Capítulo 7.- Adiós
—¡Mierda! —Me quejo por el dolor, en mi pierna, me quedó enterrada una pequeña navaja, cortesía de un tipo al que acabo de hacerle un agujero en la cabeza. La saco de un solo tajo. Es un corte limpio y no entró tan profundo pero duele de la putamadre. Me inclino hacia el tipo muerto y rasgo su camisa, con el trozo de tela me hago un torniquete en la pierna.
Sin guardar la pistola en mi mano, busco un cigarro en mi bolsillo y lo enciendo. Con la manga de mi camisa limpio un poco de la sangre que tengo en la ceja; tiene un mes que me dieron de alta en el hospital y la ironía de la vida, es que estoy junto a Romex dándole baja a unos cabrones que estaban robando la merca de Lance y acaban de darme una paliza porque no soy bueno con los puños. Aun así acabé ya con todos ellos, el marica de Romex no me sirvió para nada, él apenas pudo eliminar a tres y yo acabe con doce de ellos.
—¿Y te vas a quedar ahí parado como idiota? —muevo mi cabeza señalando la camioneta negra polarizada en la que llegamos para que Romex me siga— Vámonos.
Camino pasando de largo por los cuerpos caídos y doy otra calada a mi cigarro. La nicotina me ayuda con el dolor, tengo una herida que sangra en mi costado, pero puedo lidiar con esto, con lo que no puedo lidiar es con la compañía de Romex. Todo él me recuerda a Balton y estoy aquí porque desapareció desde el incidente conmigo. No volvió a la casa donde estuvimos juntos, es como si se lo hubiera tragado la tierra, ni siquiera Romex pudo encontrarlo, solo se largó y se borró del mapa. Cómo quisiera poder hacer eso y cómo quisiera saber dónde encontrarlo para decirle que es un pendejo igual que yo, por no saber arreglar todo esto entre nosotros.
—Te ves de la mierda.
Después de dejar a Romex en su casa, tuve que venir a reportarme con Lance y no está. ¡Qué jodido día! Ahora tengo que escuchar al idiota de Curtis.
—No es problema tuyo. Dile a Lance que estoy esperando a que aparezca con su cara de idiota en la oficina.
Planeaba ponerme de pie por un trago de alcohol, pero Curtis me empujó de nuevo a la silla donde estoy. Imbécil.
—¡Quédate quieto carajo! ¡Vienes herido y tengo que ver qué carajo tienes en el costado!
—¡No es tu problema imbécil!
Grito pero no me pongo en pie, después de todo, tengo que esperar al desgraciado de Lance.
—Si me hubieras esperado, no estarías como una piñata humana, idiota. —Curtis no pudo mover mi camisa para ver mi costado, así que ahora inspecciona la herida que tengo arriba de la rodilla— Esta herida necesita por lo menos dos puntos.
—No me importa. Quiero ver a Lance, AHORA.
—Voy a costurarte, no te muevas o te juro que te golpearé con lo que sea que me encuentre. —Curtis ya tenía preparado una cajita de primeros auxilios, la toma de un mueble de madera y también pasa por una botella de licor que está a medias, no sé qué es, pero la tomo con mi mano derecha, me urge el alcohol. Mientras más tiempo pasa, más me duele todo el cuerpo y el imbécil de Lance no llega. No tengo más ánimos de discutir con Curtis, así que me quedo quieto para que pueda suturar por lo menos una de mis heridas.
Estoy de un humor de la chingada, me lleva el carajo, quisiera poder matar a Lance; cada seis meses me da una foto de mi madre, hoy es el día y él lo sabe y por eso no llega. Dijo que no me la daría esta vez, pero hice lo que quiso, liquidé a los que quería, mantuve a Romex a salvo, me debe la foto de mi madre y me la tiene que dar, no me voy a ir de su casa hasta que no hable con él.
—¿Por qué no me esperaste, idiota?
—¿Esperarte? —gruño, este no entiende que no quiero hablar con él— Lance me citó a las nueve y te esperé hasta las diez. Se suponía que ibas a llegar con armas y cinco hombres más.
—Lance me citó a las once.
Nos miramos un momento sin decir nada más. Sé que él está pensando lo mismo que yo, pero no lo dirá.
—Nos citó a horas distintas porque quería que yo fuera solo. Sabía que no iba a dejar que me mataran y se aseguró de darme este trabajo para que patearan mi culo y así no tuviera ganas ni energías de venir a discutir con él por la foto de mi madre —niego con la cabeza y doy un trago profundo a la botella en mi mano—, bastardo astuto.
—Iran, sabes que no va a darte la fotografía. Ya tienes bastantes problemas, ve a casa y déjalo pasar.
Mi pierna se siente mejor aunque no lo admitiré en voz alta. Curtis me puso dos puntos. No sabía que tenía estas habilidades.
—Mi madre es la única razón por la que Lance respira —aclaro ese punto—, gracias por mi pierna.
Me pongo de pie, aunque no camino muy bien, el imbécil de Lance acaba de llegar. Curtis solo murmura y reniega algo que no entiendo y se pone de pie alejándose un poco de nosotros, esto no será agradable para nadie.
—Sigues aquí... —Lance camina con fingida tranquilidad hacia mí y quedamos frente a frente.
—Hice lo que pediste, dame mi fotografía.
—Estás muy herido —alza su mano tratando de tocar la herida que tengo en la ceja, ya no sangra pero arde—, hay que curarte o llevarte al doctor.
—¡No necesito un jodido doctor! —golpeo su mano para que no me toque— ¡Lo que necesito es mi fotografía!
—No te la daré.
Su respuesta no hace más que enfurecerme, mi sangre hierve en cólera. Camina hasta un pequeño mueble donde guarda sus licores finos, saca un vaso y muy tranquilamente vierte un poco de alcohol en él, ignorándome.
No aguanto más, me tiene harto. Saco mi pistola con velocidad y disparo en su contra. Hago añicos el vaso que iba a posar sobre sus labios; el vidrio rozó su boca y un diminuto hilillo de sangre corre hacia su mandíbula. Ahora tengo su atención otra vez. Me mira con odio pero esto es recíproco, justamente eso es lo único que siento por él. LO ODIO.
—¡No voy a darte nada Iran!
Esa es la respuesta que temía que me diera, me mata esta impotencia, lo único que me mantiene con vida son las fotografías de mi madre y ahora ni eso tengo, no tengo nada.
Me siento al límite no puedo controlarme, mi cabeza es un caos. Lo miro con todo el odio que puedo mostrar en una mirada y le disparo de nuevo, hago que una de mis balas roce la piel de su cuello y dejo su sangre manchar su fina camisa. Muevo mi dedo por el gatillo de nuevo, cargo mi arma una vez más y doy en la botella de licor, la exploto en pedazos, ojalá y un trozo de vidrio se incruste en su piel.
—¡Ya basta Iran! —Me ordena Lance.
Sigo apuntando hacia él, si no puedo hacer del tiro al blanco en su cuerpo, puedo destrozar todo lo que tenga alrededor de él. Pero Curtis ha reaccionado, su arma está pegada ahora en mi cabeza, sé que no me matará, pero si no logra controlarme me dará un tiro que me deje inútil en un hospital, no quiero eso, no cuando tengo tanta ira por dentro.
—Iran, dame tu arma, muy despacio. —Su voz es cautelosa, sabe que a Lance no puedo matarlo pero a él sí.
—Dame la fotografía Lance. —Mi tono es asesino, por dentro me consume el odio que siento y hierve mi sangre caliente de las ganas que tengo de poner una de mis balas entre sus cejas.
—No.
El muy imbécil camina hacia mí y me mira retadoramente a los ojos.
Este es mi límite, ya no puedo soportarlo más, mis ideas corren todas en desorden, mi cuerpo duele y la furia que siento se revuelve en mi sangre, lo odio con toda mi alma y no puedo controlarme ni puedo razonar lo que hago. Bajo violentamente mi arma y giro y se la estampo a Curtis en el pecho.
Vuelvo a girar con mi mano hecha un puño y la estampo en el rostro de Lance; él retrocede un paso aturdido y no me detengo, le doy otro golpe con mi puño en las costillas y lo empujo al suelo.
—¡Hijo de la gran puta te odio! —me subo sobre él, estoy fuera de mí, no soy bueno con los puños pero mi odio me guía a moverme, no puedo controlarme, incluso un par de lágrimas escurrieron por mis ojos, y lo golpeo en el rostro una y otra vez. —¡Te odio maldito Lance, te odio con toda mi alma te odio!
Dos de los chicos de Curtis me levantan por los brazos, el dolor en mi costado se hace más grande, siento la camisa pegada a mi piel por la sangre que he perdido; los empujo y pateo, me remuevo lo más que puedo, tengo un hombre sosteniendo cada uno de mis brazos y luego Curtis se sitúa enfrente de mí y me golpea tan fuerte que el oxígeno sale de mis pulmones y me doblo, no puedo evitarlo.
Me sueltan y cuando caigo al suelo, Curtis me da una patada que me termina de dejar sin aire. Quedo en el suelo con un leve movimiento. Miro a Lance con su rostro ensangrentado y recuerdos vienen a mi mente, los recuerdos de cuando lo conocí, cuando me compró. Yo golpeado, sucio y en el suelo y él de pie como el amo del jodido mundo...
<<Han pasado un par de días desde que me atraparon, desde que mataron a mi papá y estoy dentro de un enorme camión vacío. Estoy solo y hay un calor como el mismísimo infierno.
Mis manos están atadas juntas, ya casi ni puedo sentir mis dedos, mis pies están atados con una cinta gris, cuando me mueven lo hacen como si yo fuera un costal de basura, pero tal vez sea porque los enfurecí tratando de escapar cada vez que pude, en cada oportunidad que se me presentó. Y cuando mis manos tuvieron al alcance un arma, disparé a cuanto cabrón estuvo a mi vista. Ya no puedo insultarlos, mi boca tiene un trozo de tela que me impide hablar.
Lloré cuando nadie pudo verlo, estoy muy asustado, estoy muy roto y solo, pero ellos no lo van a saber, no se los demostraré. Dicen que soy un pequeño demonio del infierno y que por mi sangre solo corre la muerte, tal vez eso seré, guardaré mis lágrimas para mí y desde hoy, cada vez que pueda les escupiré en la cara y aunque ellos me tengan atrapado y obligado a estar aquí, haré que soportarme les sea tan difícil como lo es para mí el estar aquí. Nunca seré dócil y nunca obedeceré sin pelear primero por llevar la contraria.
La puerta del camión se abre, escuché que van a subir un cargamento de drogas y me traen aquí porque van a venderme con unos tipos ricos que probablemente me van a sacar los órganos internos, solo espero que me maten primero para no sentir más dolor del que ahora ya cargo. Tengo mucho miedo.
—¿Y qué es eso? —Pregunta señalándome un hombre muy grande y elegante, supongo que es quien trae las drogas que van a subir al camión. A su lado hay un muchacho que se ve un poco más grande que yo.
—Eso es un chamaco idiota, ajusté cuentas con un pobre diablo y pensé que el escuincle me iba a servir de algo, pero no obedece. Ya le ha dado de baja a por lo menos ocho de mis hombres, no tengo más tiempo para perder con este escuincle demoniaco, tiene buena mano para pegar de tiros, pero un carácter de mierda que ya me tiene harto. Lo voy a vender en el norte, total que ese es mi rumbo para dejar la merca que vamos a cargar.
Ambos hombres sonríen y siguen platicando, pero ya no los escucho porque están muy lejos, caminaron alejándose del camión. Rayos, tengo que controlar mi miedo, debe de haber alguna forma de escapar de aquí.
Mis manos las tengo atadas al frente, así que sigo tratando de quitarme esta estúpida cinta, tiro de ella pero está muy pegada y ya casi no tengo fuerzas, estoy muy cansado, no puedo quitármela, pero tengo que hacerlo ¡Debo hacerlo!
—Si sigues así, quedará aún más enrollada, lo que necesitas, es un cuchillo —el muchacho que estaba con aquellos hombres, está ahora en la puerta abierta del camión hablando conmigo—, eso es lo que yo pienso, pero no traigo ninguno conmigo como para prestártelo.
Dejo de moverme, me quedo muy quieto observándolo a él y observando alrededor. Los adultos no nos están poniendo atención y el chico está entrando al camión conmigo.
Se sienta a mi lado mirándome fijamente de pies a cabeza, a como puedo, me empujo con mis pies hacia la esquina, alejándome de él. No sé qué quiere así que debo estar alerta a lo que haga.
—Dicen que eres un demonio, ¿es ese tu nombre? ¿Te gusta que te digan así? —al momento que me pregunta, se acerca hacia mí y desata la tela en mi boca. Respiro aliviado y muevo mi mandíbula, no sé cuánto tiempo tuve esa cosa puesta— ¿Cuál es tu nombre?
Lo miro con odio, él no tiene la culpa de lo que me pasa pero no me importa. No me agrada nadie aquí y no tengo por qué contestarle.
—Yo soy Lance —él habla muy tranquilo, incluso en un tono contento, esa mirada que uno pone cuando encontró un juguete increíble y está a tu alcance para comprarlo. No me agrada— Mi padre es el distribuidor de la merca que llevan al norte, estoy aprendiendo el negocio para entrarle con todo, yo tendré un imperio, y para conseguirlo, necesito los mejores asesinos. Así que dime, demonio ¿te gusta que te llamen así?
No puedo dejar de mirarlo, solo alguien estúpido querría trabajar en estas cosas. Aún recuerdo el terror de mi padre a que sucediera esto, no entiendo a estas personas. Lo único que me consuela es que mamá no estaba cuando llegaron por mi papá, me imagino lo triste que está. Tengo que escapar de aquí y encontrarla, nos iremos juntos y ninguna de esta gente nos volverá a molestar.
—Contéstame demonio.
—Mi nombre es Iran y no soy un demonio. —Odio que me digan así, yo no soy malo, lo único que quiero es irme de aquí.
—Bien Iran, me gusta tu nombre —Lance busca entre su ropa y encuentra una barra de chocolate que pone frente a mis ojos—, ¿la quieres? Siempre cargo una conmigo, son mis favoritas.
Trago saliva, se me hace agua la boca, no sé cuándo fue la última vez que pude comer algo.
Lance me mira analizándome y sonríe contento cuando ve que no le respondo y que miro hacia otro lado. Sabe que tengo mucha hambre, puedo sentirlo, pero no le voy a dar el gusto de verme suplicar.
—Toma, te la regalo. —acerca el dulce hasta mis manos y no puedo evitarlo, no sé si piensa golpearme como lo hacen los mayores, pero desesperado abro la envoltura y pongo todo el dulce en mi boca tan rápido como puedo, no sea que quiera quitármelo y de verdad que tengo mucha hambre.
—Iran, ¿ves ese hombre de allá?
Mientras engullo el dulce en mi boca sigo con mis ojos lo que me muestra. Hay un tipo muy gordo, está hablando por teléfono. Detrás de él está el jefe y el papá de Lance platicando. Están lejos como para escuchar lo que dicen, pero los veo perfectamente. Aun así no le voy a responder nada.
—Dicen que eres muy bueno con las armas, este es mi primer revólver —lo saca de entre sus ropas y me lo muestra— lo he usado para practicar con botellas de vidrio, pero todavía no lo he usado en una persona ¿te gusta?
No me gusta obviamente, solo los he tomado para defenderme. Lo miro sin emitir sonidos, no sé lo que quiere, pero algo no me da buena espina.
—Ese tipo que te mostré, es el que te llevará al norte, estás en venta así que te llevan allá porque a orillas de la frontera hay quienes compran personas para vender sus órganos —Lance mueve sus dedos por el revólver y comienza a quitarle las balas, una por una las escucho caer y cuando ya solo queda una me la muestra y cierra el compartimento del revólver y pone el arma en mis manos atadas—, puedes dispararme a mí si quieres, pero ese tipo que te acabo de mostrar, es el que va a venderte, es quien más rápido sabe llegar al lugar al que te llevan. Si lo matas, atrasarás tu entrega y no sé, tal vez tengas más tiempo para escaparte. Solo te doy una bala, ¿qué harás Iran? ¿Conseguirás más tiempo para salvar tu vida?
Acomodo el arma en mis manos mirando hacia el frente, esta es pequeña, no pesa como las otras que he tomado, quizás porque la hicieron especial para Lance, se nota que es un riquillo que tiene todo y no le falta nunca nada. Es miles de veces más fácil apuntar con un arma que no pese tanto; miro a detenimiento al tipo que va a venderme. Sé que Lance dice la verdad porque yo mismo escuché a ese hombre decirle a su jefe que debía de venderme porque soy un demonio. Por su culpa van a sacar mis órganos, si yo voy a morir, él se va a ir junto conmigo. Respiro profundo, concentrado en lo que hago, solo tengo un tiro, no puedo fallar. Espero un diminuto momento a que mi respiración se iguale a mis latidos y ya listo aprieto el gatillo.
El estruendo del tiro llena el silencio del camión en el que estamos Lance y yo. El tiro sale limpio y directo, me quedo con una mirada seria al momento que veo que le di en el pecho. Los adultos se alteran y se mueven todos al rededor del tipo, él se mueve un pequeño momento y luego queda laxo en la tierra. Está hecho, si van a matarme, no me voy solo, me llevo a otro de ellos conmigo.
Lance ríe a carcajadas y aplaude emocionado, es un muchacho muy extraño.
Ahora veo dos gigantones que vienen por mí, van a darme otra paliza, pero valió la pena. Me insultan mientras me levantan en el aire y como basura me arrojan hasta el suelo, sacándome del camión, estrellándome contra el suelo. Duele mucho, pero no me arrepiento de lo que hice.
—¡Basta! —escucho a Lance hablarle a los tipos que ahora me dan de patadas—, yo lo quiero.
—Ese demonio va a matarte, no quieres tenerlo —el jefe habla haciendo un movimiento para que sus hombres se alejen de mí— tengo hombres mejores que con gusto trabajarían para ti.
—¿Qué haces, Lance? —veo que el padre de Lance se acerca a él. Es un hombre tan alto que asusta—, tienes quince años a penas, te di varios de mis hombres para que te cuiden. Este escuincle no te sirve de nada, no obedece órdenes de nadie por más que lo golpeen. Nunca podrás controlarlo.
Lance sonríe mirándome, incluso se inclina y levanta mi rostro, yo estoy en el suelo y mi labio está sangrando, aunque no me puedo mover mucho por el dolor de mi cuerpo, golpeo su mano con las mías que siguen atadas para que no me toque.
—Él es perfecto, yo lo quiero.
—Si lo que quieres es una mascota, te compraré un perro —el padre de Lance me mira con desagrado y yo le devuelvo el gesto—, a este demonio no puedes controlarlo.
—Puedo controlarlo, encontraré algo para obligarlo a obedecerme y será mi mejor arma —Lance sonríe y no me gusta cómo me mira—, yo tengo mi propio dinero, lo pagaré con lo mío.
—En mi opinión, es una pésima compra —habla el jefe que me secuestró—, te ayudo a juntar buenos hombres para ir juntando tu equipo, a este demonio no vas a poder controlarlo.
—Todos tenemos una debilidad, ¿cuál es la tuya Iran? —Lance me mira buscando algo en mí, que espero y no encuentre.
—Púdrete. —Es la respuesta que le doy.
—¿Estás seguro hijo? —pregunta el papá de Lance.
—Sí. —aunque le responde a su padre, su mirada sigue fija en mí— Cuando encuentre tu debilidad, no te vas a ir de mi lado Iran. Vas a ser mi mano derecha aunque no quieras. Voy a pagar por ti, ya eres mío.
—Púdrete riquillo, no voy a hacer nada de lo que quieras.
—¿En serio? —me dice burlón— porque ya asesinaste al primer hombre que quise que mataras.
Abro en grande mis ojos al darme cuenta de que me engañó, su intención no era solo verme matar a alguien, solo quería probarse así mismo que podía controlarme. Ya no digo nada, me distrae mi dolor físico y que me levantan en el aire de nuevo, me llevan hasta un lujoso automóvil y me arrojan con violencia dentro. No sé qué pasará conmigo, pero cuando la cajuela se cierra y me quedo a oscuras, lágrimas salen de mis ojos de coraje, de odio, de miedo. Maldito Lance, me engañó y no sé qué hará conmigo para forzarme a obedecerlo, no quiero ser un asesino, no quiero ser como ellos.>>
—Ya me cansé de tus desprecios joder, estoy harto de tu odio hacia mí. —Lance se inclina hacia donde estoy, la sangre sale de sus labios por los golpes que le di. —Yo soy tu dueño, yo pagué por ti ¡Me perteneces, Iran! Siempre me has pertenecido desde que te compré.
—Muérete. —Tengo muchísimos más insultos para él, pero todavía no entra el aire a mis pulmones como para hablar mucho.
—Todos los hombres que tengo trabajan para mí porque los contraté —Lance me toma por el cabello, enrolla mis mechones rubios en su mano y me obliga a ponerme en pie—, pero a ti te compré, eres mío y ya no voy a aceptar que hagas lo que quieras y que estés lejos de mí.
—Vete a la mierda con tus órdenes. —replico y coloco mis manos ya débiles sobre la suya, él es más alto que yo y su agarre duele. Quiero que suelte mi cabello, forcejeo muy poco, todavía no me repongo de los golpes que el imbécil de Curtis acaba de darme, me las cobraré con él después.
—Voy a ser muy claro contigo Iran. Vas a ir por tus cosas y vas a venir a vivir conmigo o no vas a volver a ver nunca ninguna fotografía de la vieja ¿entendiste? Me perteneces, de no ser por mí, estarías muerto, me lo debes y ya no pienso seguir esperando a que quieras quererme, vas a obedecer porque así lo ordeno ¡Y si no lo haces, aunque enciendas el infierno no encontrarás con vida a la vieja!
Lance me suelta y caigo sobre un mueble que tenía una lámpara que se hace añicos en mi espalda. Una estúpida lágrima se me escapa, no puedo concebir la idea de perder las fotografías de mi madre, una foto de ella cada seis meses me ayudaba a soportar esta vida de mierda, si no tengo ni eso, no tengo nada que me ayude a sobrevivir todo esto.
Casi arrastrando conmigo me pongo en pie, no le respondo nada, ya no tengo fuerzas ni cabeza para nada. Solo camino agarrándome de las paredes para no caer de nuevo y salgo de aquí.
Lance ya no me dice nada, pero sabe que sus palabras me hicieron mucho daño, él me conoce y sabe que mi madre es lo más sagrado que tengo, la única cosa que vale realmente para mí.
Camino por las calles nocturnas por un largo rato; me detengo en un depósito de licor y asusto al empleado cuando me ve llegar todo golpeado y ensangrentado. Más no hablo, solo tomo una botella de licor y dejo el dinero con manchas de mi sangre sobre el mostrador.
Sigo adelante arrastrando mis pasos y tomando de la botella, creo que ya es de madrugada.
Llego al cementerio y hay un vigilante.
—Está cerrado, no puedes pasar.
—¡Para mí está abierto! —grito aunque él no tenga la culpa de lo que me pasa, me inclino por un arma escondida en mi bota y le apunto.
El hombre se pone pálido y aterrado, gira sobre sí mismo y me abre la puerta para pasar. Continúo mi camino arrastrando mis pies por el cementerio, en una mano llevo mi botella de licor a la mitad y en la otra llevo mi pistola.
Cuando encuentro la tumba que busco me siento en la tierra y me recuesto en la lápida que lleva su nombre.
—Hola, papá —saludo con pesar y doy otro sorbo al licor conmigo—, te fallé, no pude encontrar a mamá.
Dejo la botella en la tierra y alzo el arma en mi mano, la pongo en mi sien.
—Papá, esta es una vida de mierda, ojalá y me hubiera muerto ese día junto contigo... Adiós mamá. —sé que no debo pensar así, pero no sé porque lo siento así el día de hoy, tal vez es el cúmulo de emociones, mi dolor físico y el alcohol.
No voy a dar un discurso mediocre, ni diré en voz alta que la tristeza no me deja ni respirar en paz. Solo haré esto, escaparé a mi manera, Lance no va a controlarme nunca más.
Cierro mis ojos color miel y jalo el gatillo, el disparo se escucha estruendoso en este lugar tan silencioso, sin embargo no morí. Mi mano se siente muy apretada y fuera de mi sien.
Abro mis ojos y Balton sostiene mi mano, está agitado como si hubiera tenido que correr para estar ahora aquí conmigo, deteniéndome justo a tiempo.
Estoy tan sorprendido que abro mi mano y el arma cae al suelo, él no me dice nada, pero su otra mano toca con cuidado mi rostro herido y ensangrentado. Yo bajo mi mirada, no puedo verlo a los ojos, no después de lo que estuve a punto de hacer.
Sin decirme nada, él guarda mi pistola en su ropa y me ayuda a ponerme en pie, con su brazo me rodea y camina junto conmigo muy despacio, yo no puedo mover mucho los pies, casi voy arrastrándome. Pero él me sostiene y me ayuda; en silencio nos dirigimos hacia la salida del cementerio. No sé a dónde me lleva y no me importa, solo sé que si estoy con él estaré bien.
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