6. Vámonos de aquí, Sukuna
—Tenemos un plan para sacar a los sobrevivientes del otro edificio, tenemos que unirnos. Esta separación solo traerá más víctimas —dijo Takagi, caminando junto a Yuji—. ¿Qué pensabas hacer?
—Salir de aquí.
—Eso es muy peligroso; mejor quédate con nosotros. Te aseguro que aquí no te faltará nada, Itadori.
Yuji vio a su profesor de reojo; la sonrisa era muy falsa, demasiado falsa.
—Oye, Itadori-kun, ¿sabes que otras personas sobrevivieron, no? Allí está un chico de tercero, se llama Ryomen Sukuna —preguntó el guardia.
—¿Ryomen-kun? Yo le enseñaba. Es un chico apuesto y fuerte. Ahora que lo pienso, se parece mucho a Itadori-kun —dijo el otro profesor.
Por algún motivo, el tono que usaban esos hombres incomodó a Yuji; algo no estaba bien con ellos. No podía decirlo con seguridad, pero estaba seguro de que no debía seguirlos por mucho más tiempo.
—Sukuna... murió —dijo después de un tiempo.
Los hombres se desanimaron, pero no era lástima, tristeza, o la fingida compasión que algunas personas sienten ante la noticia de una muerte. En ellos había un malestar muy parecido al que se siente al perder un objeto valioso.
—¿Falta mucho? —preguntó el joven después de mucho caminar.
Estaban cerca de la sala de profesores; por algún motivo, no quería llegar allí. Además, podía sentir a Sukuna en su interior, moviéndose con sed de sangre. La situación era completamente desfavorable, en su opinión.
—Ya casi llegamos; hoy tuvimos suerte de no toparnos con nada —comentó Takagi, tomando a Yuji por los hombros—. No puedes imaginarte lo que nos hemos topado estos días.
El joven se apartó con una incómoda sonrisa; no era buena idea provocarle, ya estaba demasiado irritado.
—Yo también me he topado con demasiadas cosas estos días —dijo, yendo más lento que los adultos—. ¿Cómo es que no los hemos visto? ¿Por qué no se asomaron por las ventanas y nos dieron señales?
Ellos debían saber que en el otro edificio había sobrevivientes; la comunicación constante por los altavoces y el movimiento dentro del edificio seguramente era visible desde allí. Era imposible que no lo supieran.
—Llegamos —indicó el guardia, cambiando de tema.
Yuji se quedó atrás, con todo su cuerpo listo para luchar o correr.
—Entra, Itadori.
El frío del arma que sostenía el profesor de atletismo se asentó a un costado de su cabeza mientras el otro profesor abría la puerta.
El estómago se le revolvió casi de inmediato. Tenía que correr. ¡Tenía que correr ahora! Y así lo hizo; entonces, dos disparos alteraron el horror de la sala de profesores.
Pasaron los días demasiado lentamente. Ellos vivían más en el exterior, "explorando", que con el resto del grupo. Yuji sentía que moría un poco con cada crisis.
Tenía que ser fuerte de alguna manera, pero era difícil resistirse; era demasiado tentador sucumbir.
—Deberías acostarte —dijo Sukuna, lanzándole una de las colchonetas de deportes.
La atrapó y caminó hacia la puerta, un lugar que se había convertido en el preferido de ambos para dormir. Lejos de todos y cerca de la única salida, por si necesitaban salir con rapidez, cosa que ya había ocurrido dos veces.
—¿Mañana volveremos a intentar llegar a la máquina expendedora? —preguntó Yuji, poniendo la colchoneta en el suelo y acostándose en ella.
—No sé de dónde salió ese monstruo, pero espero que ya se haya ido —dijo Sukuna, haciendo lo mismo justo a su lado mientras hablaba.
Se habían vuelto muy unidos. Yuji solía pensar que se debía al mal que enfrentaban juntos, a su pequeño secreto. Después de todo, ambos no tenían mucho en común. Con personalidades y formas de pensar tan diferentes, no había motivo para que estuvieran juntos. Solo sus apariencias coincidían.
—Deberíamos preguntarle a Ryomen-kun —dijo una chica, llamando la atención de los dos chicos junto a la puerta—. Sé que ellas deben estar cerca, algo les sucedió, hay que averiguarlo.
—¡Yo soy el adulto aquí! ¿Por qué debería preguntarle cualquier cosa a ese chiquillo?
—Porque él es quien trae la comida junto a Itadori-kun; son los únicos que saben cómo moverse sin mayor problema por el edificio.
Aquella afirmación no le gustó al profesor, que alzó la mano con la intención de golpear a la chica, pero fue detenido por otro de los estudiantes.
—Profesor, contrólese.
—¡¿Controlarme?!
El hombre furioso miró a su alrededor, como si buscara una víctima con la cual descargar su ira, encontrándose con Yuji y Sukuna, que observaban lo sucedido desde su rincón apartado.
—¿Qué pretende hacer? —cuestionó el estudiante al ver al hombre mayor caminar decidido hacia los dos chicos solitarios.
—Ustedes, ¿me pregunto por qué siempre están solos? ¡¿Sabían que estos dos a veces salen tarde en la noche, cuando creen que nadie los ve?! —gritó el profesor, sin detener su avance, ni siquiera cuando los dos jóvenes se pusieron de pie.
—Deje de hacer el ridículo, profesor —dijo Sukuna—. Te estás poniendo en vergüenza.
El hombre se detuvo al ver la expresión de fastidio del menor. Era como si a este su presencia le importara poco.
—Un día los seguí, los pude escuchar gimiendo.
—¿Qué? —preguntó Yuji, confundido.
—Profesor, eso no es algo que debería decir en voz alta —dijo la chica que había estado hablando con él antes.
—¡Yo creo que sí! ¡Todos deberían saber que estos dos son unos perros en celo que se cojen entre sí!
—¡Profesor! —gritó la chica.
—¿En serio haces este escándalo porque crees que estás perdiendo tu autoridad? —dijo Sukuna, mirando al hombre desde arriba—. ¿Tu hombría se sintió herida? ¿Es por eso que saliste con esta tontería? Imbécil.
—¡Me debes respeto, soy tu mayor!
—Tú comenzaste. Nosotros nada más estábamos alistándonos para dormir. Además, lo que el mocoso y yo hagamos por las noches no es asunto de nadie. ¿O es que acaso nos seguías para vernos?
El rostro del profesor se puso rojo fuerte. Uno de los estudiantes rió por lo bajo mientras los otros intentaban no reír también. El hombre simplemente no pudo resistir por mucho tiempo y se lanzó hacia Sukuna.
—¡Profesor, por favor! —exclamó Yuji, poniéndose en el camino del hombre, alzando las manos para detenerlo.
Las pequeñas risas de burla se apagaron de inmediato.
—¡Itadori-kun! —gritó Ozawa, corriendo hacia adelante y sujetando al sorprendido Yuji.
—¿Mocoso?
Sukuna se adelantó, encontrando la sangre que salía del vientre de su compañero de exploración. Fue como si el mundo se perdiera por un segundo
Varios se alejaron y gritaron asustados. Un gran chorro de sangre fresca manchó a aquellos más cercanos a la puerta. El cuerpo de profesores cayó al suelo en el mismo sitio, su cabeza fue lanzada lejos.
—Ryomen —llamó Yuji, apartándose de su compañera—. Ozawa, aléjate, es peligroso.
Ella lo jaló con toda la intención de llevarlo lejos, pero él simplemente la apartó.
—¡Los bates!
Sukuna caminó hacia las personas que corrían con los bates en mano. Aquellos encargados de la seguridad, todos jóvenes pertenecientes a los clubes de deportes.
Por su parte, Yuji llamaba desesperadamente a su compañero, incluso le tomó del brazo e intentó llevarlo con él, deteniéndose cuando este lo miró con los ojos completamente negros y una sonrisa desquiciada.
—Sukuna —dijo con voz temblorosa—. Vámonos de aquí, Sukuna.
—Mocoso. —Se relajó casi de inmediato, tomando la mano del más joven, manchándolo de sangre.
Entonces, los dos corrieron mientras eran perseguidos.
Un infectado más significaba un nuevo monstruo, y no sabían qué podría resultar de alguien como Sukuna; el peligro era demasiado, debía acabar con él. Sin embargo, no era tan sencillo.
Aunque solo estaban iluminados por la luz de la luna, Sukuna y Yuji lograron subirse a una de las ventanas y trepar hacia el segundo piso. Intentaron seguirlos, y uno de los encargados de la seguridad los imitó trepándose a la ventana.
Los chasquidos y gritos de una mujer se escucharon muy cerca. El joven no tuvo tiempo de reaccionar; fue envuelto en un largo cuello que lo apretó con fuerza. Trató de escapar, pero no pudo hacerlo.
Yuji abrazó a Sukuna mientras este pataleaba y se sostenía la sangrante nariz, intentando controlarse. De fondo, el fuerte ruido de varios huesos rompiéndose detuvo la persecución.
—No intentaste negar lo que dijo el profesor —susurró Yuji, cuando todo estuvo tranquilo, ignorando todos los demás temas que debían tener mayor importancia.
—Me gustas, mocoso. —También ignoró todo lo demás.
Hola, volví, intentando ser tan puntual como sea posible. ¡Un capítulo más de esta locura!
¿Se han dado cuenta de que la historia alterna entre el pasado y el presente?
Gracias por llegar hasta aquí. Por favor, si les gustó, voten y comenten. Si no saben qué decir, pueden dejar un emoji asombrado (😯). Por favor, ayúdenme con esto para que la historia llegue a más personas.
No siendo más, nos leemos en el próximo capítulo o en otra de mis historias.
¡Los quiero!
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