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Capítulo 23


DEREK

Bebo el último trago que quedaba en la na de la bebida energética, y procedo a tirarla al suelo. Me levanto de mi desordenada cama, soltando un bufido y encaninándome a mi puerta.

Estoy solo en casa, y me aburro muchísimo, debería haber aceptado la oferta de Miranda, mi actual novia. Pero, está muy pesada así que la dije que estaba ocupado.

No sé que hago con ella, no me gusta de esa manera para estar juntos. Solo me atrae físicamente, aunque no niego que una parte de mí quiso estar con ella por ser amiga de Leah.

Últimamente me he sentido extraño. Ver a Leah evitándome, saliendo antes de casa o quedarse en su cuarto encerrada la mayoría del día... Me siento culpable, y lo odio, la odio. O eso querría.

Ella no debería estar rondando mi cabeza constantemente recordándome el pésimo hermano que soy y el dolor que me provocó que admitiera que quería irse. Estoy dolido por ello, y me encantaría cambiar ese maldito sentimiento.

Ya no es posible. El tema que estuve escondiendo varios años en una estúpida conversación ocasional lo descubrió, pero no todo. Si yo no hubiera dicho nada, ella no sabría nada y no hubiera llamado a Josh, eso destrozó todo lo que intenté hacer. Estúpida Leah.

Mi egoísmo me llevó lejos, solo por el hecho que no quería que se fuera, que Josh se la llevará. Aunque, ahora mis pensamientos son contradictorios.
Quiero perderla de vista, que se largue como ella quería. Me siento culpable por todo, y Leah no para de recordármelo con su presencia.

Pensando en todo esto, he subido inconscientemente por las escaleras; yendo a su habitación y quedarme parado enfrente de esta.

Como es mi hermana sabrá que haré una fiesta, mañana tengo pensado hacerla, y la habrá cerrado. Es muy paranoica con estás cosas, además que siempre lo hace.

Pongo la mano en el picaporte y para mi suerte se abre. Parece que alguien fue descuidada está vez.

Una pequeña sonrisa se forma en mis labios, y entro en la habitación con una idea fundamental en mi mente.

❄❄❄

Entro a la iluminada habitación con mi maleta en una mano, mirando curiosamente el cuarto de invitados.

Las paredes son de un azul claro que parece dar más luz de la que tiene. Una cama en el centro contra la pared, con sábanas blancas al igual que los cojines. A un lado hay una mesita de noche, donde se encuentra una pequeña lámpara. Al lado de la puerta, en el lado izquierdo hay un armario empotrado de color marrón oscuro.

Es una habitación simple y bonita, nada fuera de lo normal. En ella estaré a gusto este fin de semana. Aunque, con los otros individuos que están a varios metros de distancia de este cuarto, no.

Adrien y Ettore.

Cuando vi al segundo nombrado, me sentí confusa, y estúpida. No sabía que hacer, si saludarlo o pasar de largo. Él optó por la primera, por lo que yo también. Un seco hola salió de sus labios, unos que tuve lo suficiente cerca para saborearlos pero, cierto chico interrumpió.

Contesté a ese hola y me metí directamente al coche, con paso rápido. Me senté al lado de la ventana y ahí me quedé el resto del viaje, que no duró ni dos horas.

Respondía con monosílabos a Adrien cuando solía preguntarme algo. Estuve escuchándolos hablar durante todo el trayecto, enterándome de varias cosas. Ya que las vistas no eran más que coches y árboles, escucharles era lo más entretenido.

Blair mencionó un tema que me interesó más de lo que me gustaría admitir, prestando más atención a sus palabras. Habló de una tal Meredith, con sobrenombre "la pelirroja". Le preguntó a Ettore sin tapujos si se la había tirado, pero no tan alto para que Adeline y Edward oyeran lo que decía. Él no respondió claramente. Le contestó con seriedad que eso no le importaba. A Blair solo le hizo gracia, a mí me mató de curiosidad.

Esa chica, de la que hablaban me recordó a la que estaba junto a Ettore en la casa de Aaron. Sin embargo, a mí no me importa, es lo que me dije durante unos minutos al no parar de darle vueltas.

Más tarde, llegamos a Jacksonville, dejando la carretera y metiéndonos en un camino de tierra, que seguiría así de ahora en adelante.

La casa donde nos alojaremos este fin de semana es bonita, campestre. Estamos cerca del bosque Hofmann, lo tenemos casi al lado. Edward nos advirtió que podemos andar por los alrededores, pero no adentrarnos porque hay osos. No hace falta que me lo diga más de una vez, no lo haré.

Dejo la maleta en el suelo y me tumbo en la cama, es tan cómoda como parece. Cierro los ojos varios segundos, disfrutando del silencio. No dura demasiado ya que la voz de Adrien estropea todo. Abro los ojos, y veo como se acerca a mí, para terminar tumbándose a mi lado.

-¿No tienes a nadie quién joder? - Le pregunto girándome para estar cara a cara.

Él se pone de lado y apoya su cabeza en una de sus manos, prestándome atención. Yo hago lo mismo, sin apartar la vista de sus ojos claros.

-No, eres a la que más me gusta molestar. Siéntete afortunada. - Responde divertido, sin dejar de mirarme. Una sonrisa se entiende por su rostro, haciendo que se vea aún más atractivo. Yo me quedo admirando la belleza de sus ojos, empezando a dudar si lleva lentillas.

Una tos seca suena de fondo, haciendo que miremos a la dirección de donde proviene. Veo Ettore en el umbral de la puerta, mirándonos con su típica seriedad, pero tiene pinta de estar molesto.

-Adrien, Edward te está llamando. - Avisa al rubio, que me lanza una última mirada antes de salir por la puerta pasando al lado de Ettore.

Dejo mi cómoda posición y me levanto para ponerme con la maleta, tengo que guardar la poca ropa que traje. La razón por la que pesaba es que cogí mi portátil para entretenerme mientras no haga nada.

Pongo el laptop en mi cama y cojo prendas de ropa para meterlas en el armario. Me giro con las camisetas y me pego un pequeño susto al ver que Ettore sigue en la puerta, mirándome.

Busco las palabras con las que poder decirle algo, pero mi cerebro no las procesa. ¿Por qué tengo está actitud estúpida?

Decido no darle más vueltas porque es ridículo comportarme así. Sí, nos íbamos a besar pero no se dio la cosa, no sé ni por qué sigo pensando en ello. No debería ni importarme.

Encuentro la voz, y digo lo primero que se me ocurre.

-¿Quieres algo? - Le pregunto sonando más seria de lo que quería. Aparto la vista y me dirijo al armario como si eso pudiera esconderme con sus puertas.

Me pone de los nervios está nueva actitud. Es ridícula y de una imbécil. No puedo evitarlo, yo me pondría delante suya a preguntarle sin rodeos que quiere, sin acobardarme de nada.
Yo nunca me he comportado así con un tío.

Al no oír respuesta, cierro una de las puertas para ver si sigue ahí o se ha largado ignorándome complemente. Al ver que sí sigue en el umbral de la puerta, me pregunto si lo he dicho muy bajito y no me escuchó.

Me acerco a él, pero manteniendo las distancias. De pronto, da varios pasos hacia mí sorprendiéndome con su aspecto decidido.

-Sí, quiero algo Leah. Pero no puedo tenerlo. - Admite con rabia. Dejando ver la irritación tintada en sus palabras.

Entreabro los labios confusa, frunciendo el ceño. Siento que aquello va hacia una persona, y no a un objeto. Sé que aquí debería zanjar el tema, pero mi curiosidad es más fuerte y siento la necesidad de saber más.

Saber más de él.

-¿Qué quieres? - Inquiero entrando en su juego, y lo peor de esto es que soy consiente de ello. Pero, como he dicho, quiero saber más.

Una sonrisa ladeada se desliza por su rostro. Él esperaba esa respuesta, y creo que su próxima contestación marcará todo.

Quiero que lo haga.

-Leah, ¡ven un momento! - Grita alguien por alguna parte de la casa.

La molestia se hace presente en mí. Joder, tenía que interrumpir el momento en el que iba confesarme algo. Y, sabiendo como es, no tendremos otra ocasión.

Sin decir una palabra, me encamino a la puerta para ver que quiere Adeline, la que requiere de mi presencia. Espero que valga la pena.

Antes de llegar a la salida, él es más rápido y me detiene a tiempo agarrándome de una mano. Al sentir su frío tacto, me estremezco.

Me suelta y siento su respiración en mi nuca, pero no me giro.

-Ya lo sabes. - Susurra con indiferencia.

Me quedo parada, mientras el chico enigmático se va con la última palabra, como últimamente tiene costumbre de hacer.

Su respuesta me deja sin palabras, preguntándome internamente que es lo que quiere y qué sé yo. Sin embargo, una respuesta clave viene a mí como una bofetada, sabiendo que tiene toda la razón. Y, no sé si realmente quiero saberlo.

❄❄❄

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