01. Un arma
El asfalto mostraba marcas de neumáticos, el olor dulzón del alquitrán quemado era arrastrado por el seco viento del desierto. Eran las doce del mediodía, sin embrago, ya habían transcurrido dos horas más allá del tiempo acordado para la entrega.
Inaceptable.
Aria había sido entrenada mejor que eso, se decía hacia sus adentros mientras descargaba el contenido de su revolver en dirección de su atacante. No era la primera vez que tenían un obstáculo mayor o inconveniencia, eso era de esperarse en este mundo de engaños y violencia. Nada de eso había evitado que las entregas llegaran en el tiempo acordado. Hay una primera vez para todo al parecer.
La Van en la que viajaba se había volcado. Las mujeres... la mercancía no había sido dañada, afortunadamente, no de una manera definitiva, pensó Aria con alivio mientras apretaba un torniquete a su encargado quien yacía sobre su espalda completamente inconsciente.
—Ya sé que te estas quedando sin municiones, Sable, será mejor que te rindas ahora que puedes —El hombre que los interceptó, el causante de su agravante posición, fue quien gritó desde su trinchera—. Libera a esas mujeres y puedes volver a tu familia con tu vida.
El sobrenombre "Sable" resonó por unos segundos en la mente de Aria. Al parecer la persona que orquestó esta emboscada sabía muy bien a quien se estaba enfrentando. Era obvio considerando el tipo de estrategia que aquel hombre había utilizado.
Ahora, con un franco tirador amenazando desde una ubicación desconocida, el misterioso hombre utilizando su propio vehículo como trinchera, su encargado desangrándose sobre el asfalto y la mercancía en riesgo; esas palabras tan sencillas consiguieron encender un fuego que se esparcía como lava ardiente por sus venas.
Aria tomó el chaleco antibalas de su encargado y lo arrojó con fuerza hacia el lado opuesto de la Van mientras se abalanzaba en dirección de su atacante. Sonó un disparo. Aria no pudo evitar la sonrisa que se dibujó en su rostro, el franco tirador debía ser un novato para dejarse engañar con un truco tan básico.
En cuestión de segundos Aria cubrió la distancia que había entre ella y el vehículo de su oponente, esquivando una bala y recibiendo una herida en brazo izquierdo sin siquiera soltar un sonido.
Para el momento que el franco tirador soltó el segundo disparo, Aria ya se encontraba fuera su alcance, con el filo de una navaja a unos centímetros de la yugular del hombre que se había atrevido a mencionar a su familia.
Aria había utilizado el momentum que se creó con su embestida para intentar lacerar su garganta, pero la fuerza del hombre era mayor a lo que había calculado. Él, resistió su ataque utilizando ambas manos, lo único visible en su rostro que estaba cubierto por un pañuelo negro eran sus ojos verdes que brillaban con determinación.
Aria fue capaz de leer sus movimientos, adaptando su cuerpo al contraataque que se avecinaba, las puntas de sus pies presionando las rodillas del hombre, dejándolo de plantón contra el suelo.
—Oh... —resonó la risa ronca del hombre, las esquinas de sus ojos se contrajeron creando pequeñas arrugas alrededor-. Veo que los rumores sobre ti eran ciertos. —Con un movimiento brusco consiguió apartar el afilado cuchillo de su garganta, descosiendo en su camino la parte baja de su antifaz.
Ambos giraron por el asfalto, Aria le propinó un par de rodillazos en las costillas, pero no pudo evitar quedar apresada debajo del peso del hombre; la navaja fuera de su alcance.
—Creo que si me escucharas, podríamos llegar a un acuerdo —Con la respiración pesada, él resopló—. Se de lo que eres capaz, del daño que le has hecho a esta ciudad...
Aria relajó sus músculos, esperando darle un falso sentido de seguridad a su agresor. Los celestes de Aria se fijaron en su objetivo, no habría palabra que lograse desviarla de su misión. Ahora solo debía esperar el momento perfecto para atacar.
—No voy a permitir que la sangre siga acumulándose en las calles. —Una extraña calidez se desprendió en su mirada— ¿No escuchas sus llantos? ¿No ves su sufrimiento?
Aria reflexionó monetariamente las palabras de quien le hablaba como si ella fuera una persona. Qué hombre tan ignorante era aquel, por supuesto que ella conocía los llantos, al igual que la sangre y la muerte. Aria sabía lo que ella era: Un arma. Lo que pasara con la mercancía no era algo de su incumbencia, las armas no tienen opiniones.
Aria utilizó un segundo para imitar la suavidad en los ojos del hombre y en cuanto sus hombros perdieron tensión, Aria empuñó el polvo del suelo y lo arrojó justo en los ojos de su adversario.
Ambos forcejeaban tan adentrados en su pelea, apenas tuvieron tiempo de notar como dos furgonetas de color oscuro arribaban a la escena.
—Lobo, tienes que salir de ahí, llegaron los compradores —La persona quien se dirigió hacia el hombre, agitadamente por la radio no tuvo tiempo de completar su frase, cuando varios hombres descendieron sobre Aria y "Lobo", separándolos para finalmente subyugarlos.
Otros hombres se dirigieron a la van donde estaba la mercancía que Aria debía transportar, Aria retozó con fuerza contra sus captores; un gran sentido de fracaso se acumulaba en su estómago. Las mujeres encadenadas fueron guiadas hacia una de las furgonetas entre llantos y sollozos.
—¡Qué tremendo desastre! —Un hombre gordo, de no más de cincuenta años se acercó con pasos pesados en su dirección y encendió un puro de olor intenso—. En todos mis años de hacer negocios con el señor Dragov jamás había recibido insulto más grande que este.
—Están todas, señor —Interrumpió uno de los hombres que parecía liderar a los demás.
El hombre gordo negó con la cabeza y chasqueó con la lengua, mientras observaba el panorama. Su mirada se posó en esos individuos que yacía en el suelo.
—Metan a este par en el otro vehículo ¡Andando! —espetó, con la cara enrojecida de coraje.
Los secuaces asienten y obedecen ordenes. Arrastraron a Aria y a "Lobo" por el asfalto arenoso, los levantaron para arrojarlos dentro del vehículo; y con la misma Aria volteó a ver cómo las compuertas se cerraban, para casi de inmediato escuchar un estruendoso balazo.
Ella supo exactamente que habían matado a su encargado. Misión fracasada, todo estaba perdido.
-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-_-
¡Hola! Vengo con una nueva historia. Si has entrado a leer, te doy la bienvenida y me encantaría que me digas qué te ha parecido ¡Saludos!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro