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하 나

Las pequeñas gotas de lluvia golpeaban, incansables, la única ventana de la diminuta habitación. La puerta se abrió con cautela y HaeRi entró con el cabello goteando, tiritando de manera involuntaria por el frío que sentía.

Cerró tras de sí misma con un cuidado excesivo. Todo debido a que la evidencia con la que se encontró en la sala le dejó en claro que su padre, se había empinado antes de su llegada no solo una botella de vodka, sino que también algunas latas de cerveza, por lo cual, el despertarlo, no estaba dentro de la lista de las cosas que les gustaría hacer.

No con el pésimo humor que él hombre poseía.

Se quitó el chaleco de lana que ahora se encontraba empapado y lo lanzó en una esquina para luego, continuar con las demás prendas hasta quedar completamente desnuda. Se dirigió a su guarda ropa — que no era más que un viejo closet de madera en deplorables condiciones — y sacó un par de prendas que utilizaría para dormir, las cuales se colocó de manera veloz.

Su cuerpo daba pequeños y continuos espasmos gracias a las bajas temperaturas, y lo fresco que se encontraba el cuarto, no ayudaba mucho a recuperar todo el calor que se le fue arrebatado.

A HaeRi le dolían los pies a horrores. Estaba agotada de trabajar en esa cocina y los dobles turnos, la dejaban completamente fuera de combate.

Se lamentaba el hecho de haber dejado la escuela, pero, tristemente, no se podía dar el lujo de estudiar. No teniendo a un padre con una gran dependencia al alcohol que ni siquiera era capaz de ir a trabajar, una madre que los abandonó en la primera oportunidad que tuvo y, mucho menos, por la simple razón de que, si ella no trabajaba de la misma manera en que lo llevaba haciendo hasta ahora, no habría nada de comer en casa o, muy probablemente, ni siquiera tendrían casa debido a que no podrían costear la renta.

Ella era el único sustento de aquel hogar que se caía a pedazos, y el agotamiento que cargaba sobre sus hombros, era más grande de lo que dejaba entrever a sus conocidos la mayoría del tiempo.

Caminó hasta el baño, pero antes de llegar, su móvil sonó dentro de su bolso. Se devolvió, lo tomó y abrió el mensaje de su mejor amigo, Min YoonGi, el chico que le robó el corazón hace ya mucho tiempo.

"Estoy harto de todo esto, larguémonos de aquí"

Una leve y triste sonrisa tiró de sus labios al leer aquello, porque expresaba exactamente lo que ella sentía cada vez que tenía un mal día o las cosas no salían como deberían.

"Mal día, ¿no?"

"Uno de los peores que he tenido, pero nada que no vaya con la mierda de vida que tenemos"

"YoonGi..."

Eso es lo único que puede escribir, porque tampoco es como que posea muy buenos argumentos para rebatir el comentario del azabache.

"Por favor... Me he cansado de todo esto. Ven conmigo, cambiemos esta porquería de vida por algo mejor, HaeRi"

Frunció los labios y se sentó en la orilla de la cama.

Le gustaría. De verdad que le gustaría escapar con él, pero simplemente no podía hacerlo.

"Sabes que no puedo"

"Tu padre, ¿no?"

"Sabes que no puedo dejarlo"

Por un par de segundos esperó algún tipo de respuesta de su parte. Alguna maldición, un chiste oscuro del que ellos podrían reírse o un certero insulto hacia su intelecto por seguir aferrándose a algo que ya estaba más que perdido. Pero no recibió nada, lo que le dijo que solo consiguió hacerlo enojar más de lo que ya estaba.

Y lo entendía. HaeRi era consciente de lo mucho YoonGi y su padre se odiaban de manera mutua, y no es como que a Min le faltaran razones para hacerlo si hay que ser sinceros, pero, de verdad, ella no podía dejarlo a su progenitor.

Porque a pesar de todo, ella lo quería y era su única familia. Lo único que le quedaba.

Soltó un pesado suspiro y decidió que era hora de ir a dormir ya que, según la hora en su móvil, le quedaban solo un par de horas de sueño antes de tener que volver a levantarse e ir a trabajar. Lavó sus dientes y se acurrucó en su cama en busca de calor, deseando poder conseguirlo lo antes posible para caer en los brazos de Morfeo.


[-]


El fastidioso sonido de la alarma la despertó de su letargo. La apagó con gran pereza y buscó fuerza, en lugares desconocidos, para lograr levantarse e ir a darse una ducha que la despabilara para lo que sería otro largo día.

Tras terminar se vistió con unos jeans entallados, una camisa cuadrille negra, sus fieles zapatillas y un polerón que le había dado YoonGi una fría tarde de otoño. Salió de su habitación y se encontró de frente con su padre, quien iba caminando por el pasillo con una botella de licor balanceándose en su mano derecha.

Frunciendo los labios, el hombre la escrutó de pies a cabeza con sus ojos inyectados en sangre, además, de un potente olor a alcohol mezclado con algo más que hicieron que HaeRi contuviera, de manera sutil, la respiración.

— ¿Dónde vas? — Arrastró las palabras con voz ronca.

La chica tuvo la intención de rodar los ojos, pero, siendo consciente de que tanto le fastidiaba ese gesto a su padre, se contuvo.

— Voy a trabajar.

Le dedicó una mirada desconfiada y cuando HaeRi se disponía a pasarlo para bajar las escaleras, la tomó del antebrazo con brusquedad, deteniéndola y girándola hacia él.

— ¿Segura que no te vas a juntar con tu estúpido amiguito?

Arrugó la nariz con asco cuando el fuerte olor la volvió a golpear de más cerca, haciendo que su estómago se revolviera y que unas ligeras ganas de vomitar la invadieran.

Cerró los puños con tanta potencia que sus nudillos se volvieron blancos.

— No es estúpido y, a diferencia de ti, él trabaja. Se gana su propio dinero y no lo despilfarra en esa porquería — escupió con desdén, refiriéndose a la botella que cargaba consigo.

— Mi cuerpo está muy viejo como para trabajar — gruño en defensa propia, aumentando la fuerza en su agarre.

— ¡No, papá! — Se zafó de un tirón, encontrando valentía en la rabia que llevaba cargando durante años en su interior. — Te equivocas. La verdad es tu cuerpo es muy joven como para lucir en ese estado.

Los ojos del hombre se abrieron con sorpresa por la rara imprudencia de su hija. HaeRi vislumbró un destello de furia en ellos y, antes de que su pesada mano pudiera si quiera rozarla, salió corriendo de la casa, casi resbalando con sus propios pies en su huida lejos de él.

Llegó al trabajo más temprano de lo normal, tenía un humor de perros, y durante todo el viaje se dedicó a procesar la escena de esta mañana. No podía creer lo que había sucedido. Si no fuera por sus reflejos, él la hubiera golpeado.

Su propio padre estuvo a centímetros de impactar su mano contra su piel. No le importó en lo más mínimo el herir a la sangre de su sangre y eso, consiguió que su pequeño corazón se estrujara con dolor dentro de su pecho.

Al parecer las cosas estaban peor de lo que ella quería aceptar.

Tragó con dificultad y se convenció a sí misma acerca de que olvidar lo sucedido durante lo que restaba de la mañana, sería mucho mejor.

— ¡Hey, Hae! ¡Hae! — Levantó la mirada del mesón que se encontraba limpiando hacia Yon, su compañera de trabajo, la cual entraba con una sonrisa a la cocina. — Suga te busca por la puerta trasera.

Su entrecejo se frunció y asintió.

— Gracias, ¿puedes terminar tú aquí?

— Claro, ve. — Le guiñó un ojo y le arrebató el paño de las manos, comenzando de inmediato a reemplazarla en su labor.

HaeRi se encaminó a la parte trasera del local, empujó la puerta que daba hacia el pequeño callejón mientras arreglaba su uniforme y vio al chico apoyado en la pared contraria, con una expresión seria y una mirada perdida. Su cabello azabache se encontraba algo alborotado, y su piel nívea brillaba contra la poca luz del sol que alumbraba el recinto.

La leve sonrisa que había aparecido en el rostro de Hae al verlo, desapareció de inmediato cuando la afilada mirada del chico se posó sobre ella. Escuchó como la puerta se cerraba tras de ella por si sola y admiró cómo YoonGi se acercaba a ella con un caminar tranquilo.

— ¿Qué pasa, YoonGi? — cuestionó con voz cautelosa, buscando hallar algún tipo de pista en su expresión impasable.

— Quiero que escapes conmigo. Vámonos de aquí, HaeRi. Ambos merecemos algo mejor y podemos conseguirlo... pero no aquí.

La chica lo miró con asombro y, sin responder nada, mordió con fuerza su labio inferior y desvió la mirada lejos de su rostro. Sintió como la mano del chico se posaba en su mejilla y, con su dedo pulgar, acarició el labio inferior de la chica, haciendo que lo soltara de manera lenta.

— Él es mi familia y...

— ¡No, HaeRi! La familia es quien se preocupa y cuida de ti. Son las personas que velan por tu bien. Él jamás se ha preocupado por ti, sino estarías estudiando y no rompiéndote la espalda para salvar su asqueroso trasero de la calle. La familia se apoya. ¡Vamos, HaeRi! ¡No eres tan idiota! ¡Abre los ojos y date cuenta de que tu familia...! Soy yo, cariño — susurró lo último sin quitar su mano del, ahora, sonrojado rostro de la muchacha.

Sus ojos brillaban debido a las lágrimas retenidas, y una sensación de satisfacción la recorrió de pies a cabeza al sentir los cálidos dedos de YoonGi contra su gélida piel, acariciándola como si se tratara del cristal más frágil existente en todo el mundo.

Cerró los ojos disfrutando de la sensación, dejando escapar un suspiro de satisfacción de entre sus labios.

— De acuerdo, digamos que lo puedo dejar y decido irme contigo... ¿Luego qué? — conectó su mirada con la de él.

— Tengo algo de dinero ahorrado para largarme de aquí desde hace tiempo. El suficiente como para rentar un departamento pequeño mientras conseguimos trabajo en donde decidamos instalarnos.

— Si tenías dinero desde hace tanto tiempo... ¿Por qué nunca te fuiste?

— Porque no puedo dejarte — susurró contra sus labios. — Te necesito, eres lo que me inspira a seguir adelante. Sé que, si estamos juntos, podremos hacerlo. Tengo fe en ti, en mí... En nosotros, HaeRi.

Sus parpados se cerraron en el instante en que los labios de YoonGi atraparon los suyos en un dulce beso, con el cual le expresaba sus más profundos sentimientos. HaeRi, rodeó su cuello con ambos brazos y jugó con el cabello de su nuca mientras que él, la tomó con fuerza de la cintura y la apegó más a su anatomía.

Se separaron con lentitud para luego juntar sus frentes mientras recuperaban el aliento perdido y saboreaban el recuerdo de la calidez de los labios del otro.

— Puedes confiar en mí. Podrás estudiar en lo que desees sin preocuparte. Eres una chica muy inteligente y yo te ayudaré con todo lo que este en mis manos para que logres lo que te propones — habló con voz firme y decidida.

La mirada de HaeRi se nubló nuevamente a causa de las lágrimas y asintió con suavidad, incapaz de volver a negarse a él.

— Está bien, intentémoslo.

— Te quiero, preciosa — murmuró, escondiendo su rostro en el cuello de la chica y estrechándola con cariño contra su cuerpo.

— Yo también, YoonGi.

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