10 | Bomba de tiempo
Stella
—¡¿Hizo qué?! —pregunté, horrorizada.
—Mira trata de tranquilizarte, Stella.
—¡Nancy no puedo! ¡Me puso en ridículo!
—Me parece que no te estoy entendiendo —comenta, irritado —¿El malnacido fue capaz de hablar mal de Stella?
—Mira, Javi, tú también deberías calmarte —Javi estaba tan molesto que solo vi cómo tensó la mandíbula —al principio pensé que era una broma, pero después todos en el autobús notamos que Fredy hablaba muy en serio, primero dijo que habías intentado besarlo, que estabas desesperada por tener su atención y que te enfadaste cuando te dijo que a él no le gustabas de esa forma, el profesor se quejó diciendo que no quería saber nada sobre nuestras vidas y dijo que sería mejor irnos, por eso salimos sin ti.
Esto era el colmo, Fredy cruzó los límites de mi paciencia, no creí que fuera capaz de humillarme de esa manera y encima mintió ¿Quién se cree?
—Lo siento, Stella.
—Descuida, no es tu culpa ¿Sabes dónde está Fredy ahora?
—Dime que quieres golpearlo por favor —suplica mi amigo.
—Necesito hablar con él.
—Está en clase, creo.
—No falta mucho para que salga, podemos esperarlo —menciona.
—Javi tienes clase.
—No te voy a dejar —me miró cómo si hubiera dicho la peor ofensa de todas.
—Toma —Nancy me entregó las cosas que dejé ayer en el autobús —de verdad espero que esto se arregle, si sirve de algo, muchos de nosotros sabíamos que Fredy estaba mintiendo.
—Gracias, Nan.
Se alejó después de darme un pequeño apretón en el hombro.
—Javi ve a clases, yo lo esperaré.
—¿Estás loca?
—Puedo apañármelas, relájate y ve a clases.
—Mira si quieres golpearlo será mejor que alguien esté contigo —todo lo que hice fue mirarlo detenidamente y eso pareció bastar. —Bien.
No muy convencido me hizo caso y se fue. Ni siquiera sabía por qué estaba tan nerviosa, fui a la cafetería, sabía que en cualquier momento Fredy llegaría, contaba con eso. Ahora, pensándolo fríamente ¿Qué se supone que le diría? ¿Qué lo odio? ¿Qué me dé una explicación? Bonito espectáculo daré si esto se sale de control.
Mientras más lo pienso, menos tengo una respuesta clara, solo a mí se me ocurre venirme a meter en estas circunstancias.
—Stella —toca mi hombro alejando todos mis pensamientos —¿Todo en orden?
—Sí. Sí, Gloria es solo que hay mucho en qué pensar.
—Seguro que esto te ayuda —el café que deja sobre la mesa tiene una carita feliz y algo escrito «sonríe» —Erick lo escribió para ti.
—Supongo que ya no permanece en el anonimato —le doy un trago y sonrío, siempre sabe cómo prepararlo —muchas gracias, Gloria.
—¡Tienes que estar bromeando! —su voz se escucha desde la entrada —¡Dame una explicación ahora! —se apresura molesta hacia donde me encuentro.
—Suerte con la arpía —habla entre dientes y se retira dejándome a mi suerte.
—Y recién me tomaba mi café.
—¿Quieres decirme de qué están hablando todos los chicos de arquitectura?
—Sí, hola, Fernanda ¿Cómo estás? Yo estoy de maravilla.
—Déjate de tonterías, Stella ¿Cómo que te acostaste con Fredy?
Juro que estuve a punto de ahogarme con el café.
—Wow ¿En qué momento la información se distorsionó tanto? No me acosté con él ¿Quién rayos te dijo eso?
—Fredy se lo dijo a todos los chicos del autobús al parecer, era obvio que una noticia como esta iba a llegar a oídos de todo el campus, mi novio que también es de su facultad me lo contó, pero esperaba enterarme por ti.
—¿Novio?
—Céntrate, Stella —comenta con cierta frustración —¿Te acostaste con él o no?
—¡No!
—¡Pues no te creo! Has estado babeando por él desde hace años.
Y entonces, lo que sentí que era una bomba de tiempo dentro de mí, por fin explotó.
—Saliste con él aun sabiendo que me gustaba, es lo que siempre haces, vas detrás de lo que me importa —solté, molesta, no podía quedarme más tiempo callada.
—¿De qué estás hablando?
—¿Crees que no lo sé? Ese día de la feria, sabías bien que me vería con Fredy en la rueda de la fortuna ¿No? Da la casualidad que se fue contigo ¿Y qué pasó cuando tuve una cita con él? También se fue porque le dijiste que estarías en la fiesta, dime ¿La pasaron bien?
—Stella eso no es
—No vengas a decirme ahora que todo fue una coincidencia, porque chico que me gusta, chico que termina siendo tu novio a la siguiente semana.
—No es cierto.
—Sabes que sí.
—Tampoco es mi culpa que me prefieran a mí.
Auch.
—Sé de alguien que no te prefiere —con eso su semblante cambia —además, insististe tanto en que Erick se había ofrecido a llevarte a la fiesta cuando en realidad es más que obvio que no te tolera —espeté —dijiste que saldrías con él ¿Y sabes qué? Decidió salir conmigo, así que podrás ir detrás de todo lo que me importa, mi familia, mi dinero y si quieres tras el chico que me gusta, pero ya debes hacerte a la idea de que Erick no te hará caso —me puse de pie, harta de todo esto y vi a Erick a pocos metros de nuestra mesa.
Hubiera estado más tranquila después de eso, de no ser por el idiota que entró riéndose con sus amigos, eso solo incrementó mi enojo. Es como si hubiera tenido toda mi ira acumulada y no pensé dos veces en lo que estaba haciendo, caminé hacía él y cuando se giró lo abofeteé.
Sus amigos de inmediato se dejaron de reír y podía sentir las miradas de todos sobre mí, incluso sentí la palma de mi mano ardiendo, pero esta vez no me importó.
—Vuelve a hablar mal de mí y esto será peor ¡¿Quién te crees que eres?! ¡Nunca me acosté contigo, nunca intenté besarte eres tú quién está detrás de mí pidiendo que te dé una oportunidad, pues déjame decirte que no la tendrás ni un millón de años! —hice el además de irme y luego me detuve —y solo para que lo sepas, toda tu facultad te odia —mira de reojo a Hugo quien asiente. Esta vez, sintiéndome más libre me detuve a verlo. Su ojo estaba morado —¿Qué te pasó en el ojo?
—Agradécele a tu noviecito —responde irritado.
—Muy bien —Erick apareció tomándome por detrás de los hombros —creo que es suficiente por hoy. Vámonos, Stella.
Me sacó de la cafetería y nos detuvimos hasta que estuvimos lo suficientemente lejos, tomando en cuenta la actitud que otros habían tenido hacía mí pensé que Erick me diría que me había vuelto loca.
—Ya sé lo que dirás y
—Felicidades —interrumpió.
—¿Eh?
—Lo que hiciste allá —intenta contener su risa —merecía ese golpe, en serio y no te importó lo que otros fueran a pensar, solo lo hiciste, me siento muy orgulloso de ti.
—¿De verdad?
—Por supuesto que sí —esta vez le fue imposible ocultar su felicidad y se acercó a abrazarme levantándome ligeramente del suelo —¡Esa es mi Stella!
—¡Erick, bájame! —pedí entre risas y me sentí aliviada cuando lo hizo —¿Dijiste tu Stella? —había sonreído como tonta al decirlo.
—No molestes ¿Okey? —lo único que hice fue levantar las manos en señal de rendición.
—Oye... vi lo del ojo morado de Fredy ¿Tuviste algo que ver? —se quedó mirando a un punto detrás de mí —¿Erick?
—Escuché lo que dijo, primero me lo contó Marcelo y después cuando llegué a la facultad lo escuché riéndose con sus amigos y diciendo estupideces, no me contuve, no pude.
—Y entonces lo golpeaste.
—Estaba diciendo que te acostaste con él ¿Qué querías que hiciera?
—Gracias —frunció el ceño al escucharme.
—La Stella que conozco me diría que esto está mal y que soy una horrible persona por golpear a tu adorado Fredy.
—Oh, te aseguro que en este momento eres mi persona favorita.
—¿Qué?
—Debo volver al dormitorio y terminar un par de tareas, solo quería agradecerte.
—¿Soy tu persona favorita? —pregunta, incrédulo.
—¿Soy tu Stella?
Creí haber ganado, pero no.
—Lo eres.
—Iré a terminar mis tareas —me detiene del codo antes de irme.
—Espera, antes respóndeme una cosa —verlo tan nervioso por lo que fuera a preguntar me preocupó —cuando por fin entendiste la clase de amiga que es Fernanda.
—Erick.
—Quiero decir que, cuando hablabas con ella, le dijiste que podría ir si quisiera detrás del chico que te gusta, pero que él no le haría caso ¿Te referías a Fredy o...?
—¿Me creerías si te digo que estaba tan molesta que no pensé en lo que dije?
—No —respondió con una sonrisa —pero tampoco te obligaré a que respondas, dejaré que te vayas, te veo después.
—Claro, te veo luego.
Lo cierto es que no tenía ninguna tarea pendiente, pero sin duda necesitaba estar un rato lejos de todos, tendría tiempo suficiente para pensar en lo que había hecho. Golpeé a Fredy, le grité a Fernanda, casi le confieso a Erick que me gusta ¿En qué estaba pensando?
Muchas veces pienso en el «quizá»
Quizá si le hubiera dicho la verdad a Erick sobre lo que sentía las cosas entre nosotros serían diferentes, quizá todo sería igual y él no dejaría de buscar la manera de recuperar a Paula.
Quizá si no me hubiera dado cuenta de la persona que es Fredy estaría saliendo con él y no quiero ni imaginarme en qué situación me encontraría ahora.
Quizá, después de todo, las personas tienen razón acerca de Fernanda, pero no es fácil soltar una amistad que ha durado tantos años, mucho menos cuando parece que pese a todo se ha mantenido a mi lado, no he tenido otra amiga que no sea ella.
Llamada entrante: Papá.
Siento como mi corazón se dispara de solo ver que me está marcando. No respondo, dejo que el celular siga sonando hasta que se detiene por sí solo, no quiero otro regaño y ni que me venga a contar que la maravillosa Edith ganó el concurso, ya he tenido demasiado por hoy.
Llamada entrante: Papá.
—No te voy a contestar —digo para mí misma.
Intento relajarme en la cama cuando el celular vuelve a sonar.
Llamada entrante: Papá.
—Tú ganas —llevo el teléfono a mi oreja —hola, papá.
—Stella —solloza —mi princesa.
—Dime que es broma, papá —el silencio se prolonga más de lo que quisiera —¿Estás borracho?
—Un poquitín —y se echa a reír —¿Crees que tu mamá esté en problemas? No responde mis llamadas.
—Estará ocupada.
—¿Crees que quiera casarse de nuevo conmigo?
Esto no es posible.
—¿Te parece si me marcas cuando estés sobrio?
—No creo que se pueda, soy un idiota cuando estoy en mis cinco sentidos.
—Papá...
—Lamento haberte gritado ese día en la cena, no me sentía así realmente.
Suspiré con pesadez, hubiera sido lindo escucharlo decir eso si tan solo estuviera sobrio, pero no es así.
—No creo que esta sea forma de pedir una disculpa.
—Lo siento, hija —y sin más colgó.
Hubo algo que dijo que me dejó preocupada, es extraño que mi madre no responda llamadas, por lo general siempre tiene el celular a la mano, es por eso que decido llamarle y responde al primer pitido.
—Hola, cariño.
—Mamá, mi padre te ha estado llamando, pero parece que no le respondes.
—¿Por qué habría de hacerlo? Solo llama cuando está ebrio y no quiero lidiar con eso ahora.
Miré el reloj, no era tan tarde y pasar tiempo con mi madre siempre me venía bien.
—¿Puedo ir contigo? ¿Estás aquí en Clawood?
—Sí, estoy en la casa ¿Quieres que pase por ti?
—No, gracias, tomaré un taxi.
—Acá te veo, cariño, con cuidado.
Solo tomo mi bolsa y una chamarra, no siento que esto de quedarme en el dormitorio vaya a servir demasiado, tampoco quiero encontrarme con Fernanda y que siga echándome cosas en cara, no lo toleraré, no hoy.
No sé cómo debería sentirme, nunca logro pasar del estacionamiento.
—Es algo tarde para que salgas sola ¿No te parece?
—¿Me estás siguiendo, Erick?
Sonríe ¿Por qué rayos está sonriendo? ¿Y por qué luce tan bien cuando lo hace?
—Solo quería ver que estuvieras bien, en especial después de lo que pasó ¿A dónde vas? Te llevo.
—A casa de mi madre.
—Vamos —me entrega el casco y sabe que la idea no me agrada —voy a conducir
—Despacio —completo —sí, lo sé. Lo que me preocupa es que tú nunca llevas casco.
—Arreglaremos eso después, descuida.
Igual no tengo ganas de discutir hoy, acepto el casco y me lo pongo. Tal y como dijo, está conduciendo despacio, es lindo que lo haga por mí, recuerdo que hace unos días cuando me encontré con Marcelo me dijo que Erick no dejaba que nadie más se subiera con él a la moto, incluso cuando llegó a la heladería, él y Paula llegaron por separado.
Cuando terminaron lo que supongo que fue una cita, él le pidió un carro y se fue, cumplió su palabra y aun después de estar con ella, se ofreció a llevarme de vuelta al estudio, no quise emocionarme ni nada, después de todo él también tiene que regresar a su edificio, solo está siendo amable y ya.
—Linda casa —dice estacionando la moto.
La miré de reojo, si tan solo las paredes hablaran, hay cientos de recuerdos en esta casa que preferiría borrar de mi memoria. Todavía me sorprende que mi padre haya accedido a que mi mamá se quedara con la casa, creí que haría algo por recuperarla, pero me equivoqué.
Por supuesto, estamos hablando de Víctor Remington, el dinero nunca será un problema para él.
—Gracias por traerme.
—También puedo pasar por ti —enarqué una ceja —solo si quieres, claro.
Estábamos teniendo mucha confianza, debía poner ciertos límites, es lo correcto ¿No?
—Descuida, puedo volver sola.
—Conociéndote no podré hacerte cambiar de opinión ¿Verdad?
—Correcto.
Frunció ligeramente el ceño, apartó unos segundos la mirada y después volvió a verme, estaba nervioso y lo confirmó cuando empezó a rascarse detrás de la oreja.
—Entonces al menos, hum, avísame cuando llegues al edificio ¿Quieres?
—Espero recordarlo.
—Stella —advierte.
—Te avisaré, tranquilo.
Alternó su mirada entre la casa y yo.
—Cuídate.
Estaba con mamá, no iba a pasar nada malo.
Como era de esperarse me recibió con una gran sonrisa y me invitó a pasar, estaba preparando algo en la cocina y me pidió ayuda, esto serviría como distracción.
Estuvo contándome cómo iban las cosas en la nueva escuela que abrió en la capital, su plan es seguir expandiéndose, pretende que esa escuela llegue hasta Londres, siempre ha querido que más jóvenes cumplan sus sueños, los programas de becas que maneja son excelentes, le dará la oportunidad de estudiar a más de uno, estoy seguro de ello.
—¿Cómo va tu proyecto para el museo? —por fin se toma un momento cuando saca las galletas del horno y las deja sobre la mesa.
—Decidí que ya no quiero participar.
—¿Por qué? Creí que habías dicho que era una buena oportunidad —rodea la barra de la cocina para poder tomar asiento y me sirve un poco de agua.
—Es una larga historia, lo resumiré en que el encargado de todo esto me quiere solo porque mi padre es el reconocido pianista Víctor Remington.
—Agh —de solo escuchar su nombre se molesta —haces bien en no participar, seguro te escogerán por tu parentesco con él, eres lo único bueno que ese hombre ha hecho, Stella.
—Hay algo que quisiera decirte.
—Adelante —volvió a ponerse de pie para revisar las galletas.
—La última vez que fui con mi padre
—Dime que la víbora de Carmen no estaba —empieza a ponerles un poco de canela.
—No, no es eso. Discutí con él, llegó Edith y se pasaron toda la tarde platicando, al final me dijo cosas muy hirientes, le dije que no volvería a ir con él, sé que este era su acuerdo, pero no volveré a esa casa. Lo siento, mamá.
—Oye ¿Crees que las siguientes galletas deberían llevar chocolate?
—Sí —suspiré —deberías ponerles chocolate.
—Lo mismo pensé. Perdona ¿Qué decías?
—Que no volveré a casa de papá —me crucé de brazos.
Gracias por prestarme atención.
—De acuerdo, pásame el molde de las galletas que está detrás de ti, cariño.
—Toma.
—Debes probar esto, me quedó delicioso.
—Claro —entendí. Mejor no centrarnos en mí ahora —¿Qué tal van las clases de tu curso?
—Qué bueno que preguntas —responde con una gran sonrisa —te cuento, han pasado muchas cosas.
Y fue así como nuestra charla continuó, la verdad es que no quería que fuera otro día en dónde me lamento por lo ocurrido, me gustaba centrarme en mamá, saber que todo lo que estaba haciendo le estaba saliendo bien, me gustaba verla feliz.
El día que firmó los papeles de divorcio me dijo que se sentía de nuevo como una mujer libre, que esta vez nada ni nadie la detendría, cumpliría sus sueños, y lo ha hecho, sin embargo, esa misma noche que me quedé a dormir en la casa, fui a su habitación y la encontré llorando.
Su matrimonio podrá no haber funcionado, habrán tenido cientos de problemas, pero sé que no fue así todo el tiempo, se casaron en un principio porque se amaban, por supuesto que extrñaría a mi padre.
—Ven a visitarme más seguido, cariño —dijo dándome un beso en la cabeza una vez que salí de la casa —me gusta tenerte aquí.
—Espero que la escuela me dé un respiro y volveré, tranquila.
—Te amo, no olvides eso ¿Sí?
—Y yo a ti, mamá.
Regresé en un taxi y cuando llegué al edificio, de camino a mi dormitorio le escribí a Erick.
Yo: Sigo viva.
Apenas envié el mensaje él ya lo había leído ¿Significa que no salió del chat?
Erick: ¿Todo bien?
Abrí la puerta y entré en pánico cuando al encender la luz vi a un chico de espaldas.
—¡Aaaaaaah! —saqué el gas pimienta y Javi suplicó por su vida.
—No quieres rociar eso en mis ojos, Stella.
—Parece que todos están empeñados en darme un infarto —llevo una mano a mi pecho —¿Qué haces aquí?
—Esperándote ¿No es obvio?
La cama de Fernanda seguía intacta, todo estaba justo como lo dejé antes de salir, ella no regresó entonces al dormitorio.
—Pensé que eras alguien más.
Aquello pareció interesarle.
—¿Tanta confianza tienes ahora con Erick como para estarlo esperando en tu habitación?
—Nunca insinué que estaba hablando de Erick.
—¿A qué otro chico quisieras ver aquí además de mí?
Okey, sí era Erick, pero no lo voy a admitir.
—Eso no importa —dejé mis cosas en la cama y me senté al borde de esta —¿Llevas mucho esperando?
—No, solo un rato, Erick dijo que saliste a ver a tu mamá ¿Todo bien?
—Sí, estuvimos charlando un rato —tomó asiento a mi lado dejándome ver lo que había en la funda detrás de él —trajiste tu guitarra.
—Sí, no quiero que hablemos de mí ahora, solo te diré que mi madre vino a darme una visita sorpresa y sabes que no quiere que me relacione con nada del arte.
—Siempre dice que es una pérdida de tiempo.
—Sí, saqué la guitarra para que no la viera, espero que no te importe que la deje aquí unos días.
—La cuidaré bien —aseguré.
—Quiero decirte algo —se recarga mejor en la cabecera —¿Sabes que te quiero mucho?
—Aww, Javi te has puesto sentimental.
—Un poco —sonríe de lado —vi un video de dos amigos recorriendo Nueva York juntos y recordé nuestros planes, siguen en pie ¿No? Porque si me dices que no enloqueceré.
—Sigue en pie.
Cuando todo parecía derrumbarse a mi alrededor, cuando sentía que ya no podía más y que me ahogaba en mis propios problemas, siempre estaba Javi listo para darme una mano, escucharme, abrazarme, no importaba la situación, él nunca me dejaba sola.
Creo que en eso consiste la amistad, apoyarse mutuamente aun sabiendo que habrá momentos donde ambos necesiten espacio, quererse, retarse; en las buenas y en las malas, pero juntos enfrentando lo que venga. Un amigo es lo que necesitas cuando lo único que logras ver a tu alrededor es oscuridad.
Desde que nos conocimos en secundaria y congeniamos bastante bien a raíz de un accidente, nos prometimos hacer un viaje juntos, nuestro sueño siempre fue ir a San Francisco y estar en el Golden Gate y yo siempre quise visitar Forks, prometimos que iríamos algún día.
—San Francisco y Forks, con suerte logramos ir terminando la escuela ¿Cómo van tus ahorros?
—De maravilla, hay como cinco frascos en mi armario con monedas y billetes listos para ser gastados ¿Qué tal los tuyos?
—Mira soy pésimo ahorrando —añade entre risas —a veces tomaba un poco de dinero prometiéndome que lo repondría y nunca lo hacía, por suerte últimamente me he mantenido estable y no he tocado ese dinero para nada, mi ahorro va bien.
—Me da gusto.
—Creo que nunca había hecho esto.
—¿Ahorrar? —asiente.
—Al menos no para nada importante, siempre he tenido amigos o amigas, pero ninguno que me importe tanto como tú, Stella.
—Javi —me estoy poniendo más sentimental de lo que debería. —Sabes que también me importas.
—Nunca había tenido una amistad que durara tanto, me daba igual si tenía personas a mi lado o no, contigo es diferente, el día que te conocí me caías mal —le es imposible no reír —había una maestra que hablaba tanto de ti que creí que llegarías y serías como Fernanda, pero fue todo lo contrario. Nunca creí que llegarías a ser alguien tan especial.
—Me mirabas como si fuera lo peor de este mundo.
—Y cuando empezamos a hablar porque me golpeaste con una bola de papel todo cambió.
—Qué recuerdos, cuando lo único que me importaba era no reprobar química.
—Y lo hubieras hecho de no ser por mí —habla con orgullo.
—Que presumido.
—Admito que sin ti yo hubiera reprobado español.
—Es que, Javi ¿Quién reprueba español?
—No lo sé ¿Yo? —Javi odiaba esa materia —Siempre pienso en nuestras babosadas en aquellos años, en nuestras salidas, estuviéramos juntos en una casa, la escuela o un parque, para mí esos momentos eran especiales, porque con nadie tengo la suficiente confianza para hablar de todo, hay pocas personas que considero importante, pero tú eres la primera.
—En las buenas, malas y peores ¿No? Pero siempre juntos.
—Y estoy seguro que ni la distancia cambiaría eso —toma su guitarra y la saca de la funda —y sé que hay muchas cosas que podrían definirnos, pero nada como esta canción.
Comenzó a rasgar las cuerdas y reconocí de inmediato la canción: Brother. Siempre supimos que esta canción nos describía a la perfección.
Sabía la canción de memoria y había que admitirlo, era bueno cantando, esta canción siempre me conmovía hasta las lágrimas.
And if we hit on troubled water
I'll be the one to keep you warm and safe
Ande we'll be carrying each other
Until we say goodbye on our dying day
Siempre lo he considerado como un hermano y sé que él me ve de la misma manera, nuestra amistad nunca se limitó a estar juntos en la escuela, salíamos, nos veíamos a escondidas cuando nuestros padres decían que necesitábamos un «respiro» el uno del otro, una vez nos detuvo la policía, en nuestra defensa se trató de un error, agradezco que nunca se haya enterado nadie de nuestra familia.
Me animé a cantar el último coro con él porque sé lo mucho que le gusta que lo acompañe cuando se trata de esta canción.
If I was dying on my knees
You would be the one to rescue me
And if you were drowned at sea
I'd give you my lungs so you could breathe.
—I've got you brother —sonríe.
—I've got you brother —deja de tocar colocando la guitarra a un lado —veo que no has perdido la práctica.
—Soy muy bueno en todo lo que hago, Stella, ya deberías saberlo.
—Gracias.
—Solo tienes que pedirlo y tocaré la canción que quieras.
—No sé de dónde ha venido el sentimentalismo de hoy —iba a añadir algo, pero lo detuve —sé que no es por el vídeo que viste. Creo que necesitaba este momento, así que gracias.
—No sé quién de los dos lo necesitaba más. ¿Siempre juntos? —estira su dedo meñique.
—¿Quién sigue prometiendo por la garrita? —me burlo.
—Este es un pacto sagrado, muestra algo de respeto —se acerca más a mí —¿Siempre juntos? —entrelazo mi meñique con el suyo sonriendo.
—Siempre juntos.
Que suerte tuve. Yo tenía un Javi.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro