En el auto
Novela: Los años son más cortos en Mercurio
Capítulo: 20. ¿Tú también eres parte de esta emboscada?
Nota: En mi versión original de esta historia, Javier era el primero en enterarse de los planes de Astrid de irse a trabajar lejos del sureste mexicano... Y no reaccionaba favorablemente. Sin embargo, mientras más avanzaba, más sentía la necesidad de meter conversaciones con los otros personajes, para que pudiéramos conocerlos mejor. Es por eso que borré esta escena y puse la conversación con Fernanda.
***
Más tarde, después de dejar a Aura en su casa, se queda a solas con Javier en su auto.
—¿Qué estás haciendo, diosa?
—Lo que debí hacer hace tiempo, Javi —responde Astrid sin dejar de ver su camino—: aceptar lo que siento por Emilia.
—¿Lo que sientes por ella? —Javier se lleva los dedos a la boca—. ¿Lo que sientes por ella? —repite.
Astrid se detiene en un semáforo en rojo y aprovecha para permitirle que mire dentro de sus ojos. Ella sabe a la perfección lo que su mejor amigo encontrará ahí.
—Diosa... —dice él, comprendiendo sin necesidad de palabras.
El semáforo cambia a verde. Astrid mete primera y avanza con cierta lentitud.
—Tengo algo que contarte.
—¿Además de que estás perdidamente enamorada de Emilia? —se ríe él.
—En diciembre tengo una entrevista de trabajo en las oficinas de Monterrey.
Javier se queda callado. Su semblante es casi trágico. Intenta hablar, pero no lo logra.
—Todavía no es nada seguro, es solamente una entrevista, pero de obtener el puesto, tendría que mudarme en febrero.
Javier se aclara la garganta.
—No te pongas así... —comienza a decir ella.
—¿Así, cómo? —interrumpe él, con un tono defensivo.
—Como te pusiste cuando te dije que me mudaba a Cancún.
—No es lo mismo —responde Javier.
—No lo es, pero necesito irme. Necesito que mi carrera avance hacia algún lado. En Cancún estoy estancada.
—¿Y por qué no buscas algo aquí, en donde estamos todos los que te amamos? Incluida Emilia.
—¿Tú crees que no he intentado encontrar algo aquí? ¿De verdad?
Javier no responde.
—Qué más quisiera que haber encontrado algo aquí, Javi, pero no hay nada.
Javier niega con la cabeza.
—No te pongas así, además, todavía no es seguro. Apenas es la entrevista.
—Conociéndote, si no te lo dan, encontrarás oportunidades en otros lados —dice Javier—. Y todos serán lejos de nosotros.
Astrid tampoco responde. El resto del camino se les va en un silencio cargado de tristeza.
Cuando estaciona frente a casa de su amigo, no apaga el motor. Javier tarda un poco en mirarla a los ojos y no hace el menor intento de abrir la puerta para bajarse.
—Sé lo importante que es tu desarrollo profesional —dice, con un tono tranquilo y profundo—. Entiendo que quieras un mejor puesto, pero en algún momento vas a tener que poner en una balanza las otras cosas que importan en la vida.
Astrid no responde.
—Tu carrera no lo es todo —continúa Javier—. La realización personal no se encuentra en un título ni en un cheque, sino en una vida plena y colmada de amor. Todo el amor que puedas pedirle a la vida se encuentra aquí.
Astrid asiente levemente; respeta la opinión de su mejor amigo, pero este es un tema en el que siempre se han encontrado en extremos opuestos del espectro.
—No me malinterpretes —continúa él—. Te voy a apoyar siempre. Y si te dan este puesto y decides irte, voy a desearte todo el éxito del mundo. Sólo dame unos días para digerirlo.
—Gracias —responde Astrid.
Javier se retira el cinturón de seguridad y se inclina hacia ella para darle un abrazo.
—Te amo, diosa. Siempre voy a querer lo mejor para ti, pero también quiero lo mejor para mí y me duele la idea de que mi mejor amiga se vaya de mi lado.
—Tampoco me agrada la idea de irme —confiesa Astrid—, pero si tengo la oportunidad, la voy a tomar. Me lo debo a mí misma.
Él se aparta, la mira a los ojos, asiente. Y luego baja del auto sin decir otra palabra.
Astrid se marcha, pensando en las palabras de su amigo; repasando una y otra vez la parte en la que le dijo que todas las personas que la amaban, incluyendo a Emilia, se encuentran aquí en Mérida.
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