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Bolera


— Se me volvió a levantar.

— Ya, ya lo veo —soltó con la voz seductora, sin apartar su vista del miembro erecto que tenía frente a él—. Ven aquí. Esta vez mando yo y prometo que te haré gritar tanto como prometí que harías —las mejillas de TaeHyung se encendieron de un rojo vivo y fue arrastrado por los brazos del pelinegro hasta tumbarlo por completo sobre la alfombra de la sala. Abrió sus piernas y el mayor se colocó entre ellas, inclinándose para besarlo con el mismo deseo que minutos antes.

— ¿Esto está bien?

— No sé a qué te refieres, Tae —contestó sin despegar sus labios de la piel del contrario. Había descubierto lo adictivo que podía llegar a ser su cuerpo; tan suave, caliente y sentir sus vellos de puntas bajo sus manos y labios le hacía sentir único.

Pues aquel chico ahora era suyo y cada gesto, gemido, reacción y orgasmo, todo lo provocaba él. Como el conquistador que enterró su bandera al descubrir tierra virgen, como el pintor que deslizó sus pinceles por el lienzo y creó una obra de arte, o como el chef que combinó sus ingredientes y creó una delicia inigualable. Así se sentía, Jung HoSeok era el conquistador de Kim TaeHyung y viceversa, y ahora estaban dispuestos a caminar de la mano por el mismo camino, por el mismo sendero, por el mismo...

— ¿Hyung? —HoSeok, quien se había sumergido muy profundamente en su pensamientos, volvió en sí.

— Lo siento —dio un corto beso en sus labios.

— No importa, yo suelo quedarme muchas veces ido, pensando en mis pensamiento y eso —HoSeok enarco una ceja y el castaño no pudo evitar soltar una risa.

— Lo sé. ¿Qué querías decirme?

— Pensaba... Digo... ¿Hacer tantas veces esto... no es malo? ¿Podría pasarme algo? —HoSeok pestañeó varias veces sin comprender aún sus palabras. ¿Qué intentaba decirle? ¿Sería capaz de pensar que podría quedar... embarazado? Sonaba tan absurdo como imaginarlo, pero siendo TaeHyung todo era posible.

— TaeHyung no vas a tener hijos si es lo que estas pensando.

— Una vez oí decir a alguien que un hombre llegó a quedarse embarazado. ¡¿Cómo puede ser eso?! ¡Es horrible! ¡No quiero tener una panza gigante! Y no te sientas mal, no es por ti, amaría tener hijos tuyos..., ¡pero soy muy joven! —la voz fue elevándose por momentos, así como sus articulaciones, haciendo sacudir sus manos en todas direcciones y obligando a HoSeok a retirare un poco o acabaría con un impacto en su cara— HoSeok no quiero hijos, no ahora, déjame crecer más y en unos años te daré todos los que quieras. ¡Gemelos si hace falta!

— TaeHyung... —intentó detener una de las manos que llegaron a rozar la punta de su nariz—Tae... —el menor seguía agitado sin dejar de hablar, o mejor dicho, sin dejar de soltar barbaridades— ¡Kim TaeHyung! —gritó y el otro no tuvo más remedio que callar— TaeHyung, no vas a quedarte embarazado, no vamos a tener hijos y mucho menos vas a tener una enorme panza. Bueno, a menos que empieces a comer como un cerdo sin control.

— Pero tú me metes el pene y por lógica yo debo ser quien...

— TaeHyung, busca la lógica —HoSeok sostuvo su rostro con sus manos esperando que éste se calmara y prestara la suficiente atención—. Los hombres no pueden tener hijos entre ellos, eso que has oído es mentira. No creas todo lo que dicen por ahí, ¿entendido? Sólo las mujeres pueden.

— ¿Seguro? —asintió— Está bien, admito que exageré un poco y sigo nervioso, lo siento.

— Es normal, tranquilo, pero lo hemos hecho hace un rato y todo ha ido bien, te ha gustado, ¿no? —afirmó con una tierna sonrisa en sus labios— Entonces sólo disfruta y si quieres que no lo hagamos de nuevo, lo entenderé.

— Quiero gritar como has dicho —HoSeok lo besó por un momento, sin siquiera quitar aún sus manos de sus mejillas; le gustaba el calor que desprendía—. Pero creo que se me bajó —dijo señalando con su dedo hacia abajo, más concretamente a su miembro.

— Eso tiene fácil solución. Tú déjamelo a mí —guiñó un ojo y poco tardó en poner a trabajar sus manos.

Y lengua.


[...]

El fuerte impacto de la bola tirando absolutamente todos los bolos hizo que JungKook se encogiera en su sitio y en cuanto abrió unos de sus ojos para ver el resultado, corrió hasta Jin gritando por la emoción. Jin lo recibió en sus brazos y lo levantó en el aire comenzando a canturrear algún tipo de canción que habían inventado en ese mismo momento. Luego señaló al equipo contrario mientras bailaba algo que pondría en duda la palabra baile, aunque la intención era lo que contaba y qué más gracioso que ver al mayor marcándose unos pasos al son de las carcajadas del resto. Se sentó justo después de hacer un gesto de amenaza que consistía en señalar sus propios ojos con sus dos dedos y luego los de su adversario.

Batir el récord que se estaba marcando Jin después de tres plenos, iba a ser difícil, pero YoonGi no sintió una pizca de tensión. Ganara o perdiera no iba a cambiar demasiado, ya que ni apostaron nada.

— Deberíamos apostar algo para que esto sea más emocionante —como si el chico llamado Ken hubiese leído su mente, tensó sus dedos introducidos en la bola y se giró para comenzar a quejarse.

— Ah no, nada de apuestas. No cuando el equipo de Jin lleva tanta ventaja. Me niego.

— ¿Qué tal en la siguiente?

— Bueno.

— Que más da apostar, él seguirá ganando. Parecéis tontos —se levantó NamJoon de su asiento y sacó su cajetilla de cigarros del pantalón para comprobar cuántos le quedaban—. Salgo un rato.

— Pero, ¿y tu turno?

— Hazlo tú si quieres —solucionó el rubio y YoonGi se encogió de hombros—. Jimin, ¿vienes?

— ¿Me vas a dar un cigarro? —el rubio mostró el interior de la cajetilla mostrando únicamente dos y Jimin pilló completamente la indirecta, levantándose también del lugar y desapareciendo tras NamJoon.

— ¡Te toca, JungKook! —el pequeño, que se había quedado mirando la marcha de Jimin con una sensación amarga, respingó por el grito de YoonGi y asintió cuando el mayor se sentó de nuevo viendo su patético tiro, pues sólo había conseguido tirar un par de bolos.

La humareda de los dos cigarros encendidos hacía más presencia y acto que los labios de ambos chicos, que sólo se movían para exhalar el humo y volver a sellarlos hasta la próxima calada. NamJoon a veces lo miraba de reojo recordando las palabras de Jin, o más bien oyéndolas claramente, como si un pequeño pero colorido gnomo estuviera sentado en su hombro y le hiciera recalcar la palabra reconciliación cada tres segundos. Una voz aguda que había cogido la forma de aquel ser diminuto.

— Preferiría quedarme aquí hasta que esos decidan irse a casa, ¿qué piensas tú?

— Prefiero estar dentro —contestó Jimin mirando al frente, con la mitad del cigarro consumido entre sus dedos.

— Claro, tú no tienes que soportar ver cómo ese estúpido con nombre de muñeco femenino no deja de intimar con tu novio —NamJoon tiró la colilla de su cigarro, que muy al contrario que el más bajo, éste lo había fumado con doble rapidez.

— ¿Ken? —lo miró por primera vez desde que salieron— No se ve mal chico. Creo que exageras, sólo son amigos.

— Amigos hasta que algo ocurra.

— ¿No confías en Jin hyung? —los ojos oscuros del rubio lo miraron fijamente, reflejando la clara respuesta en ellos— De quien no te fías es de Ken —contestó por él y dejó de mirarlo para sentarse en el bordillo de la calle, haciendo que NamJoon lo imitara—. Jin hyung te quiere demasiado. Creo que eso es suficiente.

— Lo sé, pero no puedo evitar verlo tan pegado a ese idiota, como le sonríe, ríe y juguetean en mi cara —el rubio resopló despeinado su pelo y dejando soltar un lloriqueo fingido por toda la frustración contenida—. No lo entiendes, si tuvieras a alguien y lo vieras como yo veo a esos dos, quizás me entenderías.

Jimin giró su cabeza para dejar de ver la bola hecha con el cuerpo del rubio y se preguntó cómo sería estar en su situación; cómo sería ver al menor intimar con otra persona que no fuera él. Lo vería reír y hacer juegos mientras él se moriría de celos con sólo observarlos. Y ni más lejos de la imaginación, ya ocurría cuando alguno de los otros chicos lo trataban con extremo cariño y cuidado, pero debía entender que JungKook era el más pequeño y por ello todos lo mimaban demasiado. Jimin debía entenderlo, pero la sensación de tocar en exceso lo que ya había admitido que sería suyo, lo mortificaba arduamente.

JungKook era suyo, suyo y sólo suyo.

— Lo entiendo —NamJoon sacó su cabeza enterrada entre sus rodillas y lo miró atónito—. Entremos ya —pisó la colilla de su cigarro, que prácticamente se había ido consumiendo sólo.

— Espera, ¿qué has dicho? —NamJoon se levantó tan rápido como lo hizo el castaño y lo agarró por el brazo— ¿Me entiendes?

— Claro, puedo entenderlo, ¿no? Es fácil de entender —su voz había sonado tan convincente y relajada que cualquiera habría quedado satisfecho con la respuesta, pero NamJoon no era idiota y había notado algo detrás de sus simples palabras, y no su última frase, sino la cual había respondido con la más sincera de las palabras. "Lo había entendido", eso se lo dejó más que claro, tan claro que sintió la curiosidad pegarse a su espalda.

— Claro —decidió creerlo, quizás no era el momento para más preguntas de ese tema, porque conociéndolos llegarían a una batalla llena de curiosidades, presiones y dónde ninguno daría su brazo a torcer—. Por cierto —volvió a detenerlo antes de que entrara dentro, con la puerta abierta sujeta por una de sus manos—, en realidad quería que salieras para que discutiéramos un tratado de paz.

Jimin sonrió soltando la puerta y girándose al chico alto, dio algunos golpecitos en su hombro y musitó las palabras que el rubio había esperado escuchar. Eran amigos después de todo, muy buenos amigos a pesar de sus diferencias y sus personalidades tan fuertes. Como NamJoon solía bromear: "¡Somos compañeros de nicotina!", y como buenos compañeros, era absurdo no seguir siéndolos.

— ¡Pero! —exclamó Jimin con la puerta abierta de nuevo pero sin permitir al mayor entrar aún— Debes dejar de tratar tan mal a tu hermano —NamJoon rodó los ojos, estaba cansado de escuchar la misma frase tantas veces. Tenía ya más que suficiente con su novio, con el gnomo que ahora mismo le volvía a recordar las pegadizas palabra del castaño, y ahora su amigo. Si alguno decidiese sumarse a la campaña "NamJoon, trata bien a tu hermano pequeño" terminaría explotando, mandando todo a la mismísima mierda.

— Oído.

— Eso espero.

— Tú, mi novio y el gnomo.

— ¿Qué gnomo?

— Nada, entra ya —Jimin se encogió de hombros y entró dentro con NamJoon pegado a su espalda—. Si algún día comienzo a hablar solo y mirando a mi hombro, llama a un hospital. Pero psiquiátrico.

El bajo frunció el ceño viendo pasar al rubio por su lado murmurando cada cosa la cual más extraña a la anterior. Ignorando el hecho de que su amigo podría estar perdiendo la cabeza, llegó hasta los demás y volvió a unirse la partida, echando un vistazo al marcador viendo la victoria para ellos asegurada; ya que Jimin pertenecía al grupo de Jin y JungKook. Siendo NamJoon parte del grupo de Ken.

Aquellos grupos no habían sido al azar, más bien Jin y Ken, los cuales se proclamaron líderes de los grupos, fueron escogiendo a los chicos a sus gustos; terminando NamJoon como sobra en el grupo de Ken. NamJoon aún le era imposible de creer que su novio no lo escogiera, además de lo vergonzoso que fue ver como Ken lo miraba sonriendo por ser inevitable ir en su grupo. Pero también era consciente que Jin lo había hecho queriendo, esperando que ambos pudieran ser cercanos, aunque el rubio a pesar de dejarlo estar y no montar un escándalo, ni en su sano juicio sería cercano a ese trozo de plástico con sonrisa de dentífrico.

— Entonces la apuesta será que quien pierda deberá dormir fuera de la casa, en una tienda de campaña toda la noche y además no poder salir hasta la mañana siguiente.

— ¿Qué? —preguntó NamJoon curioso a las palabras de Ken.

— Oh, hemos decidido que este fin de semana os vengáis todos a mi casa y quien pierda deberá dormir fuera.

— ¡¿Qué?!

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