OCHO
El ambiente en la habitación era espeso, como si una burbuja invisible nos envolviera, esperando estallar con el menor roce. Chanyeol permanecía inmóvil en la puerta, sus ojos fijos en mí, como si estuviera estudiando cada uno de mis gestos, intentando desentrañar algún misterio oculto en mis movimientos.
—Eso no es cierto —dijo Jungwon, rompiendo la tensa quietud con su tono despreocupado. Al instante, la postura rígida de Chanyeol se relajó —Channie no tiene la capacidad de ver el futuro, pero yo sí.
Jungwon avanzó rápidamente hacia mí, desafiando la lógica de la velocidad humana y yo retrocedí un paso, sorprendido por su agilidad. Aún no me acostumbraba a la rapidez con que se movían, como si el tiempo se doblara a su alrededor.
—Perdón —murmuró con una sonrisa que parecía más una disculpa que una afirmación, como si no quisiera intimidarme más de lo que ya lo hacía.
—No pasa nada. Está bien —respondí, algo desconcertado por el hecho de que pareciera ser tan consciente de mi incomodidad.
En ese momento, Namjoon entró en la habitación, su presencia era como un ancla que calmaba todo a su alrededor. Se dirigió hacia mí con una mirada que combinaba curiosidad y cautela.
—Es curioso que tú también hayas tenido esos sueños —comentó, dejando entrever un interés genuino.
—Llevo meses soñando lo mismo, pero desde que llegué al pueblo... algo cambió —admití, las palabras saliendo casi sin pensar. Algo dentro de mí parecía estar haciendo clic, como si finalmente empezara a juntar los pedazos de un rompecabezas que no entendía.
De repente, la tensión en el aire se disipó. Mis hombros se relajaron,y mi respiración se volvió más pausada. Una sensación extraña de calma me invadió, como si un peso invisible se hubiera levantado de encima. Fue entonces cuando sentí la necesidad de mirar a Chanyeol. En el preciso instante en que lo hice sus ojos cambiaron de su color normal a un dorado intenso. Un estremecimiento recorrió mi cuerpo, como si una mano invisible hubiera tocado mi mente, calmando mis miedos.
Desvié la mirada rápidamente, solo para encontrar los ojos de Taehyung fijándose en mí, su rostro implacable, observándome en silencio.
—Chanyeol puede manipular e influir en las emociones de los demás —explicó Taehyung con su tono profundo—. Y Jungwon puede ver el futuro, aunque sus visiones son... subjetivas. Yo puedo leer las mentes.
Asentí, tratando de asimilar toda esa información, pero la última frase de Taehyung me golpeó como un balde de agua fría.
—Menos la tuya.
Mi corazón dio un vuelco y la sorpresa debe haber sido evidente en mi rostro. Mis ojos buscaron los suyos buscando respuestas que no tenía.
—¿Por qué no puedes leer mi mente? —pregunté, la curiosidad mezclada con un atisbo de alivio, como si su incapacidad de penetrar mis pensamientos me diera una extraña sensación de seguridad.
Taehyung me sostuvo la mirada durante un momento largo, como si estuviera evaluando algo. Finalmente, su respuesta fue directa, casi como si hablara consigo mismo.
—Yo tampoco lo sé.
La risa de Jungwon rompió la tensión, un brillo travieso en sus ojos.
—¡Tal vez eres un misterio más grande de lo que pensábamos! —dijo, dándome una palmada en la espalda con tanta fuerza que casi me hizo tambalear. Chanyeol sonrió levemente, pero intentó disimularl, y Namjoon soltó una risa suave, como si el ambiente hubiera aligerado un poco.
—O tal vez simplemente tienes la cabeza tan vacía que no hay nada que leer —bromeó Chanyeol y a pesar de mi intento de mantenerme serio una sonrisa se escapó de mis labios.
Jungwon soltó una risa franca.
—¡Entonces tendré que enseñarte a llenarla con algo interesante!
El sonido de su risa hizo que incluso Taehyung dejara escapar un suspiro. Vi cómo la esquina de sus labios se levantaba en una ligera sonrisa, pero su mirada pronto se desvió hacia mi cuello, donde el parche que había intentado disimular ahora era imposible de ocultar. Sus ojos se entrecerraron ligeramente, como si algo estuviera ocurriéndole en la mente que no compartía con los demás.
Sin decir una palabra, Taehyung dio media vuelta y salió del salón. Sus pasos apresurados se alejaron rápidamente y pude escuchar el sonido de una puerta abriéndose y cerrándose en el pasillo. Antes de que pudiera preguntar, Jungwon sonrió de nuevo, su expresión tranquila.
—No te preocupes, ya verás.
Minutos después, Taehyung regresó, una bufanda oscura en las manos. Me la entregó con un gesto serio, casi militar, evitando cuidadosamente mi mirada.
—Póntela —dijo, su tono tajante.
Confundido tomé la bufanda, el tejido suave rozando mis dedos. Mientras la envolvía alrededor de mi cuello, me sorprendió lo natural que se sintió aceptar ese gesto de cuidado. Como si hubiera estado esperando ese pequeño acto de protección.
—Gracias... —murmuré, sin saber qué más decir.
—Te llevaré a casa —dijo, tomando la iniciativa de inmediato. No me dio tiempo de protestar ni de asegurarle que podía ir solo. Simplemente se giró hacia la salida y me apresuré en seguirlo.
El camino hacia su coche fue silencioso. Aunque aún no entendía por qué se preocupaba por mí o por qué sentía que algo más se escondía tras su aparente frialdad.
Cuando llegamos al coche, Taehyung abrió la puerta del pasajero con un gesto mecánico, pero la ligera rigidez en sus movimientos no pasó desapercibida. Me subí sin decir nada y él cerró la puerta con suavidad antes de rodear el coche y sentarse al volante. El motor rugió suavemente y pronto nos pusimos en marcha, atravesando las calles vacías del pueblo.
El silencio en el coche era diferente al de antes. Ahora no había rastro de nerviosismo, solo una tensión palpable que se colaba en el aire, pesada y sin nombre. Miré de reojo a Taehyung, que mantenía la vista fija en la carretera, su mandíbula tensa.
—No tenías que hacer esto —murmuré, incapaz de soportar el silencio por más tiempo. —Creo que pude haber disimulado el parche por mi cuenta.
Me miró por un momento, pero no respondió. En lugar de eso disminuyó la velocidad cuando llegamos a una curva, sus ojos completamente concentrados en el camino.
Un largo silencio se instaló entre nosotros y finalmente fue él quien rompió la quietud.
—No tienes que agradecerme nada. No es por ti... —murmuró, casi como si hablara para sí mismo. —Es por mí.
No entendí lo que quería decir, pero algo en su tono me hizo comprender que no estaba dispuesto a decir más. Decidí no presionar. No sentía que tuviera el derecho de preguntar.
El resto del viaje transcurrió en silencio. Cuando llegamos a la puerta de mi casa, me detuve un momento antes de salir del coche.
—Kim Taehyung... —comencé, pero no sabía qué más añadir.
—Descansa, Jeon Jungkook —me interrumpió, su tono firme, pero sin dureza. Asentí lentamente y sin más, abrí la puerta del coche.
El aire frío de la noche me golpeó el rostro al bajar y antes de irme, me giré una última vez para mirarlo. Él ya no estaba mirando, su vista fija en el horizonte, las manos firmemente sujetas al volante. Cerré la puerta con suavidad y lo observé alejarse, su coche desapareciendo en la oscuridad, hasta que las luces traseras se convirtieron en dos puntos rojos, difusos en la distancia.
Entré en casa, aún con la bufanda en el cuello ¿Por qué alguien tan distante se preocupaba tanto por mí?
Esa noche, mientras intentaba dormir, con la bufanda aún puesta, las palabras de Taehyung resonaron en mi mente: "No es por ti. Es por mí." Me sumergí en la oscuridad, con una extraña sensación de calidez en el estómago.
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