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Capítulo 1.- Escapar

Él me arrebata la camisa, de tan solo un par de tirones, no sé su jodido nombre y no me importa un carajo.

—Fóllame fuerte. —exijo sin pudor, no volveré a verlo y no soy una chica como para que me importe parecer pura y casta. Tiene meses que no he tenido un buen polvo y tengo tanto estrés en mi cabeza que quiero olvidarlo todo.

—Así será. —Lo promete con una media sonrisa al tiempo que pone sus gruesas y enormes manos en mi cuello y quedo sobre él.

Su lengua se introduce con rudeza en mi boca y extasiado sigo su ritmo, pronto un jadeo sale de lo más profundo de mi garganta y él aumenta sus salvajes y toscas caricias que dejarán muchas marcas por donde me toca.

Me separo un segundo para respirar y mi piel caliente me reclama por mi atrevimiento, solo lo deseo dentro de mí y lo deseo ahora.

Como si pudiera leer mi mente, se posiciona sobre de mí y besa mi pecho; se detiene en mis pezones pálidos y va de uno al otro hasta que los pone erectos y luego me muerde de forma deliciosa y brusca.

"Gemir" no alcanza a describir los sonidos que este hombre hace salir de mí, no había tenido esta química con nadie, él se mueve por mi cuerpo como si lo conociera mejor que yo mismo. Creo que es el mejor sexo que he tenido en la vida.

Su piel canela es un afrodisíaco para mis neuronas, su boca me muerde y chupa por donde pasa y su lengua deja escalofríos candentes en mi piel. Mi cabeza se revuelve, me falta el oxígeno de tanto placer.

—Eres delicioso. —Susurra en mi oído y antes de que pueda decir nada, me acomoda a su gusto y su toque hace que pierda mi razonamiento. Esto hace que mis problemas no me importen una mierda.

Me pierdo en el cúmulo de estas suculentas sensaciones que me da este extraño y pronto estamos unidos piel con piel. Con cada estocada nos unimos como uno solo, toma de mí todo lo que puede y yo lo recibo gustoso dentro de mí.

Las piernas me tiemblan y cuando pienso que no puedo sentir más placer, al mismo tiempo que se mueve bruscamente dentro de mí en una estocada brusca, una de sus manos toma mi carne más sensible en un vaivén delicioso. Y eso fue todo para mí, exploto en un orgasmo que sacude mi sistema nervioso por dentro, me deshago en las fuertes manos de este extraño que apenas hace dos horas conocí.

Él está tan agitado como yo y su sonrisa triunfal solo lo hace lucir más caliente y guapo.

Me besa y muerde de forma dolorosa mi labio inferior. Me encanta, es una lástima que no lo volveré a ver, esto me ha encantado.

Rato después de follar en la ducha nuevamente, estoy ya listo para irme del hotel. Abro la puerta para irme sin decirle nada pero su voz ronca me detiene.

—Este próximo viernes, estaré de nuevo en el bar, por si quieres repetir.

Sonrío un poco y asiento con mi cabeza, no sé porqué pero saber que le ha gustado tanto como a mí, me agrada.

—Ahí estaré.




Hoy es lunes, odio los lunes, días como hoy, tengo que salir con mi jefe a sus reuniones ilegales, ¡Qué va! más que mi jefe, este hijo de puta es mi dueño y lo odio con todas mis fuerzas. Pero no tengo otra opción. Por lo menos he conseguido que los fines de semana no sea un dolor en mi zapato, le he conseguido a otro matón que me supla dos días a la semana. Él sabe que todo lo que quiero es un pretexto para no estar cerca de él, pero no me importa. Algún día me libraré de él y escupiré su estúpida cara mientras se muera.

Cuando era un jovencillo me levantaron de la calle, aún recuerdo aquella brutal paliza con la que casi me rompen todos los huesos, mi padre debía dinero al gángster equivocado, aquel hombre sin escrúpulos lo mató frente a mí. Un solo tiro certero entre ceja y ceja; luego me vendió con Lance, mi actual jefe, quién pudo vender mis órganos en el mercado negro, pero no lo hizo, lo que sucedió fue peor. Me convirtió en lo que más odio, un asesino y para complicar más las cosas, tiene este deseo por mí, que aumenta cada vez que lo rechazo, cosa que sucederá siempre, porque aunque sea atractivo, por él solo puedo sentir odio y ganas de matarlo.

Mis manos están manchadas con sangre, pero no tengo remordimientos hasta el momento; siempre que he quitado la vida a alguien, ha sido algún hijo de perra como yo. Nunca he hecho daño a alguien que no lo merezca, pero estoy harto, quiero largarme lejos de aquí. Ser libre de Lance y sus estúpidos negocios de mierda, ya no quiero estar aquí.

Pero no me dejará ir, lo sé muy bien. Soy el mejor en lo que hago, donde pongo el ojo pongo una bala. Soy el mejor protector que tiene este imbécil, y no lo he aniquilado a él solo porque toda su gente se lanzaría contra mí. Soy bueno disparando un arma, pero soy pésimo con los golpes.

Lance nunca está solo y menos conmigo, sabe cuánto lo odio y cuanto deseo que esté muerto.

Lo único que me detiene de ponerle una bala en la cabeza, es mi madre, su paradero es desconocido para mí; ella piensa que estoy muerto, que me asesinaron el día que mataron a mi padre, ella no tiene ni la más remota idea de que estoy vivo. Cada seis meses, Lance me entrega una fotografía, para asegurarme de que sigue viva y que está bien. Él no le hará daño siempre y cuando yo siga aquí como su perro, tampoco puedo buscarla porque la matará antes que yo pueda poner un pie en su puerta, así que tendré que esperar un poco más. En el momento que menos se lo espere, iré por mi madre y no volverá a saber de mí.

—Llegas tarde Iran —como siempre, Lance dispuesto a amargarme la vida desde temprano, ni siquiera le pienso responder nada—, vamos que se hace tarde.

Gruño molesto y abro la puerta de la camioneta para que Lance suba. Sin embargo se detiene y presiona mis mejillas con fuerza con una de sus manos.

—Que no se te olvide con quién estás tratando, Iran. —se acerca demasiado a mi boca, mis manos se aprietan en un puño a penas conteniendo las ganas de tomar mi arma y aniquilarlo de una vez— Eres mío, nunca lo olvides. Me perteneces, no te vas a librar de mí nunca.

Lance se presiona a mi cuerpo y la puerta de la camioneta impide que pueda retroceder más, así que alzo mis manos y lo empujo un poco, no voy a dejar que ponga su boca en la mía. No le digo nada pero lo miro con odio profundo directo a los ojos. Me sonríe porque sabe que no puedo mandarlo a la mierda por más que lo odie.

—Si fueras un poco más... amable conmigo —Lance saca de su bolsillo un sobre blanco y lo alza para que yo pueda verlo—, te daría una fotografía de tu madre por adelantado, pero no te lo mereces.

El muy hijo de puta se da la vuelta y entra en la camioneta, dejándome con las entrañas revueltas y la sangre caliente palpitando en mis venas.

—Voy a ver a Romex, cuando termine la reunión, quiero que mates a todos los que estén con él. Le voy a enseñar a ese cabrón que cuando trata conmigo no se juega. Me falló en una entrega y esta es la única advertencia que le daré.

Asiento con la cabeza y luego miro por la ventana el paisaje, veo a las personas caminar tranquilas y pasa por mi mente la imagen de mi madre. Sé que está bien, lo sé y solo por eso, es que he sobrevivido este tiempo soportando a este idiota.

Entramos a un restaurant elegante pero vacío. Nos muestran el camino hasta la parte trasera. Sigo en silencio, no soy de muchas palabras. Voy cuidando la espalda de Lance pues estamos en territorio del enemigo, después de lo que Lance ha dicho, Romex no estará contento y algo me dice que iniciará una guerra a muerte entre ellos. Ojalá y sea cierto para que el imbécil de Lance desaparezca de la tierra.

Pasamos al fondo, voy analizando todos los espacios, por si hay hombres de Romex escondidos, ya he localizado a tres de ellos. Nos detenemos y ahora Lance está frente a Romex,  hay varios hombres más en los alrededores, por lo menos unos diez, no serán problema, pero mis ojos se abren en sorpresa; cuidando la espalda de Romex está el chico que conocí en el bar este fin de semana ¡Joder!

Su desconcierto es tan obvio como el mío, trago saliva y subo mi mano para aflojar mi corbata, de pronto me siento algo asfixiado.

Sus ojos verdes me ven con desconcierto y la pregunta de ¿qué carajos hacemos aquí? Y en lados opuestos.

Él quiere hablar conmigo, puedo notarlo, pero su deber es cuidar de Romex, tal como yo debo cuidar al imbécil de Lance.

La plática se pasa tan rápido que me la perdí por completo, reacciono hasta que Lance me da la señal.

—Esta es tu única advertencia Romex. La que sigue, no sobrevives para contarla.

No reacciono a tiempo, es la primera vez que me siento en conflicto de esta forma. Los idiotas que nos acompañan a Lance y a mí, abren fuego a quemarropa.

Todo pasa tan rápido pero a la vez tan lento, que estoy estático en medio del fuego cruzado.

Frente a mí, el chico de ojos verdes saca su arma y me apunta, su dedo firme en el gatillo y su mirada me dice que está dudando en qué hacer.

—¡Mátalos, Balton! —grita Romex huyendo como la cobarde rata que es.

Y finalmente reacciono, mi mano se desliza por mi cinturón, allí tengo la funda donde guardo mi arma y sin dudarlo, presiono el gatillo yo primero. Esto es lo que hago, esto es lo que soy.

Después de ver al ojiverde en el suelo, siento una bala rozar mi brazo, pero no me importa el escozor, ni siquiera lo tomo en cuenta y disparo, una bala por cada uno. Pronto hay cuerpos en los alrededores y silencio.

Lance como el cretino que es, camina hacia Romex que está en el suelo, escondido detrás de unas cajas altas.

—Ya sabes a lo que te atienes si te levantas contra mí. —Lance se da la vuelta sin prestar atención a las palabras y amenazas de Romex.

Los idiotas que vienen con nosotros van cargando consigo a uno de ellos, la sangre va empapando su camisa, una bala dio en su hombro. Los ignoro, igual que siempre. El día que una bala me deje imposibilitado y débil, ellos no harán nada por mí. Ellos saben que odio a su jefe, ellos están por elección propia, yo no. No hago nada por poner atención a la herida en mi brazo, no es nada comparada a otras ocasiones.

A penas doy un paso y una mano ensangrentada aprieta mi tobillo y me detiene.

—Fallaste el tiro. —El ojiverde habla presionando su costado donde le herí.

—Yo nunca fallo. —Respondo mirándolo solo un breve segundo, mi rostro serio y sin un ápice de remordimiento. Camino hasta salir de allí donde Lance me espera en la camioneta.

—Dejaste uno vivo. —Se queja Lance cuando estamos ya dentro, rumbo a su casa.

—Fallé el tiro. —Respondo sin ningún gesto en mi rostro.

—No me traiciones Iran, porque te arrepentirás de haber nacido.

De nuevo no respondo, voy mirando por la ventana, solo hay un pensamiento en mi cabeza "Escapar".

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