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EYES : TWO

❝ EL TIEMPO NO NOS PERMITIÓ MÁS ❞

( ... )

Las sirenas de policía resonando en la zona obligaron a HaBin a correr lo más rápido que sus delgadas piernas le permitían, las luces rojas y azules iluminaron las esquinas, prohibiendole continuar en su vano intento de salir de la desastrosa situación. En su ubicación actual, a una calle del banco, tenía tres posibles vías de escape, pero ninguna parecía ser buena opción, según sus suposiciones en esos momentos tenía un mínimo de cinco patrullas rodeándola en cada punto posible.

Una sonrisa que ocultaba su frustración hizo acto de presencia en medio de la desesperación, aquel bastardo sabía de sus planes mucho antes de que los completará. ¿Cómo era posible? 

Cubierta toda de negro, ve el muro que protege una de las casas de la zona, y no tiene más opción que correr hacía allí. 

Su vida era un completo sube y baja, donde la adrenalina se apodera de todo el sistema muscular y las emociones a veces le juegan en contra. Eso él lo podía notar, a algunos metros de distancia sonríe de la misma forma que ella, y bebe del café caliente traído por su inferior, era graciosa la forma que que ella aún creía poder superarlo, cuando, sin excepción, la ha atrapado una y otra vez. Aunque, claro, le daría el crédito de su inteligencia al escapar de la celda sin tardar menos de un día. HaBin era una adolescente de diecinueve años lo suficientemente inteligente como para planear un perfecto robo y no ser descubierta, pero tan tonta como para dejar que él la descubriera. 

Desde hace un año su juego de 'gato y ratón' no se detiene. Al parecer, tener que perseguirla le había devuelto la energía por su trabajo que creyó perdida, correr de un lado a otro, tratando de encarcelarla era... simplemente maravilloso. Escuchar sus jadeo y la falta de aire a cada paso producía un vuelco en su estómago que nadie más le era capaz de provocar. Unos ojos negros, y un cabello marrón, nada fuera del promedio, pero sorprendente para SeokJin, quien siempre quedaba deslumbrado al ver sus fotos en los registros. 

Recuerda la primera vez que la vio, doce meses atrás, sentado en su oficina. NamJoon le extendió un expediente de casos juveniles, ella estaba ahí, llena de moretones en su rostro y con algunos hematomas, en letras grandes bajo su foto decía: 'ROBO E INTENTO DE ASESINATO.' La ley debía haberla castigado hace tiempo, pero nadie lograba atraparla. Los jueces pedían su presencia para un juicio, ella tendría que cumplir una condena por sus crímenes, sin embargo... al igual que las mariposas, HaBin nunca permanecía en el mismo lugar de encuentro, ella vagaba hasta completar su vida. Decidió tomar el caso porque creyó ser el único con las habilidades para llevarla.

Se equivocó, puede que la atrape una, dos, o cinco veces, ella en todas volverá a irse. E irá a donde nadie la atrape, hasta que vuelve a aparecer en el mapa, y todo se repita. 

—Señor, la tenemos rodeada. —dice NamJoon, a su lado. Apoyado en la patrulla, con el micrófono en alta voz para amenazarla, suspira— ¿Cuál es su orden? 

—Dime su ubicación. 

—Intenta entrar por la casa de un civil, pero un compañero está reteniendola con su arma. 

SeokJin apretó la mandíbula.

—No disparen bajo ninguna situación, no importa si se vuelve amenazante, no disparen. Hay que mantenerla allí hasta que se logre encontrar el dinero. 

—De acuerdo. —el moreno se alejó unos pasos y pudo hablar por el intercomunicador. 

Los flashbacks de la primera vez que atrapó a HaBin vuelven como una ráfaga de viento, ellos en la misma situación, con la joven chica rodeada de las patrullas bajo un edificio abandonado en las afueras de la ciudad, y unos cuantos bolsos de dinero robado a su lado. Las luces anunciando su llegada la hacían sonreír, entonces, una gruesa y rasposa voz la obligó a asomarse en la ventana, su baile de felicidad era interrumpida por un hombre de apariencia madura, con traje de policía y un megáfono en su boca. '—¡Puedes hacerlo por las buenas o las malas! ¡De cualquier manera, terminarás en el tribunal de menores!' Le dijo, y con unas diez pistolas apuntándole, ella creyó ver en él la diversión que no encontraba desde hace años. 

El oficial SeokJin le hacía recordar a su hermano mayor. Eran parecidos, ambos se negaban a la idea de rendirse frente a ella. 

Con sus manos elevadas, y sus rodillas en el suelo, uno de los tantos policías se le acercó, cegada por las luces blancas pegadas a sus ojos, levantó la vista. Y una patada se estrella en su estómago, jadea, más, no quiere mostrar debilidad. 

—¡Di dónde están los bolsones! —exige— ¡Ya no seremos comparecientes contigo por ser una niña! ¡Has estado jugando con nuestra paciencia! 

'—Las niñas no deberían estar jugando a ser delincuentes, deberían... ser niñas.' Las palabras del oficial SeokJin hacen que un nudo se forme en su garganta, ¿Qué hacen las niñas? ¿Y por qué ella no lo sabe? Las veces que camino por las calles de la ciudad, vio a personas sonriendo, en definitiva... en la cárcel nadie es así, ella no es así, su hermano no era así. ¿Cómo enseñarle a alguien que nunca conoció la felicidad, a ser feliz? El Kim ve la hora en su reloj, y bufa. 

—Muérete. —escupe. 

—Jodida puta. —el primer golpe a puño que le da es en su cabeza— Las prostitutas como tú solo hacen que gastemos tiempo y energías sin razón.  

—¡Y los policías como tú me causan asco, eres un bueno para nada. No ayudas a nadie mientras tu esposa se coje a otro! 

Cuando HaBin cree que él volverá a golpearla, una voz mecanizada lo detiene. «—Ha quedado prohibido golpearla, es una orden directa del oficial.» Entre los policías se observan en silencio, sin emitir ruido. El hombre de tez pálida y ojos llenos de furia la observan, esa mirada de odio hace que tiemble, y no entiende la razón, ¿Es acaso posible que tenga miedo? La última vez que temió, con sus piernas dudando de correr o permanecer allí, fue cuando YoonGi la vio por última vez. La nieve caía afuera, y ella sabía que si no corría, él la mataría.

'—Las niñas deberían dormir a esta hora. —susurró, cerrando la puerta detrás de él, la casa en silencio con el fuego de la chimenea expandiéndose. El balde de gasolina la hace sentir un pequeño pinchazo de desesperación en su estómago— Ya es tarde, HaBin, ve a dormir. Iré luego.

La ansiedad martilla en su mente. Duda, ¿Sería posible? 

—Papá está durmiendo. 

—Lo sé. —la mira— Lo sé muy bien. 

—Yo... —nunca desvía la vista— Yo...

—La puerta está abierta, y tú abrigo en el sofá. —señala— Sí no te vas ahora, no me importa que te quemes con él incluido.' 

SeokJin vuelve a beber de su café, acabando con lo último que queda. Con la luz cegadola por momentos, desvía la mirada a su reloj, han pasado diez minutos y no hay señales de las bolsas, ni de ella, se rehúsa a hablar. Comienza a sospechar, si el robo fue anunciado hace una hora y media, ¿Por qué ella seguiría aquí? En lo que las patrullas tardan, debería haber huido. 

—NamJoon —lo llama, y él gira— ¿Las cámaras funcionan? 

—Fueron rotas, el último video que hay es donde ella lanza piedras a cada una. No se sabe nada de su ubicación por tres horas seguidas. 

—¿Testigos? 

—Ninguno. —niega— Señor, deberíamos llevarla a que confiese, no podemos continuar... 

El estruendoso ruido traído desde la distancia hace exaltar a ambos adultos. Se ven entre sí, sabiendo que ha sido. Minutos antes, HaBin tenía su mente divagando en los recuerdos desastroso de su hermano mayor, y en lo que ha sido conocer a Kim SeokJin, el único adulto que supo comprenderla mejor que nadie, pese a su indiscutible rivalidad en medio de la justicia a la que debe afrontarse. El pensamiento de su final la hace preguntarse si es que desea pasar toda su vida huyendo, ¿SeokJin la perdonaría? ¿La querría de otra manera? Es solo una niña, no debería pensar en él como alguien a quien anhelar. 

No es más que un gato buscando al ratón en las esquinas de la casa. 

Levantó la vista hacia el policía de cabello negro que la apunta mucho más cerca que los otros, sabe que él no dudaría en acabar con ella, a diferencia del oficial o su hermano, él la quiere muerta porque es un estorbo. 

Sonríe, negando. 

—Que ridículo es. —dice.

—¿Eh? 

—Tú —aclara—, eres patético. Me da lastima, aunque, estoy segura que sí... no sé, acabarás contigo tal vez tendrías lo que SeokJin no pudo obtener: La victoria. —sus ojos divagan entre los hombres— ¡Oh, cierto! No lo harás, no tienes los huevos para matarme. 

—¡¿Cómo te...?!

—Podría irme ahora, y tú ni siquiera levantarías esa puta arma que está en tus manos de nenita. 

—¡¿Por quién me tomas?! —grita— ¡Mocosa estúpida! 

HeBin piensa en cuánto tiempo tardaría en llegar hasta las patrullas de la otra cuadra, donde el oficial permanece. Serían menos de dos minutos, doblaria la esquina hasta verlo, y entonces, sonreirá. Muerde su labio, decidida a hacerlo observa las manos del mayor temblando apenas sus piernas se mueven. En menos de dos segundos, tomó por sorpresa a todos allí. 

Minutos después, SeokJin corre en su dirección tras el ruido, y la ve. 

' En la sala de interrogación, la tiene sentada frente a él, con unos papeles sobre la mesa y un café amargo a los costados. 

—Dicen que clavaste una navaja en su ojo.

—Él intentaba tocarme.

—Era un enfermero, HaBin. —suspira, apretando su tabique, y niega— ¿Sabes que serás ingresada? Es tu segundo atentado contra una vida, ellos van a encerrarte un buen tiempo, teniendo en cuenta que te queda un año antes de ser mayor de edad. —la castaña lastima la piel de sus brazos— ¿Esto es lo que quieres para ti? ¿Una vida en prisión? 

—Yo... —parpadea, mirando a todos lados, claro signo de nerviosismo— Yo...

—¿Sabes? Está bien. —se levantó, rechinando la silla en el proceso— Aún hay tiempo, siempre lo hay.' 

El tiempo se acabó, era irreversible, y los hechos estaban cumplidos. 

—¡¿Qué mierda ven sin hacer nada?! ¡Hay una persona herida, llamen a una puta ambulancia! —en medio de su desesperación, tiende a caer de rodillas a su lado. Sus manos van directo a la herida de su cabeza, en medio de ambos ojos, directo donde debería ir para acabar con una vida— HaBin, reacciona... 

Tiempo, ¿Dónde estaba su tiempo? ¿Dónde quedó la infancia que se le arrebató? 

No lo ha vuelto a ver, la menor quedó inmovil, desangrándose en el recorrido de la ambulancia hasta el hospital. SeokJin vio irse a la única chica que causó emoción en su vida, y trece horas después, llegando a su apartamento, se quita el saco manchado de sangre, en medio de su contusión por el suceso, lo ve, allí estaban los bolsos llenos de dinero.

Ella sabía lo que iba a ocurrir, no lo dudó. 

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