s i e t e
Tae echó a correr por toda la suite, soltando risillas idénticas a las de un niño de lo más travieso. Yo me puse de pie en la cama. Agarré una de las almohadas, apunté a los pies de Tae y se la tiré para que después tropezara con ella. Cayó de rodillas al suelo y yo tuve que saltar de la cama como si estuviera en una competición de atletismo. Llegué donde estaba Tae de un solo salto. Él miró hacia arriba sin dejar de reírse. Amenacé con darle un buen golpe levantando la mano.
—¿Por qué lo has hecho? —insistí, refiriéndome al beso.
Vale, fue un beso corto, efímero, pero, moralmente hablando, lo que Tae había hecho estaba mal. No se ajustaba a ninguna de esas corrientes éticas que estudiaba en filosofía, pero tampoco a mis principios. El hecho de que Tae me besara me había parecido bastante horrible, no solo porque no se atuviera a una de mis reglas número uno -no pongas los cuernos a tu novio o novia-, sino porque también estaba jugando con mis sentimientos. Taehyung debía de tener bastante claro lo que yo sentía por él. Era algo más que evidente, ¿no? Intentaba disimularlo, pero no podía evitar sentirme celosa de su novia cuando me hablaba de ella, de sonreír como una tonta si Tae hacía algo que me parecía mono, o de sonrojarme cuando decía subido de tono con una sonrisilla pícara. Tae debía ser consciente de que su mejor amiga sentía algo más que amistad, y con sus acciones no hacía nada más que confundirla.
Él, ante mi mirada asesina y fulminante, puso cara de no haber roto un plato en su vida -a pesar de haber roto vajillas enteras-. Me sonrió enseñando sus alineados y blancos dientes y fingió ser un cachorrillo jadeoso, sacando la lengua y juntando sus manos cerca del pecho. No supe a qué venía aquello, pero terminé bajando el brazo. Suspiré. Después, se levantó escondiendo una sonrisa. Volvió a echar a correr después de agarrar una almohada y golpearme. Debió de esconderse en el baño.
—¡Taehyung! — Protesté. —¡Deja de comportarte como un niño de cinco años!
—¡Y tú como una vieja de cincuenta! —me gritó. —¡Amargada! ¡Aguafiestas!
—¡Infantil!
— ¡Puritana!
—¡Eso no es un insulto!
Tae asomó la cabeza por la puerta del baño. —A. Mar. Ga. Da. — repitió.— Aguafiestas, gruñona, cortarrollos.
Me dejé caer en la cama, rendida, cansada físicamente por el viaje en coche eterno y por correr por la suite... Y cansada psicológicamente por culpa de mi amigo, que seguía confundiéndome cada vez más y más. Siempre le había entendido a la perfección, como si pudiera leerle la mente, pero en los últimos días no llegaba comprender el por qué de su comportamiento infantil -casi insoportable- y el de sus cambios de humor repentinos. Tae, sin más, se callaba y se quedaba en blanco, como si algún recuerdo volviera a su cabeza de repente. Me preocupaba. Estaba segura de que le había pasado algo, pero él insistía en que estaba bien, que no había nada por lo que debería comerme la cabeza.
Tae volvió a asomarse. Al verme tirada en la cama, se acercó a mí, masticando con la boca abierta una de las chocolatinas de la gasolinera, me cogió de los tobillos y empezó a tirar de mí hasta que grité. Me hubiera tirado al suelo de no ser porque me agarré a las sábanas de la cama. Tae dejó mis piernas caer. Me quejé cuando mis talones se golpearon con el suelo.
— ¡Ay!
— Me aburro. Nos vamos. — Sentenció, hablando con la boca abierta. Odiaba a la gente que hacía eso, pero Tae era Tae, y por mucho ruido que hiciera, yo se lo pasaba por alto. —Vamos a ver Chicago.
—Estoy cansada...
Intentó agarrarme una vez más por las rodillas, pero me abracé al colchón con tanta fuerza que no pudo despegarme de ahí. Se dio por vencido y también se dejó caer en la cama. Se quedó sentado, leyendo con los ojos entornados la etiqueta de las chocolatinas que todavía llevaba en el bolsillo de la chaqueta. Yo alcancé el mando de la televisión, que estaba en una mesa cercana, me senté en el suelo con las piernas cruzadas y encendí la enorme televisión de plasma que teníamos enfrente.
— Wow. — Soltamos al unísono, asombrados por la calidad de imagen. Empecé a cambiar de canales.
— ¡Ay, deja eso! — gritó Tae, con la boca llena, dándome golpes en el hombro. Le ignoré y dejé las noticias.
—Quiero ver las noticias.
—Pero yo quiero ver Bob Esponja.
—No.
Tae hizo un puchero. Me reí, le enseñé mi índice y lo moví indicándole que no pensaba cambiar de canal. Tae se encogió de hombros como si ya no le importara y continuó comiendo sus chocolatinas.
Me gustaba ver las noticias. Desde pequeña, me sentaba en el suelo de la sala de estar y escuchaba atentamente lo que había sucedido a lo largo del día. A veces, cuando las noticias eran demasiado desagradables o inapropiadas para una niña de ocho años, mi madre venía corriendo para poner algún dibujo animado en la televisión, aunque a mí me entretenían más las noticias de la mañana o de las tres. Algunas noticias seguían siendo impactantes hasta para una chica de dieciocho años, como por ejemplo, el supuesto asesinato de un hombre en nuestra birria de ciudad.
Tae me agarró bruscamente del hombro, sin ningún tipo de delicadeza, y me quitó el mando a distancia. Le dediqué una mirada asesina cuando le vi cambiar de canal. Tuve que echarme encima de él -sí, literalmente, porque los dos volvimos a acabar tumbados el uno encima del otro- para recuperar el control de la televisión. Tae, aprovechando la coyuntura, me agarró por la cintura y me pegó a él entre risillas aparentemente inocentes. Pataleé, y después de revolverme, conseguí el mando. Volví a cambiar de canal.
— ¡Ya lo han quitado! ¡Por tu culpa! — Di un golpe a Tae. Quizá fue más fuerte de lo que pensé; se quejó con un gemido.— Me da curiosidad saber quién era el tipo...
— Qué más da, Scar, si ya no vamos a volver allí. — Tae se encogió de hombros por segunda vez. Estaba tirado en la cama, con el codo hundido en el colchón y la cabeza apoyada en la palma de su mano, como si se creyera un modelo al que estaban retratando. — Y qué más da quién era. Total, eso de morir es una cosa que pasa. C'est la vie...
— Una cosa es morirte, otra que te asesinen.
Tae me miró serio, sombrío, como si el tema no le hiciera mucha gracia. Pestañeó un par de veces y volvió a tener esa mirada de chico afable. Se levantó de la cama con un suspiro. —Bueno, vámonos. Me aburro.
Bufé. —Estoy cans-
Puso los ojos en blanco y resopló. — Eres tan, tan, tan, tan, taaaan amargada, Sacalett...
Me agarró de las muñecas, tiró de mí hacia él, consiguió que me levantara del suelo, y, sin previo aviso, abrazó mis piernas y me levantó como si yo tuviera el peso de una pluma. En cuestión de segundos, yo estaba boca abajo mientras él me llevaba al hombro como si fuera un saco de patatas. Empecé a reírme y a golpear su espalda. Tae se quejó varias veces de que yo pesaba bastante más de lo que él había creído, pero aún así me llevó hasta el pasillo donde se encontraba el ascensor. Me dejó caer en el suelo de mármol. Juré escuchar un "clac" cuando mi trasero tocó el suelo.
— ¡Ay, mi coxis! — Me froté la zona dolorida ante un Tae de lo más feliz. Canturreaba algo sin dejar de comer chocolate. —Oye, tonto, ayúdame a levantarme. Ya que me has tirado al suelo...
Me miró con los labios fruncidos, con una mueca. Me enseñó el índice y lo movió de izquierda a derecha, imitándome. —No, no, no.
—Cuando volvamos, te dejaré ver la película de Bob Esponja.
—Bueno, vale. Me has convencido.
Tae me obedeció y me ayudó tal y como le había pedido. Llamó al ascensor, que abrió sus puertas unos escasos segundos después de pulsar el botón. Entramos y nos quedamos en silencio un buen rato, hasta que Tae se puso a bailar al ritmo del hilo musical del ascensor. Tuvo que parar cuando el ascensor se abrió y entraron varios hombres. No sé si me hizo más gracia la cara de uno de ellos al ver a Tae bajar los brazos rápidamente o Tae sonriéndole de una forma que podía llegar a ser hasta seductora. Intenté contener la risa. Al bajar dos plantas más, el ascensor se detuvo de nuevo. Entraron nuevas personas, así que no me quedó otra y tuve que irme hacia el fondo del ascensor para hacer algo de hueco.
Me tropecé sin querer con los pies de Tae. Él me agarró instintivamente -o al menos esperé que fuera así- por la cintura. Me quedé con la espalda pegada a su pecho, con su barbilla casi apoyada en lo alto de mi cabeza y con sus manos peligrosamente cerca de mi cuerpo. Empecé a salivar tanto de repente que temí babear. Sentía la respiración de Tae sobre mi pelo, y, conforme el ascensor descendía, más eterno se me hacia el tiempo.
Intenté pensar en cosas que no me incumbieran a mí y a Tae. Juntos. Quizá en una cama.
Le rogué a la Scarlett salvaje de mi interior que aguantara las ganas de echarse sobre su amigo principalmente por eso, porque era su amigo. Y porque su amigo tenía novia, y aunque estuvieran en una posición bastante comprometida y no les quedará otro remedio que estar así, eso estaba mal. Iba en contra de los principios de la Scarlett cuerda. Cerré los ojos con fuerza e intenté mantener una distancia de al menos dos milímetros, lo suficiente para que mi cuerpo no tocara el suyo. Le eché la culpa a mis hormonas del exagerado cosquilleo que recorría mi cuerpo entero. Sentía mi cara arder tanto que tuve que abanicarme con las manos.
Lo peor de todo es que no entendía cómo alguien como Taehyung, que en el fondo era un chico más, quizá más extravagante que el resto, podía influir tanto en mí y causar una reacción tan extrema con apenas rozarme.
—¿Estás bien? — Susurró Tae, de repente, en mi oído. No lo hizo con mala intención, pero solo empeoró las cosas. Su voz ronca pero acaramelada acabó por hacer que yo colapsara.
Asentí y continué dándome aire con las manos, ganándome una mirada preocupada de una de las señoras que estaban en el ascensor.
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Si algo he aprendido durante tantos años en Wattpad es que no tengo que escribir 'coger' sino 'agarrar' lol en fin leo esto con los ojos cerrados para ignorar la de m1erd4 que escribía jsjsjsj
Y por cierto,
SUERTE A TODAS LAS QUE TENGÁIS EXÁMENES ESTAS SEMANAS🙆🙆💕♥️✨ fffiGHTINGGGGGGG
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