Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

5 | Discusiones, oficiales y cenas

Stella

Estaba sentada con Fernanda y no recuerdo de qué empezamos a hablar, solo sé que lleva hablando un buen rato y no puedo prestarle atención, aunque parece que no se da cuenta de ello.

No dejo de pensar en lo que pasó en la fiesta, primero la humillación, luego la policía, el gesto de Erick y el mensaje de Javi «No me fui sin ti, él me dijo que te ayudaría a escapar» Sigo sin entender cómo es que eso pasó.

—Hola —mueve su mano frente a mí—. Tierra llamando a Stella, ¿me estás escuchando?

—Lo siento, me distraje ¿qué decías?

—Ya lo noté, te hablaba de Erick, ¿crees que esté saliendo con alguien?

—Tienes que estar bromeando, Erick no te interesa —hablé con tal naturalidad que incluso yo me sorprendí—. Quiero decir que no lo conoces del todo, ¿no?

—Puede ser, pero ayer que se ofreció a llevarme cuando me vio sola, no sé, fue un gesto muy caballeroso de su parte y vamos, Erick no es feo —dejé de mala gana el café sobre la mesa.

—¿No será que te gusta solo porque es el nuevo?

Se queda callada unos segundos y me mira entrecerrando los ojos, eso es malo, es muy malo porque me está analizando y sea lo que sea que vaya a decir no me gustará.

—¿Es cosa mía o estás a la defensiva?

—¿Yo? Para nada, es solo que

—Es por Fredy ¿no es así?

Me parecía una mejor excusa en este momento.

—Sí, es por él —mentí.

—Lamento lo que pasó en la fiesta, pero, Stella, tú sabes que los chicos populares se inclinan siempre por la bonita.

¿Acaba de insinuar lo que creo que está insinuando?

—¿Cómo?

—Ah, mira ahí está mi chico ¡Oye, Erick! —grita y obtiene su atención, le pide que se acerque—. Déjame manejar la situación, amiga.

La expresión del chico cambia a una más feliz, ¿por qué demonios se acerca a Fernanda tan feliz? Sonríe a medida en que avanza, lo más raro es que cuando llega solo me ve a mí.

—Desconocida —no me había percatado del hoyuelo que se forma en su rostro cuando sonríe.

—Erick, estaba hablando con Stella de ti.

—Ah, hola —borra la sonrisa de golpe.

—Le decía lo caballeroso que fuiste ayer, la fiesta fue increíble ¿cierto, Stella?

—Sí, aunque la verdad

—Igual pienso que nuestra convivencia no debería limitarse solo a fiestas, si quieres podemos salir.

—Por supuesto, no tengo problema.

¡¿Qué?!

—Perfecto.

—Asumo que Stella viene con nosotros, ¿verdad?

Las palabras se atascan en mi boca cuando me mira, no sé si lo dice en serio, si es una broma, pero no logro reaccionar, creo mi cabeza está haciendo cortocircuito.

—Ay, no creo que eso sea posible, la verdad es que a Stella no se le da bien eso de salir y socializar.

—Ya veo —le da una sonrisa de lo más falsa—, pero le pregunté a ella, ¿vienes, Stella?

—¿Quieres que vaya?

Con honestidad es lo primero que se me viene a la cabeza.

—Dejarías de ser una desconocida —bromea.

—Creo que podemos invitarla en cualquier otro momento, Erick.

Él se adelanta a hablar antes de que yo pueda decir algo.

—¿Y por qué no mejor invito a Stella primero?

—¿Y de qué podrían hablar? —comenta con nerviosismo.

—De cualquier cosa que no te involucre, Fernanda, imaginarás que tenemos una amplia variedad de temas.

Su mandíbula se tensa y sostiene con más fuerza la correa de la mochila, o en verdad se ha quedado sin palabras o está pensando en una mejor respuesta.

—Como quieras, igual eres de lo peor, si me disculpan tengo una clase que tomar —pasa en medio de nosotros chocando con Erick.

Comienza a reírse cuando ya está lejos y yo sigo sin entender.

—¿Viste su cara? Debí tomarle una foto.

—¿Me puedes explicar qué ha sido todo eso?

Me indica con su mano que tomemos asiento en una de las mesas que están cerca del árbol, así que lo hago.

—Conozco a las de su tipo, me sorprende que seas amiga de una chica como ella.

—¿Perdón?

—Es fácil, comienza con la mentira, ¿crees que yo le dije que la llevaría a la fiesta? Casi la atropello por tratar de escapar de ella, pero seguro que te ha dicho algo como que yo me ofrecí y soy el chico más caballeroso de todos.

—Algo así —confieso.

—Luego está el coqueteo frente a su amiga, o en serio es mala por naturaleza o trata de ponerte celosa —resoplo, divertida.

—Sí, claro, como si yo pudiera estar celosa.

—Al final la humillación —lo dice con más seriedad—. No es difícil reconocer la clase de chica que es, la agregaré a la lista de personas que me caen mal.

—¿Tienes una lista?

—Y Fredy la encabeza, por supuesto.

—Dijiste que no era difícil reconocer a esas personas, ¿cómo es exactamente que lo haces?

No responde, mantiene la mirada perdida, debe ser un tema personal.

—Cierto, ya aprendiste que no debes contarle tus problemas a la desconocida.

—No es eso —da su mejor intento de sonrisa—. Lo sé reconocer por mi mejor amigo, él sufrió bullying durante mucho tiempo, no siempre debes llegar a los golpes ¿sabes? La manera en que lo trataban, los insultos, siempre encontraban una forma de humillarlo por más que fuera el «popular» —simula las comillas—. Nadie está exento. Quizá nunca lo golpearon, pero te aseguro que él hubiera preferido eso mil veces, a lidiar con el sentimiento de «no sirvo para nada»

No sabía qué decir, si seguir ahondando en el tema, preguntar si cree que es eso lo que me pasa o solo cambiar la conversación.

—Lamento oír eso.

—Descuida, ya está lejos y no tiene que lidiar con esos idiotas.

—¿Él está...?

—No —añade de inmediato—. Hablo de que, literalmente está lejos, se mudó a Noruega para seguir con la universidad allá.

—Ah, bueno, menos mal.

—No quería llegar con historias tristes hoy, lo siento, te traje esto —deja sobre la mesa mi chaqueta.

Con el pánico de ayer ni siquiera recordé que la había dejado en la casa, pero Erick no la llevaba en la moto cuando me sacó de ahí.

—¿Dónde la conseguiste?

La sonrisa que me da es una clara respuesta, tengo un nombre en mente, la única persona tan desesperada porque conozca a más gente que se ha inventado de seguro una excusa para librarse de mi chaqueta.

—Bueno, sabes que soy el compañero de cuarto de Javi —sabía que estaba involucrado—. Me pidió que te la entregara porque él tenía muchas cosas que hacer, dijo algo como que era de vida o muerta que te la diera.

Me va a escuchar ahora que lo vea.

—Gracias —guardo la chamarra en la mochila.

—Gracias a ti por no huir más, cuando empecé a acercarme creí que saldrías corriendo o algo por el estilo.

—Pues ya viste que no.

—Por fortuna.

Okey, esto no es raro para nada.

—Debo ir a preparar unas cosas para mi siguiente clase —ambos nos ponemos de pie.

—Sí, yo también tengo cosas que hacer, dejé algo en la facultad.

—Te veo después.

—Sí, claro.

Quisiera poder decir que regresé a mi rutina habitual, pero no pude ni siquiera alejarme porque la policía entró al campus, empezaron a revisar las mochilas, inspeccionar a los alumnos y entré en pánico. De nuevo.

—¿Erick?

—Los vecinos debieron avisar que quienes vendían la droga venían a esta escuela, pero tranquila no hemos hecho nada malo.

—Yo sí —confieso.

—¿Qué? —cuando lo miro está frunciendo el ceño.

—Fue cosa de Javi —me defiendo—. Dijo algo como «cuida esta bolsa por mí, eres una chica no se meterán contigo»

—¿Qué contiene la bolsa, Stella?

—Algo blanco —mis manos comienzan a temblar—. ¿Qué tan alta crees que sea la posibilidad de que sea solo harina?

Me observa más preocupado que antes.

—¿Y traes la bolsa?

—Sí, en la mochila ¿qué no me estás oyendo? —los hombres cada vez se acercan más —Erick, no me pueden expulsar.

—Eso no pasará.

—Buenos días —llega el oficial con nosotros—. Inspección de rutina, ¿podrían mostrarme sus mochilas?

—Oficial —Erick sostiene mi mano y el temblor disminuye—. Buen día.

—Sus mochilas, por favor.

—Sí, verá no podemos hacer eso.

—Y ¿por qué no puede hacerlo? —enarca una ceja.

Erick se ha quedado en blanco.

—¿Conoce el artículo doce de nuestra constitución, oficial? —aparece Javi de la nada tan tranquilo como si hablara con cualquier amigo—. Las revisiones de rutina son ilegales si no se cuenta con una orden para ello, ningún ciudadano puede ser molestado en su persona, casa, auto o posesiones, e incluso si trajera la orden deberá ser analizada previamente por el sujeto en cuestión que debe inspeccionar.

El oficial se cruza de brazos como si de esa manera pudiera imponer más autoridad. Intercambio miradas con Erick quién está tan sorprendido como yo, prefiero dejarle esto a Javi, es el abogado después de todo.

—Mira, niño, no estoy para bromas.

—Que alguien como usted que pertenece al departamento de policías diga que nuestras leyes son una broma me parece algo ofensivo.

Creo que hasta me asusta la tranquilidad con que habla, este no es el Javi que conozco.

Niega sonriendo, es obvio que se está burlando de él.

—No sé quién te crees que seas, pero vine a una inspección de rutina.

—¿Y usted quién es? —lo barre con la mirada—. Artículo veinticuatro, identificación de autoridad, que porte un traje no lo convierte en policía.

—¿Perdón?

Quiero decirle a Javier lo agradecida que estoy porque interviniera, pero a la vez necesito hacer que pare, se está enfrentando a un oficial, esto puede acabar mal de muchas maneras.

—Es ley que la seguridad pública cuente con su identificación y debe tener al menos su nombre, cargo, fotografía y huella digital, sin mencionar su clave de inscripción en el registro de la base de datos de Hover como comandante del departamento de policía —eso parece sorprenderle—. Asumo que es el comandante, son los que suelen tener más ego, ¿me equivoco?

Las personas comienzan a acercarse, curiosos por lo que ocurre.

—No tengo porque demostrarle a un niño el rango que tengo o mi identificación, la placa debería bastar.

—Me temo que no es suficiente.

Sé que esto se saldrá de control cuando veo que el oficial se tensa.

—Pues no eres el único que sabe de leyes. —Asegura—. Artículo ciento setenta y cuatro, esto para los procedimientos de inspección faculta a los policías a revisar cualquier vehículo, casa o pertenencia.

—Se olvida de la siguiente parte, oficial, siempre y cuando sea durante un proceso de investigación y, para eso también requiere una orden.

Hay un guardia que no deja de verme, Erick se acerca más a mí y pasa una mano por mi hombro para que la mochila no se vea tanto, creo que eso me pone más nerviosa.

—En serio me divierte que creas que puedes con un oficial, el artículo treinta y cuatro dice que el cuerpo de seguridad puede hacer inspecciones de rutina para la prevención de infracciones o bien, la detención temprana de delitos, podemos recabar información en lugares públicos para evitar fenómenos delictivos, tenemos a nuestra disposición muchas herramientas para ello, libertad completa para usar el método que queramos, bueno, esta inspección es lo que necesitamos.

Javi mira de reojo algo, pero no sé qué espera.

—Primero, me temo que tendremos que definir lo público y lo privado, allá —señala la carretera que es visible desde aquí—, es un lugar público, aquí —señala a su alrededor—, es una institución privada, su artículo treinta y cuatro no tiene validez y, aunque lo tuviera, establece que se debe respetar el derecho a la vida privada de las personas, si quiere saber dónde terminan sus derechos y dónde empiezan los míos lo puedo invitar a una clase de ética, son muy interesantes.

El oficial se está acercando a nosotros y mis piernas están a nada de fallar.

—¿Y tú quién eres?

—Qué raro que lo pregunte hasta ahora —saca una tarjeta de su bolsillo y se la entrega—. Javier Molina, abogado.

—¿Esconden algo? Han tratado de huir desde que llegamos.

Javier y el oficial siguen en su discusión mientras que el resto parece más centrado en el espectáculo que en nosotros.

—No se lo diga al director —habla Erick—, pero tenía planeado escapar con mi novia, las clases pueden esperar, ¿no es así, amor? —me aprieta ligeramente el hombro.

—Sí, sí por supuesto, queríamos ir a comer.

—¿A esta hora? —nos ve entrecerrando los ojos. Se siente como si Fernanda estuviera frente a mí, que horror.

—Mi novio tiene un apetito difícil de saciar —respondo—. Hay un buen restaurante cerca, luego puedo darle la dirección si lo desea.

—Ah, mire ahí vienen —ambos guardias dejan de prestarnos atención para ver a un gran grupo de alumnos que se acercan.

Por suerte el guardia se aleja de nosotros.

—¿Qué es esto? ¿Una secta?

—Mejor aún, justicia. Les presento a mis compañeros de facultad, si mis argumentos no le son suficientes le recomiendo que hable con cualquiera de ellos, seguro terminan de convencerlo, cuidado con Helena, es más tranquila que yo, pero termina convenciéndote de que eres la peor persona del mundo, aunque no hayas hecho nada. Suerte, oficial —hace el ademan de irse, pero regresa para añadir algo—. Una cosa más, veo que sus patrullas les impiden a mis compañeros salir, artículo veintidós, la autoridad solo puede limitar la libertad de tránsito de los ciudadanos en dos casos, cuando se trata de cuestión migratoria o cuando se trata de cuestiones de salubridad. Buen día, oficiales.

Javi ladea su cabeza para que lo sigamos y no tenemos que pensarlo dos veces para hacerle caso, vamos directo al estacionamiento y subimos a su auto, yo del lado del copiloto. Ahora que estamos a salvo suelta todo el aire que seguro ha estado conteniendo.

—¿Vieron eso? Soy una cosa bárbara —mi primera reacción es golpearlo con fuerza en el hombro—. ¡Auch! —se queja al instante—. Oye, yo te salvé.

—Porque en primer lugar tú me pusiste en esta situación.

—Es culpa de ambos, tú por darle la droga y tú —me señala—, por aceptarla. ¿En qué estaban pensando? —nos giramos molestos a mirarlo y levanta sus manos en señal de rendición—. Vale, me callo.

Cuando regreso al tema de Javi su expresión es diferente.

—Lamento haberte metido en esto, Stella.

—Ni siquiera recuerdo por qué acepté en primer lugar.

—Estaba desesperado ese día, pero tengo una buena explicación.

—Soy toda oídos.

Me distraje cuando escuché la puerta del auto cerrarse, Erick había bajado y se quedó frente a mi puerta, bajé el vidrio.

—Creo que necesitan privacidad, y en este momento el desconocido soy yo —sonríe un poco—. Si tienes tiempo podemos hacer algo más tarde, me gustaría seguir quejándome de tu amiga y el fanfarrón de Fredy con un café ¿tal vez? —asiento, nerviosa—. Te veo después entonces.

—¿Es una amenaza? —bromeo para que no vea el impacto que han tenido sus palabras en mí.

—Sí, Stella, es una amenaza.

No añade nada más y se aleja del coche, subo de nuevo el vidrio para que nadie pueda escucharnos, igual dudo que lo hagan, el estacionamiento está medio vacío.

—Cita con Erick —canturrea feliz.

—Enfócate, Javi.

—Ya perdón —toma aire y sé que está tratando de pensar en las palabras adecuadas—. La droga me la ofreció Hugo hace un par de días —normalmente empezaría a decir que eso no era correcto, que no pensaba con claridad, esta vez solo quiero escucharlo—. No me la vendió, solo me la ofreció, dijo que era una prueba, ¿te soy sincero? Ni siquiera sé por qué la acepté.

—Suena como algo qué harías —intento aligerar el ambiente.

Creo que lo he arruinado porque se queda callado y ya no me ve, físicamente está presente, pero no sé en qué esté pensando ahora.

—¿Sabes? —rompe el silencio al cabo de unos segundos—. Todos piensan que hemos madurado, que por estar asistiendo en esta universidad ahora somos más serios.

—Y nosotros seguimos sintiéndonos como si fuéramos adolescentes, entiendo el sentimiento.

—Pero es frustrante —me mira esta vez—. No saber qué hacer, nuestra familia, la institución, la sociedad, todos esperan grandes cosas de nosotros, ¿entiendes a lo que me refiero?

—Javi, voy rumbo a mis veinte años y no sé qué estoy haciendo con mi vida, claro que te entiendo.

—Sé que me viste ser un profesional allá afuera —sonríe de lado—, pero sigo tomando muchas decisiones estúpidas, cuando acepté esa droga no sé en qué estaba pensando, a lo mejor solo quería experimentar, todo el mundo lo hace, tal vez quería hacer algo que fuera en contra de mis padres porque me han tenido en una burbuja toda mi vida, conozco a varios chicos y chicas de mi facultad que han probado droga y no por eso se vuelven adictos, no sé.

—O a lo mejor solo eres idiota —ríe un poco con el comentario y me alivia verlo más relajado.

—Sí, también es una opción. —El silencio que ahora se crea no es incómodo, nos observamos un rato y sin decir palabra alguna parece que tenemos una gran conversación—. Stella.

—Lo sé —interrumpo—. No necesitas repetir que lo sientes, no volverá a suceder ¿de acuerdo?

—De acuerdo.

—¿Y qué hacemos con la bolsa?

—Dámela —no tiene que insistir para que le haga caso, la saco de la mochila para entregársela—. A partir de ahora me hago cargo.

—¿Y qué harás?

—La revenderé o a ver qué se me ocurre.

—Javi —alcanza a esquivar mi golpe y se echa a reír.

—Es broma, Stella, lección aprendida, me voy a deshacer de ella, ya te he metido en suficientes problemas.

—Ten cuidado.

—Lo tendré, ahora ve que tienes una cita con Erick.

—No tengo una cita con Erick.

—Lo que digas, mándame un mensaje si algo sale mal.

Pongo los ojos en blanco. Este y su sobreprotección, bajo del auto para ir al edificio de chicas y si en algún momento pasó por mi cabeza salir con Erick he cambiado de opinión por lo que estoy viendo.

¿Quién más si no es mi mejor amiga?

Intento acercarme para escuchar lo que dicen, ambos lucen extrañamente felices.

—Y eso, solo lamento mi actitud de hace rato, he estado en una semana llena de estrés, el ballet demanda mucho.

—Sí, ya veo.

—Entonces podríamos continuar con nuestra charla de ayer e ir a esa cafetería que mencionaste, no respondí en ese momento, pero me encantaría ir contigo.

Es que Erick de verdad no tiene vergüenza, primero me demuestra que no tolera a Fernanda y ahora saldrá con ella siendo que dijo que esperaba que nos viéramos más tarde, y para arruinar el día veo a Fredy quien se acerca y yo camino lo más lejos que puedo, empezar a correr sería bastante obvio y para mi desgracia, me alcanza.

—No puedes huir todo el tiempo de mí —se para frente a mí.

—¿Quieres ver que sí? —intento rodearlo, pero me detiene del codo.

—Déjame explicarte.

—Vamos, ilumíname.

—¿Podemos tomar asiento?

—Estoy bien de pie, habla —me mira confundido, como si me desconociera.

Sorpresa, no soy la mejor persona cuando estoy molesta.

—Lo que pasó en la fiesta.

—Ya está olvidado, descuida —vuelve a detenerme cuando intento irme.

Podría correr, gritar o hacer algo para llamar la atención de los demás y que él se aleje de mí, no sé qué me obliga a seguir aquí de pie escuchándolo.

—No te besé porque —por favor no me digas lo que es obvio, no sientes lo mismo por mí —, porque le gustas a Hugo.

—¿Qué?

—Sí, lo que pasa es que le gustas a mi amigo y por eso no te besé, Hugo esperaba tener su turno para que la botella te apuntara, pero nunca sucedió, en cambio el raro de Erick se ofreció a girarla sabiendo que no era su turno.

—Erick no es raro.

¿En serio lo estoy defendiendo después de lo que vi?

—Pero ya aclaré las cosas con Hugo, te deja ir —habla con tranquilidad—. Así que podemos intentarlo esta vez, probaremos y veremos qué sale de todo esto.

—¿Estás bromeando? No soy un objeto para que si tu amigo se aburre de mí tú puedas ser el siguiente.

—No es lo que quise decir, Stella —se rasca la cabeza con nerviosismo.

—Creo que es exactamente lo que quisiste decir, ¿sabes qué? Creo que era mejor cuando te veía solo de lejos, si me disculpas tengo cosas más importantes que hacer.

Lo aparto para poder ir al edificio de chicas y así poder quitármelo de encima, yo tampoco sé de dónde ha venido tanto valor.

La verdad es que una vez dentro del dormitorio todo lo que hago es tumbarme en la cama, parece que tengo un imán para atraer a los peores chicos, no puedo ni lamentarme a gusto porque entra Fernanda irradiando felicidad y hablando de lo maravillo que es Erick «Es un caballero» «Es divertido» «Es muy apuesto» Erick esto, Erick aquello, ayer parecía más interesada en Fredy que en Erick.

—Iremos a tomar un café y arreglamos el malentendido de hace rato, entiende que justo ahora estoy bajo mucho estrés, esto de ser la mejor de la clase también es agotador.

—Espera, ¿qué no dijiste que era de lo peor?

Miro el techo como si en él encontrara la solución a mis problemas.

—Pues ya he cambiado de opinión.

—¿Qué hay de Fredy?

—¿Fredy? ¿Quién necesita a Fredy?

—Creí que te gustaba.

—Tiempo pasado, Stella.

Y ella sigue hablando, no recuerdo con claridad cómo pasamos de hablar de Erick a su último viaje a Paris y lo demandante que eran sus clases, yo seguía sin ganas de hacer nada.

—Igual creo que el morado combina más ¿qué dices? —el techo es gris, todo este tiempo pensé que era blanco—. ¿Stella? —reacciono cuando me avienta un cojín—. ¡Stella!

—Lo siento ¿qué dijiste? —me incorporo de inmediato.

—No puedo creerlo —lleva una mano a su pecho, ofendida—. ¿Cuántas veces he escuchado tus problemas? ¿Cuántas veces he sido el hombro en el que lloras? ¿Y tú no puedes escucharme ni cinco minutos? ¿En serio?

—Fer lo siento, ha sido un día

—Y volvemos a hablar de ti —comenta irritada—. Solo necesito que me prestes atención —o estaba muy cansada o en realidad no entendía nuestra conversación—. ¿Sabes qué? Olvídalo, háblame cuando el mal humor se te haya pasado.

Sale dando un portazo y de verdad que no entiendo nada.

No hay mucho en qué invertir mi tiempo, así que termino un par de tareas que tengo y empiezo a buscar trabajo en internet, al parecer había varios vacantes, pero ya han sido tomados, no hay nada cerca que pueda escoger y el resto de negocios en los que podría trabajar están bastante lejos de la escuela, algunos incluso en otra ciudad.

Asistente de director cinematográfico/ aprendiz. Clickeo en la página y la información se desglosa, el trabajo está en Bridgen, la capital, genial a cuatro horas en auto, creo que no me lo puedo permitir.

Igual reviso la información, solo por curiosidad, seguro terminará siendo un empleo donde solo lleves café, pero ya quisiera yo poder decir que le llevo el café a un director de cine importante, empezar a adentrarme en el medio sería una gran oportunidad.

Organización de agenda, planificación de entrevistas, blah, blah, blah.

—Oh, por Dios. ¡De la mano del reconocido director Cory Collins! —leo en voz alta.

Si yo admiro a alguien, es a ese hombre, su carrera como director recién empieza y a pesar de eso se ha sabido posicionar entre los grandes. ¡Podría trabajar con Cory Collins! Sería un sueño hecho realidad.

Reviso los requisitos ansiosa, ser mayor de edad, tener conocimientos básicos en el área, en especial en fotografía, pff pan comido, la verdad es que el resto no es la gran cosa, documentos para comprobar tu identidad y residencia, por supuesto piden disponibilidad de horario, cosa que no tengo en este momento, las clases piden mucho.

Mi abuela solía decir, los planes de Dios son para bien, si es para ti, lo será, aunque el mundo entero se oponga.

Mi abuelo decía algo similar, cuando haces el bien, el universo te lo recompensará.

Esperaba que, en cualquiera de esos casos, este trabajo fuera para mí, porque no imagino una mejor oportunidad que esta.

Llamada entrante: Número desconocido.

Nunca se sabe cuándo se puede tratar de una emergencia.

—¿Hola?

—Stella, querida ¿cómo has estado?

—¿Señora Laura?

—Oh, olvídate de las formalidades, dime solo Laura, espero que no te moleste que te llame.

—No, no para nada —en realidad no sé cómo sentirme, esto es raro—. ¿Mi número lo conseguiste de...?

Es una idea tonta, pero está dentro de las posibilidades, puede que haya sido él.

—De tu madre, se lo he pedido y me lo envió.

Claro. Mamá. Por supuesto que su nieto ni siquiera debe tenerme registrada, debí imaginarlo.

—Ah, ya veo, sí, eso pensé ¿puedo ayudarte en algo?

Se sentía extraño tutearla.

—¿Recuerdas que te dije que podría mostrarte mis obras de arte?

—Sí, por supuesto, no me he olvidado de ello.

—Bueno, también he preparado un pastel delicioso que tienes que probar, querida. ¿Te gusta el mango?

—Me encanta —confieso.

—Perfecto, entonces puedes venir a probarlo, solo si quieres claro.

¿Cómo podría negarme?

—La verdad es que no tengo nada mejor que hacer —apago el ordenador y voy tomando mis cosas.

—¿Tienes cómo llegar o quieres que le diga a mi nie

—¡No! —interrumpo mientras abro la puerta—. Puedo llegar, tengo entendido que Erick estará ocupado esta noche —se escucha su risa del otro lado, trata de disimularla lo mejor que puede.

—Ya veo, pues te espero, querida.

—Sí, no tardaré.

Me aseguro de llevar lo necesario, teléfono, llaves, dinero, gas pimienta, un momento, ¿gas pimienta? —lo saco del bolso para verlo mejor.

—Ah, veo que encontraste mi pequeño regalo.

Me sobresalto solo de verlo.

—Si sigues asustándome así, usaré tu pequeño regalo en tu contra.

—Quiero que estés a salvo, Stella, perdóname por ser un buen amigo.

—¿Con un gas pimienta? ¿Es en serio, Javier?

Hace una mueca al escuchar su nombre.

—Auch, has dicho el nombre completo, ¿estás enfadada?

—Estoy cansada —corrijo guardando de nuevo el gas, pero me detiene y lo arrebata de mi mano.

—Esta cosa de aquí, sirve para que lo coloques en el pantalón.

Y sin siquiera esperar mi autorización lo deja en los jeans cubriéndolo con la blusa.

—¿Crees que esto me salvará?

—Al menos te dará ventaja para que te eches a correr.

Era un lindo gesto no podía negarlo.

—Gracias, lo digo en serio.

—No es nada. Te llevaré, ¿a dónde vas?

—Con la abuela de Erick.

—Perfecto —se emociona más de lo que debería y subimos a su auto, le voy indicando dónde queda su casa.

Lo cierto es que no está tan lejos del instituto por lo que no demoro tanto en llegar.

—Stella —mira de reojo la casa—. Cuando dije que hicieras más amigas me refería a personas de tu edad.

—Se lo debo, Javi.

—¿Paso por ti?

—No, tomaré un taxi de regreso.

—Si me necesitas llama.

—Sabes que sí, gracias por traerme.

En esta ocasión, a diferencia de la última vez que estuve en su casa, no me encuentro nerviosa porque sé que su adorado nieto está teniendo una cita de lo más maravillosa con Fernanda, cosa que obvio no me importa, además le he caído bien a su abuela puedo venir si ella me invita.

El auto de su esposo está estacionado, supongo que será una cena también con el señor Murphy.

Toco el timbre y sale Laura a recibirme feliz, apenas me da tiempo de saludarla porque ya me está contando lo emocionada que está de tenerme en casa y que muere porque pruebe su pastel.

Creo que es la primera vez que alguien se emociona tanto solo porque he venido a su casa.

—Pero te lo advierto, Stella —me mira con detenimiento—. Si algo me ha salido mal en el pastel tu madre no se puede enterar, ¿de acuerdo?

—Laura, dudo que haya algo que no te quede bien —su mirada se ilumina por un momento—, pero de acuerdo, no le diré nada.

—Perfecto, toma asiento que ya te sirvo.

Regresa al poco rato con los platos y los deja sobre la mesa, son tres lugares, me pregunto en qué momento bajará el señor Murphy.

—Laura esto huele delicioso —y no miento, creo que me ha dado más hambre solo de oler la comida.

—Y espera a que lo pruebes.

—¿El señor Murphy está en casa o llegará pronto?

Escuchamos que tocan el timbre de la casa.

—Ah, mira, ya ha llegado.

¿Qué su esposo no tiene llaves?

—Pasa, cariño.

—Buenas noches, abuela.

No, no, no, por favor dime que es broma, me tenso solo de escucharlo.

«Haz las cosas bien y el universo te premiará» Universo, dime ¿qué estoy haciendo mal?

—Toma asiento, serviré el agua.

Aprovecho que ha entrado a la cocina y me pongo de pie, no tendré esta cena.

—Desconoci —se corta a si mismo cuando me ve tomando mis cosas, lista para salir—. Oye, oye —me detiene—. ¿Qué pasa?

—Me he olvidado de una tarea súper importante, si no la hago seguro repruebo, no querrás tener eso en tu consciencia ¿o sí?

—Stella.

—No voy a cenar contigo, Erick, apuesto a que mañana me echas en cara que te he arruinado los planes.

—¿Planes? —frunce el ceño—. Te había dicho que quería pasar tiempo contigo.

—No finjas que no has cancelado por mi culpa, seguro que esto lo planeó Laura y te ha obligado a venir.

—Escucha, no te vayas.

—¿Por qué? —enarco una ceja.

—Porque quiero estar contigo —no sé quién de los dos se ha sorprendido más. Termina aclarando la garganta—. Me refiero a estar contigo de una manera pacífica, sin pelear o discutir, además ve la ilusión con la que cocinó mi abuela.

Que sus ojos estén fijos en mí es, es tan extraño que no puedo ni describir cómo me siento, pero espera una respuesta de mi parte y no debería alargar más este momento.

—Erick.

—Dime.

—¿Podrías soltar mi mano?

La suelta de inmediato como si no fuera consciente de lo que estaba haciendo, quizá no se dio cuenta, pero yo sí que lo he hecho, cómo no notar que ha estado sosteniendo mi mano todo este tiempo.

—Había olvidado preparar el agua —sale feliz dejando la jarra en la mesa.

Intento mantener mi distancia con él y voy a la mesa antes de arrepentirme.

—Muero por probar esto —le doy una sonrisa.

—Disfruten chicos.

Al principio creí que sería una cena incómoda, solo silencio y nada más, pero Laura sabe cómo hacerte sentir cómoda, habló de lo que la impulsó a tomar un curso de repostería, eso de salir, despejar la mente un rato y seguir manteniéndose activa, aunque Erick y yo escuchábamos atentos cada palabra que decía nunca se sintió como si fuera solo ella hablando, nos involucraba, nos hacía preguntas, nos daba también un momento para opinar.

—Seguro ya te he aburrido con mis historias, Stella.

—Para nada, tú vida parece más interesante que la mía en estos momentos.

—Casi lo olvido —menciona Erick terminando el último bocado del pastel—. ¿Podrías decirle a Stella que no me has obligado a venir? Tiene la rara de idea de que así fue.

—¿Por qué lo piensas, querida?

Algo que me sorprendía de Laura es que en ningún momento perdía esa sonrisa y amabilidad que tanto la caracterizaba.

Sé quién es el verdaderamente interesado en mi respuesta.

—Te vi con Fer —me dirijo a Erick—. Y después entró a la habitación diciendo que tendrían una cita, esta noche en una cafetería ¿te suena?

—Buena suerte consiguiendo que Erick tenga otra cita —dice su abuela.

—¿Crees que saldría con ella?

—¿Y por qué no lo harías?

—Yo recogeré los platos —intentando no estar presente en la conversación toma nuestros platos y se adentra en la cocina.

—No lo puedo creer —niega, divertido—. En serio te ha dicho que tendríamos una cita y tú te lo has creído, no sé quién en su sano juicio saldría con ella.

—¿A qué te refieres?

—Ponte a pensar olvidándote un momento de que es tu mejor amiga, ¿qué crees que haría con ella? ¿Charlar? —ríe abiertamente—. Por favor, sería ella y un monologo eterno, así hasta que me pida que pague la cuenta y que la lleve a casa, cosa que —levanta un dedo indicando que guarde silencio porque he estado a nada de interrumpirlo—, como el caballero que soy haría, pero no es lindo que te busquen solo para que seas su banco personal ¿me explico?

—Ella no haría eso —defiendo.

—Pedí que no pensaras como su mejor amiga.

—Y es lo que hago, ella no es así, de otra forma ¿por qué crees que tiene a tantos chicos detrás de ella?

—Porque no sé en qué momento se deformó tanto la palabra «bonita» —simula las comillas—. Qué la gente piensa que va enfocado solo al aspecto físico de una persona, crecen con la idea de que todo lo que importa es un cuerpo, por eso van detrás de ella, porque es bonita, pero mira dentro de ella y está vacía.

—Hay excepciones donde no solo se es bonita en el aspecto físico, sino también en la personalidad.

—Tú, por ejemplo.

Siento que mi cuerpo entero está ardiendo, Laura sale de la cocina justo a tiempo evitando que haga el ridículo con una respuesta sin sentido.

—Y ¿qué tal ha quedado la cena?

—Deliciosa, sabía que lo harías bien.

—Oh, Stella no sabes cuánto me alegra escuchar eso, no lo escucho a menudo.

—Yo te lo digo todo el tiempo —se queja su nieto.

—Eso no cuenta, eres mi familia. Stella, quería mostrarte mis obras de arte, pero estoy algo cansada.

—Pero todavía no son ni las diez, abuela.

—Dije que estoy cansada —toca su espalda—. Este dolor me está matando, será mejor que me vaya a recostar, ya te mostraré en otra ocasión mi trabajo.

—Estaré encantada.

—Erick, cielo ¿puedes bajar mis cosas de tejer y dejarlas en el sillón? Mañana quiero trabajar ahí.

—Claro.

—Es el pretexto perfecto para que vengas de nuevo —susurra una vez que Erick ya subió las escaleras.

—¿Qué estás planeando?

—Le hace bien estar contigo, hace mucho que no lo escucho reír, no lo veía socializar con nadie más.

—No es como que seamos mejores amigos.

—Pero actúa muy diferente cuando está contigo, no lo he obligado a venir, pero me preguntó qué haría esta noche y en cuanto le dije que vendrías se apuntó.

No sé si debería sentirme tan bien por eso.

—Sé a dónde quieres llegar, Laura y

—Stella —toma mis manos—. Suena egoísta que quiera que estés con él, no es el chico más paciente ni más sociable de todo el mundo, pero una vez que lo conoces de verdad es difícil alejarte de él, no te pido que salgan, que se casen ni nada de eso.

—¿Entonces?

—Conócelo, porque algo me dice que él también necesita conocerte a ti.

—Acaba de salir de una relación —le recuerdo.

—Y sé que no está listo para iniciar otra, pero debe saber que el haber terminado con esa chica no supone el fin del mundo, la está pasando mal.

—¿Segura que la dejaste en tu cuarto? No encontré nada, abuela.

—Ah, mira, ya estaba aquí abajo, que despistada, iré a dormir, chicos. Me dio gusto que vinieras, Stella, salúdame a tu mamá.

—Si la veo lo haré.

—Buenas noches, cielo —palmea su hombro.

—Buenas noches, abuela —la vemos subir y entrar a su cuarto—. Bien, hora de volver a la prisión y antes de que me digas algo, iremos en el auto de mi abuelo, sin moto esta vez, lo prometo.

—De acuerdo, ¿antes puedo pasar a tu baño?

—Sí, subiendo y al fondo.

—Gracias.

Las palabras de Laura no dejan de repetirse una y otra vez en mi cabeza «conócelo» Y no puedo hacerlo, sé cómo acabará, no creo que él y yo necesitamos más caos en nuestras vidas.

Él no necesita a alguien como yo, necesita algo mejor.

Cuando salgo del baño veo una puerta entreabierta, no hay camas adentro por lo que supongo que no es una recamara, hay un piano al centro, una estantería llena de libros y notas regadas en el suelo, llego hasta el piano y tomo asiento frente a él, me veo tentada a tocar, pero me arrepiento.

—No me digas que te confundiste de puerta.

—Erick —tiene un problema, siempre termina asustándome—. No, es que yo, yo no

—Era una broma —llega hasta mí—. ¿Tocas?

—Solo lo básico, no es la gran cosa —un nudo se forma en mi garganta—. Mi papá me enseñó, le encantaba tocar el piano —pero prefiero evitar el tema—. ¿Tú tocas?

—Sí, digamos que tenía mucho tiempo libre y mi mamá pagó clases privadas, también canto.

—¿En serio?

No sé por qué, pero me rodea para sentarse en el taburete dándole la espalda al piano.

—Sí, pero nadie ha tenido el privilegio de escucharme.

—¿Ni siquiera Paula?

—Ni siquiera ella.

Aparto la mirada relamiendo mis labios que de la nada han decidido secarse.

—Antes no te he agradecido por lo que hiciste en la escuela, me ayudaste y no tenías que hacerlo —ya más calmada vuelvo a mirarlo.

—No fue nada, entraste en pánico algo tenía que hacer —bromea.

—Tenía planeado escapar con mi novia —repito sus palabras—. ¿En serio no se te ocurrió nada mejor?

—Dímelo tú, señorita mi novio tiene un apetito difícil de saciar.

—Tenía que seguirte la corriente —me excuso.

—Lo has hecho bien, creo que lo convenciste de que en serio éramos una pareja.

—Sí, eso creo.

—¿Lista para volver al edificio? —me muestra las llaves.

—Solo si esas son las llaves del carro, no me vuelvo a subir a una moto donde tú no tengas casco.

—Entonces yo uso el casco.

—¿Y yo iré sin protección? Quieres que muera ¿es eso?

Comienza a reírse y sus hoyuelos se marcan.

Me gustaba escucharlo reír.

—Iremos en el auto, tranquila.

—No terminas de convencerme.

—Te dejaré que escojas la música y mira que es un gran privilegio.

—Hubieras empezado por ahí.

Cuando salimos del cuarto vemos a Laura alejándose de la puerta, seguro ha escuchado todo.

—Ah, chicos es que fui al baño no se preocupen no escuché nada.

—Abuela.

—Vete tranquilo que yo no oí nada, adiós, Stella, espero verte pronto.

—Sí, espero que sí —Erick se pone frente a mí cuando su abuela se marcha.

—¿Planeas volver?

—¿Por qué? ¿Te quieres colar de nuevo a la cena que me prepare tu abuela?

—Es una idea tentadora.

—Lo pensaré.

—Avísame si tu respuesta es un sí. Así al menos paso por ti.

Solo pude asentir y después subimos al auto, por corto que pareciera el camino, esta vez lo sentí diferente, más tranquilo.

Si tuviera la opción de elegir, me quedaría más tiempo aquí en vez de entrar al dormitorio, por alguna extraña razón, Erick sabe cómo tranquilizarme. 


Los artículos de la constitución aquí presentados no son del todo correctos, si bien gran parte de ellos son "reales" he modificado algunos añadiendo o quitando cosas para que acomodara mejor con la constitución de Hover, el país en donde nos encontramos.

¿Queremos un Erick o qué?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro