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capítulo 1: Futuro

Como dije en el anterior página, lo llamaremos así. Cree la historia a base un pensamiento rápido, que vino a ser la historia anterior. En esta parte dejaré como pensaba que sería la historia más o menos, no me puedo acordar de todo. 

¡Atención! Algunos de los nombres de ciudades y de la tribu que aparecen son inventados y no tienen nada que ver con la realidad cualquier coincidencia es pura casualidad.

Capítulo 1: El futuro de un chico

    Izuku se encontraba alistando sus maletas. Había recibido una carta de un profesor de Yuei, la academia donde estudió cuando era adolescente. Ambos compartían una afición, un poco fantasiosa para unos, la arqueología. Nadie en su barrio, se atrevería decir de la ciudad, tenía entusiasmo más allá del último cotilleo sobre la costurera del barrio, y su nuevo marido que fue amante de una duquesa extranjera y cosas similares. Vivía en un barrio acomodado de japón por lo que no le tocaba tampoco las dificultades de la clase obrera, había oído que ya hubo movimientos laborales. Su padre no estaba en casa en estos momentos había hecho una empresa hacía China y volvía cada cierto tiempo, él no sabía de su partida, sabía que se la negaría. Se supone que tenía que acompañarlo a partir del siguiente viaje para que sea el sucesor de su trabajo pero antes quería vivir un poco. Quería intentar cumplir su sueño de ser arqueólogo y su profesor le había dado esa oportunidad así que iba agarrarla como un clavo ardiendo.

    —Madre, le enviaré cartas se lo prometo —sale de la que, hasta el momento, había sido su habitación— Creo que con lo que llevo será suficiente— Sabía que no podía llevarse mucho, los trayectos tan largos como el que tenía pensado hacer era mejor hacerlo con dos mudas. Miró lo que tenía en la mesa de la sala que no era más que una valija y un saco en el que llevaba un poco de comida para el viaje.

    —Hijo mío, por Dios bendito, cuídate. Me pone triste que te tengas que marchar. Pero sé por mano de la señorita Yaoyorozu, la hija del alcalde, le encontré en la plaza mayor mientras paseaba con tu tía que me ha dicho que te de un beso —le besa la coronilla a su hijo. Le continua hablando mientras aún sostiene su cara con ambas manos— Bueno, nos contó que son ciertas las revueltas que están ocurriendo. Por favor cuídate mucho. Seguro que cuando los jodidos políticos acepten el cambio de la población y sepan que lo que tienen que hacer es cuidar a los ciudadanos. También es cierto que el primer ministro...

    —Madre...—su madre tendía a divagar, algo que adquirió él, pero tenía que pararla cuando decía una palabra mal sonante.

    —Sí, sí. Pero ya sabes lo que quiero decir.

    —Sí madre. Iré en un barco mercader a China, conmigo irán unos amigos que tienen unos negocios ahí. Ya lo sabe. Cuando lleguemos mandaré una carta. Y otra cuando arribe al continente africano. No se preocupe, se lo ruego madre —Agarra las manos de su madre y le besa los nudillos— Padre llegará pronto de China así que no estará sola durante mucho tiempo. ¿De acuerdo?

    —Oh, vete ya hijo —estaba llorando. No podía hacer nada, era el sueño de su pequeño hijo. ¿Cómo podría ser capaz de quitar ese entusiasmo de su hijo?

    Izuku se despidió de nuevo de su madre. Ahora sólo le quedaba seguir su camino.


    —Izu-chan —uno de sus compañeros de viaje que también iba a Africa le llamó.

    —No me llames así, Aoyama. Estamos en el extranjero. Los japoneses tenemos que mostrar ser personas serias y trabajadoras ante el resto de los países. Ya has oído las últimas noticias el ministro ha firmado un tratado con Estados Unidos y la economía del país es de las primeras. Ese tipo de noticias le alegraba, eso significaba que su madre estaría en paz. Esperaba que su padre no la tomara con su madre por haberle dejado marchar. Aunque su padre tenía un carácter muy serio y recto sabía que amaba a su mujer. Tal vez, se la llevara con él de viaje o tal vez, se quedara en Japón con su madre ahora que las cosas marchaban bien. Quería llegar ya a las costas africanas y poderle dar una dirección a su madre para que le envíe cartas. Estaba seguro que quería contarle un montón de cosas.

    —Sí, tú siempre tan responsable. Pero no pasa nada, aquí donde estamos nadie nos entiende. —Aoyama le sacó de su ensoñación.

— De igual manera, no quiero comportarte de forma descortés. —No sabía si se alegra o no de que fuera la última vez que le viera.

    Ya habían atravesado gran parte del continente asiático, dentro de unas horas agarrarían un barco de Tiro, en el Líbano para llegar a Egipto. Ahí se separaría de los dos únicos japoneses que conoció en su viaje: Yuga hijo y padre. Cuando desembarcara se encontraría con su profesor Yagi Toshinori con quien se adentraría en esa magnífica expedición para encontrar tesoros que resolverían vacíos del pasado. ¡Estaba emocionado!

    —Sólo quería que me contaras sobre lo que te ha traído a este continente tan árido, otra vez.

    Tal vez sea la última vez que hable japonés con alguien de su edad.

—Bueno. Estoy de camino al encuentro con mi maestro Yagi con quien iré al pueblo de Miceio. Dicen que en ese pueblo hay un tesoro escondido que hasta desconocen sus propios habitantes. Mi maestro lo descubrió hablando con uno de los habitantes más viejos del lugar. Dijo que estaba dispuesto a mostrárnoslo y lo hizo. Mi maestro me lleva esperando dos meses para la expedición. El tesoro no está en el pueblo sino en unas colinas a las afueras para que todo aquel que viniera creyera que en el pueblo no hay nada más que personas y animales. Dijo que posiblemente haya pasadizos en el interior, como en una pirámide —comenzó a alzar la voz por el entusiasmo.— Cuando llegue al Puerto Said mi maestro vendrá a recogerme y me llevará al pueblo. Pasaremos por El Cairo para observar las pirámides. Es una pena que no vengáis con nosotros estoy seguro que será un gran espectáculo por ver.

    —¡Qué emocionante! —Aoyama se estremeció mientras hablaba de la historia— ¡Es increíble que seas un aventurero! Seguro que yo también podría serlo si no tuviera que trabajar para mi padre. Ya sabes, lo de expandirse por el mundo y eso...

    Midoriya sabía que Aoyama era lo que él podría haber sido. Si su padre hubiera llegado para llevarlo al extranjero ya no hubiera tenido forma de salir a la aventura, ni ver mundo. En esos meses que atravesó casi medio mundo aprendió y vio cosas que nunca hubiera sido posible si se quedaba en Japón. Por suerte otro de los compañeros de viaje le enseñó lo básico del árabe para que se pudiera comunicar con las personas y no tener que esperar un interprete, que seguramente no habría. En unas cuantas horas más y estaría al encuentro con su maestro.



    Nada salió como se suponía que tenía que pasar. No se trataba de algo que hubiera hecho mal, todo había salido mal. No había una sola cosa que hubiera hecho bien. Al llegar a su destino preguntó al hombre por su madre, comunicándose en su lengua como podía. El señor parecía no entenderle, sólo le decía "no".

-Toshinori - no le entendía en lo absoluto. Creía que había aprendido suficiente en el barco pero parece que no.

- ¿Toshinori? -preguntó la voz de un nombre detrás suyo.

- ¡Sí! -dijo entusiasmado.

- Sí, sí -le dijo el señor con un acento bastante marcado. Le señaló una calle mientras le tiraba la mano. Izuku confiado se dejó guiar, ya estaba cansado del viaje y tenía ganas de ver a su profesor.

Recorrieron varias calles hasta llegar a lo que parecía un edificio hecho de tierra y madera. Esperaba encontrarse con su profesor pero lo que encontró a cambio fue un arma apuntándole a la cara. Del susto soltó su maleta y alzó las manos.

El señor que le había llevado al lugar dijo algo en su idioma. Con lo que había aprendido del idioma entendió algo sobre "ser buena mercancía" y ir a alguna parte. Nada de eso le gustaba.

- Mierda -él no era una persona de decir palabras mal sonantes pero la ocación lo ameritaba.

 Delante de él comenzaron a abrir su maleta sacando todo lo que había. Sus utensilios personales, ropa, cuadernos... Volvieron a hablar entre ellos. El señor de antes cerró la maleta y se la llevó. No hacía falta entenderles para saber que vendería sus cosas, eso no le importaba podría conseguir sus objetos más adelantes. Lo que le tenía con el vello en punta era lo que iban a hacer con él. Ya sabía que no era matarlo porque ya lo habrían hecho. No quería decirlo, ni quería pensarlo...

Izuku había llorado como un niño pequeño, no podía cambiar nada lo sucedido pero podía llorar por su yo de un futuro próximo. Lo llevaron al desierto mientras le seguían apuntando con la pistola. Cualquier persona al verles creerían que simplemente le están llevando a alguna parte como guía turístico ya que la pistola se encontraba escondida. Era escoltado por dos sujetos. Quería pedir ayuda pero no sabía como reaccionarían, seguramente no de forma positiva y poniendo en riesgo su vida.

Ya estaban bastantes alejados del pequeño pueblo cuando vio a alguien en un dromedario, se dijeron unas palabras y les tendió a sus captores.

Ahora no tenía la mínima esperanza de que alguien que notara lo que ocurría y le pudiera salvar. Estaban en  mitad del desierto, con hambre, sed y siendo constantemente tirado por una cuerda. Si sólo hubiera actuado en la ciudad podría haber tenido una posibilidad de pedir auxilio. O tal vez de usar el arma con el que le apuntaban pero siendo sinceros el no era en absoluto valiente. Su padre le enseñó a utilizar un arma como un profesional pero sólo había apuntado a cosas inmóviles. 

Casi iba a anochecer, el Sol ya se escondía por el oeste. Sabía ubicarse pero el desierto era confuso no podría llegar pronto a un poblado. A parte de la escolta que había a su alrededor. Habían 7 centinelas escoltando a las 10 personas que iban atadas como él.

Al parecer sus captores sabían por dónde se dirigían, no muy lejos de donde estaban se podía ver un oasis, no muy grande, pero lo suficiente para refugiarlos por la noche. No fueron desatados al llegar pero si se les permitió sentarse. Sus pies lo agradecían ya que también le quitaron los zapatos y su camiseta. Sólo llevaba puestos unos pantalones con una textura similar a la bolsa de patatas y una camiseta de tirantes blanca. Todo por cortesía de sus captores.

Mientras sus captores comían, miró el cielo, las estrellas era lo único que gobernaba el cielo, jamás vio tantas en japón. Oh, pobre de su madre seguro se moriría de tristeza al no recibir más cartas suyas, era su único hijo. Ahora sólo era un joven desaparecido en el extranjero. Tal vez su madre pensaría que él se había olvidado de ella. Sabía que sus secuestradores no enviarían una carta a Japón para decir que se quedaría en el desierto, era demasiado crédulo. Así fue como le capturaron. Echando la vista atrás se dio cuenta de sus errores.

Uno de los secuestradores se acercaba a ellos con un cuenco. Dio de beber a cada uno durante unos segundos. Bebió el agua como si fuera ambrosía aunque no fue suficiente para llenar su estómago.

Al alba volvieron a ponerse en marcha, le dolía un poco el  cuerpo de dormir en una postura extraña debido a las ataduras. No sabía cuanto más caminarían. Podía sentir como sus pies se quemaban con la arena y ampollas en su espalda debido al Sol. Cuando creía que no podía más comenzaron a ver un pueblo con estructuras bien definidas. 

 Incluso tenía guardianes custodiando la entrada del lugar. Uno de los captores se adelantó. Pudo entender perfectamente lo que decía. No cabía dudas. Iba a ser vendido como esclavo. 

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Muy buenas después de casi un año subo algo. Tengo en papel toda la historia. No serán más de 5 o 6 capítulos. Intentaré subirlo diariamente. 

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