Capítulo 9
Y ahí estábamos, los 4 en shock sin poder movernos hasta que escuchamos un crujido. No sabíamos que hacer y no era el momento indicado para quedarnos como estatuas, al volver a escuchar un crujido todos reaccionaron y mientras Andrés buscaba algo para sostenernos Aniel empezaba a caminar hacia nosotros hasta que escuchamos otro crujido más, nos tensamos y Aniel retrocedió al entender que su peso nos ponía en un peligro más grave.
—Chicos, sosténganse de esta liana— Andrés nos la lanzó y no nos llegó —¡Ups! — se hecho a reír mientras que nosotros estábamos al borde de la muerte en un mundo que no es el nuestro, le dimos una mirada asesina y lo volvió a intentar. Fueron intentos tras intentos porque no podíamos movernos mucho y ya estábamos cansados, escuchamos otro crujido y Alex comenzó a gritar y llorar como una niñita cuando justo estuve a punto de sostenerla.
—No quiero morir, no puedo morir. Es su culpa, yo no quería entrar aquí— nos mira amenazante —¡Niña sácame de aquí!— Gritó fuerte y yo sentí la necesidad de taparle la boca, pero resulta ser que si lo hago la princesa que tengo en manos muere —quiero estar en mi casita— hace un sollozo.
—¡Andrés, sólo trae la maldita liana aquí!— estaba empezando a estresarme.
Pero como si las lianas me escucharán se envolvieron en nosotros y nos dio un fuerte jalón hacia la orilla, y como si la naturaleza nos odiará vimos un toro enorme y adivinen ¿quién venía vestido con una camiseta roja? por supuesto, yo. Nos miraba y por un momento creí ver la señal de muerte en sus ojos, nadie se movió hasta que Alex entró en razón y salió gritando y corriendo, el toro comenzó a acercarse hacía nosotros y empezamos a correr. Se escuchaban hojas secas crujir bajo nuestros pies y atrás las hojas de los árboles moverse y algunos troncos caer mientras nos perseguía el gran toro, nos detuvimos al ver delante de nosotros una víbora, y sí, también era gigante.
—¿Alex qué estás haciendo? — Alex estaba tirado en el suelo con la lengua afuera.
—Sssh, me estoy haciendo el muerto.
Vuelvo a mirar a los grandes animales a nuestros costados, pero ellos están mirándose entre sí, estábamos muy sorprendidos como para hacernos a un lado y nos quedamos observándolos hasta que la víbora se lanzó y se envolvió en el toro quien intentó zafarse de su agarre sin éxito y mientras era más apretado parecía que explotaría hasta que realmente lo hiso y lo que nos maravilló de este extraño espectáculo fue lo que vino después, porque no estuvimos llenos de sangre, en cambio salieron mariposas de un color azul brillante igual que el frasco que encontré cuando cruzamos el abismo. La víbora nos vio y nosotros corrimos hacía una cueva, sentimos como la víbora se arrastraba por la arena y se desvió lo que nos hizo soltar una respiración que no sabíamos que manteníamos.
—Eso estuvo muy cerca— Alex dice en un suspiro cansado mientras se deslizaba por la pared rocosa de la cueva.
—Chicos deberíamos descansar y pasar la noche aquí.
—¿No crees que sería muy peligroso? no sabemos casi nada de este lugar tampoco si esta cueva le pertenece a algún animal venenoso o algo parecido.
—Aniel no te preocupes tanto, ese es el trabajo de Andrés y mira cómo está.
Miramos a Andrés quien ya se había acostado con la cabeza encima de una roca, de su boca salía un río de baba y volteamos a ver a Alex estaba comiendo un burrito que sacó de su mochila y aun no puedo entender cómo logra meter tantas cosas en esa simple mochila; nos sentamos a su lado para quitarle la mochila y sacar otros dos burritos y agua.
—Tenemos que hacer una fogata para no morir de frío.
Aniel y yo salimos en busca de algo de leña para la fogata, aunque sabemos que Alex no va a cuidar de Andrés lo dejamos allí. Aniel ve un tronco caído y ya secó, caminamos hacía el para tratar de arrancarle la corteza, pero una rama nos empujó hacia atrás.
—Oh claro, tuvo que estar vivo— Aniel se levanta y lo imitó, pero otra rama nos golpea por detrás haciéndonos dar unos cuantos pasos —¿Qué está pasando? — pero antes de que Aniel dijera alguna palabra una rama lo golpeó en la cabeza dejándolo inconsciente. Luego una luz resplandeciente venía por el sendero del bosque, y yo estaba deseando que fuese el hada de los dientes ella no es mala ¿o sí?
—Como osas hacerle daño a la naturaleza, que descarado, ¿Qué te hicieron para que hagas semejante cosa?
Una chica de pelo verde que le llega a la parte baja de la espalda y unos ojos grandes del mismo color estaba parada frente a mí, su semblante era serio, pero a la vez calmado y tenía una hermosa piel morena, si te detienes a observar te das cuenta de que tiene los mismos colores de un árbol y me pregunté si cambiaba su parentesco junto con las estaciones del año y que pasaba con ella en invierno. Ella me miraba fijamente a los ojos y no sabía que decir o hacer.
–¿Qui... Quién eres tú?
—¿Quieres saberlo? Escucha Humano, sabes que aquí no están permitidos los de tu especie por su oscuro pensar ya que sólo quieren dañar y destruir sin pensar en los demás o el daño que se hacen a sí mismos con sus actos— ella escupió las palabras con desprecio.
—No venimos a dañar a nada ni nadie.
—Entonces que fue eso que acabó de ver, estabas quitándole la corteza a un pobre árbol, ¿Cómo te sentirás si yo te arrancará la piel?
—Yo solo...
—Tú sólo nada, ¿cuántos son y como llegaron hasta aquí?— echó un vistazo por detrás de mí y volvió a mirarme con una expresión fría.
—Lo último que queremos son problemas, sólo queremos encontrar la manera más rápida de salir de aquí.
—Todo el que entra aquí no puede salir, es la regla del señor Greg— dice despreocupada —Tienen que venir conmigo.
Miro al lugar donde estaba Aniel tirado y veo que el árbol lo tiene cargado entre sus ramas y vuelvo a mirar a la chica, esto ya me está preocupando ¿Dónde está esa niña cuando se necesita?
—¿A qué niña te refieres? — la chica me miraba curiosa y no supe cómo responder, acababa de leer mi mente dude un segundo, pero hablé
—Ella es...
—Jeremith— la escuché decir mi nombre lentamente, mire a la chica y ella me miró sorprendida con un destello de ira en sus ojos —puedes coger algunas ramas del árbol a tu derecha, permito que lo hagas, necesitan descansar.
—Pero mi señora— la chica reclamó al escuchar su voz —usted sabe cuánto les duele eso, no...
—No te preocupes, todo va a estar bien.
El árbol me pasa unas de sus ramas y coloca a Aniel en el suelo, la chica me mira y desaparece convirtiéndose en miles de luciérnagas, susurro un gracias a la niña, pero mi mente está vuelta un desastre, no entendía nada. Me doy la vuelta y me echo a Aniel al hombro para tomar las ramas como pude y regresar a la cueva.
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