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Capítulo 6.- Roto

Aquel ruido estruendoso hace que duelan mis oídos, con aquel sonido todo se deshace, todo se rompe. El primer disparo que escuché en la vida, se quedó tatuado en mi mente.

Corro tan rápido como puedo, estuve escondido debajo de mi cama, mi papá dijo que no saliera, tan solo tengo nueve años, no puedo hacer nada para ayudarlo,  pero escuché un grito suyo y risas ajenas, tengo que ver que esté bien.

No comprendo lo que pasa, solo sé que tengo mucho miedo. Espío por un diminuto hueco que se encuentra en la vieja puerta de madera de mi cuarto, mi padre está en el suelo, su cuerpo sangrando se retuerce por el dolor; un hombre enorme lleno de tatuajes en sus brazos está frente a él sonriendo, en sus manos hay un arma color negro, observo los movimientos que hace con su mano, después aprieta de nuevo el gatillo.

¡Papá! —Salgo corriendo, no me importa que me han visto, tengo que estar con él. Me tiro de rodillas al suelo a su lado y lo abrazo con todas mis fuerzas.

—¡No te mueras papá! —Mis ojos se empañan de lágrimas que luego se derraman y mojan mis mejillas.

—Perdóname hijo, hice mal las cosas... —La voz de mi padre se apaga junto con su vida y yo no puedo hacer nada para mantenerlo a salvo conmigo.

Un hombre me arranca bruscamente de mi padre y el mismo que ya lo había herido le dispara de nuevo, esta vez en su frente. Los ojos de mi padre se cierran inmediatamente y me remuevo hasta soltarme del hombre que me sostiene para correr junto a él, quien al abrazarlo, laxo queda entre mis brazos.

—¡Papá!

Siento como me rompo por dentro, lo abrazo con todas las fuerzas que mi pequeño cuerpo tiene. Es mi padre y sé que nunca volveré a verlo.

—Ahí está el chamaco jefe, ya no tengo que buscarlo. ¿Qué hacemos con él? —pregunta el matón tatuado que asesinó a mi papá, incluso me da la espalda. Hablan como si yo no estuviera aquí escuchándolos.

—Es un escuincle inservible, mátalo. —El jefe da la orden mientras enciende un cigarro. Sé que es el jefe, lo vi solo una vez antes de esto, le había dicho a mi papá que tenía que pagarle lo que debía o pasaría esto.

—Entendido, yo me deshago del estorbo.

Estoy abrazado a mi papá y donde muevo mi mano, metido en su cinturón siento un objeto, muevo un poco su camisa y veo un pequeño brillo plateado, extiendo mi mano y lo tomo. El arma es grande y pesada para mi pequeña mano pero sé lo que es y sé para qué sirve. No me importa nada, el odio que siento me impide razonar lo que hago. Dejo un beso en la cabeza de mi padre y lo suelto para ponerme en pie.

—¡Deshazte de esto puto! —Cuando grito, todas las miradas se posan en mí, el hombre gira al escuchar mi voz, pero no le doy tiempo a nada. El arma en mis dos manos es pesada para mí, pero la sostengo firme con ambas de mis manos y aprieto el gatillo. Un solo tiro certero que atraviesa su frente; su sangre salpica el rostro de su jefe quien suelta su cigarro.

—¡Estás muerto chamaco! —Detrás de mí grita uno de esos hombres, alza en mi contra un arma, me dispara y falla el tiro. No le doy otra oportunidad, disparo de nuevo y le doy en la mano. Escucho su grito, disparo de nuevo, le doy en la rodilla, cae al suelo y me acerco lentamente mientras sigo disparando a quemarropa. Disparo hasta que el arma se queda sin balas.

Otro de ellos me golpea en la cabeza con algo, al principio estoy aturdido y el dolor en mi cabeza es grande.

—Mataste a dos de mis mejores hombres —el jefe me toma del cabello, justo donde más me duele por el golpe que recibí. Me obliga a ponerme de pie, él se ha doblado un poco, así sus ojos quedan a la altura de los míos. Primero su gesto es serio y asesino, pienso que va a matarme ahora, pero en vez de eso me sonríe analizándome de pies a cabeza—, tal vez no eres tan inservible como pensé.

Me empuja y otro de sus matones me atrapa por el hombro y me da una sacudida. Lo pateo en la espinilla tratando de escaparme, pero con su puño golpea mi rostro y quedo aturdido. Después, el tipo pone su arma en mi cabeza.

—Trae al mocoso, le daremos buen uso. —El tipo obedece a su jefe; primero me empuja al suelo y me patea en el estómago y luego me levanta por el cabello arrastrándome con ellos...





Despierto de golpe, agitado me remuevo en la cama, miro a todos lados sin razonar lo que me rodea, estoy desconcertado, mi pecho duele. Esta misma y desagradable sensación la conozco muy bien, siempre me siento así cuando sueño con la tarde en que perdí a mi padre. Me culpo tanto por ello, si en ese momento hubiera sabido lo que sé ahora, no hubiese desperdiciado las balas en un solo hombre; habría matado a todos esos hijos de puta, mi padre estaría vivo, mi madre estaría conmigo y mi vida no sería un infierno.

—¡Idiota despertaste! —me obligo a salir de mis recuerdos para enfocar aquella voz.

—¿Estás bien? —parpadeo un poco, la luz blanca del techo me dificulta ver de inicio, pero mis ojos poco a poco se ajustan a esta luz brillante. Ya veo mejor, Curtis está frente a mí. Estoy acostado en una cama y él está por mis pies.

—Irán, imbécil ¿estás bien? —Me pregunta de nuevo, así que sin responder, alzo una de mis manos y le hago una seña obscena con mi dedo medio.

—Sí estás bien —Curtis sonríe y no sé por qué— voy por Lance. Eres un pedazo de mierda con suerte, pasaste cinco días inconsciente, pensé que te ibas a morir y ya no tendría a nadie que fuera un dolor en mi culo.

Se da la vuelta y sale de la habitación.

Cierro mis ojos otra vez, mi cabeza punza, como si tuviera una aguja atravesando mi cerebro. Respiro profundo; escucho la puerta de la habitación y abro los ojos de nuevo. Balton está frente a mí, su mirada fría eriza mi piel y no en buena manera. La forma en que me mira, no es normal, es como si quisiera sacar uno de sus cuchillos y rebanar con él mi garganta. Mierda.

Balton da un par de pasos hacia mí, cuando ya está cerca, su mirada se torna distinta, como preocupado y aliviado de verme despierto, observa también la venda en mi brazo, la que cubre la herida que me hice por mí mismo. Alza su mano como si fuera a tocarme, sus ojos verdes me miran con anhelo. Pero entonces se detiene y veo su pecho subir y bajar como si le costara mantener la calma; su gesto vuelve a endurecerse, es ese tipo de mirada con la que una persona te dice que ha confiado en ti y le has apuñalado por la espalda. Se cruza de brazos y me habla.

—¿Cómo estás?

—Bien. —Respondo de inmediato y trago saliva, tengo un mal presentimiento. Esto no va a salir nada bien.

—Lance dice que eres suyo. —Lo sé muy bien, yo mismo escuché cuando lo dijo. Se me hace un nudo en el estómago, no le quiero responder pero tengo que hacerlo. Sea como sea, esta vida es una perra, siempre termino haciendo cosas que no quiero hacer.

—Lo soy. —Él presentía esa respuesta de mi parte, lo veo en su mirada, he aprendido de sus gestos, todos sus reclamos caen sobre mí en silencio. Tengo que explicarle lo que pasa, se lo debo, no quiero que siga pensando que Lance y yo somos pareja. Le pertenezco pero solo porque me compró como se compra a un perro de mascota. Abro mi boca para hablar, quiero aclararle mi situación, pero él no me lo permite.

—¡Putamadre me mentiste! —Es la primera vez que lo escucho perder la compostura, me grita y siento que la sangre me hierve de coraje.

—¡No te mentí porque nunca me preguntaste nada! —le grito yo también, odio sentir esta presión en mi pecho y más odio que no sé por qué esta puta situación duele.

Nos quedamos en silencio y me calmo. Tiene la razón en estar enojado, le diré la verdad.

—No es lo que piensas. —Digo con voz calmada.

—No voy a escuchar ninguna puta excusa. No necesito de toda esta mierda.

Balton se da la vuelta y me deja con las palabras en la boca. Puedo ponerme en pie y seguirlo, pero no tiene caso, no quiere escucharme y tal vez es lo mejor. Mi vida es un puto asco, era obvio que esto no funcionaría.

Tengo una mezcla de emociones negativas, estoy harto que todo lo que hago me sale mal. No puedo matar a Lance, no encuentro a mi madre, no soy libre de vivir como yo quiera, Balton no quiere saber nada de mí y no puedo escapar de toda esta mierda.

De coraje desprendo bruscamente el suero en mi mano, un pequeño tubo plástico que me pasa medicamento. La sangre empieza a emanar de mi mano, pero me tiene sin cuidado, esto es lo de menos.

Me pongo en pie, no me voy a quedar en este puto hospital, necesito un trago y un cigarro que calme mi mente.

—¿Qué carajo piensas que haces?

Genial, lo que me faltaba, Lance llegó a terminar de joderme el día.

—Lo que me de mi gana. —respondo y doy un paso más.

—No puedes irte del hospital, tiene que revisarte un médico. —Lance toma mi brazo derecho y no me deja caminar más.

—No necesito un puto médico. Me largo.

Lance me toma por la mandíbula y me aprieta con una mano, la otra mano la apoya en mi cintura para sostenerme, siempre que lo enfurezco hace lo mismo, siempre reniego y al final termino obedeciendo como un perro, porque siempre terminará por decirme que hará daño a mi mamá.

—Te quedas en la puta cama hasta que el doctor lo diga. ¡Es una puta orden!

Lance me empuja en la cama y caigo sentado en ella. Quisiera discutir con él, decirle que se vaya a la mierda, aunque mil veces termine obedeciendo sus putas órdenes, mil veces lo haré enfurecer primero. Porque no voy a dejársela tan fácil. Si yo tengo que vivir en el infierno por su culpa, él lo sufrirá junto conmigo.

Pero la punzada a mi cabeza se vuelve más intensa, un zumbido me taladra cada milímetro de la cabeza y al ponerme de pie caigo.

—Eres un puto dolor de culo —Lance me sostiene en sus brazos, me siento muy débil para empujarlo.

—Mejor mátame y acaba con esta puta miseria.

No me responde, pero me alza hacia sus labios y me besa, lo muerdo para que me suelte.

—Cumpliré tu deseo pero solo si me mato contigo y nos vamos juntos al infierno.

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