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t r e c e

Las fiestas a las que normalmente acudía con Tae no eran demasiado legales. Más bien, los ilegales éramos nosotros, yendo a fiestas plagadas de adultos cuando apenas teníamos diecinueve años. Taehyung y yo no íbamos a las fiestas que organizaban los chicos ricachones de nuestro instituto. Las fiestas a las que iba con mi amigo se resumían en alcohol destilado de más de cuarenta grados, demasiada gente acumulada en clubes demasiado pequeños, música en directo, sustancias mucho más ilegales que dos amigos menores de edad yendo a una fiesta, apuestas y un descontrol de hormonas. Nada comparado con esas fiestitas para niños de mamá.

Salimos de la suite del hotel a las once de la noche. Habíamos estado toda la mañana en la habitación, sin hacer nada especial. Bueno, quizá para alguien que no fuera amigo de Kim Taehyung hacer un fuerte con las sábanas era algo ''especial''. No tenía término medio: jugaba como un niño a que el suelo quemaba porque era lava, y una hora después, sonreía porque estaba camino de una fiesta en una ciudad el triple de grande que la suya. Era esa dualidad extrema la que me impactaba. Tae me arrastró hasta el ascensor tirando de mi muñeca. Todavía acoplaba unos cuantos fajos de billetes en los bolsillos interiores de su chaqueta vaquera. Masticaba chicle con la boca abierta, de una manera compulsiva a la par de desagradable. Cuando acabó de guardar los billetes, se pasó una mano por su cabello castaño, echándolo hacia atrás. Cruzamos una mirada. Yo alcé una sola ceja, él me imitó bastante más divertido.

—¿Qué?

—Qué.

Me sonrió enseñando sus dientes perlados, sin dejar de masticar el chicle. — ¿Quieres besarme?

—Es tentador, pero me gustaría saber por qué llevas tanto dinero.

Me giré para mirarme en el espejo del ascensor y revisar mi maquillaje, aunque en realidad lo hice por evitar la mirada traviesa de Tae. Él se apoyó contra el cristal y suspiró, fingiendo estar cansado. Aunque le daba la espalda pude notar cómo sus ojos oscuros recorrían cada milímetro de mi único vestido decente para irme de fiesta por Chicago. No era corto, pero sí ajustado. A Tae debía gustarle bastante, así que hizo uno de sus típicos comentarios fuera de lugar.

—¿No crees que ese vestido estaría mejor en el suel-

— No has respondido a mi pregunta, Tae. —le interrumpí. 

El ascensor paró en la tercera planta, donde se subió una familia entera. Hicieron que tuviera que pegarme a Tae. Una vez más.

Él no pudo apoyar su barbilla en mi hombro ya que yo llevaba unos tacones bastante altos, así que casi estábamos la misma altura. Me miró directamente a los ojos, como si quisiera desafiarme, volvió a sonreírme y se colocó unas gafas de sol de una gruesa montura roja, de aire retro.

—No voy a responder a tu pregunta. Es un secreto.

Bufé. —Vale, lo que quieras.

Soltó una leve carcajada. —¿Quieres chicle?

—Sé que vas a sacarte de la boca el tuyo, así que no. Ni se te ocurra hacerlo.

—¿Tan predecible me he vuelto?

Asentí. Tae hizo un adorable mohín, suspiró, dejó que el resto de personas salieran del ascensor y se quedó ahí, pensativo. Yo ya estaba pisando el suelo de mármol del hall, así que tuve que gritarle. Taehyung debía de tener un botón de stand by o algo parecido; de vez en cuando se quedaba sumido en sus propios pensamientos y tardaba bastante en reaccionar. No me quedó otra que alargar el brazo, agarrar con fuerza su muñeca y tirar de él antes de que las puertas metálicas del ascensor se cerraran. Tae aprovechó la coyuntura. Se tomó la libertad para darme la mano, en concreto la que tiraba de él hacia delante. No era la primera vez que lo hacía, pero sí era la primera vez que caminaba tranquilo a mi lado, como si estuviera paseando por un parque. Me reí, probablemente nerviosa, y Tae se volvió para devolverme la sonrisa. Parecía estar pasándoselo bien, y eso que ni siquiera habíamos llegado a la supuesta fiesta.

—Parece una cita. — solté, justo cuando nos paramos en un semáforo en rojo, a un par de calles del club al que Tae quería llegar antes de medianoche.

—Créeme, si fuera una cita no te llevaría de fiesta. — suspiró, hastiado. Me dio la sensación de que el tema le molestaba algo.

Esperé a que dijera una de sus ocurrencias, pero se mantuvo en silencio. Tae tiró bruscamente de mí cuando el semáforo se puso en verde. Me vio entornar los ojos mientras le miraba fijamente, así que se rio. No podía ver sus ojos por culpa del cristal oscuro de sus gafas de sol. En un acto espontáneo, con la mano que tenía libre, cogí la montura roja y le quité las gafas. Las doblé y hundí una de las patillas en mi escote antes de que Tae las recuperara. Hice que se parara en seco al otro lado de la carretera, puse las manos en sus hombros y miré sus ojos rasgados pero grandes, oscuros, intentado descifrar el porqué de su comportamiento. Él mantuvo la mirada. Empezó a acercar su rostro al mío, ladeando levemente, como si fuera a besarme. En vez de notar su nariz rozando la mía, noté cómo cogía las gafas de sol de mi escote. Noté su aliento mentolado.

—¿Qué te pasa? — le pregunté.

Fue él quien puso las manos sobre mis hombros. —Deja de ser tan jode-fiestas, Scar. Deja de pensar en citas, deja de creer que Christine sigue gustándome y simplemente déjate llevar. Si yo no puedo sacar a la Scarlett salvaje, ¡que el alcohol lo haga por mí!

—Últimamente te comportas de una forma muy extraña.

—Y tú. ¡Pareces mi madre!

—Tae, yo-

Puso su índice sobre mis labios, presionándolos y obligándome a cerrar la bocaza. Volvió a reírse, volví a notar el aroma a menta de su aliento y volvió a agarra mi mano. Aquella vez sí iba con prisa. Echó a correr sin previo aviso -y sin ser consciente de que yo iba en tacones- por una calle que empezaba a estar abarrotada, me salvó de caer al suelo varias veces y se coló en una fila a la entrada de un local a pesar de que la gente empezó a protestar. Tae pasó un brazo por mi cintura mientras enseñaba lo que parecía ser una invitación. Yo me pegué a él casi por instinto. Había mucha gente allí y el espacio era bastante escaso. La música retumbaba en la calle, así que dentro debía de estar a un volumen capaz de romper los tímpanos de cualquiera.

—Oye, — dije, pegando mis labios a la oreja de Tae para que me escuchara, y para no tener que levantar mucho la voz. —dijiste que habría una banda de rock, no un DJ.

Se encogió de hombros. —Yo también lo creía.

—Dios, estoy emocionada. Hace mucho que no decía que tenía veintiún años. —estuve a punto de aplaudir cuando vi que la cola avanzaba. Sólo teníamos a cuatro personas delante.

 — Creo que me voy a arriesgar y voy a decir que tengo veiintidós.— Soltó. Se pasó otra vez una mano por su flequillo, echándolo hacia atrás de manera seductora. Más que naturalmente seductor, me pareció gracioso. Demasiado fingido. — Y voy a decirles también que eres mi amante.

Resoplé. —No se van a creer que una chica tan guapa como yo esté con alguien como tú.

Me miró por encima de la montura de sus gafas de sol, abriendo la boca, fingiendo estar sorprendido. — Scar, a veces, esos ataques tuyos de egocentrismo... ¡Nos toca, nos toca! —exclamó, como un niño emocionado a las puertas de un parque de atracciones.

Cambió radicalmente de expresión, pasando a tener una fría y casi inexpresiva. Empezó a masticar de nuevo el chicle con aires de superioridad. Hizo que dejara de mirarle, resbaló su brazo de mi cintura, y como si nada, empezó a darme golpes suaves pero juguetones en el trasero, obligándome a caminar hacia delante. Quise protestar, pero la fiesta me resultó más importante. Hacía meses que no salía de noche, y en el fondo, lo deseaba. A Tae se le escapó una risilla justo antes de llegar enfrente de los porteros, pero consiguió esconderla. No dejó de agarrar mi culo, no supe si por gracia o por desgracia.

—¿Nombre?

—T-a-e-h-y-u-n-g. — Deletreó, despacio, con voz ronca. El portero de casi dos metros le pidió algún tipo de identificación. Tae rebuscó en sus bolsillos y le tendió, sujetándolo entre el índice y el dedo corazón, su carné de identidad falso, por encima de un par de billetes enrollados. —Ella viene conmigo. No tiene su carné.

El hombre guardó los billetes de forma discreta. —Está bien. Pasad una buena noche.

—Gracias~ — dijo Tae con voz cantarina, despidiéndose del hombre con una sonrisilla divertida, mirando hacia atrás.

*****

Cuando entramos al club, la música me pareció demasiado alta, demasiado mala. Pero después del segundo chupito, todo empezó a volverse mejor. Tenía bastante tolerancia al alcohol, bastante más que Tae, que, después de ese segundo chupito, desapareció. No me entretuve en buscarlo. Total, había barra libre, un DJ subido a una plataforma, gente bailando como descosidos en medio de una pista y chicos bastante guapos. ¡Y no eran unos babosos! Qué guay era Chicago, sin tíos que se pegaran a ti para conseguir tu número de teléfono. No me separé mucho de la barra. El cuerpo, después de tanto estudio y de tanto estar encerrada en mi casa, me pedía alcohol. Sentía cómo mi sangre y mis hormonas empezaban a hervir con el paso del tiempo. Me senté en uno de los taburetes libres de la barra. El camarero, por cierto, era bastante mono. No tanto como Tae, que continuó desaparecido en combate durante mi primera copa. Lo pensé mejor, y quizá aquel rubio de veintitantos me servía para despejar un poco mi mente.

Con bastante alcohol en sangre, me levanté de allí diciendo al camarero que volvería y empecé a caminar hacia la pista de baile, cegada por las luces de colores violáceos y rojizos, moviéndome ligeramente al ritmo de la música, dispuesta a pasármelo en grande. No me importaba mucho tener una resaca terrible al día siguiente. Encontré un hueco libre justo enfrente del DJ que pinchaba aquella noche de primavera tardía. La gente gritaba eufórica, así que supuse que sería un tipo bastante conocido.

Los gritos se hicieron más fuertes cuando alguien de estatura más bien alta se tiró de espaldas desde el escenario al público. Me limité a observar cómo el cuerpo de aquel tío era llevado por un mar de manos y cabezas. Tomé el último trago de mi bebida. Conforme se acercaba, fui distinguiendo las distintas partes de su cuerpo y ropa. Primero su chaqueta vaquera, después su cabello castaño, sus gafas de montura roja, luego su nariz, sus apetecibles labios... Era Tae. Empecé a reírme cuando le reconocí. Recordé, a pesar de mi inminente borrachera, que uno de los deseos de Tae era ser llevado por encima de un público como hacían las grandes estrellas de rock. Lanzó un beso al aire, más bien a algunas de las chicas que le observaban desde la planta privada del club.

Le dejaron en el suelo suavemente, justo delante de mí. Aquel público parecía entrenado para llevar a personas por los aires. Tae se colocó las gafas sobre su cabeza, entre su pelo, dio un par de vueltas algo desorientado y reparó en mí.

Se acercó con zancadas largas. Abrió los brazos, sonriente, más contento que nunca. Me abrazó. Sus labios me hicieron cosquillas al rozarse con mi oreja.

 —¿No te lo estás pasando bien? — me preguntó, gritando. Supe lo feliz que estaba gracias a su tono de voz. Notaba su pecho agitarse contra el mío. — Yo sí, ¡aunque he perdido todo el dinero en una apuesta!

Menos mal que había barra libre. Iba a tener que beber mucho para olvidar aquello.

—¿¡En serio!?

—Sí, sí. — Sus manos viajaron de mi cintura, otra vez, a mi trasero. Tae hundió la cara en mi cuello, se revolvió contra mí, emitió un ruidito quejoso y alzó la cabeza para mirarme. Pegó su frente contra la mía. —Sabes que me gustaría besarte, pero no voy a hacerlo. ¡Nop!

—¿Por qué? — pregunté, riendo, lo suficientemente alto para que me escuchara.

Tae ladeó la cabeza hacia la derecha, hizo que nuestras narices se rozaran y estuvo a punto de juntar sus labios con los míos. Cuando habló, juré que al menos su labio superior había acariciado el mío.

—Porque a ti te gustan los compromisos; y a mí, no.

—Puedo hacer excep-

—¿Te apetece ir arriba?



**********

dejo este meme (espero que wattpad no lo borre) porque define muy bien cómo me siento

que conste que la elsa actual no defiende el abuso del alcohol y tampoco los comportamientos vistos en este capitulo. hastag no lo hagas en casa. 



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