9. Solo salgamos de aquí
—Por favor Itadori, solo perdonarle la vida a tu profesor, prometo que no haré nada de ahora en adelante. Seré una persona honesta, no dañaré a nadie más. Te ruego que me perdones, Itadori, por favor.
Yuji dio un par de pasos más, sangre caía de sus manos bañadas en rojo. Ryumen le seguía de cerca desde atrás, contemplando la escena con una pequeña sonrisa. Era tan perfecto; Yuji era tan hermoso en ese momento. Había escuchado los gritos desde afuera, una sinfonía de media hora, maravillosos gritos de horror de los otros dos humanos. Itadori había sido más que perfecto, y ahora solo quedaba uno más y todo terminaría.
Ahora, dos de los brazos de Sukuna no se encontraban a la vista; ya no los necesitaba, al menos por el momento. Se veía más humano así, no tan grande ni musculoso; si no fuera por las marcas en su rostro y el otro par de ojos, nadie creería que no es humano.
—No puedo hacer eso. Si lo hago, seguirás causando daño a los sobrevivientes. Tu palabra, profesor, vale menos que nada. Eres un monstruo, uno tan horrible que me da asco solo respirar el mismo aire que tú —afirmó Itadori, agachándose frente a su profesor, quien temblaba intentando no ver a su estudiante—. Y ya que eres un monstruo, tendré que deshacerme de ti. No puedo dejar a un ser como tú caminando por la escuela, ¿cierto, Sukuna?
Los gritos de los otros dos hombres todavía estaban grabados en su mente; el dolor en sus piernas, por todo lo que había corrido, todavía debilitaba. Esas últimas palabras de su estudiante se llevaron cualquier esperanza; no había futuro para él. ¿Cómo se tornaron las cosas en su contra de esa manera? Se confiaron demasiado, era la única respuesta razonable.
Yuji miró al hombre que tantas veces irrumpió en el club de ocultismo con la única idea de hacerlo inscribirse en el de atletismo. En esa época, incluso le divertía la tonta cara del hombre; ahora no le causaba nada, como si viera un muñeco al que podía romper sin problemas ni arrepentimientos.
¿Se había ido la poca humanidad que le quedaba?
La voz en su mente regresó; aquello que lo había estado tentando por días seguía allí, al acecho, esperando el momento indicado para volver a aparecer. Él todavía no quería aceptar aquel ofrecimiento que se llevaría todo lo que quedaba de su ser. Sin embargo, algo diferente se formó en su mente, un pensamiento que le hizo sonreír. Aquella sonrisa estremeció al hombre tirado en el suelo.
Un par de ojos extra lo vieron desde el rostro inocente de Yuji; una sonrisa de colmillos afilados lo saludó. Luego, simplemente hubo dolor, demasiado dolor. La sangre salpicó las paredes mientras Yuji arrancaba partes del cuerpo de aquel hombre como si fueran las ramas de un simple arbusto. El sonido del desgarre de la piel, los gritos del profesor y el rostro imperturbable de Itadori fueron todo lo que hubo en el lugar por varios minutos, antes de que Takagi quedara en silencio, para siempre.
—Entonces se terminó —dijo Sukuna, tomando la mano de Yuji para ayudarlo a levantarse. Una sonrisa cruzó los labios de Ryumen al ver aquella nueva adición en el rostro de su pareja, tan similar a él, tan hermosa.
—Terminó, ya terminó.
Yuji se acercó a Sukuna; llevaba tantos días luchando con él, intentando ignorarlo mientras este se movía dentro de su cuerpo como un parásito. Ahora no quería ignorarlo o deshacerse de él; ahora solo quería estar a su lado. Ya no importaba su humanidad; no importaba nada, únicamente el hombre frente a él.
—¿Qué pasa, mocoso?
Lo abrazó. Itadori simplemente se puso de puntillas y abrazó a Sukuna.
—Solo salgamos de aquí —soltó Yuji, separándose de Ryumen y caminando hacia la salida.
Los monstruos no estaban; algo en Itadori le dijo que Sukuna se encargó de eso mientras él se ocupaba de los humanos.
Cruzaron la puerta de la institución por primera vez desde el comienzo del apocalipsis; se sintió diferente a todas las veces que había realizado antes esa simple acción. Un pequeño tirón del brazo de Yuji lo hizo girar; un suave beso fue colocado en sus labios cuando estuvieron a una distancia considerable de la preparatoria.
—Te lo dije, era más sencillo dejarme salir —murmuró contra los labios de Itadori.
—Sí, lo fue. Era más sencillo dejarse llevar.
Fin
Qué más puedo decir además de que ha terminado. Realmente espero que les gustara esta historia.
Gracias por darle una oportunidad, y por favor, si quieren ayudar a la historia comenten y voten, así llega a más personas. Si no saben que decir dejen un emoji de beso (😘).
No siendo más, nos leemos en otra de mis historias.
Los quiero.
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