma de saber que Cops era una distracción.
Robin resopló con enfado, lo cual acalló la conversación hasta un incómodo silencio. Steven se rascó la cabeza, intentando dar con un tema para hablar. Tenía muchas preguntas en mente, pero tampoco quería acosar a su hermana con un interrogatorio.
—Entonces... ¿Cómo te ha ido estos cuatro años?
—Bien— contestó ella, secamente.
—¿Solo bien?
Robin hizo rodar sus ojos.
—¿Qué quieres que te cuente? He viajado por tres países distintos, también regiones distintas dentro de este mismo país. He combatido con entrenadores, he ganado y he perdido, y me he encontrado a mí misma.
—Vaya, qué alegría— comentó un alegre Steven.
—Y tú sigues siendo el campeón, lamentablemente.
—Nadie ha logrado derrotarme en todo este tiempo— levantó su brazo y apretó sus músculos, aunque no se notaban por el traje de manga larga que llevaba— ¡Tu hermano es muy fuerte!
—Sí, ya me di cuenta— contestó con poco interés.
Steven se metió una mano al bolsillo. Le estaba costando dar con los temas que en verdad quería hablar con ella.
—Dime, Robin...— se rascó la barbilla, un tanto nervioso
—¿Sí?
—Tú viniste a matarme ¿Cierto?
Robin guardó silencio, apesadumbrada.
—Regresaste a Hoenn por venganza ¿Cierto? Oh, desde que me avisaron de la muerte de padre, supe que yo era el siguiente. Comenzaste por él porque fue quien te echó de la casa ¿Cierto? Supongo que era a quien más odiabas de los dos. Después de todo, aunque fue por pocos años, nosotros dos fuimos muy amigos.
Robin tenía los dientes tan apretados que sentía que se romperían.
—¡Sí, vine a matarte!— bramó— ¡Padre era un puerco intolerante, siempre supe que algún día estallaría y haría algo como echarme de la casa! ¡Pero tú eras distinto! ¡Tú eras mi amigo, mi protector! Lo que más me sorprendió ese día fue cuando te pusiste de su lado y comenzaste a atacarme. Nunca nadie me ha traicionado tanto como tú ese día.
Steven suspiró. Al contrario que su hermana, se encontraba muy relajado.
—Claro, tuve que elegir un lado ese día— entonces miró a Robin desde arriba, sonriente— Veo que echarte de la casa no ha servido de mucho. Sigues igual que antes.
—Hagas lo que hagas, no me cambiarás— le advirtió ella.
—No, por supuesto que no— acordó él— Eres un Stone, después de todo. No importa cuánto te presionen, resistirás inalterable hasta el final. Lamentablemente sigues siendo una piedra, en cambio yo soy de roca y acero. Sabes que no tienes posibilidad contra mí ¿O sí?
—Eso lo veremos.
Steven se echó a reír. Le regocijaba ver la mirada desafiante de Robin. Ella, en cambio, permaneció rígida e inexpresiva
—Me imagino que le pedirás ayuda a tu amigo Ruby para que te ayude— le comentó Steven.
Robin frunció el seño.
—Ruby no tiene nada que ver con esto.
—Al contrario, me querida hermanita— entonces Steven apresó a Robin en un fuerte abrazo— Él es la pieza más importante en mi juego, mucho más que tú.
Robin intentó descifrar las palabras del campeón, sin embargo en ese preciso momento oyó una voz familiar gritándoles a lo lejos.
—¡STEVEEEEEEEEEEEEEEN!— rugió un enérgico muchacho, por debajo de la ladera.
Ambos hermanos Stone se giraron, y contemplaron ante sí a un joven de un solo ojo, corriendo hacia ellos con un puñado de fuertes pokemon a su espalda.
—/—/—/—/—0—\—\—\—\—
Vibrava, el pokemon Vibrante:
—Peso: 15,3 kg
—Altura: 1,1 m
—Observaciones:
àLas ondas ultrasónicas que genera con sus alas son tan fuertes que pueden provocar dolor de cabeza
àSegún el Pokedex, solo puede volar distancias cortas, aunque eso no le impide aprender Vuelo
...
Grovyle, el pokemon Gecko Bosque:
—Peso: 21,6 kg
—Altura: 0,9 m
—Observaciones:
àLas hojas de sus brazos son tan afiladas que puede cortar el metal
àEs muy ágil en los bosques
àSegún la Pokedex de Ash, Grovyle es el pokemon gecko madera
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro