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Capítulo 45

Mientras se le escuchaba llorar y maldecir a la niña, el color negro se le derramo como agua por el pelo, se tornó blanco como el papel, nos miró, sus ojos eran de un azul tan magnifico como el cielo y su piel pálida. Ella los miraba atónita.

—No, no, no, por favor no— decía mirándose el pelo y las manos

—Ya no siento presencia de magia negra— un hada susurra mirándola.

Jeremith deshace la prisión y la niña cae arrodillada en el suelo, se sienta llorando y Jeremith se acerca a ella para tocar su pelo, pero ella golpea la mano de él.

—¡Largo, aléjate de mí!—  se levantó y los miró a todos alejándose —no puede ser que nos vencieron, me dijiste que éramos más poderosos y nunca podrían vencernos, por favor vuelve— ella susurraba mirando a todos lados estando a punto de llorar nuevamente.

—Ríndete, ya no está y tú no tienes más poder aquí— Andrés dijo serio.

—Ven aquí— Jeremith extendió su mano a ella —no te haremos nada, ya estas suficientemente agotada y sin poderes como para intentar algo.

Ella dudó, pero terminó por darle la mano, pero Saturna gruñó y ella se alejó rápidamente.

—Ella no merece vivir, es una traidora ¿cómo van a confiar en ella luego de esto?— chilló molesta y se alejó hasta donde estaba Aniel, llorando.

Todos se fueron hasta ella quien lo miraba con pura tristeza acariciando su mejilla ensangrentada y se volteó diciéndole algo a Dess en el idioma que solo ellas entenderían, Dess asintió limpiando unas cuantas lagrimas que rodaban por sus mejillas. Saturna respiró profundo y observó bien a todos con una sonrisa triste.

—Fueron unos compañeros geniales, gracias... por este recorrido y por salvarnos de él.

Murmuró algo cerca de los labios de Aniel antes de unirlos a los suyos con suavidad y lágrimas de por medio, dejó su mano sobre su mejilla besándolo con delicadeza y deseo, con amor y dulzura; una luz azul, como la que expulsaba la espada los elevó y envolvió a ambos dándole vueltas por su alrededor como un tornado y al desaparecer Aniel estaba normal, sin ninguna herida recostado como si durmiese, en cambio, Saturna estaba a su lado inmóvil y todos los mirábamos en espera. En el momento en el que Aniel despertó todos soltamos un suspiro de alivio, pero fue hasta el momento en el que él nos miró confundido y luego a Saturna a su lado sin respirar y asustado pone su mano en su pecho.

—¿Qué le pasó? no se queden ahí, ¡ayúdenme!— Aniel decía desesperado intentando devolverle la vida simplemente empujando su pecho.

—Aniel... ya basta, no lo lograrás— Andrés lo apartó y Aniel lo empujó completamente rojo al borde de las lágrimas.

—¿Quién lo hizo? juro que lo mataré ahora mismo con mis propias manos— miró a todos .

—Aniel...— Dess susurró acercándose a él y tomó su cara entre sus manos —Ella te dio su vida, tú estabas muerto.

Él no se creía lo que le había dicho, sus lágrimas salieron de sus ojos sin dejar de ver fijamente a Dess a los ojos —¿Cómo es posible?, ¿Por qué la dejaron hacer eso? pudieron haberla detenido— bajo la cabeza llorando —son unos idiotas— dijo entre llantos y se dejó caer sentado en el suelo.

—Ey, escucha atentamente— Dess se sentó frente a él —ella te dejó unas palabras, ¿las quieres escuchar ahora?— ella tomó una mano de él y él la miró triste asintiendo, Dess sonrió con ternura —Querido amo, sé que creerás que soy una tonta por hacer esto, pero la verdad es que fue un gran placer dar mi vida por usted, ha sido mi felicidad, mi tristeza y el causante de mis primeros y últimos celos. Le agradezco tanto por haberme encontrado aquella vez y por cuidarme cuando era yo la que debía cuidarlo a usted, quisiera decirle un millón de cosas, pero solo siento tristeza desde el momento en que lo vi caer, espero que viva mucho por nosotros... por mí, que sea feliz y tenga una hermosa familia en su momento. Quiero que nunca me olvide y que nunca olvide lo mucho que lo amé y seguiré amando aun muerta, seré la estrella más brillante que se vea desde su ventana, la mariposa que vuele a su alrededor, el primer copo de nieve que toque la palma de su mano y la luciérnaga que alumbre su camino siempre, estaré eternamente con usted amo, día y noche, aunque no pueda verme.

Aniel tristemente se volteó a ver a Saturna tirada en el suelo quien se empezaba a desvanecer convirtiéndose en luciérnagas y él se limpió el rostro —yo también te amo, nunca te olvidaré y es una promesa...— susurró para luego mirar ir las luciérnagas en silencio.

Una luz resplandeció frente a Jeremith y la reina apareció frente a él con una sonrisa orgullosa y aplaudió —¡Felicidades y muchas gracias!, salieron vencedores de estos grandes retos y salvaron mi universo, sabía que no me equivocaba con ustedes— se dio vuelta para tocar el cabello de Jeremith sonriéndole —buen trabajo cariño, fuiste el mejor capitán— ella volvió a mirar a todos y se fijó en la niña —pequeña traviesa, fuiste mal guiada por mi vanidoso hermano pero me doy cuenta que te cuidó hasta el final como un buen padre, serás la nueva reina aquí, sabes todo y cómo manejar, pero debes guiarte por lo bueno, no sigas los pasos de Greg y mantén este universo en pie y feliz.

La niña abrió la boca para protestar, pero quedó callada y la reina abrió un portal para que los chicos puedan irse.

—Despídanse, ya es hora de regresar a casa— la reina sonrió amplió y retrocedió.

Andrés se para frente a Dess y la mira a los ojos sin saber que decir, lame sus labios mirando a un lado y respira profundo volviéndola a ver esos hermosos ojos avellana con un brillo que no se había dado cuenta de lo mucho que los adoraba y extrañaría, por un segundo pensó ver tristeza en sus ojos y no dudaba de que en los de él también la hubiese, él extendió su mano hacia la mejilla de ella y la acercó en un movimiento rápido uniendo sus labios en un beso pero la sorpresa de Dess causó que él se alejara nervioso, pensando en que tomó una mala decisión se alejó y rascó su nuca.

—Lo siento yo...

Miró el rostro sonrojado de Dess perplejo y sin habérselo esperado, ella abrió sus alas y lo acerco para besarlo ocultándolo con ella entre sus alas.

—Que ridículos— Marcus hizo una mueca y jalo a Alex hacia él besándolo con deseo e intensidad haciéndolo sonrojar y al apartarse lamio sus labios con una sonrisa lobuna —me extrañarás, lo sé— tomó el mentón de Alex haciendo que lo miré con el rostro ardiendo —no puedo evitarlo... ¡Ey reina! ¿puedo irme con él? —alzo la voz y Alex negó repetidas veces y lo abrazó siendo correspondido con una gran sonrisa de parte de Marcus.

Jeremith se acercó a la niña —espero que lo hagas bien— susurró mirándola y ella asintió avergonzada —bueno, adiós— Jeremith estuvo a punto de irse cuando ella tomó su muñeca deteniéndolo y se volteó.

—Lo siento, sé que estuvo mal, pero seguía órdenes de él...— la mirada de ella era de arrepentimiento y se acercó rápido a él y lo abrazó.

Jeremith acaricio su cabello y asintió alejándose —está bien, lo entiendo, creo...— arrugó la frente un poco en confusión y se despidió con la mano de la reina y los demás.

Los cuatro cruzaron el portal volviendo a estar en el bosque, miraron todos con nostalgia a las personas dentro y pensando en recuerdos que dejaran atrás, poco a poco se iba cerrando y ellos acabaron viendo tristemente los árboles que quedaron frente a sus ojos cuando cerro por completo. Dieron media vuelta empezando a caminar con dirección a casa.

Fin.

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