d i e z
Taehyung había tirado una cerilla a un bosque seco. Eso fue exactamente lo que hizo conmigo al salir de la ducha en albornoz, revolviendo su cabello castaño, con actitud despreocupada y la cabeza gacha. Era como si quisiera comenzar un incendio o una guerra dentro de mí. Mi parte cuerda me gritaba que me quedara sentada en la cama, tranquilizándome, comiendo las patatas de la bolsa con mi típica cara de asco a todo y todos; pero la parte de la verdadera Scarlett empezaba a gritarme que lo único que podía hacer era tirarme sobre Tae. Opté por la primera opción. Agaché la cabeza para evitar cualquier tipo de contacto visual, fingiendo rebuscar alguna patata frita con la forma de un elefante. Sin previo aviso, él se tiró a mi lado. Su cuerpo aún húmedo rebotó en el colchón. Me arrebató la bolsa de patatas y empezó a comerlas a puñados, masticando con la boca abierta. Solo lo hacía porque sabía lo mucho que me molestaba, y porque quizá quería que le mirara para toparme con sus ojos rasgados.
Me quedé tiesa, como si él fuera algún tipo de droga hipnotizante que me hacía desconectar del resto del mundo. Ni siquiera escuchaba más la Gymnopedie de Satie. Simplemente veía a Tae. De repente, sus labios me parecieron lo más apetecible del mundo, como si tuviera sed y tuviera que beber de ellos. Mi sangre empezó a hervir cuando noté que estaba dispuesto a recibir un beso. Sentía cosquillas en la parte superior del estómago, la cabeza me daba vueltas y mi garganta se resecaba a medida que él, tranquilo, se acercaba más a mí. Puse una mano en su pecho, notando que su piel estaba algo mojada.
No sabía que narices estaba pasando. Él acababa de salir de la ducha, y sin más, se sentaba a mi lado con un simple albornoz blanco cubriendo su cuerpo a pesar de que sabía de sobra lo que yo sentía por él. Estaba casi segura de que Tae estaba jugando conmigo. Y cada vez de una forma más sucia.
La Scarlett más pura me salvó de la perdición. Aprovechando que había puesto mis manos en su torso desnudo, le empujé hacia atrás con fuerza antes de que nuestras narices se rozaran. Me levanté de la cama con rapidez y me senté en una de las butacas de la habitación, llevándome la bolsa de patatas conmigo.
Tae reía entre dientes. Intentaba esconder su sonrisa burlona bebiendo de una botella de agua. Yo cogí todo el aire que mis pulmones me permitieron y lo solté en un suspiro largo y pesado que denotaba lo agotador que era ser la simple amiga de Taehyung. Me froté las sienes antes de que Tae soltara, con toda la tranquilidad del mundo, algo que me hizo levantarme para darle unos cuantos golpes con uno de los cojines de la cama.
—¿Alguna vez has llegado a tener un orgasmo?
—¡Ya te vale!— le grité. Mientras, él trataba de protegerse la cara con sus propios brazos. No paraba de reírse. —¡No tiene gracia! ¡Luego dices que la sucia soy yo!
—Scar, Scar... —dijo, entre risas aparentemente inocentes. —Para, me haces daño...
—¡Tú también me haces daño a mí!
Ahogué un grito sinónimos de la más pura frustración y lancé el cojín lejos. Dejé de pegar a Taehyung, que, acurrucado como si fuera un perrillo, me miró con los ojos abiertos. Pestañeó varias veces. Él también debía de estar algo confuso, aunque seguramente era por lo último que dije -no porque yo le gustara y tuviera la horrible necesidad de tirarme a la cama o de empotrarme contra el mueble de la televisión-.
Alzó las manos en sinónimo de paz. —Yo nunca te he hecho daño...
—Tae, esto es más complicado de lo que crees.
—Pero... yo...
Paré la música. La habitación se llenó con un silencio algo incómodo, repentino, durante el que Tae y yo nos miramos de forma muy distinta. Él parecía un cachorro aterrado delante de un oso pardo enseñando sus fauces, pero en cuestión de segundos, se recostó en la cama, con la cabeza apoyada en la palma de su mano y el codo hundido en el colchón, y su mirada cambió por completo.
—¿Qué te pasa ahora? —le pregunté.
—A lo mejor, si nos liamos un rato, nos aclaramos un poco. — contestó, juguetón, alzando las cejas y empezando a sonreír con la lengua entre sus perlados dientes.
Fruncí el ceño y negué rápidamente con la cabeza. —No. Además, ya te la has cascado en la ducha...
Traté de mantenerme firme, de no ceder ante su sonrisa lujuriosa. Sólo éramos amigos por mucho que me empeñara en que él, en el fondo, sentía también algo por mí. Me repetí varias veces en mi cabeza que éramos casi como hermanos y que las relaciones medio incestuosas no estaban muy bien vistas. Inspiré intentando mantener la calma cuando Tae se levantó de la cama, jugando con el cinturón del albornoz. Le grité con la mirada que parara, pero me ignoró. Se acercó a los altavoces donde había conectado su reproductor de música y buscó alguna canción que poner a todo volumen.
Escuché los primeros acordes y el ritmo pegadizo del vals de la segunda suite de jazz de Shostakovich. Me conocía demasiado bien y sabía de sobra que a los treinta segundos iba a volverme loca si la obra seguía sonando. Tae me dedicó una sonrisa al mismo tiempo que se acercaba a mí.
—¿Bailas?
—No, no...
—Venga, Scar, lo estás deseando.
Rápidamente, Taehyung rodeó mi cintura con un brazo y me pegó a él con algo de brusquedad. Cogió mi mano y la sostuvo en alto mientras me daba vueltas por la habitación. Traté de mantener las distancias entre nosotros... no fue más que un intento fallido. Puse la mano restante en su hombro, pero acabó resbalando por su espalda. Y santo cielo, su espalda. Cerré los ojos y me mordí el labio inferior con fuerza, intentando aguantar las ganas de arañar la piel suave y morena de sus espalda, o de besarle hasta que sus labios enrojecieran, o de escuchar sus gruñidos.
Le eché un poco hacia atrás.
—Tae, un vals no se baila tan... pegados. — Murmuré, sin poder dejar de mirarle directamente a sus ojos.
Se encogió de hombros. —Lo importante es bailar. — respondió él, agarrándome con más fuerza y volviendo a pegar su cuerpo contra el mío.
Taehyung se relamió los labios, despacio, como si quisiera probarme. Lo hizo. Aprovechó que yo estaba casi alucinando, con la mirada fija en el pequeño lunar de su nariz, y sin avisar, paró de dar vueltas conmigo para poder concentrarse en mi cuello. Sólo me rozaba con sus labios suaves y cálidos, no me besaba, y aún así yo ya respiraba con dificultad. Quizá temía dejar marcas sin mi consentimiento si empezaba a succionar mi piel. Solté una especie de ronroneo, como si fingiera llorar desesperada. Notaba su cabello mojado y su respiración suave contra mi piel. El contraste de frío-calor entre nosotros era indescriptible. Me hacía sentir bien, cómoda. Tae soltó mi mano, pero no la dejó caer. La colocó alrededor de su cuello.
Subió desde donde se había detenido, cerca de mi clavícula, hasta mi oreja, provocando que un escalofrío me recorriera toda la espalda. Se me erizó el vello de la nuca en cuanto Tae se puso a mecerse conmigo mientras tarareaba, con su voz ronca y grave, cerca de mi oído, la melodía del vals que sonaba de fondo. Agarré la tela se su albornoz como si quisiera clavarle las uñas en la espalda, y él, sabiendo perfectamente que estaba a punto de perder la cordura, me miró interrogante.
—¿Sabes qué? Que le jodan a nuestra amistad, a tu ex y a ti. — Solté, antes de tirar del cuello del albornoz para poder sellar sus labios con los míos.
Noté el roce de sus dientes. Bien, sonreía, lo cual quería decir que ya había conseguido lo que quería: que la Scarlett salvaje volviera a salir a la luz. No pensé en las consecuencias de besarle como había querido durante tanto tiempo, o sea, apasionadamente, casi con desesperación. Supe lo que iba a pasar. Todavía una parte de mí me decía que no podía hacerlo, que tendría que mantenerme al margen, pero era demasiado tarde. En cuanto Tae dejó de sonreír, añadimos las lenguas. Era nuestro primer beso en condiciones; no fue para nada desagradable, justo al contrario que mi primer beso con lengua, por ejemplo. Lo disfruté tanto que apenas pude separarme de él para coger una nueva y corta bocanada de aire.
Fui yo quien le empujé dando pasos torpes hacia la cama. Caímos sobre el colchón, él algo más sorprendido que yo. Me sonrió mientras pasaba las yemas de sus dedos por mis labios. Con la mano que le sobraba, Taehyung empezó a deshacerse de mi camiseta.
—No me parece justo que yo esté así y tú aún conserves la ropa.
Yo misma acabé de quitarme mi camiseta. La lancé lejos, hacia la puerta de la habitación, dejé que Tae recorriera mi cuerpo con sus manos y volví a besarle. Nunca pensé que un simple beso fuera tan apasionado. El ambiente ardía, yo ardía, Tae ardía. En definitiva, la noche pintaba larga.
Tae decidió darle la vuelta a las cosas, literalmente. Hasta el momento era yo quien estaba sobre él, dominando la situación, pero al parecer él tenía que tener el control de todo. Me agarró sin delicadeza por la cintura y me volteó, quedándose justo encima de mí, con las rodillas hincadas en el colchón, a mis costados. Solté un suspiro -casi gemido- cuando él empezó a besar mi mentón, mi cuello y mis clavículas. Noté que cada vez elegía zonas más comprometidas, que poco a poco mi espalda se encorvaba y que comenzaba a aguantar las respiración con más frecuencia. Taehyung acarició mi hombro con sutileza, como si quisiera que no me diera cuenta de que estaba resbalando hacia abajo el tirante de mi sujetador. Se deshizo de él aprovechando la curva que dibujaba mi espalda, haciendo gala de lo experimentado que era.
Volvió a aparecer la voz que me decía ''no lo hagas'', pero la ignoré por completo. Metí las manos por debajo de la tela del albornoz para poder sentir mucho mejor los músculos de la espalda de Taehyung. Estaba cardiaca. Iba a morirme allí mismo si él seguía hacia delante. Lo curioso es que no quería parar, porque en el fondo, tenía lo que había estado deseando por mucho tiempo. Supuse que era mi turno, así que fui yo quien empecé a besar el cuello y las clavículas de Tae. Su piel era tan suave y tan perfecta que me cuestioné severamente el dejar algún que otro chupetón rojizo. Tae se rio, ocultando un gruñido grave.
La música todavía sonaba de fondo, y yo, igual de previsora que siempre, le pedí a Tae que subiera el volumen, por si acaso yo gritaba más de lo necesario.
Negó enérgicamente con la cabeza. Hizo ademán de volver a besarme, pero se detuvo. Le obligué a mirarme a los ojos tirando de nuevo del cuello de su albornoz.
—Tae. — dije, con el tono de voz más firme que pude tener en aquel momento. Solo me hizo parecer más desesperada aún.
—Acabo de acordarme de una cosa muy importante.
—¿Qué? — Vi cómo se levantaba, perpleja. Quitó a Shostakovich, cogió el mando de la televisión y se sentó a los pies de la cama. Yo me arrastré hasta él. —Tienes que estar bromeando. ¿Vas a ponerte a ver la tele? ¿¡Ahora!?
Asintió con desinterés y la mirada fija en la pantalla. Alargó el brazo para coger un puñado de patatas de una bolsa que estaba cerca de él. Yo bufé frustrada en todos los sentidos. Sobre todo en el sexual. Estaba sin sujetador, jadeosa, casi sudando, con marcas rojizas por todo mi rostro y con ganas de más, y el muy gilipollas de Tae se ponía a ver un jodido programa de dibujos animados.
Le di un golpe fuerte en la espalda antes de irme en busca de mi sujetador negro, refunfuñando entre dientes.
—Scar, puedes sentarte aquí conmigo. —me dijo, masticando con la boca abierta el puñado de patatas. —Y no hace falta que te pongas la camiseta. Hay que ser solidarios el uno con el otro. No es justo que yo esté...
—¡Cierra la bocaza cuando comas!
Hizo un puchero, mirándome. — Jo, no te enfades conmigo, Scar...
Gruñí. Recogí mi camiseta del suelo. No me la puse porque tenía demasiado calor después de tanto sobeteo, no porque Taehyung me lo pidiera. Era bastante obvio que le gustaba la vista.
Fue mi forma de poder vengarme de él. Me senté a su lado, rendida. Hacía un esfuerzo bastante grande por mantener la mirada fija en la pantalla y no en mi escote.
—Eres impresionante. Estás viendo Bob Esponja después de jugar vilmente conmigo. Qué fuerte.
Noté, al verle, que los músculos del cuello de Tae se tensaban. Despacio, muy poco a poco, su mano fue deslizándose por el colchón hasta llegar a mi muslo. Empezó a acariciar mi piel con el pulgar sin dejar de prestar atención a los dibujos. Su mano empezó a subir peligrosamente por mi pierna. Tragué saliva.
—Puedo hacer dos cosas a la vez. — Me dijo, cargado de confianza y orgullo.
—Si eres incapaz de ir en bici masticando chicle. Te paras, masticas, andas. Te paras, masticas, andas...
Tae me agarró con brusquedad de la muñeca, obligándome a levantarme de la cama. Con rapidez, me posicionó sobre su regazo, con mi espalda pegada a su pecho. Sentía su respiración muy cerca de mi hombro. Acabó apoyando la barbilla en este, alternando miradas entre mis piernas y la pantalla de la televisión. Con ambas manos y menos brusquedad abrió mis piernas ligeramente. Ya sabía por dónde iba.
Una de sus manos desabrochó mi pantalón y se introdujo por debajo. Con mucha parsimonia, Tae empezó a acariciar mi zona íntima. Lo hizo por encima de la tela de mi ropa interior, pero fue suficiente para que yo soltara un suspiro que me pareció estúpido. Sus movimientos lentos me desesperaban mucho, pero me desesperé aún más cuando retiró mi pelo, colocando varios mechones detrás de mi oreja, y empezó a besar mi cuello con la misma lentitud, mirando de vez en cuando la televisión.
La situación era tan ridícula que solté una risilla que también le hizo reír a él. Me giré para comprobar si Tae seguía sonriendo. Acabamos besándonos otra vez, con la voz irritante de los personajes animados en vez de tener un vals romántico de fondo. Mordí el labio inferior de Tae por pura diversión. Bueno, y porque escucharle gruñir de esa forma tan ronca y sexy me ponía demasiado. Tanto, que volví a hacerlo con más fuerza.
Provoqué que el pasara de tener la mano entre mi ropa interior y mi pantalón a que me tocara directamente. Sus dedos tantearon la zona un buen rato, con movimientos lentos pero bastante precisos y letales. Suspiré varias veces contra los labios de Tae, intentando no ser muy ruidosa. Después de que él tanteara la zona por unos momentos, introdujo sin mucha complicación uno de sus dedos, no supe exactamente cuál. Le escuché reírse. Pegué a Tae en el muslo con toda la fuerza que tenía en aquel momento. Sólo acababa de empezar y ya me sentía débil, laxa, solo con ganas de más.
Apoyé mi cabeza en su hombro, dejando que de vez en cuando se me escapara algún gemido ahogado y que Tae fuera dejando besos húmedos por cualquier zona de mi torso mientras sacaba y metía su dedo de mi cavidad con cierta delicadeza, despacio. Se reía cada vez que yo gemía.
—Deja de reírte. — le pedí, jadeosa.
—Perdona. Bob Esponja es muy divertido.
Me giré para regañarle con la mirada. No funcionó. Tae me dedicó una sonrisa radiante, se pasó la lengua por los labios y pegó su frente contra la mía sin dejar de toquetearme y de jugar con sus dedos. Yo no pude evitar besarle de nuevo, y, harta de una situación en la que yo estaba sometida a él, saqué su mano de mi pantalón y me giré por completo para poder empujar a Tae contra el colchón con mi propio cuerpo.
Por fin pude deshacerme de su albornoz, dejándole expuesto, y él de mis pantalones vaqueros. Puse sus manos cerca de la goma de mi ropa interior.
—Qué, ¿ahora sí me dejas que te toque el culo?— me preguntó, enarcando una ceja, serio pero sarcástico.
—Como amigos, claro.
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yo leyendo el capitulo: 😐q la pasa😐q coño es esto😐uf no puedo mas😐cuando acaba esta basura😐
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