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Hambre de Poder, Sed de Venganza


Las olas golpeaban entre sí, llegaban a la playa sin energía y luego huían en retirada. Sobre la arena tibia, un muchacho y una Milotic reposaban sentados, intentando relajarse antes de partir.

Él pensaba en los amigos que había tenido que dejar en esa ciudad, en las pérdidas que había experimentado, también en Jaws, al cual había tenido que dejar a la custodia de Robin. Era lógico que, tras oír sobre su derrota, ella hubiese recogido a Jaws y se lo hubiera llevado lejos. Solo esperaba volver a verlos pronto.

Ms. Beauty, por su parte, intentaba pensar en cómo llevaría a Ruby a través de las rutas marítimas. Había evolucionado pocas horas antes, y no se encontraba muy acostumbrada a su nuevo cuerpo. Además, había pasado toda su vida en estanques pequeños y aguas calmas. Cruzar las turbulentas aguas de las rutas 105 a la 109 sería toda una hazaña.

—¿Estás nerviosa?— adivinó Ruby, sorprendiéndola.

—¡No, yo...— entonces ella lo miró, y por un momento casi se perdió en su relajado y único ojo rojo— un poco, quizás.

—Si crees que no puedes hacerlo, todavía podemos ir por...

—¡No, yo puedo!— alegó, temerosa de parecer una inútil frente a sus nuevos compañeros.

Él le sonrió.

—Bien.

Seguidamente se pusieron de pie para hacer los últimos preparativos. Ella se acercó al agua, luego se giró hacia su entrenador para llamarlo, pero entonces notó que él comenzaba a quitarse la ropa, por lo que giró sonrosada la vista hacia otro lado.

Después de unos minutos Ruby terminó de desvestirse. Un tanto nervioso por lo que el mar le deparara, avanzó hasta que el agua le llegó a las rodillas, junto a Beauty.

—Entonces... ¿Cómo hacemos esto?— inquirió el muchacho.

—¡¿Qué?!— saltó ella, sonrosada.

—Nunca he montado un pokemon de agua antes— admitió él.

—Pues... mira, tienes que...— pero no pudo seguir hablando. Muda, lo tomó por los hombros y lo condujo más hacia el fondo, hasta que el agua le llegó a la cintura— Tienes que... tienes que...

—Solo dime— la apuró él, extrañado de que le costara tanto soltarlo.

—Ábrete de piernas, por favor— le rogó con la cara roja.

Ruby se echó a reír.

—No tienes que avergonzarte por algo así.

Mas no recibió respuesta. Pasaron los segundos en silencio. Sintió la necesidad de girarse para comprobar que Beauty siguiera ahí, detrás de él, pero de pronto algo liso rosó sus piernas y lo levantó. Ruby tuvo que afirmarse fuerte para no perder el equilibrio y caer. Cuando se dio cuenta de lo que ocurría, estaba sobre la espalda de Beauty. Ella sacó su cabeza del agua y lo miró de reojo.

—¿Estás bien?

—Sí— contestó con una voz temblorosa, concentrándose en no caer.

—Afírmate con fuerza, por favor.

Ruby se fijó de dónde se agarraba, y se asustó al advertir que sus manos sujetaban la cintura de Beauty con bastante confianza. Pensó que la podría hacer sentir mal, pero luego de observarla unos momentos notó que ella no parecía sentirlo.

—¿Estará muy concentrada?— se preguntó el muchacho.

Viajaron tranquilamente hacia el sur. Divisaron algunos entrenadores en el camino, pero los esquivaron, y a los que no podían esquivarlos, los atacaron por sorpresa para no tener que pelear.

Pronto, más pronto de lo que esperaban, las débiles luces que provenían de las ciudades y calles de Hoenn dejaron de iluminarlos, y se vieron sumidos en la oscuridad. Beauty comenzó a disminuir la velocidad, temerosa de chocar con algo cuando menos se lo esperaba, pero entonces Ruby le frotó el dorso del cuello para darle seguridad.

—Estaremos bien— le aseguró, y luego usó Destello para iluminar el camino frente a ellos.

—¡Woah!— exclamó Beauty— ¿Cómo hiciste eso?

—Es un movimiento muy simple. Je. Tienes mucho qué aprender sobre Pokemon Gijinka y nosotros, así que prepárate para oír muchas historias de aquí en adelante.

—¡Eso me encantaría!— exclamó ella.

—Excelente. Entonces nos detendremos en un grupo de islas que hay en esta ruta, y ahí te contaré unas cuantas historias, si puedes aguantar despierta hasta entonces.

—¡OK!

—/—/—/—/—/—

Beauty miró a Ruby, al otro lado del grupo, con desánimo. Apenas llegar a la isla se había quedado dormido, así como todos los demás. La única que había aguantado el sueño para hacerle compañía era Kitten, la cual llegó en ese momento con un puñado de bayas que había encontrado entre los árboles. Le dio la mitad, se sentó junto a ella y comenzaron a comer sin prisa. Kitten le echó una ojeada a la nueva recluta, y adivinó sus intenciones en un instante.

—¿Querías que Ruby te contara sobre nuestras hazañas?

Beauty abrió sus ojos de par en par. Era tan transparente como las aguas en donde había nacido, por lo que Kitten se echó a reír.

—Te pido que lo perdones; hoy ha sido un día más largo de lo que parece. En verdad todos necesitábamos una buena noche de sueño.

—¿Y tú no estás cansada?— inquirió Beauty

—Sí, bastante, pero prefiero ser la última en quedarme dormida.

Beauty se la quedó mirando, confundida. Kitten rió ante la inocente ignorancia de su nueva compañera.

—Me gusta estar alerta. Es algo que tenemos los felinos. Además, me gusta ver sus caras cuando duermen. Así puedo saber cuándo la están pasando mal. Por ejemplo, el mismo Ruby parece haber tenido muchos más sentimientos encontrados al matar a su padre que lo que nos dejó ver.

Beauty inspiró hondo, sorprendida por la elaborada técnica de Kitten.

—¿Cómo lo sabes?

—Mira, fíjate en sus cejas. No se ve muy cómodo ¿Pero cómo no podría estarlo, si se acaba de reunir con sus queridos pokemon? Pues porque hizo algo que quizás no le dejó buen sabor de boca.

Beauty le siguió la mirada hacia la cara de Ruby para examinarlo. Justo como ella decía, las cejas del muchacho se estrechaban en una expresión de desconformidad. Luego, curiosa, comenzó a fijarse detenidamente en los demás, sin embargo no consiguió ver nada más que un grupo de pokemon durmiendo.

—No, no es tan fácil— le advirtió Kitten— Antes tienes que conocerlos bien. Mira, te voy a contar un poco de cada uno en compensación de las historias que Ruby te debe ¿Bien?

Beauty asintió con excitación.

—Muy bien. Ese de ahí es Smoky. Es muy gentil. Es él quien toma el mando cuando Ruby no está... como pasó hace unos días.

—Es muy apuesto— musitó Beauty.

—Y que lo digas. En verdad nos sorprendió a todos cuando evolucionó. Siguiendo, esa de ahí es Fiercy. Es muy competitiva y algo tosca. Tendrás que perdonarle sus bravuconerías si quieres ser su amiga. Esa que está al lado es Brainy. No le digas palabrotas en tu mente, ella es telepática.

—¿En serio?— saltó Beauty.

—Sí. Y ese emplumado es Birdy. Es un poco acelerado, y a veces necesita su espacio, pero en el fondo tiene buen corazón... muy en el fondo. Por supuesto, no creo que necesites que te hable sobre Ruby.

—No, a él ya lo conozco bastante bien— afirmó Beauty, aunque su cara pronto perdió autoestima— O quizás no tanto. No sé. En nuestra celda se veía perdido, incluso a veces desesperado, pero apenas los vio a ustedes se convirtió en una persona totalmente distinta.

—¿En serio?— esta vez Kitten abrió bien los ojos— Ya veo, pobre Ruby.

—¿Qué dijiste?

—Que ya es hora de dormir. Yo no aguanto un minuto más despierta.

[...]

A menos de cien metros de ahí, cerca de la orilla de la isla grande del archipiélago de la ruta 105, un bote avanzaba lentamente, imponiéndose a las olas gracias a dos remos y la tremenda fuerza de parte de los dos remeros. El tercer pokemon, sobre la proa, iluminaba el camino con su puño envuelto en llamas. Su cuerpo estaba magullado por todos lados, sus músculos agotados, algunas de sus costillas rotas, pero aun así se mantenía en pie sin problemas. Su estado no era nada comparado con otros horrores que había vivido mucho antes.

Mientras sus compañeros remaban, Sunny levantó la nariz para olisquear el aire. Entre toda esa sal había un olor familiar, pero era tan leve que no lograba reconocerlo. Curioso, miró hacia el nuevo miembro de su equipo; un pokemon robusto y de piel de hielo que remaba a su derecha.

—Oye, Regice— lo llamó de la nada.

Los ojos del aludido parpadearon en patrones aparentemente aleatorios, hasta que se apagaron y su dueño levantó la cabeza.

—Unidad 1011101001 esperando órdenes del elegido.

—No, no te iba a dar órdenes— le corrigió él— Solo quería saber cómo estás.

—Ejecutando análisis de estado— Regice dejó de remar totalmente y se paró erguido.

—¡No, maldición! ¿Por qué tuve que buscar compañeros como ustedes? Te preguntaba cómo te sientes, qué te parece venir con nosotros.

Los ojos de Regice brillaron por un rato más antes de contestar

—No se han encontrado resultados para "¿Cómo te sientes? ¿Qué te parece?".

Sunny suspiró con frustración.

—Mira, al menos deja de llamarte unidad 001...

—Corrección: Usted está hablando con unidad 10111...

—¡No importa! Te ordeno cambiar de nombre.

—Unidad 1011101001 esperando nueva asignación.

Sunny se detuvo, un tanto sorprendido. No lo había meditado hasta el momento, pero era lógico pensar que aquellos pokemon antiguos hablaran de forma extraña, incluso que se comportaran de forma extraña. Ellos esperaban sus órdenes y las ejecutaban sin rechistar, sin quejarse nunca ¿Y si era seguir órdenes lo que los hacía felices? ¿Y si era él quien tenía que modificar su forma de hablar para adaptarse a ellos en vez de hacerlo en la dirección contraria?

—Eh... la nueva asignación será: "Regice"

Los ojos del aludido brillaron.

—Nueva asignación aceptada. Unidad Regice bajo su comando, elegido.

—Sí, como sea. Ahora sigan remando, par de raritos. Tenemos que ir a por su último hermano y estaremos listos.

—Pregunta: Ubicación del nuevo objetivo— inquirieron ambos regis a la vez.

—¡No sé! ¡Por ahí! Ahora sigan remando y no me hagan enojar.

—Comando: "Sigan remando" aceptado— contestaron a coro, antes de pescar los remos otra vez.

—/—/—/—/—/—

A la mañana siguiente, Pokemon Gijinka se despertó más tarde de lo usual, relajados por el hecho de encontrarse en una isla inhabitada. Sin embargo, apenas despertar comenzaron a prepararse para partir, un tanto ansiosos. Extrañadas, Beauty y Kitten les llamaron la atención.

—¿No les parece que están un poco acelerados?— apuntó Kitten.

—Ah, sí. Ustedes no estaban con nosotros cuando sucedió— recordó Ruby, y luego apuntó hacia el sur— Por allá se encuentra pueblo Azuliza. Pasamos allí para enfrentar a nuestro segundo líder de gimnasio.

—Fue una gran pelea— admitió Smoky.

—Ni me lo recuerden— alegó Fiercy— Casi nos matan ahí.

—También hicimos muchos amigos— apuntó Brainy— ¿Cómo creen que estén?

—La última vez que los vimos, tenían total control sobre la gente del pueblo. Fue la primera vez que los pokemon se volvieron iguales a las personas— aseveró Ruby— ¿No quieren ir a ver cómo les va?

—¡Sí!— contestaron todos con alegría.

Rápidamente terminaron de prepararse, los pokemon volvieron a sus pokebolas y Ruby se subió a lomos de Beauty para continuar su viaje. Ella nadó rauda, experimentando las vertiginosas velocidades que su cuerpo comenzaba a permitirle, por lo que en pocas horas lograron divisar los bordes de la isla.

Apenas pisaron la playa, los pokemon salieron de sus pokebolas para caminar por sí mismos. Se dirigieron inmediatamente hacia la Cueva Granito, sin embargo al acercarse encontraron la entrada despedazada y bloqueada por rocas enormes.

—¿Qué ha pasado aquí?— exclamó Brainy.

Todos se giraron hacia Ruby, suponiendo que él tendría una respuesta. El muchacho, paralizado, repentinamente abrió su ojo con sorpresa y frunció el ceño con desesperanza. Sin decir nada, corrió hacia las rocas que cubrían la entrada y comenzó a romperlas con sus puños desnudos.

—¡Ruby! ¿Qué pasa?— inquirió Fiercy, alarmada.

Pero Ruby no contestó. En vez de eso se dedicó a romper todas las rocas que le bloqueaban el paso, y luego de hacerlo echó a correr hacia su oscuro interior. Sus pokemon, consternados, lo siguieron a la misma velocidad.

Corrieron por varios minutos, a toda velocidad. La única luz que los guiaba era la que emitía su entrenador, frente a ellos. De pronto Ruby se detuvo, agitado, y se recostó contra una pared para recuperar el aliento.

—¿Qué ocurre, Ruby?— le preguntó Smoky.

—¿No se dan cuenta?— exclamó él— Después de todo lo que hemos corrido a través de la cueva ¿Por qué no nos hemos encontrado con ningún pokemon?— luego miró hacia Brainy, la cual tenía los ojos llorosos— ¿Tú puedes sentir a alguien más rondando por aquí?

Mas ella negó con la cabeza.

—Pero entonces...— musitó Smoky, consternado— ¿Dónde están?

Luego de su pregunta se formó un silencio tenso, nada agradable. Ruby se llevó las manos a la cabeza, apenado.

—Rayos, debí darme cuenta que esto ocurriría— se maldijo a sí mismo por su estupidez.

—¿Qué? ¿Qué pasó?— inquirió Beauty.

—Hace tiempo condujimos una pequeña rebelión junto a los pokemon de esta cueva, contra el pueblo y el gimnasio pokemon— explicó Fiery— Ganamos y dejamos a los pokemon a cargo, aunque pensándolo bien, fue bastante tonto de nuestra parte.

—¿Qué?— se extrañó Beauty— ¿Por qué?

—Claro, tiene sentido— asintió Kitten— Quizás los pokemon hubieran tenido oportunidad de florecer junto a los humanos si este hubiera sido un caso completamente apartado de las grandes sociedades, pero seguramente luego de que Ruby y los demás se fueran, mandaron policías y fuerzas especiales desde la isla grande de Hoenn para exterminar a los pokemon, que se habían vuelto demasiado violentos.

—¿O sea que toda esta cueva...

—Dudo que hayan dejado a alguno vivo— masculló Ruby, malhumorado— Amenaza a quien tiene el poder con quitárselo, y te cortarán la cabeza antes de que tengas oportunidad de hacer nada.

—Esta vez se pasaron de la raya— bramó Birdy— Yo digo que vayamos y les enseñemos una lección a esos pueblerinos. Nadie se mete con los amigos de Pokemon Gijinka y vive para contarlo.

Smoky, Fiercy y Kitten se pusieron de pie, determinados a vengar a sus amigos, sin embargo Ruby los detuvo apenas dieron un paso.

—No— ordenó, con una voz potente— No lo hagan

—¿Por qué no?— rechistó un enojado Birdy— Los asesinaron despiadadamente. Es nuestro deber vengarlos.

—Es nuestro deber no usar la venganza como una excusa para la matanza sin sentido— argumentó Ruby— Pokemon Gijinka es una organización que existe por el objetivo de hacer un cambio. Matar gente innecesariamente solo nos desviará de nuestra meta.

—¡Pero eran nuestros amigos!

—¡Pues no puedes revivirlos! ¡Ni siquiera matando a miles de personas harás que vuelvan a la vida!

Birdy miró un momento al ojo de Ruby, consternado, y finalmente agachó la cabeza con frustración.

—¿Entonces no piensas hacer nada?

—Yo no dije eso. Quizás la venganza no sea el curso de acción correcta, pero sin duda la gente de pueblo Azuliza necesita que le den una lección, un recordatorio de que Pokemon Gijinka está vigilando, y de que no toleramos este tipo de conducta.

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Cuando el sol se puso por completo y el cielo era demasiado oscuro para iluminar las caras de la gente, una luz grande y fuerte se alzó por entre los faros del pueblo. Los habitantes de pueblo Azuliza vieron, pasmados, cómo el gimnasio pokemon, que había sido cerrado hasta nuevo aviso, ardía de pies a cabeza. El fuego, incontrolable, pronto comenzó a expandirse hacia otras casas y edificios.

Mientras los bomberos se apresuraban a bombear agua desde el mar para apagar el terrible incendio, siete figuras se alejaron tranquila y lentamente desde las puertas del gimnasio pokemon. Caminaron tranquilamente, sus rostros descubiertos para que la gente los reconociera. Las multitudes, temerosas, les abrieron paso sin decirles nada, sin atreverse a mirarlos. No era la primera vez que ese demonio les causaba desgracias, y al parecer tampoco sería la última.

Ruby y sus pokemon no dijeron nada, se limitaron a caminar por las calles principales, con el incendio por la espalda y el mar por el frente. Por el momento eso era todo lo que podían hacer, y eso era lo que más les carcomía. Tenían que apresurarse a convertirse en los amos de Hoenn, pues cada día que perdían era otro día en que calamidades como aquella acontecían en la región. Debían llegar al poder, no había otra forma.

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Regice, el pokemon Iceberg:

—Peso: 175 kg

—Altura: 1,8 m

—Observaciones:

-  Nació en la edad de hielo

-  Su cuerpo mantiene una temperatura de —200°C

-  No puede ser derretido por fuego o magma

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