Duelo
Su celda era bastante amplia. Era oscura, justo como le gustaba a él. Tenía una cama cómoda, un baño propio, una repisa con juegos para mantener el cerebro ocupado y hasta su propio Nintendo Gamecube conectado a un televisor. Parecía haber transcurrido una eternidad desde la última vez que tomó el control en sus manos.
Con cuidado, se llevó una mano al ojo derecho. Lo habían operado, pero no lograron salvarle la vista. Al final le dieron varios parches para que eligiera el que más le gustaba.
Desde aquel incidente habían pasado unos cuantos días. Ruby había llorado, en su alma se desató una tormenta de pena y rabia, pero como toda otra tormenta, terminó disipándose. Sabía que la muerte era una parte de la vida, y que no había más que aceptarla. Esa era la verdad, y él no tenía el poder de cambiarla.
Más le preocupaban aquellos quienes sí podrían estar vivos. No sabía qué había sido del resto de sus pokemon, y eso le molestaba. Había visto a Cloudy morir, lo había confirmado ¿Y los demás qué? ¿Habían escapado? ¿Habían sido capturados por los policías? ¿Habrían usado la ruta de escape? No, probablemente no ¿Cómo podrían haberla usado, si todos ellos se encontraban agotados? Ruby no quería admitirlo, pero lo más probable era que corrieran la misma suerte que Cloudy.
En esa celda no podía hacer gran cosa, solo esperar e intentar entretener su mente para no pensar en aquello. Le molestaba su estado de impotencia e ignorancia, le molestaba que su padre hubiera ganado, que su cruzada hubiera terminado tan pronto.
De repente, el ruido de una puerta abriéndose a lo lejos lo alertó. Oyó pasos acercándose hacia él. Pronto su mismo padre apareció frente a su celda de vidrio reforzado, abrió la puerta y entró sin problemas. Adentro, se tomó un segundo para examinar su entorno. Advirtió varias grietas en las paredes de vidrio, las patas de la cama estaban rotas, la silla del escritorio se veía quebradiza y astillada.
Luego miró a su hijo, el cual parecía estar muy ocupado navegando en un bote rojo en el juego de su Gamecube para prestarle atención. Norman se aclaró la garganta, con lo que su hijo finalmente cedió, y sin voltearse a mirarlo, apretó Start para dejarlo hablar.
—Te traje un regalo a cambio de la Altaria que maté.
Se metió una mano al bolsillo de su chaqueta, y de ahí extrajo una Malla Ball. Ruby se fijó extrañado en ella, y después levantó la mirada hacia su padre. Él, sin más miramientos, le arrojó la cápsula, que su hijo atrapó al vuelo.
—Es un pokemon muy difícil de atrapar. Cuídalo. Te hará compañía en el Instituto Correccional.
—¿Instituto correccional?— repitió Ruby, consternado.
Pero Norman ya había dado media vuelta y se encaminaba hacia la salida.
—Te vas el Lunes— dijo antes de cerrar la puerta.
Ruby bajó la mirada, y posó su único ojo sobre la Malla Ball. No era transparente como las pokebolas normales, por lo que sacó al pokemon dentro de ella para poder verlo.
Frente a él surgió una muchacha delgada, de apariencia enfermiza. Su piel era oscura y tenía muchos lunares con formas poligonales. Sus ojos grandes y ojerosos, sus labios gruesos, y su cabello de un triste azul. Ruby no pretendía ser superficial, pero en ese momento no pudo hacer más que sorprenderse de lo horrenda que era aquella pokemon.
Esta, por su parte, se vio desnuda frente a él, aunque no pareció importarle mucho. Amedrentada, retrocedió lentamente hasta apoyar su espalda contra la pared, y ahí se encogió, sin quitar al muchacho de su mirada.
Entonces este se dio cuenta del miedo del pokemon, e inmediatamente buscó con la mirada por la habitación. En dos segundos agarró el cubrecama revuelto y se lo arrojó a la muchacha, quien lo aceptó sin protestar.
Luego, cuando ella cubrió su cuerpo, Ruby le dedicó una mirada y una sonrisa, pero al intentar acercarse ella ahogó un grito, por lo que él retrocedió rápidamente.
—Hola— le dijo al fin— soy Ruby.
Ella lo miró, luego al resto de la habitación, y finalmente bajó la mirada sin decir nada.
—Es la primera vez que veo un pokemon como tú— continuó él, evitando decir "tan feo como tú"— ¿Cómo se llaman ustedes?
La muchacha lo miró conteniendo el aire, y después de una eternidad abrió la boca para decir algo, sin embargo el único sonido que logró emitir fue un tímido lamento.
—¿Qué dijiste?
Ella cerró los ojos, apretando la cara, y luego exclamó fuerte y claro.
—¡Feeeebas!
Después de eso se tapó la boca, y se cubrió la cabeza con el cubre cama.
—¿Feebas? ¿Así está bien?
El bulto de la cabeza del pokemon se movió en un gesto afirmativo.
Ruby suspiró, y se relajó junto a la cama. Desde donde estaba, divisaba tres posibles razones por las que su padre le había entregado ese pokemon: Una, se sentía mal por haber matado a su Altaria. Dos, suponía que otorgándole un pokemon de regalo mitigaría el rencor que había entre ambos. Tres, y esta era la más probable, quería tener a alguien que lo vigilara todo el tiempo, y quién mejor para ese trabajo que un pokemon.
Pero ya no importaba. Nada importaba. Pronto sería transferido a un Instituto Correccional, donde su vida empezaría de nuevo. Casi no podía tragarse que su sueño se estaba yendo a la basura tan de repente.
—/—/—/—/—/—
Norman enterró el cuchillo en la garganta de Cloudy. La sangre brotó como un torrente sin que esta pudiera hacer nada. Su cuerpo cayó pesadamente al piso, su mirada comenzó a perderse, y un angustiado muchacho gritaba a lo lejos.
Zafiro vio horrorizada cómo Norman mataba a Cloudy. Vio al despiadado terrorista llorar con desesperación. Vio al ejecutor, imperturbable. Lo único que le importaba a él era terminar con la revuelta. Si uno o más pokemon morían le daba lo mismo.
Cayó de rodillas, conmocionada. Apenas el día anterior había compartido un té con ella. La había conocido, la respetaba. Verla morir fue un golpe duro, uno que impactó la última pared y la rompió apenas tocarla.
[...]
Después de ese incidente, Zafiro tomó sus cosas y se fue de inmediato. Ni siquiera se despidió de Norman, ni intentó acercarse a Ruby. Tenía muchas cosas en qué pensar.
Sus pokemon tampoco hablaron mucho. Ya era un tanto extraño, desde hace un par de días, que los llevara fuera de sus pokebolas, que los hiciera caminar. La gente los miraba raro, pero más extraña era la forma de comportarse de Zafiro. No se veía bien, no estaba bien. Mantenía la cabeza gacha, comenzó a evitar hablar con otras personas, y hasta un par de veces que la desafiaron a una batalla pokemon ella simplemente se rindió durante los primeros segundos, en ambas peleas.
Viajó con sus pokemon hacia el este, hasta Pueblo Escaso. Ahí pasó al supermercado a comprar un martillo bastante pesado. Sus pokemon pensaron que se asentarían ahí un par de días, mas pronto ascendieron hacia el norte, hasta la orilla del río que cruzaba la ruta 103.
La caminata no fue muy extensa, pero sí rápida. Zafiro daba zancadas, sujetando con los dos brazos el martillo dentro de su bolso por el peso extra que le significaba. Sus pokemon la siguieron de cerca, pero a ratos necesitaron casi correr para mantener su velocidad. Cuando finalmente llegaron, pudieron ver el hermoso paisaje que les deparaba.
Los árboles eran coloridos, el pasto abundante, el cielo azul y el agua corría bajo sus pies en el río. Dentro del ruido general del agua corriendo y el viento entre las hojas, se respiraba un silencio relajante, como si nada malo o impactante pudiese suceder ahí, jamás.
Zafiro se quedó parada ahí mismo por un buen rato, perdida en el movimiento del pacífico río. Sus pokemon comenzaron a preguntarse qué le pasaba, pero justo en ese momento pareció despertar de su trance. Miró todo a su alrededor y se permitió un momento para dar un largo suspiro. Se veía cansada, sus brazos colgaban, mantenía su cabeza más gacha de lo que había estado mostrando últimamente. Entonces sacó el martillo y una pokebola de su bolso, y depositó la cápsula sobre una roca lisa.
—Eh... ¿Zafiro?— la llamó Marshtomp
—¿Sí?
—¿Qué haces?
Zafiro se paró frente a la pokebola, sujetando el martillo con ambas manos. Sin contestar, alzó la herramienta sobre su cabeza, afirmándola con fuerza, y finalmente la dejó caer con todo su peso sobre la cápsula. Esta se rompió al instante, produciendo un molesto ruido metálico y un par de chispas.
—¡Ah!— exclamaron sus pokemon
—¿Por qué hiciste eso?— saltó su Marshtomp.
Pero entonces Lombre se acercó atónito hacia su entrenadora.
—Esa pokebola...— señaló— ¿De quién era?
—Ah ¿La reconociste?— observó Zafiro. Su tono era tan tétrico como el aire que la había estado acompañando desde el incidente en ciudad Petalia— Era la tuya.
Los pokemon abrieron mucho sus ojos en sorpresa.
—¿Pero por qué hiciste eso?— quiso saber Marshtomp— ¿Es una nueva forma de entrenamiento?
Zafiro dejó su martillo a un lado, y se inclinó sobre su bolso para buscar otra pokebola.
—La pokebola es más que un medio de transportar a tus pokemon— contestó— Cuando una pokebola captura a un pokemon por primera vez, pokemon y pokebola se vuelven uno— finalmente encontró la cápsula que buscaba, y la apoyó en el mismo lugar, sobre la roca lisa— Desde ese momento, esa pokebola siempre podrá volver a capturar al mismo pokemon. Las pokebolas son los hogares y las prisiones de los pokemon que capturan.
Sin esperar a nada, agarró su martillo de nuevo y lo alzó sobre su cabeza.
—¿O sea que técnicamente soy libre?— se extrañó Lombre, conmocionado.
—¡Esa es mi pokebola!— la reconoció el Slugma, justo antes de que Zafiro la destruyera.
—¡¿Pero por qué haces esto?!— exclamó Marshtomp, agitado— ¿Qué significa...
Zafiro se volteó, y lo miró con sus ojos cubiertos de una sombría capa de cansancio.
—Los estoy liberando.
Luego se giró nuevamente hacia su bolso, para sacar la última pokebola.
—¡NOOOOOOOOOOO!— vociferó el Marshtomp.
Se apresuró hacia Zafiro, y cuando esta levantaba el martillo para aplastar la última cárcel, su pokemon la empujó hacia un lado y agarró la cápsula en sus manos. La muchacha, confundida, lo miró con sus ojos cansados desde el suelo.
—Yo... lo siento...— musitó el Marshtomp.
Los pokemon se prepararon para una reacción violenta de parte de la muchacha, mas esto nunca ocurrió. Zafiro simplemente lo miró desde el suelo, como si estuviera muy débil para levantarse sola.
—¿En verdad quieres conservar esa pokebola?— le preguntó.
—Yo... yo... —Marshtomp balbuceó un momento— Sí
—Si alguien te la roba, podrá encerrarte sin problemas en ella, y volverás a ser un esclavo.
—La guardaré bien.
Zafiro lo miró cansada. El Marshtomp sostuvo su mirada con convicción. Finalmente ella asintió, y se sentó sobre la tierra húmeda.
—Como quieras.
—¿Entonces somos libres?— inquirió Lombre.
Todos lo miraron. Se veía más emocionado que nunca. Apenas podía contener una sonrisa que se le asomaba temblorosa por el borde de sus labios.
—Podrías hasta golpearme si quisieras— contestó ella— me lo tendría bien merecido, supongo.
Lombre pareció pensárselo, pero se sacudió la cabeza y se volteó con excitación hacia Marshtomp.
—Somos libres— le susurró, sin poder creérselo él mismo— ¡Somos libres! ¡Podemos irnos!
Pero Marshtomp no se veía tan feliz como él. Por eso se giró hacia Slugma.
—Entonces yo quiero ir hacia las montañas— afirmó— Mi familia debe estar preocupada.
—Yo...— el Marhstomp no se veía muy convencido— necesito tiempo para pensar.
—Entonces es un adiós
Lombre abrazó a Marshtomp, y le dedicó una inclinación de cabeza a Slugma antes de marcharse corriendo hacia el río. Saltó en picada y desapareció de su vista. Así de simple.
—Entonces yo también me voy— indicó el Slugma.
De la misma forma que hacía todos los días, le dedicó una inclinación de cabeza a Marshtomp. También le dedicó una mirada a Zafiro, un tanto curioso de su actitud. Ella ni siquiera lo miró, quizás por la vergüenza, quizás porque no le gustaban las despedidas. Como fuera, Slugma se marchó. Se fue por el bosque, cuidando de no quemar las plantas a su alrededor.
Después que hubo desaparecido, Zafiro metió su martillo en su bolso y se levantó. Se sintió un poco mejor consigo misma.
—Cuídate, Marshtomp, y no te dejes atrapar por entrenadores como yo.
Zafiro comenzó a marchar camino abajo, de vuelta hacia Pueblo Escaso, pero Marshtomp la agarró del bolso para detenerla.
—Espera. No me dejes solo.
—Estás mucho mejor solo que conmigo. Tampoco necesitas preocuparte por los pokemon salvajes; por esta zona son mucho más débiles que tú.
—¡Pero yo crecí en un laboratorio! ¡No sé cómo vivir en la intemperie!
—Pues no me pareció que fueras un bueno para nada todo este tiempo que hemos estado juntos.
Zafiro se volteó hacia él, y advirtió su mirada suplicante. Eso solo hacía todo más difícil.
—Escucha, no me parece bien estar contigo ¿No viste lo que los humanos podemos hacerles a los pokemon? ¿No has tenido suficiente de mí?
—¡Aún así quiero estar contigo!
—Eso lo dices porque has sido toda tu vida un esclavo ¡Ve! ¡Anda al río o al mar y haz amigos de tu mismo tipo!
Pero Marshtomp no soltaba su bolso. Enojada por la ceguera de su antiguo pokemon, Zafiro lo pateó para que la soltara. Marshtomp cayó de espaldas al suelo, lo cual la conmocionó por momentos.
Ambos se miraron por instantes, contrariados, hasta que Zafiro explotó.
—¡¿Lo ves?! ¡Siempre seré así! ¡Déjame tranquila!
Y sin darle oportunidad de contestarle, la chiquilla dio media vuelta y corrió a toda marcha hacia el pueblo, abandonándolo.
—/—/—/—/—/—
Ciudad Petalia no era muy grande, pero eso no le quitaba ser una ciudad. Contaba con todo tipo de restoranes, incluso una gran variedad de los que vendían comida chatarra; desde los puestos de grandes corporaciones hasta los carritos de churros en la esquina. Precisamente Robin se encontraba esa tarde comiendo una hamburguesa en un Burger Slowking alrededor del centro de la ciudad.
—No puedo entender cómo Ruby no tiene problema sin comer carne— pensaba, mientras masticaba la comida chatarra que tenía en la boca— Yo no me aguantaría una semana entera. Supongo que no podré quedarme por la región si él vence a Steven y se toma el poder.
—... Ruby el pirómano...— oyó a unos metros a la derecha.
Inmediatamente se giró, un tanto nerviosa, sin embargo pronto comprobó que nadie se encontraba a su lado, al menos no en persona. Sus ojos se posaron en la televisión, en donde una reportera hablaba frente al gimnasio en donde Ruby y sus pokemon se habían guarecido para emboscar a Norman.
Robin intentó poner atención, pero la estúpida reportera se dirigió inmediatamente a escuchar las opiniones de la gente que pasaba por el lugar y no habló más sobre la noticia en sí. La muchacha necesitó oír atenta por varios minutos antes de confirmar sus sospechas.
—Siempre confié en que la policía atraparía a ese delincuente— bramó un anciano cascarrabias, salpicando una gota de saliva a la cámara— Mi nieto es policía, nada se le pasa. Sabía que mi nieto atraparía a ese maleante.
Robin dejó de prestar atención para pensar. No era como si no hubiese esperado ese escenario. Las probabilidades de Ruby habían sido bajas desde el principio.
—Bueno, no hay nada que yo pueda hacer— se dijo, y se levantó.
Entones sintió algo removiéndose en su bolso. No estaba acostumbrada a que algo se moviera por sí solo sin que ella lo consintiera, por lo que se paralizó por momentos. Le tomó tres segundos recordar que llevaba al Trapinch de Ruby consigo.
Curiosa, lo sacó con una mano y lo miró a través del cristal rojo de la pokebola.
—¿Estás triste, señor Jaws?— le preguntó— Sí, yo también. Me gustaría ser capaz de hacer algo.
Jaws la miró desafiante, y luego pataleó dentro de su cápsula intentando salir. Robin vio el seguro, puesto. Pensó en dejarlo ir para que muriera en paz, pero eso simplemente le parecía estúpido y sin sentido. No, le había prometido a Ruby que cuidaría de Jaws, y no lo dejaría marcharse así como así.
—Lo siento. Parece que estaremos juntos por más tiempo del planeado. Trata de no molestar mucho ¿Sí?
Sin problemas, lo arrojó de vuelta al fondo de su bolso, se levantó con su bandeja para dejarla en su lugar y seguidamente salió tranquilamente por la puerta transparente. Justo a la salida del local se encontraba un hombre de abrigo largo, plantado, como si no se decidiera a entrar. Robin lo rodeó para continuar con su camino, sin embargo al dar un paso lejos de él, sintió que le sujetaba de la muñeca con fuerza.
—¿Robin?— oyó una voz viril, una que ya había oído antes— Debes venir conmigo.
Sin mirarlo ni cambiar su postura, la muchacha suspiró.
—No debí haberme descuidado.
Al instante saltó, usando la mano con que el agente Cops la sujetaba para impulsarse y aterrizar sobre sus hombros.
—¡¿Qué haces?!— bramó este.
Intentó agarrarla de un tobillo, pero ella fue más rápida y logró saltar de nuevo antes de darle la oportunidad de atraparla. Veloz como el trueno, Robin se disparó hacia el oeste, seguida por un irritado Cops.
—/—/—/—/—/—
Esa misma noche, Smoky llegó con bayas al campamento en el bosque. Habían tenido que encontrar otro lugar, dado que un grupo de policías halló el puesto del campamento que habían estado usando en la playa.
Los pesados pies del Combusken anunciaron su llegada desde lejos, por lo que todos se voltearon a verlo en cuanto entró al círculo dentro del claro. Ahí, bajo la luz de la luna, la imagen de las caras destrozadas de sus amigos se gravó como fuego en su retina. Ruby, Cloudy y Jaws brillaban por su ausencia, eso era seguro.
Después de mirarlo un instante, todos volvieron a lo que estaban haciendo, en silencio. Brainy se encargaba de las heridas de Fiercy, Kitten se limpiaba el cabello de la sangre que le había quedado y Birdy miraba extasiado hacia la luna, alejado de los demás. Smoky, sin decir nada, extendió un pañuelo sobre la tierra y depositó las bayas que había traído. Inmediatamente tomó un puñado y se inclinó hacia Kitten para pasárselo, pero ella se negó con la cabeza.
—No tengo hambre, gracias.
Entonces Smoky se giró hacia Brainy y Fiercy, pero estas también lo rechazaron con delicadeza. Como nadie quería, el Combusken miró hacia Birdy e hizo el ademán de caminar hacia él para ofrecerle las bayas, pero en eso Kitten lo detuvo.
—Mejor no.
Smoky apretó los dientes, apesadumbrado, y luego se inclinó sobre el pañuelo para depositar el mismo puñado de bayas. Ni siquiera él tenía hambre. Se quedó agachado sobre el pañuelo un buen rato, como hipnotizado. Kitten, atenta, posó una mano sobre su hombro.
—Quizás deberías dormir temprano. Has tenido bastante por hoy.
Smoky estuvo a punto de replicar que todos habían tenido más que suficiente, pero entones se dio cuenta de que su amiga se refería a la carrera que él había tenido que correr después de la pelea. Ciertamente no le fue fácil eludir a los policías. Estuvo todo el día corriendo desesperadamente, hasta que logró despistarlos entre los bosques.
—Todos deberíamos irnos a dormir temprano. Hoy ha sido un día intenso.
—¿Y después qué?— inquirió Fiercy.
De pronto se formó una incómoda pausa dentro del grupo.
—¿Qué?
—¿Para qué irnos a dormir temprano? Mañana no ocurrirá nada ¿O sí?— alegó, apesadumbrada— ¿Qué vamos a hacer sin Ruby? Ya vieron cómo son esos malditos simios. No somos rivales para ellos. Eso sin contar al mismísimo puto Norman, hijo de la gran...
—Pero no podemos dejar a Ruby por su cuenta— reclamó Brainy— Por lo menos tenemos que intentar recuperarlo ¿No?
—Sí, eso me gustaría decir— acordó Kitten— pero... bueno, Fiercy tiene razón, lo veo bastante imposible. Probablemente sea un ataque suicida.
—¿Pero dónde quedó eso de tratar con todas nuestras fuerzas, sin importar las consecuencias?— rebatió Smoky— ¿No es lo mismo que hicimos al decidir quedarnos a pelear contra Norman?
—Y mucho que nos sirvió— opinó Birdy, llamando la atención de todos— Mataron a Cloudy, capturaron a Ruby y nos patearon el trasero...— se formó una pequeña pausa. Birdy advirtió molesto que todos lo miraban con preocupación en sus ojos, por lo que les contestó con repudio— ¿No han pensado que quizás Ruby se merece su encierro, sea donde sea que esté? Quizás eso le enseñe a no agarrar más bayas de las que puede.
Iracundo, Smoky se levantó, caminó dando rápidas zancadas hacia Birdy y lo agarró con fuerza del cuello de la camisa.
—¡Lo de quedarte y pelear fue tu idea, en primer lugar! ¡No lo culpes a él, maldición!
—¡¿Y quién crees que fue el líder que aprobó esa idea?! ¡Él es tan culpable como yo!
Entonces Smoky abofeteó a Birdy con tanta fuerza que lo arrojó al piso. Quiso continuar aforrándole, pero en ese momento las demás se arrojaron sobre él para contenerlo.
—¡Detente!— exclamó Brainy.
—¡No llegaremos a nada de esta forma!— clamó Kitten.
—No, está bien— las calmó Birdy mientras se ponía de pie— El señor aquí es el segundo al mando ¿Recuerdan? Oh, espera, no. No puede hacer nada sin Ruby.
—¡No estás ayudando, Birdy!— vociferó Fiercy.
Smoky pareció calmarse. En verdad no tenía ganas de golpear a Birdy, ni a ninguno de sus compañeros. Solo estaba frustrado.
—¿Y qué importa si no ayudo? Estoy empezando a pensar que todo esto no tiene sentido... no sin ella...
—¡Oh, claro, llora!— exclamó Smoky— ¡Como si fueras el único a quien le importa Cloudy! ¿Pues sabes qué? ¡Yo también estoy destrozado, como el resto! ¡Pero lamentarnos no nos llevará a nada! ¡¿Así que por qué no dejas de ser un imbécil llorón por un momento y empiezas a ayudar?!
El eco de las palabras de Smoky quedó resonando entre los árboles por un par de segundos antes de perderse por completo. Finalmente las muchachas soltaron a Smoky, consternadas. Él no intentó golpear a Birdy de nuevo, solo lo miró con el ceño fruncido. Birdy, por su parte, desvió la mirada, se encogió de hombros y dio media vuelta.
—Sí, bien, como quieras.
Y sin decir más, levantó vuelo para perderse detrás de las copas de los árboles.
—¡Espera, Birdy!— lo llamaron Brainy y Kitten, pero ya no podían verlo.
Fiercy se giró hacia Smoky
—¿No crees que te pasaste?
—Todos podemos ir y venir del grupo como nos dé la gana, Ruby ha sido muy específico al respecto. Que sea la primera vez que sucede es algo distinto.
—Vamos, Smoky.
—No importa. Quizás así sea mejor, nadie necesita a un reclamón.
Brainy y Kitten se giraron para alegar, pero Smoky no les cedió la palabra tan fácil.
—Sé que estamos cansados y con el humor por los suelos, pero esta no es la hora de patear piedras con rabia. Yo pienso ir y rescatar a Ruby, y lo haré aunque tenga que hacerlo solo, aunque me saquen los ojos y me arrojen al mar. Pokemon Gijinka es demasiado necesario para perecer ¿Quién está conmigo?
Brainy suspiró.
—Ruby nunca nos dejaría atrás. Por supuesto que yo te acompaño.
Kitten posó una mano sobre el hombro de Brainy, sumándosele.
—Él me rescató sin siquiera conocerme. No dejaré que le pase nada si puedo evitarlo.
—Yo no voy— aclaró Fiercy
Los otros tres la miraron, sorprendidos.
—¡Era broma, era broma! Solo quería subirles un poco el humor. Eso sí, necesitaremos un plan jodidamente infalible, mucho mejor que el anterior, o solo seremos un puñado de mártires que hagan el ridículo.
Smoky miró hacia el cielo. No se esperaba la deserción de Birdy, pero al menos tenía a sus tres amigas a su lado. Sí, Ruby le había enseñado a ver el lado positivo de la vida. No podía perder la esperanza.
—Muy bien. Esta vez Norman se llevará la paliza de su vida.
—/—/—/—/—0—\—\—\—\—
Feebas, el pokemon Pez:
—Peso: 7,4 kg
—Altura: 0,6 m
—Observaciones:
- Es resistente y puede vivir en gran variedad de ambientes
- Según la pokedex de Johto, es el pokemon más feo
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