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Mili


Novela: Los años son más cortos en Mercurio
Capítulo: 6. Un lapso momentáneo de razón
Nota: Esta escena es el POV de Astrid del final de la noche de su cumpleaños. Originalmente, quería mostrarles lo que ella había pensado, pero luego temí caer en el reciclado constante de escenas de «Mudémonos», así que decidí quitarla.

***

Más tarde, cuando todos los invitados ya se han marchado, Emilia se queda con ella recogiendo la casa al son de un vinilo de The Kinks que está girando en el tocadiscos.

—Hubo una época, señora Torres —dice Emilia, sin dejar de bailar—, en la que usted fue fan de hueso colorado de la versión cinematográfica de El resplandor.

—Javier —Astrid suspira mientras niega con la cabeza—. Algún día voy a engraparle los labios para que deje de soltar la sopa.

Emilia se ríe. Se ve bellísima cuando está así de satisfecha consigo misma.

—Aunque si vamos a jugar así de sucio, Mili, déjame decirte que Javier también me dio información valiosa sobre ti —responde Astrid, usando ese apodo que le parece tan distante a la chica que tiene frente a ella.

Emilia deja de bailar y la mira con algo que parece un rencor muy profundo.

—No te preocupes, no pienso usar esa arma en tu contra, a menos que me obligues —asegura Astrid, intentando verse amenazadora, entrecerrando los ojos y apuntándole con la servilleta doblada en forma de triángulo, que sostiene en la mano.

—Gracias —responde Emilia, ocupándose en recoger platos y vasos, evitando su mirada a toda costa.

—Es un apodo lindo, ¿por qué no te gusta? —Se obliga a decir Astrid, al ver que ha ocasionado un daño que no planeaba infligir.

—A mi mamá le encantaba presentarme así con la gente, pero nunca me ha gustado, mucho menos cuando la entonación es inherentemente condescendiente —responde ella—. Me ha tomado una década revertir todo el daño que Toni ocasionó en mi vida con ese apodo.

—De acuerdo, Emilia —Astrid extiende la mano en son de paz mientras se acerca a ella—, prometo nunca llamarte Mili, mucho menos con un tono condescendiente.

—Gracias —Emilia estrecha su mano y no la suelta.

Astrid tampoco quiere soltarla. Hay una energía fuerte e innegable corriendo en ambas direcciones. Es una magia que no se atreve a romper mientras se hunde en esos ojos color marrón que encuentra tan irresistibles.

«No la lastimes, Astrid», dice la voz de Javier en su mente, retumbando como un eco que no piensa morir pronto.

Sunny Afternoon está sonando y entonces la línea Save me, save me, save me from this squeeze comienza a repetirse una y otra vez. Astrid suelta la mano de Emilia y corre a rescatar su disco antes de que se raye y resulte insalvable.

Cuando regresa a la cocina, Emilia ya está ocupada lavando los trastes, así que decide fingir que no pasó nada y continuar con las labores de limpieza.

A la hora de ir a dormir, aunque está agotada, no logra apagar su mente. La mirada profunda y el suave tacto de la mano de Emilia la persiguen mientras ella da una vuelta tras otra en la cama, mientras la voz de Javier le advierte que tenga cuidado con lo que está haciendo.

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