Capitulo 1
Veo como los cálidos rayos del sol, tan escasos, atraviesan la ventana; el sótano se siente frío, aún cuando el sol parece quemar este helado miedo que me produce la noche abrasadora, que me mantiene presa.
Las cadenas sobre mi cuerpo parecen pesar, recordándome mi cruda realidad; soy una esclava, gracias a mis grandes sueños, y aunque el deseo de triunfar fue grande, la maldad fue dura y acabó con todo lo que había logrado. Un simple "acepto" destruyó mi vida para siempre.
Incluso ahora, nunca había sentido tanto terror al sol, solo sirve para recordarme que él, tan brillante, no puede iluminar mi corazón, y acabar con las sombras que me atormentan cada noche...sobre el colchón.
Escucho ruido y voces al otro lado de la puerta, han de ser los nuevos compradores. Levantó la mirada justo cuando la puerta del sótano se abre, por ella entra Mistress; lo sé por los fuertes "tap, tap, tap" de sus botas de cuero gastadas. Mi mirada se mantiene en el suelo todo el tiempo, aún cuando sus botas se detuvieron frente a mi.
- Eras de mis favoritas, esclava.- Escucho que dice, su látigo cae con gracia sobre su cadera, es largo y esta bien cuidado; un castigo de Mistress y no volverás a ser la misma; tiene maneras muy diferentes en cuanto a castigos y mandados se refiere.
Extiendo mi mano con lentitud, puesto a que estoy atada al suelo aún, las cadenas parecen de plomo, y aunque están oxidadas, se con certeza que no hubo ni una esclava que estas cadenas no condenaran. Me detengo, cuando ya no puedo seguir extendiendo la mano, dejándola en el aire, entonces lentamente la giro dejando mi palma arriba; Mistress parece pensarlo, pero pasa su látigo por mi palma, como una suave caricia a mi maltratada y descuidada piel.
Me ha dado permiso para hablar.
- No entiendo mi señora, ¿ya no voy a servirle?.- mi voz es apenas un murmullo forzado, mi garganta parece cerrarse y formar un nudo, lágrimas comienzan a caer de mis mejillas.- ¿Me matarán mi señora?.- Hay miedo, allí está mi peor enemigo, burlándose de mi con fuerza, haciendo que mi mente corra con desenfreno; No quiero morir, Dios no quiero.
- No, tranquila esclava, eso no sucederá.- suspiro de alivio, y trato de sonreír, aunque hace años que no se que es ese "acto" sentimental.- Pero... - mi cuerpo se tensa y dejo de sentir alivio.- Te venderé.- Nunca en mi corta vida de esclava, estuve tan aliviada de oír esas dos palabras; "Te venderé", las palabras que llegaron a pegar un pequeño pedacito de mi roto corazón.
[...]
- Quiero una esclava, no un esclavo.- ¿Era mucho pedir una simple esclava que mantuviera la casa limpia y siguiera mis órdenes? ¿Acaso no existe alguien que cumpla mis expectativas...?
Mis pensamientos son interrumpidos por una mujer con facciones rudas, parece ser de esas carceleras controladoras que mantienen la prision bajo control. Lleva unas botas de cuero gastadas y ropa ajustada a su figura llena de curvas; no aparenta de más de 25 o 35 años. En sus manos lleva un látigo negro perfectamente cuidado.
Enarcó una ceja con burla, ¿acaso quería lucir más intimidante?
- Esta es la última esclava que te ofrezco, si no quieres ninguna, entonces lárgate y espera a la próxima entrega.- Mi entrecejo se frunce, la actitud altanera de la Mistress no me gusta para nada, ignorando su falta de respeto, examino a la esclava que me ofrece.
Esta toda andrajosa, con cadenas alrededor de su cuello, tobillos, muñecas y su cuello; hago una mueca, no está bien cuidada, pero me servirá para lo que quiero.
- Me la llevo.- Digo, con voz rotunda, la esclava se sobresalta ante mi tono, y comienza a temblar sin razón.
- Bien, estará lista en unos minutos, solo necesito que me entregues lo que te pedí.- hago un amague y le entregan la maleta con el dinero.
La toma, poniéndola sobre la mesa y abriéndola para contar su contenido; no me puede importar más como maneje su dinero y de donde tome a las esclavas, pero estoy pagando bastante por ella, al menos debería decirme que hacer si luego no la quiero.
- Te daremos sus instrucciones.- dice con seguridad, como si hubiera adivinado mis pensamientos internos y confusos.- Tenias el signo de pregunta plasmado en tu cara, solo encárgate de que no se escape. Si te falta al respeto, ya sabes que hacer.- Me sonríe; Encuentro su sonrisa bastante irritante, así que me dedico ha asentir.
Luego de unos minutos esperando, con el tiempo probando toda mi paciencia, llevándose la que me quedaba y, dejando el mal humor tomar control de mis emociones y acciones, mi voz resuena en todo el jodido bar.
- ¿¡QUIERES APURARTE!? ¡No te pago para que me la conviertas en princesa, me encargare de ella luego! Solo dame a la esclava, quiero irme de aquí.- El fastidio se presenta en mi rostro, el enojo mezclándose con la incredulidad, y hace que comience a desesperarme.
¿Porque mierda tarda tanto?
- Deberías aprender a controlar tu ira.- comenta Mistress, sin inmutarse por mi repentino arrebato, mi sangre hierve y estoy seguro, que ya la hubiera matado si no necesitara de sus servicios para poder tener mi negocio en orden.
- Te pago para que trabajes, no para que me des órdenes de que o no hacer con mi vida.- Aprieto los dientes, hubiera gritado de nuevo si no fuera porque ya había llegado con mi nueva esclava.
Sus "instrucciones", como lo llamaba Mistress, fueron directamente a mi maletín, luego lo leería; es importante porque hay esta todo lo que debería saber sobre ella. Que darle y no darle de comer, por si es alérgica ha algún alimento o algo, también cuando debe ducharse y que jabón usar para no maltratar su piel, cuidado rutinario de cabello, etc. En fin, tenia todo lo que debería saber sobre ella al alcance de mi mano.
La observo desde las alturas, ya que todos esperan a que haga o diga algo, paso mi mirada por el bar de mala muerte lleno de gente; frunzo una vez más mi entrecejo.
- ¿Que esperan? ¡Déjenos solos, ahora!.- se esparcen como cucarachas huyendo del barco antes de naufragar; camino a su alrededor, observando su estado y comprobando mi teoría, la han hechado al sótano, y ha decir por la manera en la que tiembla, no la ha pasado nada bien.
- L-lo lamento.- dice, apenas en un susurro lento, como si le doliera sentir mi presencia a su alrededor. Enarcó una ceja en su dirección, aunque ella no pueda verme por las normas establecidas.
- ¿Cual es tu nombre? Si no tienes aún, no lo recuerdas o simplemente nunca te han puesto uno, te buscaré personalmente un nombre por el cual llamarte.- digo, tratando de sonar serio.
- No tengo nombre, amo.- un amague de sonrisa se instala en mi rostro, no puedo evitar sonreír; esta bien preparada, ninguna sirvienta rebelde por lo que puedo apreciar. Me gusta.
- Bien, pensaré uno de camino a mi mansión, tu no hablaras con nadie, no dirás nada de nadie, no verás a nadie, nada de nada...¿entendido?.- Veo como asiente, y complacido la tomo de un brazo y tiro de él. Una fuerza un tanto débil intenta alejarme, y mi rostro se gira en busca de ese "algo". Resulta ser la misma esclava, ahora es que me doy cuenta, la he tocado...y es una de las reglas más importantes. No tocar a tu amo.
- ¿Puedo caminar sola? No quiero darle una razón para que me castigue amo, no quiero volver al sótano.- su voz dulce llega a mi oído, no es muy aguda, tampoco muy gruesa, es simplemente perfecta. No me molesta en lo absoluto.
- Bien, intentas escapar y me encargare de castigarte duramente...¿entendido?.- asiente repetidas veces, y mi agarre se ablanda, liberando su brazo con lentitud; espero a que se mueva, y sin levantar la mirada aún del suelo, sale por la puerta trasera del bar.
Veo como se detiene frente a la puerta, su entrecejo fruncido con dolor, el sol le ilumina el rostro, dejando ver marcas y cicatrices en su blanca piel. Rápidamente me doy cuenta que, desde que llego aquí, supongo, no ha tomado el sol; causándole la deficiencia de vitaminas en su cuerpo.
Por eso se ve tan pálida bajo la luz.
- Por aquí.- no doy mas miradas a su cuerpo cubierto por arapos y telas llenas de suciedad, su cabello mal cuidado lleno de enredos y polvo. Abro la puerta del auto y señaló dentro.- Entra...- Sin chistar, hace lo que le ordenó y se sienta apartada de mi, lo suficiente para cumplir la norma número 2. No te acerques a tu amo, si el no te ha dado el permiso.
Cierro la puerta y me subo al auto, le indico al chofer que arranque y salimos del callejón donde nos encontramos. Las ventanas están completamente negras, nadie puede ver desde afuera hacia adentro, mi petición. El auto es negro como las ventanas, totalmente polarizadas, blindado con sistema de seguridad incluido; sillones de cuero negro perfectamente cuidados, un dineral si me lo preguntan.
- A casa Roberts, debo enseñarle la casa.- es lo único que digo, Roberts es de los muchos choferes que entiende lo que le digo sin más detalles, no hace preguntas ni me cuestiona; tiene todo preparado antes de que yo lo pida o piense.
Perfecto para el trabajo.
- Si Señor.- sin más miramientos, Roberts conduce hasta la mansión, ella en ningún momento ha levantado la mirada, aunque no hace falta...se de antemano que esta esclava llegara ha ser mucho más que eso.
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